[Migrante al paso] Curiosamente, alguien como yo tiene varios amigos abogados. Se tratan de doctor o licenciado. Un constante querer demostrar lo que han logrado. Muy pocos aceptan que las leyes no son naturales. No hay una pared que me impida atropellar a alguien si lo deseo, ni nada que me impida fumarme un troncho en la calle mientras camino y le tiro el humo en la cara a la gente. Sin embargo, te dicen “no se puede” como si hubiera una limitación física. Siempre me pregunto qué trauma tienen en común para creer que la justicia lo es todo. Para empezar, ¿qué se creen para pensar que solo por estudiar unos años ya tienen la potestad de repartirla? Probablemente no haya institución más corrupta en el país que el sistema de justicia, incluida la fiscalía. Estos que sueñan con decidir qué está bien o mal se les rompe la mano como si fuera de cristal. No puedo decir nombres ni suposiciones porque me denuncian. Pero ahí están los guardianes de la justicia. En fin, solo estoy mostrando un poco mi hartazgo por quienes se toman ridiculeces muy en serio.
El otro día veía un video de Marco Aurelio Denegri, en el que defendía un punto de la teoría maoísta en la que quien no haya estudiado sobre algo no tiene derecho a hablar de ello. Me pareció patético para alguien que considero tenía una gran inteligencia. Si me provoca hablar de física cuántica y me callan la boca, quiere decir que yo se la puedo cerrar a golpes porque he estudiado artes marciales y sé pelear; entonces tengo derecho a hacerlo, según su lógica. Igual, la simpatía por este personaje peruano no ha disminuido. El derecho es un juego de palabras y quien maneje mejor el palabreo es quien gana. Algunos escuchan ideas brillantes, otros, como yo, puro blah, blah, blah.
Los últimos hechos y declaraciones desde que Trump asumió su nuevo mandato, con el multimillonario que, bajo la cortina de ser autista, oculta sus cachos y personalidad infantil, demuestran que no existe la justicia ni nada por el estilo. El mundo no tiene dueño y jamás lo va a tener. La máxima potencia mundial tiene como presidente a un delincuente y, déjenme cambiarle el diagnóstico, a un psicópata de asesor. Recientemente, que he entrado al mundo laboral real, me he dado cuenta de que todos encajan en una ideología o mentira que les ha lavado el cerebro. Yo también me incluyo: me lavaron el cerebro para ser un rebelde y creer que puedo ganar cuando es imposible hacerlo. Los que dicen “abajo el empresariado imperialista y opresor”, pobres seres. Los que dicen “el pobre lo es porque quiere”, lamentable. Socialismo, capitalismo, comunismo, fascismo… nuevamente palabreo. Esta vez peligroso porque creen que sus ideas son reales. Derecha e izquierda peleándose por cuál es mejor cuando ambas facciones son los culpables de las mayores masacres en la historia. Sin embargo, continúan más de un siglo después. Para mí es lo mismo que dos niños haciendo pataleta, pero peor, porque estamos hablando de adultos.
Hace unos días me tomaba unas cervezas con amigos y me di cuenta de que la vida es más simple. Era de día, regresaba mareado y me camuflaba en nuestra ciudad. Una ciudad sin alma, donde las caras están tristes, enfadadas, resentidas, reprimidas, y podría dar diez adjetivos más que no dejarían de ser acertados. Tienes que ser una persona política, pero no politizarte; tienes que tener ideas, pero no sacarlas de su mundo ideal. Lo único que vale la pena sacar de su plano son los sueños, y aquellos que son individuales, así implique a terceros. Este país moribundo convence a las personas de que victimizarse es la fórmula; la única manera de sentirse visible para muchos es tomar ese papel. Me siento malo al pensar esto, pero me parece desagradable. Existen las víctimas, pero para salir de ese agujero tienes que, de alguna manera, salir de ese rol. Lamentablemente, la imagen que existe de nuestro país es esa; hasta nuestro propio himno es condescendiente, le cambiaría la letra sin asco. Y yo no me libro. En este divagar de palabras que he escrito lo demuestro. Al igual que todos, estoy lleno de contradicciones y miedos; me victimizo incluso dentro de mis privilegios, pero estoy cansado de eso y creo que todos lo estamos. Tiene que existir un espacio de descanso para cada individuo. Ahora me doy cuenta de que lo que he escrito suena triste y molesto. Lamentablemente, era lo que quería evitar cuando comencé. Esa es la magia de escribir, supongo: cuando la página está en blanco es un misterio y terminas vomitando palabras contrarias a las que querías.
En fin, ya no quiero más despedidas. No quiero más peleas. No quiero levantarme y que el sol no me emocione. Ya me cansé de ver a amigos hundiéndose en drogas, escapando de sus monstruos. Quiero poder secar las lágrimas de quienes se atreven a soltarlas y humedecer las de quienes no pueden. Ahora tampoco es cuestión de martirizarse ni volverse un héroe. Al final, creo que quien más ayuda es quien tiene un buen concepto e interpretación del egoísmo. Suena utópico, pero al final los sueños son más revolucionarios que los idealismos, que solo se han encargado de hacerle daño a la humanidad.