Golpe de estado

[PIE DERECHO]  A días de cumplirse un año del caricaturesco golpe de Estado perpetrado por Pedro Castillo, aún hay muchas interrogantes por resolver respecto de qué llevó al exmandatario, primero, a tomar esa decisión, y, segundo, a pensar que podía prosperar semejante exabrupto constitucional.

Respecto de lo primero, la gran duda se plantea a propósito de si fue un acto impulsivo motivado por las investigaciones fiscales que lo cercaban o acaso era parte de un plan diseñado desde que asumió el poder y que solo esperaba el momento propicio para desatarse.

Y sobre lo segundo, será menester esperar que las investigaciones en curso respecto de esa jornada del 7 de diciembre del año pasado, esclarezcan finalmente quiénes fueron partícipes y corresponsables del atentado democrático que felizmente abortó. Más de uno, sin duda, participó del hecho, hubo quienes lo alentaron y quienes le aseguraron contar con respaldos que le hubiesen permitido lograr su cometido. A todos ellos les debe caer encima el peso de la ley.

El antecedente más próximo a algo semejante -y respecto del cual casi fue calco y copia- fue el autogolpe fujimorista del 5 de abril del 92, por el cual ha habido varios que han purgado condena. En el de finales del 2021 aún falta mucha tela por cortar, mucho terreno por desbrozar.

No puede pasarse por agua tibia lo sucedido. Lo que se quiso hacer fue un delito mayúsculo y Pedro Castillo, dada su poca envergadura política, no puede haber actuado solo sino que debe haber habido, sin duda, una trama siniestra y oculta detrás.

Ojalá esta guerra civil desatada al interior del Ministerio Público no afecte las investigaciones en curso y se sepa toda la verdad de lo sucedido y que todos los responsables, directos e indirectos, terminen en la cárcel, donde les corresponde estar.

La democracia peruana es precaria y a pesar de vivir el periodo más largo, en toda su historia republicana, de sucesiones constitucionales, no ha logrado consolidarse como modelo político a seguir y no goza, por ende, de la legitimidad social que correspondería. Mayor razón para castigar a quienes la violentan o intentan hacerlo.

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Golpe de estado, investigaciones, justicia, Pedro Castillo

Los golpes de Estado nunca tienen causas

[EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS] Hace unos días fui entrevistado por un medio local respecto de la conmemoración de los 50 años del golpe militar del general Augusto Pinochet en contra del presidente socialista, y democráticamente electo, Salvador Allende. Me preguntaron, en primer lugar, por los motivos del golpe de Estado. Yo señalé que nunca indicaba causas o motivos de los quiebres del orden constitucional, porque ello implicaba justificarlos. Los problemas de los regímenes democráticos deben resolverse siempre dentro de su propio marco a través del sufragio o los diversos mecanismos constitucionales existentes.  Inclusive a través de la protesta, muchas veces necesaria para enmendar rumbos cuando un gobierno se siente tentado a traspasar las fronteras republicanas del contrato social y de la división e independencia entre los poderes del Estado.

Indiqué, al respecto, que era una lástima que, en el Perú, resulte un lugar común de la educación escolar y superior señalar a Augusto B. Leguía y a Manuel A. Odría, como los mejores presidentes del siglo XX. Ambos, por cierto, disfrutaron de bonanzas provenientes de coyunturas internacionales favorables e invirtieron los dividendos en prolíficas obras públicas, así como cayeron en cuanto dichas bonanzas se convirtieron en crisis económica.

Lo cierto es que Leguía y Odría se cuentan entre los dictadores más represivos de la historia del Perú Republicano. Es por ello que el recuerdo de las deportaciones, las persecuciones a quienes se situaron en la oposición, las prisiones políticas, la tortura como método de interrogatorio y el alevoso crimen político permanecen hasta hoy en el imaginario y la memoria de nuestra sociedad.

Creo entonces oportuno reiterar lo que he señalado en otras oportunidades: que las continuas interrupciones del orden constitucional son la principal razón que explica la precariedad actual de nuestra democracia y que carezcamos de una cultura política democrática. Esto quiere decir que la ciudadanía no tiene interiorizados los valores del republicanismo, ni siquiera los derechos fundamentales de los que goza cuando rige la Constitución.

El contexto internacional

Volviendo al caso de Chile, señalé al entrevistador que, si un contexto internacional rodeaba el golpe de Augusto Pinochet, este fue el de la Guerra Fría, enfrentamiento mundial entre las superpotencias Estados Unidos (Capitalista) y la URSS (Socialista). En tal sentido, para Estados Unidos representaba un riesgo inminente la presencia de un gobierno socialista-democrático en un país importante de la región.

Ya la revolución cubana y la instauración de la dictadura proletaria en la isla– que desde una postura republicana también debemos condenar- habían significado una dura derrota para los intereses norteamericanos en la región, de manera que el riesgo de que Chile eventualmente siguiese los pasos de Fidel Castro les resultaba inadmisible. De allí el prolongado sabotaje al gobierno de la Unidad Popular, la subvención de la huelga de los transportistas en Chile para generar el caos político y finalmente, la supuesta participación de la Central de Inteligencia Americana (CIA) en el golpe del 11 de septiembre de 1973.

Todo lo señalado, no supone mi adhesión a las políticas estatistas aplicadas por Salvador Allende, ni al gobierno democrático de la Unidad Popular (1970 – 1973). A lo que adhiero es a la legitimidad de un gobierno electo a través del sufragio popular, constitucional y que, en el peor de los casos, pudo ser reemplazado un año después, a través de ese mismo sufragio, en elecciones generales.

Las heridas que deja la violencia: una sociedad dividida

Me preguntaron luego por qué dicho golpe de Estado aún dividía a la sociedad chilena y si las conmemoraciones organizadas por el presidente de Chile, Gabriel Boric, constituyen un uso político del pasado. Cabe resaltar que entre las medidas adoptadas por Boric destaca el importante compromiso titulado Por La Democracia, Siempre, el que ha sido firmado por el mandatario y todos los expresidentes democráticos de Chile que gobernaron el país tras la transición democrática de 1989, incluido Sebastián Piñera, opositor derechista de Boric, y con la excepción de Patricio Aylwin, fallecido en 2016.

Al respecto respondí que las heridas del pasado sanan recordándolas, trayéndolas al presente, convirtiéndolas en lugares de la Memoria y no pretendiendo su olvido, pues los traumas del pretérito no pueden olvidarse a la fuerza. Señalé que el golpe de Augusto Pinochet y la represión posterior a este se recordaban en América Latina por su carácter en extremo violento, el que incluye el dramático bombardeo de la Casa de la Moneda, acto en el falleciera el Presidente Allende por negarse a abandonarla. Le sigue a este hecho, como otra imborrable y trágica imagen, el ajusticiamiento del cantautor Víctor Jara en el Estadio Nacional de Chile, el que contiene, en tanto que evento simbólico, a las miles de víctimas civiles de la represión militar, las que fueron torturadas y ejecutadas en circunstancias similares a las del admirado cantante.

A todo esto, se suma el reciente descubrimiento de que la dictadura de Pinochet habría autorizado la adopción ilegal de miles de niños, la mayoría recién nacidos, arrebatados a sus padres. Al respecto, hace unas semanas, se produjo el emotivo reencuentro entre María Angélica González y Jimmy Lippert Thyden, madre e hijo.  A ella le dijeron que su vástago nació prematuro, que murió y que descartaron su cuerpo, cuando, en realidad, se lo arrebataron y fue vendido a una familia norteamericana.

En tal sentido, para América Latina, el golpe y régimen de Augusto Pinochet constituyen una de las expresiones más palpables del permanente asedio del militarismo a las repúblicas democráticas que instauramos en tiempos de las Independencias. Como he señalado para el caso peruano, cuyo ejemplo se extiende a toda la región, la constante interrupción del orden constitucional por parte de caudillos militares en el siglo XIX y de dictadores en el siglo XX es la principal causa de que hasta ahora nuestras democracias se caractericen por su precariedad.

Memoria y búsqueda de la verdad

Finalmente, indiqué que el uso político del pasado es parte de la política en general, que es inevitable, pero al mismo tiempo afirmé que Gabriel Boric está haciendo lo correcto y razonable; y que lo llamativo sería que un presidente, no solo de izquierda, sino democrático, no condenase un golpe de Estado que le legó a América Latina las escenas más desgarradoras de lo que sucede cuando se atenta contra la República y el orden constitucional. En ese mismo sentido, El Plan Nacional de Búsqueda, Verdad y Justicia, recién lanzado por el mandatario chileno nos parece una medida más que adecuada pues, como este ha señalado, el futuro solo puede construirse conociendo toda la verdad acerca del pasado y porque al Estado le corresponde hacerse cargo de sus propias víctimas.

Por eso, el 11 de septiembre de 1973 debe constituirse en un Lugar de la Memoria continental que nos recuerde la necesidad de consolidar nuestra institucionalidad democrática y, dentro de ella, la irrestricta e irrenunciable vigencia de los derechos fundamentales, y que sirva, asimismo, para condenar en toda y cualquier circunstancias, la opción autoritaria y la intervención militar, “justificadas” bajo la espuria premisa de que la represión y la fuerza -y el horror- podrán resolver lo que no puede el gobierno civil.

Nuestro camino hacia la modernidad política tiene que transitarse dentro de las pautas republicanas de nuestras Cartas Magnas. Dentro de ellas, se abre un amplio espacio para la deliberación y la confrontación de ideas entre derechas, centros e izquierdas, pero fuera de ellas reinan el terror, la represión y la oscuridad, cuya evocación, permanecerá para siempre en la memoria colectiva.  Tengámoslo presente pues la dictadura no solo está a la vuelta de la esquina, sino que viene entusiasta hacia nosotros. 

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Esto no fue más que una excusa para justificar su sed de poder. Un hecho grave, ya que el golpe de Estado de Castillo -como se aprecia hasta ahora con las protestas sociales violentas- ha tenido consecuencias nefastas para la democracia peruana y la estabilidad del país. Los peruanos merecemos un gobierno legítimo y no un dictador que se autoproclama salvador de la patria.

Pedro Castillo es responsable pleno del golpe de Estado del 7 de diciembre del 2022. Sus acciones autoritarias y su falta de respeto por la democracia y las instituciones han dejado una huella indeleble en la historia del Perú. Es nuestro deber como ciudadanos denunciar este acto de traición a la democracia y trabajar para que nunca más vuelva a suceder, haciendo pedagogía democrática pública.

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Golpe de estado, Golpismo, Pedro Castillo

Según la encuesta del IEP el 69% rechaza la conducta obstruccionista de Keiko Fujimori, que usando diversas estrategias busca apoderarse de la presidencia y rechazar cualquier resultado que no la favorezca. Es claro para muchos/as que la consigna de la ex candidata y el sector que la apoya es ganar, a la buena o a la mala.

Keiko Fujimori no aprendió de sus errores. Ha sido evidenciado, lo que muchos sabíamos, no solo heredó las prácticas autoritarias y delictivas de su padre, también ha desarrollado un profundo desprecio por el país que dice defender.

Sólo así se explica que, sin importarle la pandemia que ha dejado más de 187 mil defunciones, pobreza y exclusión, la hoy ex candidata se haya dedicado las últimas semanas a promover un escenario de mayor polarización y violencia mediante las acusaciones de fraude, debilitando así a las instituciones electorales, deslegitimando un proceso transparente y advirtiendo, una vez más, un clima de ingobernabilidad para los próximos años.

Keiko Fujimori, sus tradicionales y nuevos aliados, han dejado claro que su actitud y “principios” democráticos son relativos, se mantienen siempre y cuando no se afecte el modelo social y económico que ideológicamente protegen. Mientras el poder siga concentrado en la elite “blanca”, “bien hablada”, “ilustrada” todo estará “en calma”. Entonces, la “democracia” que defienden es aquella que les permita seguir concentrando – sin cuestionamientos-  el poder real y simbólico, lo contrario es visto como una amenaza y para combatir dicho riesgo se han desplegado estrategias bastante perversas.

Una de estas es la profundización de la violencia racial. Todo el proceso electoral y el contexto que vivimos actualmente se encuentra atravesado por el racismo y el colonialismo. Citando las palabras de Nelson Manrique, arrastramos una fractura colonial no resuelta, por lo que construir solidaridad social es una tarea difícil (2002: 60)

Aprovecharse de esta fractura, potenciarla y hacer un llamado a todos los sectores que se sienten amenazados por la posible llegada al poder de un representante de “los nadies”; no sólo es irresponsable sino además es un directo llamado al odio y la violencia en un país discriminador y violento.

Expresiones como el “better dead that red”, las claras amenazas de golpe de Estado, la insistencia en posicionar el discurso de fraude (negando la legitimidad del voto de zonas rurales y alejadas), el acoso a las autoridades del sistema electoral   y el nombrar como “comunista” a todo aquel que se les oponga; es parte de una estrategia de miedo, atravesada por la violencia racial, en la que, lamentablemente, buena parte de la población ha caído.

Keiko Fujimori, en mi opinión, guarda un profundo desprecio por el país y ello ha quedado al descubierto. No se defiende al país escindiéndolo más. No se construye democracia liderando una crisis social y política racializada, no se construye un país garante de derechos negando legitimidad a las demandas de la población; no se construye una república realmente libre, destruyendo los principios democráticos. Lamentablemente, el daño está hecho.

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Golpe de estado, Keiko Fujimori, violencia racial

Está jugando con fuego la derecha, hoy aupada bajo el mando de Keiko Fujimori, al no deslindar con claros pronunciamientos golpistas expresados, por ejemplo, en una proclama firmada por centenares de oficiales militares en situación de retiro conminando a sus mandos en actividad a que tomen cartas en el asunto e impidan la proclamación de Pedro Castillo como Presidente, bajo la sola sospecha, aún no probada, de que ha habido un fraude electoral en el Perú para favorecer un triunfo ilegítimo del mencionado candidato y que éste asuma el poder espuriamente.

Se entiende la desazón y eventualmente la convicción de algunos voceros de Fuerza Popular respecto de que su eventual derrota se ha debido a maniobras irregulares en ciertas localidades del país donde Perú Libre logró alzarse con el triunfo. De allí que nos parece legítima su lucha legal por lograr que el JNE atienda sus pedidos de impugnación y que no lo limite en función de temas horarios o asuntos menores.

Pero lo que no puede trasponerse es el marco legal para librar esa batalla. Lo que corresponde es pelear hasta las últimas aristas jurídicas posibles, con todos los recursos impugnatorios y legales pasibles de aplicarse a una circunstancia como la que nos toca enfrentar. Pero el telón de fondo sobre el que no debería caber discrepancia alguna es que sea cual sea el fallo final del JNE éste debe ser acatado sin dudas ni murmuraciones.

Si acepta las impugnaciones, las avala y le otorga el triunfo a Keiko Fujimori, aunque las huestes de Castillo incendien el país, el resultado se deberá respetar e imponer. Y si el fallo final favorece a Castillo, las fuerzas crecientemente beligerantes de la derecha deberán aceptar el resultado, resignarse a ver los siguientes cinco años un gobierno probablemente mediocre y negativo para el país, y esperar a que el 2026 el país haya aprendido de la nefasta experiencia y nunca más cometa el error de votar por la izquierda.

La llamada a los cuarteles, directa o indirecta, forma parte de un delirio colectivo al que un sector numeroso de la derecha se está sumando peligrosamente. Paños fríos y racionalidad democrática es lo que cabe anteponer como imperativo en estos momentos de conmoción en un Perú dividido en dos.

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Derecha, Fraude electoral, Golpe de estado

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 155: Personajes supuestamente serios le hacen el juego al discurso que esgrimen quienes piden un golpe militar. Y el modus operandi de Perú Libre en sus gestiones regionales.

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Fraude electoral, Golpe de estado

UNO

Era natural de la lejana Wisconsin. Era un cuarentón, caucásico, con cejas pobladas, orejón y pelo engominado. Joseph McCarthy fue electo senador republicano en 1947. En 1950 emergió de la oscuridad: Dedujo, inteligentemente, que la Unión Soviética y China eran los enemigos a vencer. Entonces, cual demagogo oportunista, acusó a Truman de tibio, ante el avance del Comunismo. Como pocos le hicieron caso, le envió una misiva al Presidente denunciando una conspiración roja, dentro del Departamento de Estado. Más tarde, hizo pública la carta. Eso, jodió a Truman.

Volteó su mirada a la Costa Oeste: Hollywood. Y sonrió. Ahí esgrimió una lista negra, con apoyo popular y sin ninguna interferencia política. En dicha lista, incluyó a actores, guionistas, intelectuales, artistas, científicos y directores de cine.

DOS

Dícese, erróneamente, que la edad brinda un mayor sosiego y sabiduría. Generalmente, la gente que de joven es cojuda, pues de viejo lo seguirá siendo. O que en la vejez, mucha gente cambia para mal.

Vitocho Belaunde es una muestra clara de este axioma. En un programa político, recordó el golpe de 1962 (que benefició a Belaunde y perjudicó a los apristas) como un ejemplo –erróneo- del porqué se debe anular las elecciones. Aunque, hasta ahora, no se comprobó el tan mencionado fraude, según los organismos internacionales.

En 1992, tuve la gran oportunidad de entrevistar al vate Antonio Cisneros, quien generoso me brindó una hora y media de su tiempo. Me dejó muchas frases para el recuerdo.

“Tomás, todo es cíclico. Incluso el liberalismo a ultranza que estamos viviendo”.

Leí en las redes sociales, a gente que sin inmutarse, exigía que se proscriba al Partido Comunista. Otros, reclamaban que los tanques militares salgan a las calles. Me parecía volver a los años cuarenta y cincuenta, cuando el APRA y el Partido Comunista estaban proscritos; y sus líderes deportados. O los ignomiosos golpes de Estado.

TRES

Apuntó su mira a los Rosenberg, y los acusó de traición a la patria. Terminaron en la silla eléctrica.

McCarthy creó comités y grupos de vigilancia privados, para antiamericanos en las ciudades. La consecuencia directa fue que miles de personas perdieron sus trabajos. Así también, se procesaron a residentes extranjeros y homosexuales. Lo contraproducente de esto, es que él era gay; reprimido, pero gay.

Incluso persiguió a Chaplin. Lo obligó a exiliarse.

Años después, su imagen se desgastó. Se había creado demasiados enemigos. Su alcoholismo y el cambio de la opinión pública sellaron su suerte. Fue expulsado del Comité del Senado. Y luego se perdió en el anonimato.

CUATRO

El Perú era y es un país racista. Acá no hubo un proceso de mestizaje uniforme, como en otros países. Los españoles (conquistadores) usaron los indígenas como servidumbre. En otros países, los españoles tenían queridas e hijos, por doquier, con las indígenas. Acá eso no sucedió, ni de casualidad.

Que Pedro Castillo haya salido de un pueblo perdido del interior, y que no haya ido nunca a Lima, para hacerse de un nombre; es algo que los limeños no entienden, o no quieren entender.

Cuando hacia campaña por esos pueblos, les hablaba como un campesino más y comía con ellos. Fácil deducir, por que dichos poblados votaron por el hombre de Chota.

Que Keiko y su troupe, menosprecien y deseen anular el voto indígena, es una muestra más de racismo. Y su forma inequívoca de entender el país.

La irascibilidad se apoderó de un grupo heterogéneo de personas, ante los resultados electorales, en Lima. Por cuenta propia o no, decidieron colgar un cartel en las redes sociales: “Chapa tu Caviar”. Un mensaje netamente discriminatorio.

Lo insólito del caso, es que muchos cristianos que suscribieron en el muro del facebook: “El Comunismo es Satanás”;  ahora, con lo de “Chapa a tu Caviar”, dichos creyentes han virado en un silencio sepulcral.

A lo lejos, en el Seol, McCarthy dibujó una sonrisa sardónica en su rostro.

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