Juan Carlos Tafur

Castillo incapaz, moral y políticamente

“Es incierto el camino de salida de la crisis a la que el Ejecutivo ha conducido, de propia mano, al país. Pero queda meridianamente claro, que no hay inteligencia ni sensatez detrás de la mano que conduce los destinos del Perú”

Más allá de cuál sea el desenlace final esta semana respecto de la confrontación entre el Ejecutivo y el Legislativo (con la vacancia y la disolución en los extremos), lo cierto es que el presidente Castillo le ha sumado a su incapacidad moral permanente, clara incapacidad política para gobernar un país.

Solo sobrevive como sea, sin importarle absolutamente ninguna otra cosa que subir en las encuestas para así –cree él- solidificarse, y para ello recurre al mecanismo más fácil y comprobado empíricamente en el Perú desde los tiempos del primer Fujimori: zarandear al Congreso, que siempre, como ocurre ahora, está más desprestigiado que el Ejecutivo.

Este populismo político de cuarta es el que está desplegando Castillo, solo para salir airoso del riesgo de que el Congreso lo vaque, lo inhabilite o lo sancione de alguna manera que lo haga salir del poder y quedar indefenso frente a la avalancha judicial que lo espera por todos los estropicios penales cometidos bajo su responsabilidad, aún desde antes de que asumiera el poder el 28 de julio del 2021.

Que Castillo va a terminar en prisión, no hay duda. La incertidumbre es, simplemente, cuándo ocurrirá ello. Si el Congreso, tan mediocre y corrupto como el Ejecutivo, se pone los pantalones largos, se activa la coordinación política y se actúa en consecuencia, Castillo no debería durar unas cuantas semanas más en Palacio, pero ya suena a pedirle peras al olmo que semejante capacidad sea puesta de manifiesto por un Legislativo tan inoperante como el que nos ha tocado en suerte.

Lo cierto es que si Castillo no alborotaba el gallinero de la forma que lo ha hecho, tenía asegurada su presencia en el poder hasta el 2026. No lo iban a sacar nunca. Hoy, que ha puesto al Congreso contra las cuerdas, ha activado a la vez el mecanismo por el que podría llevar a dicho poder del Estado a tomar decisiones tan radicales como las que el Ejecutivo pretende. Una jugada política de una torpeza inconmensurable.

Es incierto el camino de salida de la crisis a la que el Ejecutivo ha conducido, de propia mano, al país. Pero queda meridianamente claro, que no hay inteligencia ni sensatez detrás de la mano que conduce los destinos del Perú.

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Castillo, Gobierno, gobierno del peru

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