[Migrante al paso] De nuevo, hasta las 4 de la mañana con insomnio. Pero nada mejor que una buena serie o anime para que te acompañe en esas noches sin pegar el ojo. No siempre es una compañía agradable, pero no deja de ser interesante. Ayer fue la serie Adolescencia, que se ha vuelto viral tanto por la temática como por la impactante actuación de un niño. Le crees absolutamente todo, es de esos talentos que ves muy pocas veces durante tu vida. La serie es espectacular, siempre hay quejas porque como ya es sabido, ahora nadie está contento, siempre algo tiene que fallar. Yo me quedé pegado durante los cuatro episodios que vi seguidos. En fin, mi intención no es hablar de la serie, pero sí respecto al enorme desafío que enfrentamos como sociedad.
Yo también fui niño y adolescente, era de los llamados populares o líderes de mi promoción. Felizmente yo defendía de quienes abusaban, fui criado en un hogar donde incluso pelearse por ese motivo era permitido. Igual en mi colegio, no había casos tan severos como lo son actualmente. Tengo que resaltar que la realidad de los colegios privados a la de los públicos es abismal, dos experiencias totalmente distintas, yo fui a uno privado. Sin embargo, creo que en general la mayoría mantenía un grado de respeto. Teníamos un límite mucho más marcado. Hacíamos travesuras, obvio, dentro de todo son sanas. Siempre y cuando mantengan el tono infantil y aventurero. Pero teníamos conciencia de lo que hacíamos, si nos descubrían aceptábamos el castigo que fuera. Era sano, después de todo el principal alimento de estas acciones era la diversión y la curiosidad. Ahora todo parece haber cambiado para mal. Ahora es odio e ira que naturalmente termina en violencia. El peso que cargan los adolescentes ahora es mucho más abrumador. Todo por culpa de las redes sociales. La virtualidad ya dejó de ser tan virtual, mucho más para ellos que los ha invadido en casi todos los aspectos de la realidad. El bullying ha trascendido a niveles radicales y pasa desapercibido por la mayoría de los adultos, que no llegan a entender del todo el fenómeno. Por eso recomiendo esta serie, te da a entender un mundo del que yo, con solo 31 años, no conocía.
En el colegio solía sentarme en las carpetas del fondo de la clase, era más divertido y había menos control del profesor que daba la clase. Aprovechábamos para hacer guerra de bolas de papel, a veces se ponía un poco más salvaje. Nos botaban de la clase y aceptábamos, de hecho en ese momento pensaba, que era mejor estar afuera que adentro. Una que otra pelea en la cancha de fútbol por algún foul o cosas por el estilo. No llegaban a mucho. No había intención de hacer daño en el fondo. Por más rebeldes que fuéramos si un profesor intervenía íbamos a respetar su decisión, jamás se nos hubiera ocurrido ser faltosos con ellos o con cualquier adulto en general. Podíamos bromear y molestar pero dentro de un límite aceptable. Ahora en las escuelas, quienes te enseñan se han vuelto el punto de insultos, les hacen bullying hasta a ellos. No solo es un cambio en los alumnos, los maestros han perdido autoridad ya sea por leyes excesivamente protectoras, porque son demasiado políticamente correctos o, peor aún, por miedo a lo que vayan a decir de ellos en las redes sociales.
Mi generación fue de las últimas en crecer sin smartphones, está comprobado que desde que existen la sensación de soledad y tristeza ha aumentado en los jóvenes. De chicos jugábamos en las calles, salíamos a montar bicicleta o skate, nos juntábamos seguido en alguna casa a ver películas. Para contactar a tus amigos tenías que llamar al teléfono fijo y preguntar por él. Los fines de semana te desconectabas por completo. Salvo de tus amigos cercanos que probablemente seguías viendo. La virtualidad comenzó con los videojuegos y eso que no existían juegos online, teníamos que estar en el mismo sitio. Se mantenía el contacto físico.
Ahora los niños están más solos, la hiperconectividad ha traído como consecuencia lo contrario, el aislamiento. Es como si vivieran en dos mundos igual de importantes, uno de ellos no tiene filtro y está enfocado en hacer que no te despegues del celular y darle mayor importancia a tu avatar virtual que a quien eres en realidad. Es un peligro, y a lo que se puede acceder desde un celular ahora es incontrolable. Pongas las restricciones que pongas, al final todo se filtra. Es de temer, y requiere supervisión urgente. Si yo, que soy mucho mayor, a veces tengo que borrar Instagram, que es la única red social que uso, porque me da ansiedad y al eliminarlo siento alivio; imagínense todo lo que puede generar en una mente adolescente donde la confusión y la búsqueda de identidad están en plena formación. No debe ser fácil. El mundo está avanzando más rápido que la educación y ahora está desbordada, se tiene que dar un cambio brusco en el sistema educativo, no necesariamente más estricto, pero adaptado a lo que está sucediendo. Lo que vemos ahorita está desfasado.