sendero luminoso

Tomo prestado el título de la perturbadora novela de Enrique Congrains para referir que la muerte del peor asesino y criminal que ha nacido en nuestras tierras, Abimael Guzmán Reynoso, significa la oportunidad de recordar a todos aquellos peruanos, que por causa suya, no tuvieron la oportunidad de una muerte signada por la longevidad y apacibilidad como la de él. La vida de más de 70 mil peruanos fue cegada de las maneras más crueles que se puedan concebir. Miles de huérfanos, viudas y viudos, de padres que perdieron a sus hijos, destrucción y horror son el legado que nos ha dejado Guzmán.

Sendero Luminoso, la organización criminal más nefasta de nuestra historia, fue, a lo más, el remedo de un partido político. Se constituyó más bien, en un arma de muerte y destrucción insana con el pretexto de prometer u cambio revolucionario. No puede llamarse política a ninguna agrupación que renuncie al diálogo, el convencimiento, el debate y el consenso en medio de nuestras diferencias. Sendero Luminoso ha sido el causante del envilecimiento material y espiritual que hoy vivimos. Fujimori y Montesinos son su más palpable herencia, ellos no podrían explicarse sin la tragedia que significó para el país la década del horror. Son, como Jano, las dos caras de la misma moneda.

Recuerdo bien cuando en el 2006 me tocó acompañar a las audiencias del juicio que se siguió a Guzmán e la base naval a la valiente, honesta y muy correcta fiscal Luz del Carmen Ibáñez Carranza, quien logró que se lo condene a cadena perpetua, mientras algunos jueces timoratos declaraban que no creían en la pena máxima viéndose presionados a condenarlo de manera perpetua por el ímpetu de una mujer que no le tenía miedo a la amenaza destemplada de las huestes del terror. 

Yo pensé encontrarme con un monstruo y lo que vi fue a un anciano anodino, tembloroso, preocupado por sus beneficios carcelarios. Es decir, al cobarde que siempre fue. Entonces me pregunté cómo alguien de tan poca monta fue capaz de hacernos tanto daño. La respuesta que hasta ahora me ronda es que ayer como hoy nuestro principal enemigo es la pobreza, la ignorancia y la profunda desigualdad que vivimos. Ese es el caldo de cultivo que dio origen a uno de los grupos criminales más salvajes del mundo. Esta muerte debería llevarnos a pensar en que esas condiciones aún no han sido remontadas y por tanto debemos estar prevenidos para que la historia no se vuelva a repetir.

Pero, la muerte del asesino también significa el triunfo de la democracia y la ley. Abimael Guzmán tuvo lo que le negó a tantos miles de peruanos. Un juicio justo, el respeto irrestricto de sus derechos y hasta una captura absolutamente limpia y legal. Es justo reconocer que en las postrimerías del primer gobierno aprista, Agustín Mantilla, comprendió que sólo la inteligencia vencería a la barbarie y tuvo la visión de conformar el GEIN, al mando de Benedito Jiménez y Marco Miyashiro, que dos años después lograron lo que parecía imposible, la captura del peor enemigo del Perú.

Ahora que ha muerto vuelven los fantasmas del odio. Es perfectamente entendible por todo el daño y dolor que causó. Los que pasamos nuestra infancia en medio de las bombas y apagones, escuchando como un mantra que no debíamos pasar cerca de un banco, comisaria o un auto viejo, aquellos que jugábamos a policías y terroristas. Los que crecimos en medio de una guerra irracional como todas las guerras, pero con la diferencia que está era entre nosotros. Digo, los de mi generación vivimos el horror, que de ninguna manera se compara con lo que pudieron sufrir nuestros hermanos de Lucanamarca, Soros, Cayara y la larga lista de masacres que se sucedieron, y por eso se hace tan difícil procesar todo ese dolor que aún está a flor de piel en nuestro país.

Por eso, se comprenden todas las manifestaciones de frustración, odio, furia y desazón que nos causa la muerte de un irredento. Pero, a su vez, nos toca, una vez más, ponernos por encima de todo ello. A la ideología del odio nos toca contraponer el mensaje del amor, a la muerte enfrentarnos con la vida, a la división con la unión. Que en la hora de su muerte Guzmán no nos gane la guerra que perdió en vida. Por ello, debemos hacer el esfuerzo supremo del perdón.

Hanna Arendt nos enseña que “el perdón (ciertamente una de las más grandes capacidades humanas y quizás la más audaz de las acciones en la medida en que intenta lo aparentemente imposible, deshacer lo que ha sido hecho, y logra dar lugar a un nuevo comienzo allí donde todo parecía haber concluido) es una acción única que culmina en un acto único.” Este es el sentido político que cumple el perdón, la posibilidad de dejar atrás lo que nos dañó para así poder seguir construyendo juntos en medio de nuestra pluralidad. Es un remedio contra la irreversibilidad e impredecibilidad del actuar humano.

Pero, el perdón no puede ni debe ser identificado con el olvido debido a que el perdón, en la medida en que pretende hacer reversible las consecuencias de nuestras acciones, deshacer, corregir lo que ha salido mal, precisa de la memoria y de la justicia. Que esta muerte nos recuerde el sacrificio de tantos miles de hombres y mujeres a quienes el Estado aún debe reparaciones, que nos sirva para iniciar el camino de reconciliación y misericordia. El amor nos exige sacrificio y ese es el llamado al perdón, a no ser como aquellos a los que criticamos, a colocarnos por encima de nuestras emociones para juntos construir el país que todos queremos. Se trata de la exigencia última de decirle al asesino que a pesar que él no quiso compartir el mundo con nosotros, nosotros si fuimos capaces de juzgarlo, condenarlo, respetar su vida y mostrar nuestra magnanimidad en su muerte. Esa es nuestra mayor victoria, la de la civilización sobre la barbarie.

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asesinatos, dolor, muerte de Abimael Guzmán, sendero luminoso, Terrorismo

Todos los días de lunes a viernes «Si el Río suena» con Patricia del Río, entrevistas exclusivas. Este es nuestro episodio número 6.  Lurgio Gavilán – quien pasó de niño senderista a soldado del ejército peruano y luego monje franciscano – nos reveló cómo fueron esos años para poder entender el daño que causó Sendero Luminoso en las familias peruanas. Además, la ex ministra de justicia Marisol Pérez Tello explica las leyes que le permitirían al estado peruano definir qué hacer con el cuerpo del terrorista Abimael Guzmán.

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Lima – Perú

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Abimael Guzmán, Lurgio Gavilán, Marisol Pérez Tello, sendero luminoso

¿La cercanía de Sendero Luminoso, en su versión política, al gobierno, implica el riesgo de que retornen las acciones subversivas o que la violencia terrorista reaparezca en el país? No, no va por la generación de ese temor la aprensión que genera la constatación de esa cercanía.

La preocupación democrática legítima estriba en que el pensamiento marxista leninista maoísta, matriz del senderismo y credo de muchos allegados a Castillo, simplemente considera a la democracia una “pelotudez”, como la ha calificado el congresista radical Guillermo Bermejo, con absoluta y descarnada sinceridad.

Si el sector filosenderista del gobierno sigue cerca del poder, el riesgo de que se dinamite por dentro la democracia representativa es alto, porque es ése un objetivo explícito de ese pensamiento, su no creencia en las formas de la democracia representativa, a las que considera expresiones decadentes del dominio burgués sobre una sociedad mayoritariamente proletaria que aspiraría a un régimen comunista abierto y desenmascarado.

Mientras Castillo no rompa con el filosenderismo, la democracia peruana está en riesgo. Se intentarán varios caminos para destruir la democracia y no cejarán en ese esfuerzo. Uno de ellos es el de la Asamblea Constituyente, un mecanismo pensado para construir una república comunista y respecto del cual aún no existe certeza si el régimen forzará las cuestiones de confianza para disolver el Congreso y poder convocarla.

Otro camino es el de la destrucción paulatina de las instituciones tutelares de la sociedad peruana, mediante su infiltración y control (Fuerzas Armadas, Policía Nacional, red de gobernadores regionales, autoridades municipales y regionales a través de un triunfo electoral el próximo año, sojuzgamiento del Poder Judicial y el Ministerio Público, agresión a la prensa independiente, etc.).

El gobierno de Castillo no es solo un riesgo para la sostenibilidad del modelo económico, que tantos éxitos ha tenido en las últimas décadas en cuanto la reducción de la pobreza y de las desigualdades. Por ahora Francke, y ojalá la permanencia de Velarde, garantizan un manejo responsable de la economía, pero su estabilidad es relativa y precaria y a la primera de bastos el régimen puede dar un golpe de timón hacia fórmulas más estatizantes o populistas.

No obstante, el riesgo mayor es que desde el poder se logre lo que con la dinamita y los fusiles, Abimael Guzmán no pudo hacer, como fue la destrucción del sistema democrático peruano. Mientras Castillo no deslinde con los sectores marxistas leninistas maoístas que abiertamente profesan ese credo y que pululan a su alrededor, el peligro señalado está vigente y presente.

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Abimael Guzmán, Gobierno peruano, Presidente Castillo, sendero luminoso

El único homenaje sincero del gobierno a la victoria digna y ejemplar que se logró contra Sendero Luminoso, a partir de la captura -un día como hoy hace 29 años- de su cabecilla Abimael Guzmán, y que hizo que una organización vertical y rígida como la subversiva, se cayera como un castillo de naipes, pasa porque el presidente Castillo aparte de su entorno a cualquier personaje involucrado directa o indirectamente con cualquier pasado vinculado al senderismo o con actuales relaciones a través de los organismos políticos de fachada de Sendero Luminoso, como el Movadef o el Fenate.

Cualquier tuit o post en redes sociales, o declaración oficial, cae en saco roto si ello no se produce. Puntualmente hablando, poco o nada significa que el Primer Mandatario lance un post condenando el terrorismo a propósito, ayer, de la muerte de Guzmán, si mantiene a su lado a su premier Guido Bellido y a su ministro de Trabajo, Iber Maraví.

Según la última encuesta de Datum, contratada por Lampadia, un 32% de la población considera que Sendero Luminoso o el Movadef tienen “mucha presencia” en el gobierno y un 26% señala que tiene “alguna presencia”. En total, un 58% de la ciudadanía percibe la cercanía subversiva a las esferas del poder.

A la vez, preguntada la población respecto de la continuidad en sus cargos de los ministros con expresiones de simpatía por Sendero Luminoso, un rotundo 79% considera que deben ser removidos.

Resulta claro que los devaneos políticos del gobierno con gente abiertamente simpatizante del senderismo o con un pasado cercano a él, horada la percepción que el gobierno en su conjunto tiene. El reducido crecimiento que muestra en sus niveles de aprobación (sube de 39 a 41%) -coincidiendo en ello con CPI-, no tardará en revertirse si desde Palacio no se toman decisiones claras y rotundas respecto de los funcionarios de gobierno denunciados por su filosenderismo.

Además de la influencia radical de Vladimir Cerrón, la incompetencia evidente de varios ministros y las denuncias de violencia de género de tres titulares de pliego, se suma la pesada mochila que el gobierno de Castillo ha decidido colgarse al hombro: la presencia soterrada o desenmascarada de elementos prosenderistas.

Aunque parezca inaudito, no es Cerrón el mayor peligro de este gobierno. Está bajo control y su presencia en el gabinete no es determinante. Es más mediático y tiene más perspectiva política, pero la mano tenebrosa que mece la cuna del gobierno es la de Sendero Luminoso, a la cual es más allegado el propio presidente Castillo. Esa es la que hay que extirpar si queremos evitar que el país ingrese a una espiral de dinamitación de la democracia peruana.

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Presidente Castillo, prosenderistas, sendero luminoso

«Quiero abandonar este mundo como un comunista» le escribió, en octubre del 2020, Mikis Theodorakis a Dimitri Koutsoumbas, líder del KKE, la principal fuerza política de izquierda de Grecia, en una carta en la que dejaba indicaciones precisas sobre cómo y dónde debían ser sus funerales, un tema que, a una semana de su fallecimiento, ha desatado intensas polémicas que enfrentaron a cortes judiciales con los deudos del compositor y activista, quien dejó el mundo físico el pasado 2 de septiembre, un mes y medio después de cumplir 96 años de edad.

El daño más grave que hizo Sendero Luminoso fue haber terminado, de formas sanguinarias y brutales, con la vida de decenas de miles de compatriotas en las zonas más pobres y abandonadas de nuestro país. Pero la estela de terror y barbarie de SL dejó, además de esa concreta sombra de muerte en familias que nunca hallaron paz ni justicia, un perjuicio subjetivo que viene afectando a prácticamente dos generaciones: la estigmatización de la izquierda como sinónimo de maldad, resentimiento y pobreza espiritual.

Cuando, en septiembre de 1992, vimos aquellas tomas borrosas de video casero en las que Abimael Guzmán y su cúpula de crápulas hacían la ronda y palmoteaban como oligrofrénicos al compás de Zorba El Griego, algo pasó en la mente de los jóvenes que observábamos esa danza, entre ridícula y macabra. En nuestras charlas de universidad, la alegre y mediterránea melodía ya no nos remitía a aquella entrañable película que protagonizó Anthony Quinn en 1964 sino que se volvió la banda sonora de la captura del esperpéntico líder terrorista.

Muchos salimos pronto de la oscuridad, a través de lecturas, películas y canciones. Pero muchos otros no lograron escapar de aquello y hoy llenan, con polos de la selección peruana y boqueando pestíferos prejuicios, las manifestaciones contra el comunismo como si tal sistema de ideas fuera equivalente del terrorismo ramplón y asesino, cosa imposible por muy anacrónicos y desfasados sean la mayoría de sus postulados. Y que celebrarían, en sus eventos auspiciados por Erasmo Wong, la muerte de Mikis Theodorakis, comunista hasta los huesos. Si supieran quién fue, por supuesto.

Esa ignorancia primordial es, además, acicateada por una élite que, desde los medios concentrados y asociados a la derecha más recalcitrante, se dedica a invisibilizar a aquellas personalidades que ensalzan a la izquierda, para evitar que toda esa masa, por lo menos, se entere de que también existen seres humanos valiosos formados desde un pensamiento «de ala zurda más que diestro», parafraseando a Silvio Rodríguez.

La trayectoria personal, artística y política de Mikis Theodorakis (Chíos, 1925) plantea un grave problema a esa derecha bruta y embrutecedora. ¿Cómo criticar a un músico que enfrentó, cara a cara, una de las peores dictaduras del siglo 20 -la Junta Militar que aplastó los derechos civiles en Grecia de 1966 a 1974-, que lo encarceló, censuró y torturó? ¿Qué podrían reprocharle al artista que peleó contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial, que rechazó la Guerra del Golfo Pérsico, que tendió puentes de hermandad entre Grecia y Turquía y criticó al gobierno de su país por estrechar lazos con Benjamín Netanyahu?

Se me ocurre que, por esa imposibilidad de mencionar su nombre sin decir que se trataba de un hombre de izquierda, es que el fallecimiento de este músico universal desapareció de los medios locales al día siguiente, mientras sigue siendo noticia en Grecia y otros países de Europa, donde no cesan de reseñar hasta hoy su importancia como principal responsable de la internacionalización del folklore griego, además de impulsar ideas elevadas sobre cultura, humanismo, arte y su relación con la vida del pueblo. Como político, Theodorakis sirvió a su país como activista, parlamentario y ministro, durante el gobierno de Konstantinos Mitsotakis (1990-1993), padre del actual Primer Ministro de Grecia, Kyriakos Mitsotakis, quien decretó tres días de duelo nacional y acondicionó una capilla ardiente en la Catedral de Atenas, donde cientos de personas se hicieron presentes para despedir a su ídolo.

Para el mundo entero, el nombre de Mikis Theodorakis es sinónimo directo de Zorba, The Greek, la mencionada película (basada en libro epónimo de Nikos Kazantzakis), en que un rústico y desenfadado hombre cretense, Zorba, enseña a vivir a un acartonado señorito inglés. Michael Cacoyannis, director de la cinta, lo convocó también para su ciclo de largometrajes basados en clásicas tragedias griegas, entre las que destaca la sensacional partitura de The Trojan Women (1971), protagonizada por Katherine Hepburn. Además, puso música a dos importantes películas de su compatriota Costa-Gavras: Z (1969) y State de siege (1972), ambientada en Uruguay en tiempos de la guerrilla urbana de los Tupamaros. Aunque Hollywood también se rindió a los encantos de Zorba, su relación con el cine norteamericano fue más bien de distancia y hasta cierta hostilidad, con la excepción de su trabajo en Serpico (Sidney Lumet, 1973), en que Al Pacino encarna al valiente oficial de policía que desmontó, con sus denuncias, las redes corruptas del departamento de policía de New York.

Pero la obra musical de Mikis Theodorakis trasciende, por mucho, a esta danza, también conocida como sirtaki. Theodorakis ha compuesto cientos de canciones, decenas de sinfonías, conciertos y óperas -la mayoría basadas en textos clásicos y modernos de la literatura griega- y obras cargadas de su ideología política. Por ejemplo, en Bulgaria se editó su obra Lithurgy of the children killed in the war (Balkanton Records, 1986), de gran impacto en este país de Europa Oriental. O la sobrecogedora Mauthausen Trilogy (1965), también conocida como The ballad of Mauthausen (con textos del poeta griego Iakovos Kambanellis). La suite, inspirada en los horrores del campo de concentración de Mauthausen, Austria, en el que fueron sacrificados casi 300,000 judíos, fue interpretada por famosos cantantes, entre ellos, la norteamericana Joan Baez

Luego de pasar cuatro años en prisión -y de recibir el apoyo de grandes nombres de la comunidad artística mundial como el compositor ruso Dmitri Shostakovich, el escritor inglés Arthur Miller, los músicos norteamericanos Leonard Bernstein y Harry Belafonte, entre otros-, se dedicó a escribir contundentes canciones de protesta que inspiraron a las juventudes que finalmente forzaron la caída del régimen militar. Estas canciones se hicieron muy populares en el área mediterránea, en las voces de María Farantouri y Antonis Kalogiannis (fallecido en febrero de este año) quienes, junto a Theodorakis, se convirtieron en la conciencia social del pueblo griego. En 1971 fue invitado a Chile por Salvador Allende y devolvió la cortesía musicalizando el Canto general de Pablo Neruda. Aquí podemos ver y oír al compositor dirigiendo a la orquesta y al grupo Quilapayún, en un programa especial realizado en España en 1981.

A diferencia de Vangelis -el otro gran músico griego del siglo 20-, la música de Theodorakis conecta a sus oyentes con el alma y espíritu del pueblo griego desde sus entrañas regionales, pero desde un punto de vista clásico, orquestal, sinfónico, donde violines y pianos se unen a bouzoukis y panderetas en comunión atemporal. Pero si de explorar sus amplios recursos se trata, una recomendación puede ser el álbum Song and guitar pieces (Columbia Records, 1967). En estas grabaciones participa el reconocido guitarrista australiano John Williams y contiene adaptaciones musicales del Romancero gitano de Federico García Lorca. 

Pero, además de Zorba, The Greek –aquí bailada de manera intensa por el compositor y Anthony Quinn, en 1995-, hay una melodía de Theodorakis que es muy conocida para nosotros. Una canción sinuosa y romántica, de quiebres ondulantes y bouzoukis picados, que hasta ha sido cantada por los Beatles. Se trata de la adaptación al español de The Honeymoon Song (título original: An thimithis t’oniro mou), un tema de 1959. Grabada en los setenta por la cantante Gloria Lasso, con textos del poeta Rafael de Penagos, se hizo muy popular en la voz de Paloma San Basilio, con el nombre de Luna de miel (LP Grande, 1987). Como Zorba, este tema universalizó el sonido del folklore griego y condicionó, para bien y para mal, su uso en el cine, la televisión y el turismo.

Como el macartismo más rancio e intolerante, el mundo occidental orientado a la derecha le ha dado la espalda al bagaje musical de uno de los compositores más prolíficos de música instrumental contemporánea, alumno del director de orquesta y compositor francés Olivier Messiaen (1908-1992) y constante animador del Epidaurus Festival, donde estrenó varias de sus obras. Este festival, que se celebra cada año desde 1955, ya anunció que la edición del 2022 tendrá un programa especial de homenaje a Mikis Theodorakis, a quien describen como “una figura icónica de la música, cuya obra visionaria y amplia muestra el lenguaje griego de forma única, con canciones que expresan apasionadamente las luchas de nuestro país por la libertad y la auto determinación”. 

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En los años ochenta, aparecieron -durante el régimen democrático de Fernando Belaunde Terry- dos grupos terroristas que generaron zozobra al país, estos fueron Sendero Luminoso, liderado por Abimael Guzmán, y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), liderado por Victor Polay. 

Ambas agrupaciones, que hicieron mucho daño al país, en los noventas fueron desbaratados. Sobre Sendero Luminoso, que es la organización criminal al que le quiero dedicar estas líneas ahora para los que nos leen puedan apreciar quienes fueron, una vez capturado Abimael Guzmán Reynoso, se dividió en dos agrupaciones: Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales (Movadef) y Proseguir. 

Desde su aparición, uno de los objetivos del Movadef es continuar su lucha terrorista bajo la aparición política en el escenario peruano. Han decidido, luego de la captura de Abimael Guzmán, continuar políticamente buscando la amnistía de lo que ellos denominan “presos políticos” a los terroristas hoy presos, entre los que figura Guzmán Reynoso (o camarada Gonzalo). Nada fácil por supuesto al inicio, pero con el pasar del tiempo (al infiltrarse en diversas organizaciones como el Sindicato de Profesores u otras organizaciones políticas regionales) han logrado reconstruir operadores políticos que les ha permitido tener presencia a través de protestas sociales. 

En el caso de los Proseguir, una vez capturado el líder terrorista y rompiendo con su la estructura tradicional de Sendero Luminoso, decidieron irse hacia el Valle del Río Apurímac, Ene y el Mantaro (VRAEM) y establecer alianza con los narcotraficantes para así tener financiamiento y continuar con lo que ellos denominan la “guerra popular”. Esa zona, que actualmente está como zona de emergencia, es un sector que ha financiado diversas organizaciones regionales con el fin de tener presencia en el escenario político y así generar las condiciones para su aparición posterior. 

Estas minorías activas presentadas, en un escenario de colapso de los partidos políticos y de preferencias electorales que no pasan del 20%, han tenido su encuentro, movilización y éxito electoral a través de la organización política llamada Perú Libre. A través del líder de este partido, Vladimir Cerrón (según estudios como el de Antezana) existen nexos con el narcoterrorismo del VRAEM. Y a través del actual presidente Pedro Castillo, existen nexos con el Movadef. Sino miremos el apoyo del Conare Sute (vinculado al Movadef) a la movilización que lideró Castillo en la huelga magisterial el 2017.  

Como podrá leer -estimado lector- en este éxito electoral que han tenido han confluido y ahora se encuentran gobernando. Eso nos debe advertir de las estrategias y tácticas que tienen estos grupos terroristas a lo largo del tiempo en el país y en lugares donde ha habido presencia terrorista. 

La situación es complicada, pero no difícil de superar. Para ello es necesario establecer alianzas en todos los frentes para desbaratar la narrativa que han construido y el objetivo político que tienen entre manos. La democracia que tanto nos ha costado construir debe ser defendida. Podrá estar en crisis, pero es la que genera capacidad de resolver civilizadamente los grandes problemas que tiene el país. A los 200 años de nuestra independencia, reflexiones sobre el tema y tomemos medidas los que creemos en las libertades.

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Movadef, sendero luminoso, VRAEM

Pensaba escribir otra columna esta mañana. Una que continuase en la línea de plantear la reconciliación entre los peruanos habida cuenta de que el último proceso electoral, y la circunstancia inédita de un gobierno de izquierda liderado por un maestro-campesino, han visibilizado seculares antagonismos socioculturales y hasta étnicos, que desnudan lo poco que hemos avanzado, en doscientos años, en eso de construir una república de ciudadanos iguales.

Pero me topo con una de mis críticas más sustanciales a la izquierda potenciada exponencialmente. He señalado, en algunas columnas pasadas, que a los grupos terroristas y las FFAA no se les puede brindar un trato similar respecto de la guerra interna pues los primeros fueron sus iniciadores y, además de ello, sólo terroristas. Los segundos, en cambio, fueron defensores de la sociedad y el Estado, víctimas del terror y también violadores de derechos humanos en contra de la población, con lo cual el estatuto que define su participación en el conflicto es múltiple. 

Ahora nos encontramos con un dilema mayor. Gobierna la izquierda y, en principio está bien, digamos que me entusiasma. Esta es una gran oportunidad precisamente de reconciliar, de cimentar este país desde bases distintas, más justas, más equitativas, más inclusivas, más horizontales y pluriculturales. Pensé en una izquierda que tienda puentes, que no excluya a nadie, y cuando digo a nadie es nadie. 

Pero en lo que precisamente no pensaba es en Sendero Luminoso, ni en agudizar las contradicciones o continuar desde la política la guerra popular. Es verdad que del lado occidental de la sociedad – porque en nuestros imaginarios hay un “Perú Occidental”, o predominantemente occidental y otro “Andino”, aunque también hay mucho de por medio y de amazónico también – sólo se pensó el país desde Lima y se le piensa, inclusive hasta ahora, desde el Paláis Concert, o lugares muy cercanos a él. Y pensar lo andino nunca fue ir mucho más allá de imaginar sus bucólicos paisajes, con o sin seres humanos, como nos lo describe Víctor Vich en su esclarecedor El discurso sobre la sierra en el Perú (2010). 

Y así, en líneas generales, nos hemos gobernado doscientos años, salvo Velasco, con todos sus errores y exabruptos. Pero un gobierno andino, tan esperado, en un Palacio que, en efecto, no debería llamarse Pizarro por muchas razones que me valdrían otra nota, no puede ni debe verse como la oportunidad de un ajuste de cuentas histórico y mucho menos con Sendero entre bambalinas. Me han preocupado ya demasiado las pruebas de su presencia, las últimas presentadas por César Hildebrandt en su semanario.  

Como él, he rechazado la posibilidad de que el fujimorismo vuelva al poder en el Perú y lo volvería a hacer por razones que tampoco expondré en estas líneas, porque es momento de construir nuevos espacios para el diálogo en el país. Los populismos de hoy, que son herederos de los totalitarismos de ayer, utilizan las etiquetas ideológicas como calificativos peyorativos que les endilgan a los adversarios. Por eso hay que crear al menos un lugar, o un conjunto de lugares seguros, donde impere el debate, y se discuta la república, bien entendida. 

Al punto: un contrato social, el primero, entre las fuerzas políticas y sociales del país, desde la izquierda hasta la derecha, debe partir de la premisa de que ni Sendero ni Movadef pueden formar parte del gobierno. Ningún proyecto de izquierda puede construirse sobre esas bases porque se coloca, de inmediato, al margen de nuestro sentido común, de nuestra legitimidad, y por consiguiente no se sostiene, téngase presente. 

 

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Izquierda, Movadef, sendero luminoso

El gabinete ministerial, encabezado por Guido Bellido de clara simpatía por el grupo terrorista Sendero Luminoso, genera ante la opinión pública una sensación de pesimismo frente a lo que se viene por estos tiempos complejos de crisis sanitaria y económica para el país.

Al respecto, si uno analiza la composición de cada ministerio, podemos apreciar que pocos cuentan con experiencia gubernamental y con una apertura clara hacia inversores para la atracción de capitales. Simbólicamente, representan a sectores que apoyaron al actual presidente, y que no tuvieron cargos de Estado importante. Hay docentes sindicalizados que están asumiendo cargos ministeriales que no les corresponde, porque no cuentan con ninguna experiencia sobre el tema, como por ejemplo el reciente nombramiento del ministro de Transportes o el nombramiento del experto en política social Héctor Béjar en Relaciones Exteriores.

Ni qué decir de la designación del presidente del Consejo de Ministros que, para el contexto de división en la que se encuentra el Perú, tendría que haber sido alguien convocante, pero no. El presidente electo designó a Guido Bellido, mostrando así una clara afrenta a la oposición política y social. Producto de dicha decisión, según la encuesta de CPI, Castillo tiene una desaprobación de 47% y una aprobación del 40%. Nada positivo para un gobierno que recién empieza.

Como escribí para mi columna en El Montonero el 21 de abril de este año, Pedro Castillo seguirá en el escenario de radicalización progresiva de su performance política y de confrontación contra la oposición hasta lograr generar las condiciones de una asamblea constituyente que cambie las reglas de juego a su favor, como lo hicieron en su momento Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa.

La designación táctica de Pedro Francke en el Ministerio de Economía no es más una pieza de ajedrez en este escenario. Táctica que pasa por generar ante los inversionistas un poco de tranquilidad.

Como señala Maquiavelo en “El Príncipe” para una estrategia de cambio en las reglas de juego es necesario mantener algunas costumbres para no desbaratar el objetivo a alcanzar. Pedro Castillo sabe que mientras genera las condiciones para un nuevo orden político (léase nueva Constitución) con gasto social que prometió el 28 de julio necesita por el momento que los grupos de poder tengan “calma”.

Los sectores que no han votado por él están avisados de una estrategia nada novedosa, pero que se olvida a veces. Los populismos y grupos de filiación marxista leninista tienen establecido estas estrategias en manuales políticos desde hace décadas. Tengamos en cuenta esta situación para así advertir posibles consecuencias de dar frutos estas estrategias del extremismo.

El país requiere sensatez y para ello la oposición política y social debe generar el resquebrajamiento de esas estrategias y plantear un acuerdo nacional de propuestas de reactivación económica (los comodities como el cobre subirá por largo tiempo) y reactivación sanitaria.

Pensar y hacer políticas públicas en el corto y mediano plazo.

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Asamblea Constituyente, Guido bellido, sendero luminoso
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