Pataz

[Cartas a Manuela Sáenz]

Querida Manuela,

Estoy en Quito. ¿Te acuerdas que en mi última carta te pregunte qué pensabas de la independencia y cuáles eran tus anhelos de libertad? ¿Cuál era tu idea de un continente sudamericano libre? Pues así, con este equipaje vine a buscarte a tu amada cuidad.

Fuiste feliz en Quito, eso lo he leído en todas las bibliografías que he consultado sobre tu vida. Cómo no, es una ciudad que aún mantiene su tradición. Estoy sentada en el patio central de Casa Gangotena, rodeada de orquídeas, rosas y flores coloridas frente a una pileta de hierro de donde cae el agua dando un sonido relajante bajo el sol poderoso de las montañas andinas. Supongo que debes recordar esta casona porque desde el siglo XVII, cuando el vasco Martín Gangotena adquirió esta propiedad, hasta hoy mantiene el nombre. Está ubicada justo frente a la plaza San Francisco, donde está también su majestuosa iglesia, en la equina de las calles Cuenca y Simón Bolívar. Coincidencias. Tu estabas en cada esquina.

Te debe complacer saber que tu gran amigo, Antonio José Francisco de Sucre, y Alcalá y tu gran amor, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco, son protagonistas de las calles de la capital de Ecuador. El Gran Mariscal de Ayacucho fue un gran amigo tuyo y general muy competente. Con él luchaste en la Batalla de Pichincha, Junín y Ayacucho. La victoria de esta última implicó el final definitivo del dominio colonial español. Tu protagonismo en esa batalla hizo que Bolívar te otorgue el grado de Coronel del Ejército Colombiano. Recordé que cuando lo conociste en Quito, años antes, ya tenías un reconocimiento importante, la Orden del Sol de Perú, entregada por el libertador José de San Martín cuando declaró la Independencia del Perú en 1821.  Estuviste en Ecuador cuando fue la reunión de Guayaquil entre Bolívar y San Martín.

Sabes, caminando por el centro de Quito, con sus calles empedradas, coloridas llenas de subidas y bajadas, sentía la fuerza de la Independencia. Como pasa en los centros históricos de Lima y Bogotá, acá tampoco hay presencia femenina en los nombres de calles, plazas y jirones, a pesar de que ellas caminan a diario hacia sus trabajos o casas, son vendedoras, comerciantes, policías. Sentí lo que te escribí cuando estuve en Bogotá en el setiembre del 2021: La Quinta Bolívar Sáenz: la historia de América.  

¿Dónde estaban las mujeres en la independencia? No es posible que no hayamos colaborado y que no haya reconocimientos en las calles de nuestras cuidades. Eras una quiteña con fuerza, inteligencia y pasión por la libertad. Así es como la historia lo cuenta. Fuiste nombrada en Bogotá miembro del Estado Mayor del Ejército Libertador por Simón Bolívar para participar en las reuniones de comando. Tu labor incluyó cuidar a Bolívar y llevar sus archivos. Fue gracias a esa cercanía y a la información de los altos mandos, junto a tu inteligencia y experiencia, que pudiste salvar su vida dos veces. Por ello te nombra La Libertadora del Libertador o talvez quiso decir la Libertadora de América. 

Tienes un museo privado en la calle Junín, nada más emblemático. Ahí pude leer cartas originales tuyas y de Bolívar, Sucre, y leer tus diarios, en especial el Diario de Quito. En esa visita aprendí que tú y muchas mujeres criollas de la época eran una red de información y apoyo para las fuerzas independentistas. Tiene sentido: las mujeres, desde las tertulias, con sus esclavas y sirvientas, te proveían de información sobre los movimientos de los españoles. Mucha coincidencia que justo estuvieses en los lugares más importantes de la historia de la independencia de Sudamérica. Hacías inteligencia militar.

¿En qué consiste la inteligencia militar? Es la labor que llevan adelante ciertas unidades específicas de las fuerzas armadas para recoger información sobre un enemigo (actual o potencial). Esta se procesa para planificar operaciones militares. Actualmente tenemos diferentes formas de inteligencia (empresarial, policial), básicamente para estar al tanto de lo clave y para la toma de decisiones.

Tú manejabas información que utilizabas para las decisiones militares. ¡Cuánto necesitamos eso ahora! Hoy los países sudamericanos vivimos con inseguridad interna; los enemigos son el crimen organizado y las economías ilegales. En Perú acaban de asesinar a 13 personas vinculadas a la minería en Pataz, región La Libertad. Cuando ocurrieron los hechos estaban en Estado de Emergencia con la presencia de 800 efectivos policiales. Nadie sabía. ¿Cómo hemos llegado tal nivel de inseguridad interna que Pataz, hasta la fecha, tiene 39 asesinatos? Tú sabes que manejar información te permite prevenir o tomar acción frente a posibles amenazas. ¿Dónde están los sistemas de inteligencia policial y militar? ¿Los controles? ¿La identificación de riesgos?

Ecuador sufre también los estragos del crimen organizado, como te comenté en mi carta de agosto de 2023: La región insegura. La gran pregunta entonces, Manuela, es: si hace 200 años las mujeres criollas se organizaron para espiar a sus maridos, amigos y a la realeza por la independencia, y así soldados reclutados para la lucha independentista, asalariados y sin experiencia militar (obviamente no eran suficientes) se enfrentaron a un imperio poderoso, ¿por qué hoy nuestros Estados no pueden hacerlo? ¿Qué se necesita para afinar nuestros servicios de inteligencia? Tal vez, luego de 50 años de democracias en nuestros países estemos entrando en un debilitamiento de los Estados, entrando a un nuevo orden. No lo sé, pero después de este viaje creo más que tú querías una región libre, con igualdad y fraternidad.

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[Agenda País] El socavón es una cueva que ha sido excavada en una montaña, habitualmente para acceder a vetas de minerales y explotar su producción.

Un socavón empieza con una entrada horizontal y a medida que uno se adentra va encontrado una maraña de túneles que se dirigen a todos lados, chimeneas verticales para subir o bajar de pisos y estrechos pasajes, algunos de los cuales solo permiten el paso casi rampando, a espacios más amplios, brillantes de pirita y con suerte, con el rayo de la veta deseada.

Pero un socavón también es una tumba. Y no solo por accidentes que siempre ocurren en la explotación minera, sino también, por ser testigo de ejecuciones como la que recientemente sumió en la eterna tristeza a 13 familias peruanas.

A estos 13 peruanos asesinados se suman otros 26 que corrieron el mismo destino en esta convulsionada provincia de Pataz. Crónica de una muerte anunciada.

El problema de la violencia en esta zona, sierra de la región de La Libertad, no es nuevo. Se remonta a fines de los 80’s cuando el terrorismo de Sendero Luminoso recorría las alturas del Perú sometiendo a inocentes pobladores, campesinos, trabajadores mineros y todo aquel que se opusiera a la doctrina asesina de su líder Abimael Guzmán, llamado Presidente Gonzalo por sus seguidores.

Con la decidida acción del ejecutivo de ese entonces, liderado por el Presidente Alberto Fujimori, se dotó a la policía y rondas campesinas de armamento y apoyo de inteligencia para luchar efectivamente contra los ataques terroristas que trataban de impedir la explotación minera. A ellos, se sumó el ejército para resguardar las cumbres de las montañas y los empresarios mineros que contribuyeron con recursos para que todo este esfuerzo tuviera éxito. Y lo tuvo.

Han pasado ya más de 30 años y hemos regresado a una nueva época de terror. Esta vez sin un líder claro, sino con hordas de extorsionadores y delincuentes, también organizados en células como Sendero Luminoso y con una red criminal latinoamericana extensa que tiene como brazos de apoyo organizaciones criminales como el Tren de Aragua.

La desidia del estado peruano ha obviado, sobre todo en la última década, las señales y realidades de un nuevo enemigo que se estaba alzando contra el estado de derecho, la democracia y los valores de nuestra nación.

La tardía reacción de crear una base militar en Pataz, la falla en inteligencia que hizo patinar al Premier Adrianzén minimizando el secuestro de estos 13 peruanos posteriormente asesinados y la absurda medida que anuncia la paralización de la producción minera en esa zona, no hace más que demostrar improvisación y que no estamos teniendo una estrategia consistente en la lucha contra este nuevo flagelo.

En paralelo al establecimiento de la base militar, se debe reflexionar, con todos los actores involucrados como empresarios, alcaldes, policía, militares e inteligencia, sobre una estrategia en común y las acciones a seguir. 

No podemos continuar en esta improvisación. Estuvimos a punto de perder el Perú a manos de Sendero Luminoso, no lo perdamos ahora en manos de extorsionadores y asesinos que harían de nuestro hermoso país, un estado fallido, violento e inmanejable.

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[Cosecha Roja] El pasado domingo, como parte de las actividades de la primera edición de la Feria Revuelta Ambulante, un colectivo de poetas dirigido por Victoria Guerrero presento la antología de poesía social Propongo y agito. Uno por uno, varias de las y los autores de la antología leyeron sus poemas, así como los de sus compañeros que no pudieron asistir al recital. Cuando le toco el turno a Christian Solano, escritor limeño, leyó la totalidad de su poema titulado “Pataz” cuyas líneas, casi proféticas, resonaban aun con más fuerza ante los titulares que durante esa misma mañana los noticieros y diarios habían difundido a nivel nacional: los cuerpos de los 13 trabajadores de seguridad de la minera la Poderosa que habían sido secuestrados una semana antes habían aparecido en un socavón, torturados y ejecutados, con una bala en el cuello cada uno. Un video que muestra los últimos instantes de las vidas de estos trabajadores mineros antes de ser asesinados también comenzó a difundirse esa misma mañana. 

“Alrededor de 1,500 hectáreas en la Libertad son concesiones mineras / La Ciudad Universitaria de San Marcos mide 60 hectáreas / Mil quinientas representan 22 campus” leyó Solano ante el público. 

Más del 50 % del territorio regional de La Libertad esta ocupado por concesiones mineras que actualmente es la principal región productora de oro en el país. Mineral que supero hace unas semanas su récord histórico en su precio (US$3500 dólares la onza) impulsando una verdadera fiebre de oro a nivel mundial que aparece como un oasis financiero ante la guerra arancelaria y la incertidumbre económica. 

“Pataz es tierra de nadie / El tren de Aragua se adueña de todo” soltó en otra de sus líneas. No solamente el Tren de Aragua, sino Los Pulpos, la Gran Familia y tantas otras organizaciones criminales más pasaron de prestar servicios de protección a mineros ilegales de la zona a tomar control activamente de las actividades de extracción, traslado y procesamiento de mineral ante la vista y paciencia de nuestras autoridades políticas y, muchas veces, con su apoyo. 

“Solo te pedimos una colaboración / 50mil solcitos nomas / Sino empezamos a dar vuelta / Uno por uno de tu familia / Cincuenta mil soles costaron toda mi carrera en la UCV” lanzó en una de las ultimas líneas de su poema como para dejar en claro que Alianza para el Progreso, el partido liderado por Cesar Acuña, lleva más de una década ocupando el Gobierno Regional de La Libertad, región que se ha vuelto hoy sinónimo de muerte y corrupción, mientras que el líder y actual gobernador regional usa toda su artillería para mantener la farsa que tenemos por gobierno en pie.  

 ¿Por qué Pataz? Porque permitimos que se convierta en lo peor de nosotros. 

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[La columna deca(n)dente] En la provincia de Pataz, región La Libertad, la muerte se ha vuelto rutina. Mineros son asesinados uno tras otro: 39 trabajadores ejecutados, según reporta la minera La Poderosa, sin justicia, sin paz y, sobre todo, sin respuestas. La declaración del estado de emergencia, vigente por más de un año, se ha reducido a un ritual burocrático sin efecto real. Las fuerzas armadas y policiales, desplegadas en la zona, no han logrado frenar la expansión de las organizaciones criminales.

El epicentro de esta violencia no es un conflicto político ni una insurrección armada: es el oro. Oro extraído con sangre. La minería ilegal —a menudo encubierta por concesiones irregulares y empresas fachada— ha instaurado un orden criminal paralelo. En las galerías subterráneas no rige la ley de la República, sino la ley de las mafias. Amenazas, extorsión y asesinatos marcan el día a día de quienes trabajan allí.

La respuesta estatal ha oscilado entre la torpeza y la negligencia. La militarización, sin inteligencia estratégica ni coordinación multisectorial, ha demostrado ser ineficaz. Peor aún: la impunidad que impera en Pataz no solo es consecuencia de la inacción, sino también de decisiones políticas y leyes que favorecen al crimen. Un ejemplo fue la aprobación de la ley que amplió el plazo del proceso de formalización minera para la pequeña minería y la minería artesanal, conocida como Ley Reinfo. Esta norma fue aprobada con un inusual consenso: 87 votos a favor de todas las bancadas parlamentarias, sin excepción. Fuerza Popular, Podemos, Renovación Popular, Somos Perú y Avanza País votaron a favor de manera unánime, mientras que bancadas como Perú Libre y Alianza para el Progreso, entre otras, también la respaldaron, aunque con algunos votos en contra. La ley fue promulgada de manera expeditiva por la presidenta Dina Boluarte.

El problema de fondo excede las fronteras de Pataz. El oro ilegal no solo financia mafias locales, sino que se inserta en circuitos globales de comercio y en redes de poder político. La minería ilegal, que habría generado alrededor de 10 mil millones de dólares el año pasado, se ha convertido en una fuente de riqueza incontrolada, protegida por intereses de alto nivel. En este contexto, el Estado no solo pierde soberanía: la entrega.

Lo que ocurre en Pataz no es una excepción, sino el reflejo de un país fragmentado, donde los territorios ricos en recursos naturales son también los más desprotegidos en derechos. En lugar de más policías y más militares, lo que se necesita es estatizar Pataz. No en el sentido económico de expropiar empresas, sino en el sentido político más urgente: recuperar el control efectivo del territorio.

Estatizar Pataz significa restituir el monopolio legítimo del uso de la fuerza, hoy disputado o perdido frente a organizaciones criminales. Implica reconstruir la institucionalidad: garantizar servicios de salud y educación de calidad, justicia oportuna, y fiscalización ambiental y laboral efectiva. En suma, desmantelar el Estado paralelo del crimen e instaurar un Estado democrático que funcione.

O se recupera el territorio para el Estado de derecho, o se normaliza su abandono. Porque cada asesinato en Pataz lanza un mensaje brutal: el oro vale más que la vida. Mientras ese mensaje no reciba una respuesta firme, con decisiones públicas y resultados visibles, la barbarie seguirá brillando más que la justicia.

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