Tiene 28 años, nació en Tarma y en redes sociales lo llaman “Tío Free” por la marca de ropa urbana que creo e hizo crecer durante la pandemia: Free. A través de su Instagram (con más de 33 mil seguidores) da tips a emprendedores y su filosofía es apostar por productos de extrema calidad.
“Tío Free, lánzate una ‘promo’”. “¿Para cuando un sorteíto, Tio Free?”. Los mensajes llegan a través del chat del Instagram Live. Es viernes por la noche y Fernando Magno Nuñez Cordero (28), realiza un “Vivo”. No es para promocionar Free, la marca de ropa urbana que hizo crecer durante la pandemia. Tampoco es -como le piden- para hacer un sorteo de sus prendas, que produce en el corazón de Gamarra. La sesión es para dar tips e inspirar a quienes quieren emprender.
Fernando, entonces, habla frente a la pantalla de su celular. Le cuenta a los “conectados” sobre sus fracasos, de sus pequeños triunfos, el diario aprendizaje. Mientras que ellos le hacen preguntas sobre cómo hacer crecer una empresa. Y él contesta -con la tranquilidad de un negociante- con claves que van desde darle importancia a la contabilidad, hasta como armar la estrategia digital o, incluso, el cómo su pasión lo hizo pasar de vender 10 prendas por semana a más de 10 mil polos, poleras, pantalones o shorts durante la pandemia, usando una fórmula mágica: vender ropa de calidad por internet, enviar sus productos a Lima y regiones a través del courrier y explotar al máximo sus redes sociales para comunicarse con sus clientes y ofrecerles “promociones” al punto de fidelizarlos y que le agarren cariño a su marca. Cariño que se ve traducido en el apelativo, Tío Free, muy sonado durante sus sesiones de Instagram Live.
“Free es por mi nombre, Fernando, y porque traducido del inglés al castellano, significa libre”, explica Nuñez, en un alto a sus funciones como emprendedor de la moda urbana. “Yo solo quería vender y crear mi propia ropa con una visión: hacer prendas que me gusten mucho y que yo mismo pueda usar”, cuenta, a través del Zoom, y nos muestra el polo que lleva puesto. Es uno blanco con cuadrados plomo y negro. “Yo uso mi propia ropa”, enfatiza, con el orgullo de los apasionados, y sugiriendo que él, exigente ingeniero industrial, no podría usar algo que odie por su mala calidad y, por lo tanto, no podría ofrecerles a sus seguidores un producto bajo, chato, que solo le generaría ganancias, mas no respeto. El siempre, dice, quiere lo mejor.
La confusión y el progreso
Fernando Magno tiene 28 años. Nació en Tarma y desde los 17 vive en Lima. Terminó la secundaria y llegó a la capital del Perú para estudiar en la universidad. Pretendía postular a la Universidad Católica. Estudiaría Ingeniería mecánica, como su padre. Fernando alucinaba que, escogiendo la misma carrera de su viejo, el camino laboral sería más fácil. Podría trabajar con papá, aunque la idea no lo terminaba de convencer.
Postuló a la PUCP, cuatro veces. Nunca la cogió. Era el año 2011 y Fernando -adolescente flaco y conflictuado- no entendía por qué las cosas no le salían. Era buen estudiante. Incluso en la academia preuniversitaria les enseñaba a sus compañeros, pero al momento del examen, la cachetada del primer fracaso en la vida juvenil era constante: “No ingresó”, se convertía en una frase común para él.
“¿Qué es lo que pasa?, ¿Me autosaboteaba?, me preguntaba”. Fernando se analizaba y un día se sinceró: por qué estudiar algo que no quería. Pero ¿Qué quería? Tampoco lo sabía.
La casualidad del YouTube
Existen momentos en la vida que resultan claves y aparecen de champazo. Fernando en uno de sus tantos días de confusión encendió la computadora y puso música en YouTube. En el video vio al cantante usar un polo que le gustó. Lo quiso tener pero supuso que no lo hallaría. No tenía nociones del mundo textil, ni cómo cortar una tela, pero la curiosidad estaba instalada. Buscó en internet “cómo estampar polos”, aparecieron tutoriales y luego anuncios invitándolo a que se inscriba en talleres de serigrafía. Se anotó en uno que duró cinco días. Fue el tiempo que necesitó para darse cuenta de que, lo que quería en la vida, era diseñar su propia ropa.
Bueno. Decisión tomada. Ahora el tema era convencer a sus padres, señores tradicionales que seguramente oirían espantados la posibilidad de que el hijo, futuro ingeniero mecánico, eligiera el camino de fabricante de polos al menudeo.
Antes de viajar y contarles la decisión, allá en Tarma, Fernando fue a un confesionario. Habló con un sacerdote a quien le pidió un consejo y fuerza para enfrentar el momento. “No quería decepcionar a mi familia. No quería que me dijeran que no. Conecté mi fe con el trabajo y fui a hablar”. Y sus padres lo oyeron. La conversación terminó con un: “Te apoyamos, hijo”. Pero la aprobación vino con una sugerencia. Por qué no estudiar la carrera de ingeniería textil. Le daría una visión más amplia del asunto. Ahí comenzó todo. Era el Jueves Santo del 2011. La aventura estaba por comenzar.
Para resumir la historia Fernando analizó mallas curriculares de diferentes universidades, postuló e ingresó. Estaba en su mundo. Mientras estudiaba, consiguió trabajo en una empresa de ropa, pero sintió que aprendía muy poco y renunció. Consiguió otro empleo en la fábrica de una marca de ropa ecuatoriana. Allí estuvo cinco meses. En la cancha, aprendió de corte y confección, control de calidad, almacén y logística. Así como a reconocer una buena calidad de tela y hasta conoció proveedores. “Sentía que estaba preparado para hacerlo. Renuncié para crear mi propia marca”, cuenta. Así nació Hope, una tienda de ropa con temática de amor y amistad. El primer emprendimiento de Fernando Magno.
La esperanza Hope
Hope es el gran antecedente de Free y es la marca a la que Fernando le debe todo. Su característica es ofrecer ropa para enamorados. Por ejemplo, si el polo del hombre dice “LO”, el de la mujer dice: “VE”. Unida la pareja para una foto, se leerá “LOVE”. Lo mismo sucede con los polos o poleras. Si en una dice “Nigth” en el otro dice “Day”. O “King” y el otro “Queen”. El efecto es el mismo. Unir mensajes de pareja a través de sus prendas. Ropa hecha con amor.
Los primeros polos de Fernando con la marca Hope, los vendía a través de Facebook. Pegó tanto en redes sociales que pasó de vender 5 polo a vender decenas y luego cientos y después -con los años- miles. Eso obligó a Fernando a pensar en poner tiendas. Las colocó en San Miguel, Surco e Independencia. De pronto el hacedor de polos para el amor gestionaba tiendas y pensaba en expandirse más.
Para evitar que sus proveedores le den tela de mala calidad. Decidió él mismo abastecerse de los insumos. Elegía las telas, las compraba y luego las transformaba en ropa. Es decir: abrió su propio taller en Gamarra. Había alquilado un local, comprado máquinas y había contratado gente. Su negocio siguió creciendo y lo expandió a un más. Para el 2019, creó Textiles Hope, donde vendía poleras para que otras empresas le pongan sus propios estampados. Le iba tan bien que hasta le tiraban sal en la puerta de sus locales para que la vida deje de sonreírle.
Su visión de diseñador de ropa había cambiado. Ahora gestionaba su propia compañía. Se había convertido en un exitoso empresario gamarrino siendo tan joven. Era el año 2019. Pero el trajín, el manejo de dinero, el sentir que no estaba cumpliendo su sueño de diseñar su propia ropa lo hizo caer en depresión. Llegó la tristeza, la ruptura con su novia, las terapias, el alcohol, y otra vez el camino a hallarse.
En ese hoyo nos cayó la pandemia. La crisis económica, el desempleo, que Gamarra permaneciera cerrado. Sin embargo, él encontró en el caos una oportunidad. Volver a sus inicios.
A la par de Hope y pese a tener que cerrar alguna de sus tiendas por la pandemia, decidió abrir una línea de ropa que calce en lo que él quería: diseñar sus propios modelos, como al inicio lo había hecho con Hope. Tenían que ser modelos urbanos. Tal vez poleras tipo oversize, polos básicos que tengan cortes perfectos para que la caída sea natural y se vea estilizada en el cuerpo de quien la use. Volver a su pasión. El origen de todo.
Así nació Free
Free nace en respuesta a la adversidad. Fernando lo tomó como un proyecto personal. Comenzó a contar sobre su idea en sus redes sociales. Y hubo gente que lo escuchó. Comenzó a vender la ropa que él mismo creaba y los pedidos comenzaron a llegar. Al inicio los clientes tuvieron que esperar hasta mes y medio para que le lleguen sus pedidos. Las restricciones de la cuarentena impedían mayor eficacia. Pero cuando comenzaron a llegar los pedidos -vía Courier- a las casas de sus clientes. Sucedió algo maravilloso. Los clientes satisfechos comenzaron a grabarse videos abriendo la cajita donde venía su prenda, lo subían a sus redes personales, y etiquetaban y agradecían a Free, por la buena calidad de su ropa. Fernando -de inmediato- compartía en el Instagram de Free las “historias” donde lo etiquetaban. Eso generó que más gente etiquete a Free. Y logró la mejor publicidad, el boca a boca a través de las redes. Golazo.
Free comenzó vendiendo cinco polos, hoy ya vendió más de 10 mil prendas, cifra que puede sonar a poco para un gamarrino, pero en realidad no lo es. Hope vende miles, Free es el emprendimiento que nació de las ganas de hacer lo que Fernando soñaba, su línea exclusiva de ropa que captaba clientes vendiendo poleras a 2×89, o tres polos por S/.69. O Polos más short a S/. 59. Además, ha creado un lote de prendas Premium con la marca Free, que vende a precios razonables y que sus clientes deben comprar en preventa antes de su lanzamiento.
Con esta interacción en redes, no solo crecieron las ventas de Free, también sus seguidores. Hoy solo en Instagram tiene más de 33 mil atentos a las ya famosas “promos” del "Tío Free". Y que pueden acabar lotes de prendas recién salidas del taller en cuestión de horas o en escasos días.
Como proyectos Fernando seguirá vendiendo online y enviando sus productos por courier. No quiere colocar una tienda física, para seguir con el “feeling” de fabricar poco y vender ese poco de una manera casi artesanal. Sin embargo, piensa en abrir un almacén con el espíritu de la marca. Uno donde los seguidores le pidan una cita el "Tío Free" y éste los guíe a este espacio para que ellos mismos vean -en almacén- los productos en venta. Puedan retirarlos e irse habiendo vivido una experiencia diferente. Pero para eso tendrá que pasar la cuarentena.
Mientras tanto, Fernando Magno Nuñez Cordero, ya lo sabe. Es el emprendedor que creció en medio de una pandemia.