Congreso

Si quien gane las elecciones en la segunda vuelta no está dispuesto a establecer un pacto extraordinario con diversas fuerzas políticas, vamos a ver un país nuevamente convulsionado por las permanente amenazas de la vacancia presidencial o la disolución del Congreso, como bien ha señalado Alberto Vergara en su columna de hoy.

Como van las cosas, resulta casi imposible que algún partido alcance mayoría. Se ve difícil también que baste con que dos partidos se unan. Se va a necesitar un acuerdo multipartidario.

Así, no va a ser suficiente un pacto bilateral, como en el 2001, cuando Alejandro Toledo llegó a un acuerdo con Fernando Olivera y logró mayoría en el Congreso, o el 2006 entre Alan García y la bancada fujimorista, o el 2011 entre Ollanta Humala y el referido Toledo. Se va a necesitar mucho más que eso.

Por lo pronto, el nuevo Presidente va a requerir por lo menos 44 congresistas leales e incondicionales para evitar que lo vaquen en algún momento. Precisará de 65 parlamentarios para asegurarse de que no le censuren ministros y un número similar para estar ciento por ciento seguro de que le otorguen a sus respectivos gabinetes la cuestión de confianza (se requiere mayoría simple del quorum). Además, por cierto, necesitará un número equivalente para asegurarse la aprobación de leyes que pueda proponer al Congreso.

Eso va a implicar un gabinete multipartidario, con carteras específicas asignadas a los socios del pacto. Organismos públicos (Petroperú, Sedapal), asiento en instituciones autónomas (Tribunal Constitucional, BCR, organismos reguladores, etc.), tendrán que ser manejadas como moneda de intercambio para lograr sellar un pacto de gobernabilidad que al menos le evite al país la zozobra que hemos vivido los últimos cinco años.

La mala noticia será, sin embargo, que un pacto de semejante naturaleza acotará al mínimo la posibilidad de ejecutar políticas públicas audaces, continuar con la reforma política o judicial, retomar el camino de las reformas económicas. Reinará el mínimo denominador común. En el mejor de los casos, será un gobierno “más de lo mismo” como los que hemos tenido los últimos veinte años, pero el gran beneficio será la estabilidad, con todo lo que ello implica.

La continuidad de la estrategia de vacunación y el relanzamiento de la economía, requieren, sobre todo, estabilidad. Otros tiempos serán los de las reformas. Con que estos dos objetivos se logren plasmar en los cinco años entrantes deberíamos darnos por bien servidos.

Tags:

Congreso, Elecciones 2021

Lo que ha hecho el Congreso en las últimas horas, con la nueva ley agraria y la que pone topes a las tasas de interés, casi no tiene parangón en términos de incompetencia y demagogia populista inútil (porque ni siquiera va a producir el efecto deseado por la norma).

Lo que en la norma agraria cabía era mantener, con pocas variantes, un esquema laboral idóneo para la actividad y para una realidad de mano de obra poco calificada, y alterar, eso sí, un régimen tributario de escándalo. Bueno, pues, la norma aprobada ha hecho las cosas casi al revés.

Y respecto de las tasas de interés, cualquier economista serio lo que hubiera aconsejado es que el Parlamento investigue las causas del problema y así se habría dado cuenta de que lo que falta en el sector bancario es competencia, no controles absurdos. Más competencia hubiera logrado mucho más eficazmente y sin vulneraciones financieras básicas, el objetivo buscado.

Ojalá el 2021 nos traiga una elección en la que no solo triunfe una opción pro mercado, favorable a la inversión privada, y que además logre tener una bancada mayoritaria que lo acompañe. Sería lo mejor que le podría pasar al país para salir del trance que nos ha tocado cruzar.

Un gobierno de izquierda sería económicamente catastrófico y un gobierno de centro aguachento lo único que haría es prolongar la agonía y dejarle la cancha servida para que en la siguiente elección gane una opción ya abiertamente radical, antisistema y disruptiva con el modelo económico.

Va a ser difícil que ello ocurra este año entrante, dada la dispersión en candidatos con pequeños porcentajes de intención de voto. Lo más probable es que disputen la segunda vuelta dos postulantes que bordeen el 10% de los votos válidos, lo que hará que tengan una bancada claramente minoritaria.

En ese talante, queda al menos la esperanza de que se vote por mejores parlamentarios y en particular por aquellos identificados con las reformas liberales que el país necesita a gritos para salir del entrampamiento en el que se halla. Y los hay diseminados en varias agrupaciones. Que haya un voto derechista consciente y con capacidad de discriminar y elegir lo mejor, es mi deseo mayor para un 2021 que, de otro modo, podría ser peor, inclusive, que el malhadado 2020 que hoy nos deja.

Tags:

2021, Congreso

La estrategia de la coalición vacadora es clara: bajarse a todos los adversarios electorales posibles. Por ello, la búsqueda de inhabilitar a Martín Vizcarra por diez años, a sabiendas de que le aporta un significativo impulso a la candidatura de Daniel Salaverry. Y luego, desestabilizar al gobierno de Sagasti para afectar la postulación de Julio Guzmán.

Esta coalición, dirigida en la sombra por José Luna Gálvez y desde el Congreso por su hijo, José Luna Morales, tiene, por supuesto, peones. Y uno de ellos es el congresista Edgar Alarcón que se de el lujo de presentarse como abanderado de la anticorrupción cuando tiene serísimas denuncias corruptas en su haber.

¿Para qué quiere capturar el poder esta coalición? Para recuperar los privilegios que sus universidades truchas tenían. Allí hay mucho dinero en juego y en ese afán coinciden no solo Podemos sino también Alianza para el Progreso y Acción Popular.

Luego, tirarse abajo el proceso anticorrupción, al equipo de Lava Jato y del Club de la Construcción, para aprovechar la infiltración que tienen en el Ministerio Público y el Poder Judicial y así salir bien librados de los serios cargos que pesan contra muchos de los integrantes de esta coalición.

Vaya uno a saber cómo, pero lo cierto es que Luna Gálvez se ha logrado hacer de 30 congresistas que siempre votan al unísono cualquier iniciativa que la bancada de Podemos presente.

Y van por todo. Si pueden vacan a Sagasti (la tardanza de la llegada de las vacunas será el pretexto, aunque ello sea responsabilidad directa de la mediocre gestión de Vizcarra) y así capturar por algunos meses el poder, tiempo suficiente para perpetrar sus objetivos y fechorías. A mediano plazo, si no logran la vacancia, apuntan a llegar como sea a la Presidencia el 2021 utilizando para ello todas las malas artes posibles.

Por la salud de la democracia y de la República es necesario ponerle coto a esta ofensiva mafiosa que nos trae el recuerdo de las viejas prácticas montesinistas (infiltración de jueces y fiscales, “adquisición” de congresistas, “disposición” de medios de comunicación y periodistas). A eso nos enfrentamos.

Tags:

Congreso, Francisco Sagasti

Debate, Episodio 23

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En el vigésimo tercer episodio: ¿Se ha eliminado la inmunidad parlamentaria? ¿Es sospechoso lo que ha aprobado el Congreso? ¿La vacuna será de acceso masivo en el país recién en el 2022, como dice The Economist?

 

Tags:

Congreso, Francisco Sagasti, Gobierno

Rocío Silva Santisteban estuvo cerca de ser la primera presidenta del Perú. Representantes de distintas bancadas le aseguraron su apoyo, pero finalmente no consiguió los votos. Cree que no fue elegida por ser mujer, izquierdista y feminista. Ahora su mayor interés es impulsar una Asamblea Constituyente. En diálogo con Sudaca, explica en detalle qué pasó detrás de las agitadas dos últimas semanas en el Congreso.

Quiero empezar preguntándole si, como congresista, usted cree que ha terminado el momento de inestabilidad política después de la juramentación de Francisco Sagasti. 

Quisiera decir eso, pero no lo creo, porque hay muchos intereses en contra. Quizás haya un momento de tregua con Sagasti, pero posteriormente va a continuar esta confrontación. Sobre todo, con ciertos sectores del Congreso, que también van a tener una actitud de confrontación con mi compañera Mirtha Vásquez [Frente Amplio], la presidenta del Congreso.

Entonces, ¿cree que el voto a Sagasti ha sido solamente coyuntural?

Totalmente. Y el que me hubieran dado a mí, que no me lo dieron, también. Todo dependía de ese momento, no es una situación que pueda ser estable.

Usted podría haber sido quien juramentara como presidenta. ¿Cómo se siente al respecto?

Una sensación de gran responsabilidad sobre el país. Obviamente, era una situación circunstancial. Para mí ha sido un honor, por supuesto, estar en esa posibilidad, pero sabía que era muy difícil. Yo misma les comenté a mis compañeros que la veía, en ese momento, mientras estaban contabilizando los votos, muy difícil, porque soy una mujer de izquierda y feminista, y eso asusta mucho a varios sectores de la clase política. En primer lugar, al empresariado más tradicional y a los poderes fácticos. Por supuesto, también a sectores conservadores. Ese fue el motivo por el cual creo que el Frepap no votó por mí.

¿Qué fue lo que pasó? 

Todo fue bastante caótico. Yo había conversado con Francisco Sagasti y él me había planteado una lista. Primero, que la encabezara yo, pero después cambió y me dijo “no”, mejor que la encabece él. Después volvió a cambiar, no, mejor que la encabezara yo. Finalmente, antes de entrar a la oficina donde estaba reunida la Junta de Portavoces, me dijo que mejor era que él encabezara. Cuando entramos, todos ya habían conversado, excepto nosotros. En ese momento Luis Valdez [entonces presidente interino del Congreso] me dijo que yo era la candidata de consenso. Le dije que para mí era un honor que hayan pensado en mí, pero que yo era una mujer del Frente Amplio. Le dije: “Pero, ¿todas las bancadas están de acuerdo?”. Ahí estaban. Les fui preguntando y todos me dijeron “sí”, incluso Otto Guibovich [Acción Popular], Pepe Luna [Podemos Perú], José Vega [Unión por el Perú].

Entonces, ¿esas bancadas incumplieron ese acuerdo inicial?

Por supuesto, pero el asunto es el siguiente: los que dicen que tienen los votos de su bancada, es falso. José Vega dijo: “UPP está de acuerdo” y casi todos votaron en contra. Chagua votó en contra. Yo le dije después: “oiga, usted votó en contra de mí”. Entonces, me dijo: “sí, porque estaba Apaza en la lista”. José Vega puso a Apaza y yo pensé que eso había sido parte del consenso, porque representaba a UPP, pero en realidad representaba solo a un sector mínimo de UPP. Por otro lado, Otto Guibovich dijo que sí porque estaba Luis Roel en la lista, pero después le quitó el voto. Es más, Guibovich, en un segundo momento, planteó una lista con Teresa Cabrera en el primer lugar y Leslie Lazo. Y no le había preguntado, al parecer, a Leslie Lazo. Leslie retiró su nombre porque ni siquiera había puesto su firma. Eso significa que los voceros no representan a sus bancadas, los voceros representan a una facción de sus bancadas que es minoritaria.

¿Esa fue la razón por la cual presentaron la lista dos minutos antes de la hora máxima y por la que hubo un momento en que Sagasti dijo que ya no iba a estar, aunque luego volvió?

Sagasti retiró su firma sin consultarme ni avisarme. Yo me enteré porque me lo dijo un vocero de Acción Popular. Entonces, le dije: “¿Qué?, ¿Francisco, has retirado tu firma?”. Me pareció, verdaderamente, una falta de seriedad. Un congresista de la bancada Descentralización Democrática, el vocero, le dijo: “colega Sagasti, yo le pido que reflexione porque ya estamos en un momento en que no podemos no tomar ninguna decisión y la gente está en las calles, y ya ha habido dos personas muertas”. Yo le dije lo mismo. Entonces, Sagasti llamó por teléfono, salió, regresó, y dijo: “retiro mi retiro y sigo en la lista”. Y, bueno, eso fue un minuto antes.

¿Por qué retiró la firma? ¿Nunca se lo dijo?

No.

Después de que no votaron por usted, como le habían dicho, ¿se sintió traicionada?

(Piensa) Eh, sentí… bueno, hubo varias situaciones. Entre ellas, que una persona de Acción Popular me dijo que Gino Costa estaba moviéndose de bancada en bancada diciendo que no se vote por la lista. Entonces, Lenin Checco me dijo: “voy a comenzar a moverme y hay que hablar con José Vega”. Yo le dije: “no, Lenin, no”. Era mientras votaban. La votación era no, no, abstención, no, abstención, sí, no, no, “abstención”. Lenin estaba preocupado y me dijo: “voy a conversar”, o sea hablar, pero ‘hablar’. ¿Qué significa, pues eso, en ese momento? Le dije: “Lenin, yo no voy a negociar en este momento nada, no salgas”. Estaba un poco desesperado, pero le dije: “no, no, no”. Yo entiendo que eso es hacer política, pero en ese momento se hubiera prestado a que pudieran condicionar su voto: “Ah, ya, pero me haces presidente de tal comisión o que pase tal cosa”.

¿Algún congresista le pidió algo a cambio de su voto?

No, ninguno.

¿Qué cambió al día siguiente? ¿Por qué la lista de Sagasti sí tuvo el apoyo que no tuvo la suya?

Bueno, porque ya corrían cuatro listas. Y en todas había un morado (ríe). Había una lista con Carolina, una lista con Zenaida. Yo sabía porque los convoqué a la sala Bolognesi. Mientras esperaba, entraban los de Acción Popular y se iban, entraban los de APP y se iban, entraban los de UPP y se iban. Entraba la gente y se iba. Entonces, yo dije: “bueno, están negociando por separado, hay que esperar”. Y en un momento comencé a dar vueltas por el Congreso para ver qué pasaba y me di cuenta que estaban varias listas.

¿Qué estaban negociando?

Estaban al fragor del debate. Incluso, Mirtha [Vásquez] estaba en dos listas. Yo decía: “oye, pero me acaban de decir que estás en la otra lista”. Todo era así, noticias, rumores. No obstante, había un grupo que nunca llegó y yo dije: “bueno, ellos están negociando la lista que probablemente puede ser la lista ganadora”, y fue verdad. Si Leslie [Lazo] no se hubiera retirado, esa lista, encabezada por María Teresa Cabrera, ganaba, lo que hubiera sido realmente una bofetada al movimiento estudiantil. Felizmente que se retiró.

Antes, cuando usted convocó a la votación, tuvo que lidiar con las interrupciones de la congresista Martha Chávez. Me llamó la atención la calma que usted tuvo, pero a la vez la firmeza con la que pretendía que el debate continúe, a pesar de las interrupciones. ¿Hay alguna enemistad personal entre ustedes?

No, en lo absoluto. No la conozco. Lo que sucede es que Martha Chávez es bastante conocida porque interrumpe siempre. Y cuando va a votar no vota de frente, sino que tiene que mandarse con un discurso. Nunca entendí por qué Luis Valdez le permitía tanta malcriadez. Ella siempre está interrumpiendo, pidiendo cuestiones previas, cuestiones de orden. Conoce muy bien el reglamento del Congreso y los usos parlamentarios, y utiliza todo ese conocimiento para obstruir la marcha de las discusiones. Ella siempre tiene esa actitud y la seguirá teniendo, ¿no?

Habiendo pasado el episodio de las votaciones del Congreso, ahora que Sagasti ha juramentado, ¿cree que está solucionado el problema de fondo?

No creo. Por ejemplo, ahorita se viene la presentación del gabinete en el Congreso y es bien importante que los ministros y la premier vayan a conversar, escuchen cuáles son los pedidos de las bancadas. Por ejemplo, ya Francisco Sagasti ha dicho que no es el momento para una Asamblea Constituyente y la nueva bancada se llama ‘Nueva Constitución’. Si, de arranque, al primer día de tu gobierno, dices que no a una demanda de varias bancadas del Congreso, incluyendo la mía, incluyéndome a mí, no estás… digamos, hay que tener un poco más de escucha al otro, ¿no?

¿Cuál cree que debe ser el camino para plantear una nueva Constitución?

Un referéndum. Si la mayoría de la población dice “sí, queremos una nueva Constitución y queremos una Asamblea Constituyente”, entonces hay que pensar en la metodología y hay que hacer un debate nacional. Ya no se puede parchar más esta Constitución. No solamente debemos cambiar el capítulo económico, sino que, por ejemplo, la nueva Constitución debe tener en consideración qué implican los derechos de la naturaleza. O sea, por qué la amazonia, el mar, los ríos, los bosques, deben de ser preservados per se, y no en función del ser humano.

Tiene que haber un cuestionamiento al antropocentrismo y plantear un enfoque biocentrado. Es la supervivencia de la especie humana y se tiene que pensar en una nueva constitución, eso no está en la del 93. Por otro lado, tenemos que pensar en un futuro de la sociedad peruana, que es muy heterogénea y en la que muchos se han mantenido en la periferia de las normas. Por ejemplo, está reconocido el derecho a la salud, ¿pero para qué sirve si el oxígeno te lo van a vender a cinco mil soles y las personas que no tienen plata durante la pandemia se van a morir? Todos esos elementos tienen que discutirse. Esa generación que ha salido a las calles es una generación que está planteando otro momento. Se ha dado un momento destituyente, por eso se tiene que dar un momento constituyente.

¿Cree que la consulta popular deba hacerse el 11 de abril?

Sí. Podría tener un poco de esperanza, para la poca esperanza que hay en los políticos, ¿no? También deberíamos discutir el tema de los partidos. ¿Cómo van a funcionar? ¿Cómo se va a reorganizar los partidos? ¿Solo los partidos pueden formar parte, por ejemplo, de la Asamblea Constituyente o también las representaciones campesinas, o las organizaciones indígenas? Se debe dar un debate profundo de la representación. Estamos ante una crisis profunda de los partidos políticos. La clase política se tiene que dar cuenta de eso. No puede seguir igual, por Dios. Esta Coordinadora Republicana, ¿qué estaba pensando? Salieron los jóvenes y dijeron: “no los queremos”, porque representan los sentimientos fosilizados de la gente, ¿no?

En una entrevista a La Republica publicada el domingo, ha dicho que la indignación es contra todo el sistema político, incluyéndola. ¿Usted se siente más cerca al rechazo popular por ser congresista, o al respeto de la ciudadanía por haberse opuesto a la vacancia?

Bueno, definitivamente hay un gran sector que me apoya y me respeta, que es básicamente el sector popular, de jóvenes, y el sector rural, que es en el que yo me muevo más. También ciertas capas medias que ya están cansadas de los políticos tradicionales. Pero sí hay un rechazo a toda la clase política, porque la clase política decepciona, porque dices una cosa y cuando estas arriba no la haces. Eso es muy decepcionante, sobre todo para los jóvenes.

¿Cree que la ciudadanía, a través de estas manifestaciones, se está acercando más a la izquierda?

[Piensa] No sé si sean manifestaciones que se acercan a la izquierda. En todo caso, se acercan a un malestar con la política, y también con los políticos de izquierda.

¿Cómo debería reaccionar la izquierda ante estas demandas ciudadanas?

En primer lugar, escuchándolas y no minimizándolas. No seguir diciendo que la izquierda está representada solo por los sindicatos o solo por los gremios, o solo por tales personas. Hoy en día el pueblo está organizado de múltiples maneras, es muy heterogéneo. Siguiendo mis análisis gramscianos, habría que plantear un frente y no un partido. Por eso yo estoy a favor de un frente popular. Por eso estaba a favor del Frente Amplio, pero el Frente Amplio se terminó convirtiendo en un partido y fue un desastre. Lamentablemente, tengo que admitirlo.

La labor legislativa va a continuar. ¿Cree que este Congreso debería tomar decisiones polémicas e importantes, como la elección de magistrados del Tribunal Constitucional?

No, eso ya quedó descartado definitivamente. Quizá lo vuelvan a intentar, ¿no?, con otra comisión, pero está muy desacreditado ya el Congreso. Eso lo tienen que leer los congresistas. Espero que sepan entender.

El Gabinete de Sagasti tiene que ir al Congreso. ¿Usted está satisfecha con estos ministros? En todo caso, ¿cuál es su posición con respecto al Gabinete?

El Gabinete está constituido con la rapidez y urgencia del caso. Yo confío en Violeta Bermúdez. Me parece que ha sido acertado de parte de Sagasti nombrar a una mujer feminista, a una jurista que tiene bastante experiencia, que ha sido funcionaria pública y creo que eso está permitiendo un aire diferente. Ahora, vamos a ver, pues, cómo se dan las próximas dos semanas, porque sí tiene que haber un acercamiento, ¿no?

¿De eso depende el voto de investidura?

Sí, creo que sí, que va a depender de que Violeta, que es una excelente jurista, también haga un trabajo político, ¿no?

Estos sucesos le han dado mayor protagonismo en la vida política del país. ¿Cuál es el futuro de su carrera política? ¿Va a continuar con el Frente Amplio?

Es urgente un frente, pero el Frente Amplio lamentablemente ya se desdibujó y se ha convertido en un partido político, y ha pasado a tener los problemas que tienen todos los partidos. Yo no soy militante del Frente Amplio, soy activista de un grupo político que se llama comité Ana Tallada, desde el año 2016, cuando éramos el Frente Amplio, amplio, de verdad. Lo que ahora estamos planteando es independizarnos aún más y poder consolidarnos como comité. No pensando en el 2021, sino en más adelante. Una de las tareas es debatir entorno a diferentes temas de una posible próxima asamblea constituyente.

¿Ese es el punto más importante en su agenda política?

En estos momentos para mí el punto más importante es apoyar a Mirtha y que pueda salir lo mejor posible de este encargo, que es una presidencia de un Congreso tan fragmentado y tan difícil. Posteriormente, ya veremos, pero yo quisiera pensar más allá del 2021, en un horizonte mayor.

¿Y qué ve en ese horizonte? ¿Qué proyecta?

Me gustaría trabajar por una asamblea constituyente y, si hay la posibilidad, ser asambleísta.

Tags:

Congreso, Rocío Silva Santisteban

Si te ofrecieran ser presidente de un país en crisis, ¿aceptarías? Es sábado, casi medianoche, cuando Julio Guzmán levanta el teléfono y llama a Gino Costa para hacerle ese pedido. Hace veinte años que la democracia peruana es como un borracho que camina al borde del abismo, pero no se cae. De alguna manera, siempre pega una pirueta y se ríe del peligro.

Ese sábado, sin embargo, la democracia tiene todo listo para irse a pique hacia el despeñadero. Ya ha pasado casi una semana desde que vacaron al presidente, han muerto dos personas protestando en las calles y miles de jóvenes todavía siguen siendo baleados por la Policía. El país está saliendo de una pandemia para entrar en una crisis económica.

Aún así, Costa conversa brevemente con Guzmán y acepta su propuesta. Irá como candidato para asumir las funciones de presidente de la República.

***

En los días previos, el Partido Morado había puesto todos los huevos en la canasta del Tribunal Constitucional (TC). La consigna, consensuada entre sus dirigentes, fue presionar públicamente para que allí se revirtiera la vacancia. Que Martín Vizcarra continúe con su gobierno hasta el final les parecía la salida más factible. Recién el sábado por la noche comprendieron que quizás les iba a tocar gobernar a ellos mismos.

Puestos a decidir, Costa tenía dos características que lo colocaban por delante del resto de su bancada. Así lo explican tres fuentes de alto rango en el escalafón morado. La primera: sus años en la política. La segunda: que no está inscrito en el partido. Con esto último buscaron garantizar que el Ejecutivo se maneje con cierta ‘independencia’, dicen las fuentes. O al menos, que ese sea el mensaje.

Pero la iniciativa les duró bien poquito. En la mañana del domingo, Costa llegó a la Junta de Portavoces con el bolo fijo de los morados para presidir la nueva Mesa Directiva del Congreso y, con las mismas, fue obligado a retirarse. Luis Valdez, de Alianza para el Progreso (APP), reclamó que solo debían permanecer los voceros titulares de cada bancada. Por el Partido Morado se quedó Francisco Sagasti.

Las bancadas que habían vacado a Vizcarra no estaban dispuestas a darle la presidencia a alguien a quien consideraban ‘demasiado vizcarrista’. Costa, que hace un año le cedió su escaño a Salvador Del Solar para que presente la cuestión de confianza con la que se disolvió el anterior Congreso, fue vetado inmediatamente. ¿El problema? Tampoco podían volver a repartirse el botín entre ellas. La calle solo aceptaría una nueva Mesa Directiva con congresistas no vacadores. Y la única bancada que había votado en bloque en contra de la vacancia era la morada.

Durante toda la negociación, los morados tuvieron la ficha de la calle como ventaja: de una u otra forma iban a tener que aparecer en la foto. La pregunta era quién lo haría. Junto a Gino Costa, en la mañana del domingo comenzó a circular una opción que agradaba más al resto del Congreso: Carolina Lizárraga. Hacia las 10 de la mañana del domingo, su nombre desató una guerra de bases moradas en Twitter, que arrastró a varios periodistas. Las que no la querían hicieron significativamente más bulla.

Fuentes cercanas a la negociación confirman que Lizárraga fue propuesta por las bancadas sin que ella lo pidiera. Para adivinar el porqué no hace falta ser un gran analista político. Lizárraga tiene una encarnizada disputa interna con Guzmán desde hace varios meses. No acude a las reuniones del Comité Político y casi no interactúa con otros miembros de la cúpula partidaria. En septiembre, el ala guzmanista emitió un comunicado acusándola de “traición” y “sabotaje”.

Apostar por Lizárraga era la única movida disponible para poner a los morados en jaque: o darle poder a la rival de su líder o mandar el mensaje de que su primera prioridad no era salir de la crisis. En el Partido Morado la decisión siempre fue no respaldarla. Y eso nunca se puso en duda, ni cuando parecía que no tendríamos presidente por varios días. “Yo no he pedido ningún cargo”, escribió luego ella, en su cuenta de Facebook.

***

Hacia el mediodía del domingo, la negociación empezó a ponerse mucho más dura. En las calles (y en las redes sociales) el repudio al Congreso se sentía cada vez más pesado. Al Partido Morado también le llovían las críticas por su incapacidad para cerrar una lista y ganarla por la fuerza de los votos. El país necesitaba un nuevo presidente, sin excusas de por medio, y los dirigentes morados estaban preocupados.

Poco antes de las 12, empezó lo que llamaremos la ‘pequeña debacle’ del guzmanismo. A esa hora Julio Guzmán publicó un comunicado en el que ofrecía lo siguiente: que Sagasti asuma como presidente encargado, que convoque rápidamente a un pleno para anular la vacancia y que Vizcarra regrese a tomar el mando del gobierno. Tres horas después, la bancada lo contradijo y tuiteó algo distinto: proponían a Sagasti como presidente, pero de toda la transición.

“Ese comunicado [de Guzmán] fue un error garrafal”, dice una fuente. Otras dos confirman que los congresistas morados vieron en ese mensaje un riesgo grande: seguir pegados para siempre a la etiqueta de ‘vizcarristas’. Además, aseguran que para entonces la figura de Vizcarra –contra quien ya se había dictado impedimento de salida– les pareció demasiado manchada. ¿Tenía sentido pedirle que vuelva? Julio Guzmán, que ya había conversado sobre el tema en la interna, se allanó y respaldó la nueva decisión de su bancada.

En la negociación posterior, ese comunicado crispó los ánimos de los demás congresistas. A estos les era muy difícil quitarse la idea de que darle la Mesa Directiva al partido de Guzmán era proceder automáticamente con la restitución de Vizcarra. “Nos costó mucho revertir esa percepción, convencerlos”, cuenta otra fuente.

Luego vinieron una serie de sucesos inexplicables. Sin poder conseguir el domingo los votos suficientes para su lista, Sagasti estampó su firma como primer vicepresidente en la de Rocío Silva Santiesteban, del Frente Amplio. Esta candidatura generó un intenso debate en redes: muchos la acusaban injustamente de ‘radical’. En la interna morada la percibían como una persona ponderada, sí, aunque igual tenían algunas reticencias porque era de izquierda.

Luego –pese a ser un hombre muy cuidadoso– Sagasti solicitó sacar su firma de la lista alegando haberla puesto con demasiado apuro. ¡Pero horas después volvió a meterla! Finalmente, el Congreso cerró el domingo con una actuación vergonzosa: no aprobó nada. Y un botón: APP volvió a traicionarse a sí misma. Luego de anunciar que respaldaría en bloque la lista, 7 de sus congresistas se abstuvieron.  No habría humo blanco hasta el lunes.

***

Aquí hay que hacer una breve pausa para recordar una historia más antigua. En febrero de este año, los morados tuvieron la primera negociación parlamentaria de su historia como partido. Fue por la Mesa Directiva y perdieron contra la fórmula que acaban de expectorar. La falta de reflejos políticos –la indecisión, en realidad– les costó caro aquella vez. Luis Valdez, hasta hace tres días primer vicepresidente del Congreso, les dijo públicamente que las negociaciones en el Congreso son como “el juego de las sillas”. Y que ellos se habían quedado sin sentarse en alguna.

Anteayer, en un momento crucial para la historia del país, el Partido Morado parecía enfrentarse a lo mismo: a que los agarren de lornas. Pero debemos recordar que esta vez tenían una ficha clave bajo la manga, la calle. Apoyados en ella, en la habilidad de negociación de algunos de sus congresistas y en una movida audaz decidida la noche del domingo pudieron revertir lo que parecía una nueva derrota parlamentaria.

El consenso que alcanzó ayer la nueva lista presidida por Sagasti se empezó a gestar hace dos días. Fuentes de la bancada aseguran que el domingo ya se empezaron a acercar congresistas para adelantarles que estarían dispuestos a darles un voto. No se llegó, sin embargo, a cocinar nada concreto. La semana terminaba en suspenso.

Entonces, en la noche Julio Guzmán puso en marcha una inteligente estrategia de choque elaborada junto a los miembros de su Comité Político, vía chat de Telegram. Su partido dejó atrás los remilgos previos, que habían llevado a sus congresistas a asumir que no podrían ser gobierno, y presentó una lista compuesta únicamente por militantes. La presidía Sagasti y la integraban Zenaida Solís, Angélica Palomino (Piura) y José Antonio Nuñez (Arequipa).

La presencia de estos dos últimos congresistas regionales era un mensaje en clave, también. Ambos se habían alineado con Lizárraga en votaciones sobre temas mediáticos previamente, pero reconocían mediante su firma el compromiso con el ala guzmanista del partido. Lizárraga aún apela en su precandidatura presidencial a las bases regionales.

Además, Guzmán se presentó en medios criticando el accionar del resto de bancadas. La estrategia buscaba recuperar el terreno alto; la posición de poder en la negociación. ¿El ficha-candado bajo la manga? Vale repetirlo: la calle. El mensaje era este: si no apoyaste mi lista, atente a las consecuencias. Las bancadas respondieron rápidamente.

“Ha sido una medida de presión”, explica un congresista de Acción Popular. [Los medios y los manifestantes] nos iban a agarrar como piñata. Eso hizo que las bancadas presionáramos a nuestros voceros para encontrar consensos”, asegura. El lunes por la mañana la actitud del Congreso cambió radicalmente.

***

Fuentes moradas explican que los primeros en acercarse fueron congresistas de APP y del Frepap. La vocera alterna de este grupo parlamentario, María Cristina Retamozo, aseguró que darían su voto sin pedir a cambio ninguna vicepresidencia. El consenso se alcanzaría –aceptaron ambas bancadas– si se armaba una lista con congresistas que no hubieran votado a favor de la vacancia, pero que fueran también de otros partidos.

Entonces, empezó la suma y resta parlamentaria. Luis Roel Alva, quien entró en la segunda vicepresidencia, trajo 8 votos ‘disidentes’ de la Acción Popular de Burga y Merino. Mirtha Vásquez, hasta hace unos meses poco conocida congresista por Cajamarca, apareció como la única figura del Frente Amplio que no espantaba votos de otros partidos. Percibida como menos ‘radical’ que Silva Santiesteban (pese a que no necesariamente lo es en la realidad), su lugar en la lista se habría potenciado –para el Frepap, por ejemplo– por sus convicciones religiosas. Luego, le tocó a los parlamentarios morados ponerse a negociar. Gino Costa, defenestrado candidato inicial, trajo a parte de Somos Perú, partido en el que ha militado. Cuando alcanzaron 60 votos que necesitaban, el resto cayó en cascada.

Fuentes parlamentarias indican que este acuerdo entre el Partido Morado, APP, el Frepap, y partes del Frente Amplio y Acción Popular podría ser el germen de una alianza política que garantice gobernabilidad para el Ejecutivo que presidirá Sagasti. Un hombre que –luego de un pasado de izquierda– hoy se ubica ideológicamente en el centro. Todas las fuentes consultadas destacan su disposición para llegar a acuerdos.

Sagasti empieza un gobierno de 9 meses plagado de esperanza, nacido de una movilización de jóvenes que hoy sienten que la política no les es ajena. Sin embargo, no todo lo que tiene delante es un camino de rosas. También deberá calmar a un país golpeado por el desempleo y la recesión causada por el Covid-19. Su manija política se pondrá a prueba al momento de negociar con el Congreso iniciativas similares –digamos– al retiro de fondos de las AFP, con la que estuvo abiertamente en desacuerdo.

El Perú puede parecer, a veces, un país demasiado grande y diverso para un político que estudió ingeniería industrial pero se dedica principalmente a la docencia, la consultoría y la investigación. Sobre todo, para alguien cuyas maneras refinadas y estilo de vida de alta alcurnia no tienen por qué conectar inmediatamente con la mayoría de peruanos, sobre todo los más pobres. Su primera tarea será escuchar directamente sus demandas y llegar a ellos con soluciones concretas.

Tags:

Congreso, Francisco Sagasti

Por Fabrizio Ricalde y Paolo Benza

Miles de peruanos, de distintas tendencias ideológicas, lograron en las calles un cambio político. En el séptimo día, sin embargo, el Congreso no logró concluir la obra. La clase política ha vuelto a demostrar su desconexión con el país y sus necesidades ayer domingo, al no ponerse de acuerdo para elegir una sucesión democrática. Le ha fallado, una vez más, a los ciudadanos.

Mientras que los medios internacionales difunden al mundo la ambigüedad del caso peruano -crisis política, pero movilización ciudadana efectiva-, en la Universidad de Harvard hay un profesor que tiene más de dos décadas estudiando el fenómeno del Perú. Steven Levitsky ya no tiene fe en los actuales congresistas, pero encuentra razones para entusiasmar al país con una nueva generación que -quizás- pueda alcanzar reformas. Para ello, sin embargo, necesita organizaciones que la representen.

Se suele decir  que la sociedad peruana está desconectada de la actividad política, pero nosotros dos siempre hemos creído que en realidad está desconectada de sus políticos. 

[Los peruanos] no están desconectados totalmente. Lo que pasa es que se sienten mal representados. Hay un nivel de rechazo muy alto en el voto y en las encuestas. Pero están prestando atención y no les gusta lo que ven. Ahí es donde una figura como la de Vizcarra destaca. Muy criticado (y en algunos casos con razón) por los medios, los analistas y los políticos, pero es el único político desde Fujimori que ha logrado tener cierta legitimidad con la opinión pública. Él sí cae bien. Pero casi todo el resto de políticos post-Fujimori han sido desastrosos. Y la movilización en el Perú ha sido baja en los últimos veinte años, si lo comparas con Chile, Ecuador, Brasil, Bolivia y Argentina. Lo de hoy ha sido inédito desde el 2000. Yo espero que sea una sociedad que participa más que solo cada cuatro años.

¿Qué es lo que tienen en común Vizcarra y Fujimori para ser los únicos dos con legitimidad popular en tres décadas? Están en polos ideológicos opuestos y Vizcarra, incluso, ha sido un abanderado del antifujimorismo. 

Vizcarra ha sido también un outsider de la política. Tiene una visión más técnica y no es tan populista como fue Fujimori. Pero no le interesa quedarse en el mundo político y lo critica mucho. Su olfato no ha estado mal y eso lo distingue del resto. Hay un temor en la clase política relacionado a no romper el modelo económico, aunque el pueblo lo demande y el gobierno pierde legitimidad a costa de no hacerlo. Vizcarra ha tenido más afán de conectarse con la gente y estuvo dispuesto a utilizar el apoyo popular para tener logros políticos. Llamó a plebiscito y cambió algunas normas. Es un político mucho más dispuesto a actuar de cerca a las preferencias públicas y rompe con la cultura de mantenerse dentro de lo que define el CADE.

¿Tenemos una clase política incapaz de cambiar el statu quo económico y eso favorece a estos outsiders

[Los políticos] no afectan la economía y la protegen a todo costo. Mira a Alan García: destruyó su carrera política porque no estaba dispuesto a lanzar políticas redistributivas, aunque tuvo un montón de plata en su segundo gobierno. En el Perú, parece como si la política no pudiera jamás afectar la economía…

Pero la termina afectando igual…

Sí, si no hay un sistema político funcional y legítimo, en algún momento va a tocar la economía.

Entonces: si lo que hace populares a Vizcarra y Fujimori es escuchar los pedidos de la gente, ¿qué está pasando en el sistema electoral y político para que la mayoría de políticos no escuchen al ciudadano? 

Hay una o dos generaciones [de políticos] en el Perú que siguen viviendo el efecto de la crisis de los ochenta. Quizás la juventud en las calles no. Pero luego de la violencia y el colapso de la economía, hay un temor por politizar la economía. Evitar a toda costa el retorno de una crisis [económica]. Sin embargo, en democracia, los políticos tienen que escuchar a la gente y generar cierto equilibro entre la gestión pública y la opinión pública. No pueden ignorarse el uno al otro.

Luego, tienes el colapso de los partidos políticos y de la carrera política. Hace mucho que los congresistas, los gobernadores y los alcaldes no son políticos partidarios. Son agentes libres, son empresarios. Compran su espacio en la lista para hacer negocios. Ojalá fuera exagerado, pero es concretamente así. Todavía existen ‘partidos’, pero ya desaparecieron hace rato. UPP, Somos Perú, Acción Popular: los llamamos partidos, pero no lo son. Son franquicias alquiladas a la gente para llegar al Congreso y hacer plata o negocio. Eso no es política. Eso genera un sistema electoral de corrupción que ha extinguido a los partidos y a la carrera política. El sistema absurdo protege a las viejas organizaciones e impide el surgimiento de nuevos (y verdaderos) partidos. ¿Para qué sirve UPP?

La pregunta es: ¿a quiénes representan más allá del momento electoral?

¡A quién representa UPP! ¡A quién representa Somos Perú! Tengo un doctorado en ciencias políticas y no sé qué carajo significan esos partidos políticos. No son partidos, son franquicias. Y por eso tenemos un Congreso lleno de novatos sin experiencia, sin carrera y sin conocimiento sobre el funcionamiento del Congreso y de la democracia. No están ni mínimamente socializados en las normas y prácticas del sistema. Tal vez no sea bueno vacar al presidente cada vez que te da la puta gana. Tampoco piensan en el futuro, porque ahora no se pueden reelegir. Entonces en poco tiempo van a maximizar sus intereses. Si fueran políticos de carrera de verdad estarían pensando en generar alianzas, cohesiones, en entender el sistema y aplicarlo bien para tener una buena imagen. Estos congresistas entraron por la ventana y compraron su lugar.

Pero hay congresistas, como Merino y otros, que aprueban leyes llamadas populistas. Por ejemplo, el retiro de fondos de las AFP. Eso es ir en contra del statu quo económico. Entonces, ¿por qué igual los odian?

El Congreso desde hace mucho tiempo tiene ya ganada y se merece una imagen negativa por su incompetencia, ineptitud y corrupción. Los congresistas defienden sus intereses personales. ¡Es muy obvio! No tienen principios, hay investigaciones en su contra, tienen denuncias. Es la corrupción percibida en el Congreso lo que pesa más.

Los odian porque sencillamente son malos políticos, ¿entonces?

Ni siquiera son políticos. Son empresarios. Llegaron para hacer su negocio. Y la gente lo sabe, porque es obvio. La coalición liderada por Merino que agarró el poder por cinco días ni siquiera intentó esconder o disimular su lucha por intereses personales. Están al desnudo, y la gente no es tonta. Creo que esa imagen pesa mucho más. Veinte años de pésimo rendimiento como políticos y han deslegitimado la democracia. La gente ha formado su opinión sobre el Congreso no por sus posiciones programáticas ni por sus leyes, sino porque son muy malos.

Cerremos hablando sobre el choque generacional. Esa política apolillada, anciana y conservadora que se contradice con una juventud más abierta, liberal y soñadora. ¿Cree que vaya a consolidarse un movimiento juvenil a partir de lo ocurrido?  

Esperábamos algo parecido en el 2000. Hablábamos de una manera muy parecida de la juventud en esa época cuando se bajaron a Fujimori con la Marcha de los Cuatro Suyos. Pero eso no produjo una nueva clase política.

¿Qué les faltó?

Partidos políticos.

Organizaciones que canalicen sus demandas. 

La coalición toledista murió desde el principio porque Toledo no formó partido. El antifujimorismo no tuvo un partido. La izquierda siguió muy débil por razones históricas. Nunca se construyó una fuerza liberal, progresista y en el lado antifujimorista. Se fragmentó en mil pedazos y la gente se cansó de la política. Quizás por voluntad propia o porque sus partidos murieron. Incluso muchos se volvieron más conservadores, como Juan Sheput.

Si no se canaliza en un partido la movilización de los jóvenes, ¿se va a dispersar indefectiblemente?.

Se vuelve más difícil. Es más probable que así la sociedad no aproveche el momento. Pero no es imposible. Una experiencia cómo esta, de salir a la calle, sufrir ataques de gases, organizarse para participar y defenderse, genera la posibilidad de construir una sociedad colectiva y movilizada. Pero es muy temprano para hablar de una nueva generación política. Lo que da es esperanza.

Y, en eso, se vienen las elecciones en seis meses. 

La próxima elección puede generar algo muy parecido a los últimos años: un presidente mediocre, sin popularidad, y un Congreso lleno de la misma mierda. Es muy posible eso. Esta crisis y la movilización social podría cambiar la dinámica, sin eso estaríamos peor aún. El problema es la oferta política. Difícilmente estas generaciones van a encontrar líderes en los candidatos actuales, son un desastre. Una mezcla entre outsiders -algunos muy peligrosos y otros mediocres- y dinosaurios, como los llama Julio Guzmán -donde vamos a poner también a Keiko Fujimori-. La fuerza de estas protestas no tiene un liderazgo dentro la oferta política actual.

¿El Partido Morado?

Podría ser. El mal menor, como siempre. Guzmán ha buscado crear algo, ha reclutado gente decente, pero no le fue muy bien en la elección pasada. Me cae muy bien, es mi amigo, pero hasta ahora no ha logrado ser un talento político y no ha mostrado su capacidad electoral. En las encuestas no le va muy bien. Sería un cambio enorme si el partido nominara a alguien diferente a Guzmán.

Parece imposible que un partido político pueda proponer un proyecto valioso en un sistema malogrado como este. 

Algo ha hecho bien Vizcarra. No es casualidad estar siempre por encima del 50% de aprobación. Eso no lo hizo Toledo, ni Humala, ni García ni PPK. Desde Fujimori, nadie ha tenido eso. Algo deben aprender de Vizcarra. El Partido Morado es el único que ha sido coherente en esta crisis, el más limpio y defensor, pero no tiene un candidato presidencial formidable hasta ahora y eso es algo clave.

Tags:

Congreso, Steven Levitsky

El Congreso traspuso la línea y se encargó de engrosar la historia nacional de la infamia, al haber aprobado arbitrariamente la vacancia del presidente Vizcarra.

No había razón alguna, ni legal ni política, que justificase semejante despropósito. Los delitos de los que se le acusa a Vizcarra son graves y verosímiles, pero no han sido probados penalmente y en tanto eso no ocurriese, el primer mandatario era inocente y su proceso judicial debía seguir su curso. Fuera de la incapacidad física o psíquica, la única otra razón por la que debería procederse a una vacancia presidencial es que al mandatario se le pruebe un delito fehacientemente: si hubiese aparecido, por ejemplo, un video de Vizcarra recibiendo una coima, pues no quedaba otro camino decente que no sea sacarlo a empellones del Palacio.

Pero tal como fue planteado el proceso era claramente una jugarreta política liderada por ciertas mafias empresariales y aventureros políticos quienes, aprovechando grises constitucionales, solo han buscado obtener beneficios con la vacancia, sea a través de impunidad judicial o despliegue de poder para su posterior disfrute. Ya lo veremos en los primeros pasos del nuevo gobierno.

El país atraviesa una tormenta perfecta de crisis simultáneas. Económica, por la profunda recesión derivada de la cuarentena obligatoria de la que aún no salimos plenamente; sanitaria, por la persistencia de un virus frente al cual aún no hay vacuna ni tratamiento eficaz; social, por el incremento espantoso de la delincuencia y la conflictividad regional; y política, por el desmadre ocasionado por la corrupción; a todo ello le sumamos ahora una crisis adicional, vacando al Presidente y generando una línea de sucesión mostrenca que llevará a un ambicioso expresidente del Congreso a sentarse en la plaza de Armas dispuesto a armar un gabinete de última hora, signado por una serie de transacciones menudas, y seguramente ansioso de populismo para remontar su ilegitimidad de origen. La pronta celebración del bicentenario debería habernos planteado la exigencia de estabilizar al país, no de arrojarlo a las fauces de la zozobra. Un Congreso surgido precisamente del colapso del establishment debiera haber fungido por ello como dique tranquilizador, no como un elemento incendiario sobre las brasas aun ardientes de la crisis precedente. Nuestra clase política nos demuestra una vez más, fatigando el cansancio, que nunca está a la altura de las circunstancias.

Tags:

Congreso, Crísis, Martín Vizcarra
Página 21 de 21 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21
x