APEC

[Agenda País]  Los sucesos en las últimas semanas como la elección, por segundo mandato no consecutivo, de Donald Trump en los Estados Unidos de Norteamérica (USA) y la reciente cumbre de la APEC, eficientemente organizada por el Perú en Lima, nos pueden dar una perspectiva de cómo podrían desarrollarse las relaciones comerciales del Perú, tanto como con los miembros de APEC como con los USA.

APEC es un foro de cooperación entre 21 economías de Asia-Pacífico cuya razón de ser es la promoción del crecimiento económico y el bienestar a partir de la liberalización del comercio y la inversión en esta región. No es pues, un tratado de libre comercio como mal informan algunos medios y políticos con, creo yo, alguna mala intención más que ignorancia.

En este importante evento se acordaron diversos manifiestos, no vinculantes, que son una especie de guía u hoja de ruta que las 21 economías deberían tener como base de sus políticas públicas, destacándose temas como la transición a la formalidad, la economía digital y el enfoque de los crecimientos económicos de una manera sostenible, resiliente e inclusiva. 

Los temas tocados en este foro coinciden también con la agenda que tiene la OCDE ( Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos ), organismo de intercambio de buenas prácticas que propugna, como su lema lo dice, mejores políticas para una vida mejor. 

Sin duda que la excelente organización de APEC en Lima por parte del gobierno del Perú y coordinado por la Cancillería, las múltiples reuniones preparatorias y las conclusiones del pleno, serán de mucha ayuda en el camino que aún le queda a nuestro país en la ruta de ser miembro pleno de esta prestigiosa institución.

APEC representa para el Perú la posibilidad de seguir incrementando el intercambio comercial con esta región que para el 2023 significó exportaciones por más de US$ 44 mil millones e importaciones por cerca de US$ 32 mil millones. Adicionalmente, el Perú, con la decisiva participación del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (MINCETUR), ha firmado un acuerdo comercial con Hong Kong, puerta logística importantísima en esta región, así como finalizado del acuerdo de optimización del actual TLC con China que incluye temas como el comercio electrónico. Continúan también las negociaciones de un TLC con Indonesia y aunque no esté en APEC, es bueno mencionar que se están retomando las negociaciones con la India para finiquitar un TLC que viene siendo ya conversado desde hace varios años.

Sigue pues el Perú, a pesar de sus vaivenes políticos, con una política de estado firme de ampliar nuestros horizontes comerciales y aprovechar las bondades de la apertura de mercados internacionales. De allí la imperativa necesidad de reforzar el equipo de Promperú y en especial el de sus Oficinas Comerciales en el Exterior (OCEX), varias de las cuales se encuentran sin Consejeros Económico-Comerciales que son, justamente, los responsables de implementar los acuerdos en acciones específicas de promoción comercial, turística y de atraer inversión extranjera directa (IED).

La victoria de Donald Trump en las pasadas elecciones de los USA ha renovado los miedos que este gran país empiece a implementar medidas restrictivas a sus importaciones, como incremento de aranceles y tarifas. En su primer mandato, Trump renegoció el NAFTA, tratado entre los USA, Canadá y México, y fue duro con el supuesto dumping de productos chinos, a los cuales estableció tarifas diferenciadas.

Si bien Trump ha amenazado con implementar mayores tarifas, tanto por dumping como por razones de migración ilegal aludiendo complicidad de algunos gobiernos, lo cierto es que el Perú está muy lejos de esa problemática y a las balbuceadas de algún asesor trasnochado Trumpista que adelantó posibles tarifas a embarques desde puertos majeados por empresas chinas, como el flamante y recién inaugurado puerto de Chancay, lo cierto es que sería una medida incoherente y antitécnica.

Ya Donald Trump en el 2017, en el mismo ambiente de APEC, manifestó que su país, Estados Unidos de Norteamérica, estaba preparado a trabajar con los líderes presentes para lograr un beneficio mutuo a través del comercio internacional. Y así serán los próximos cuatro años de Trump.

Se vienen tiempos buenos para nuestras exportaciones. Mincetur sigue trabajando en la apertura de más mercados y en las optimizaciones de tratados, el puerto de Chancay como el resto de puertos de nuestro litoral son una garantía en el proceso logístico de exportación e importación, el nuevo aeropuerto de Lima permitirá mayor conectividad y, por ende, mayor flujo de turistas extranjeros y la implementación de las Zonas Económicas Especiales junto a nuestro marco jurídico y tributario, alentarán a empresas extranjeras a instalarse en el Perú.

Finalmente, el trabajo armonioso público-privado es también una garantía que vamos en el camino correcto, pero también existe una demanda para que, desde el estado, se agilicen procesos, se reduzcan trabas burocráticas y se complete el equipo de Promperú, tanto en Lima como en sus sedes en el exterior, para así maximizar los esfuerzos y lograr mejores resultados en los plazos más breves.

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[La columna deca(n)dente] En una de las entrevistas más desafortunadas de este año, el ministro de Transportes y Comunicaciones, Raúl Pérez Reyes, ha demostrado que la desconexión con la realidad nacional parece haberse convertido en el sello distintivo del gobierno de Dina Boluarte. Sus declaraciones sobre las protestas de transportistas y otros ciudadanos a nivel nacional, coincidentes con la Cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), no solo minimizaron un problema alarmante, sino que reflejaron la insistencia del Ejecutivo en negar la gravedad de la crisis que enfrenta el país.

Para contextualizar, los transportistas alzaron su voz en medio de una ola de criminalidad que cobra vidas de choferes y trabajadores. Sin embargo, lejos de priorizar este grave problema, Pérez Reyes se mostró más preocupado por el momento elegido para protestar, calificándolo de inoportuno por coincidir con la “fiesta” de la APEC.

Lo que resulta realmente preocupante es su intento de deslegitimar las demandas. En respuesta al periodista Martín Riepl, quien le recordó que el Perú no está precisamente de fiesta sino enfrentando una crisis de inseguridad y violencia creciente, el ministro lanzó una pregunta indignante: “¿A quiénes están matando?”. En un país donde el sicariato y la extorsión son noticias cotidianas, esta pregunta no solo es brutalmente insensible, sino que también busca minimizar los hechos.

Para el ministro, las pancartas que claman “nos están matando” son simples herramientas de una “agenda política”. Vincular reclamos legítimos con la “izquierda radical” o con fines electorales es una estrategia conocida del gobierno de Boluarte: descalificar la protesta para evitar atender sus causas. Este tipo de discurso refuerza la percepción ciudadana de que el gobierno no tiene interés en escuchar las demandas ni resolverlas.

En este contexto, el rol de la APEC merece especial atención. Este evento internacional era, para el Ejecutivo, una oportunidad de oro para proyectar al Perú como un país estable y seguro. Sin embargo, al minimizar las protestas y calificar de politizados a quienes las impulsan, el ministro Pérez deja entrever un problema mayor: la prioridad del gobierno no es resolver las crisis internas, sino proyectar una fachada de normalidad hacia el exterior.

Este intento por “normalizar” la situación interna se alinea con un patrón observado desde diciembre de 2022, cuando la represión gubernamental dejó 49 muertos en el contexto de las manifestaciones. Las voces que exigen justicia para las víctimas han sido etiquetadas como oportunistas e interesadas, perpetuando un discurso que intenta invisibilizar tales crímenes. Es evidente que el Ejecutivo busca mantener un discurso donde el orden se impone frente al caos, pero lo hace a un costo altísimo: la erosión de la confianza y el respaldo ciudadano.

En política, las palabras importan, y las del ministro Pérez Reyes no han hecho más que ahondar el malestar general. Su metáfora de la “fiesta” trivializa el descontento social. Su pregunta sobre las víctimas no solo constituye una falta de respeto, sino también una negación de la realidad que viven miles de compatriotas. Y su insistencia en deslegitimar las protestas evidencia un gobierno que interpreta las críticas como una amenaza.

El país no necesita ministros que minimicen los problemas ni discursos que maquillen la realidad. Necesita que el gobierno de Boluarte escuche, actúe y priorice la vida de sus ciudadanos por encima de todo. Porque, a diferencia de lo que piensa el ministro, el Perú no está en una fiesta. Está de duelo.

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Es tan malo el manejo de la investidura presidencial que ni siquiera un megaevento como la APEC, que normalmente debería producirle réditos políticos al anfitrión, conllevará algún beneficio a la presidencia de Boluarte.

Las masacres de inicio de su mandato, sus mentiras escandalosas en casos como el de los Rólex, el “cofre”, Vladimir Cerrón, su silencio ante la prensa, su calamitoso manejo de Petroperú, etc., constituyen un combo que, sumado el pasmo gubernativo respecto de la inseguridad ciudadana, seguirán corroyendo la ya escuálida aprobación presidencial.

La mediocridad del gobierno en el nombramiento de funcionarios públicos cuestionados ya casi llega al nivel del periodo de Castillo y le suma como pasivo algo que el Atila chotano no tenía: un pacto infame con un Congreso tan desprestigiado como el gobierno mismo, en una suma que resta.

Boluarte no necesita de “niños” para conformar una mayoría congresal. La confluencia de intereses mezquinos y subalternos la hacen tener de la mano a las principales bancadas parlamentarias, que solo buscan mantenerse hasta julio del 2026 junto a la cuestionada mandataria.

Lo peor del caso -y por eso somos proclives a su vacancia y el adelanto de elecciones- es que cada día que este mediocre gobierno perdura, alimenta las posibilidades de candidatos radicales disruptivos, que ya aparecen algunos en las encuestas, pero que el 2026 serán un tsunami, que la derecha tonta no aprecia.

No se puede guardar silencio ni esquivar el bulto frente el caos gubernativo vigente. Si desde la centroderecha no se toma posición firme respecto del establishment, la izquierda radical se la llevará fácil y hasta podría hacer pasar a dos candidatos a la segunda vuelta.

La calle ya se está manifestando -lo vamos a ver en estos días de APEC- y eso implica el despertar de las candidaturas de izquierda. El escenario por venir está cantado; más protestas y más cosecha electoral de los candidatos de este sector del espectro ideológico. Mientras tanto, la centroderecha se debate entre definiciones internas, muy pocos viajan al interior del país y son mucho menos los que marcan distancia del régimen que nos gobierna. Cronograma de un desastre anunciado.

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