No es posible, dadas las características de los jóvenes de hoy, reproducir los esquemas partidarios de antaño, jerarquizados, con comandos centrales unificados, con uniformidad ideológica y doctrinaria, con fajas de transmisión indiscutibles de arriba hacia abajo. Esos tiempos, de partidos cuasi leninistas, ya no volverán.
Pero tampoco debiera ser una verdad irremediable que ello nos condene a que las nuevas agrupaciones políticas sean “coaliciones de independientes”, sin ningún orden ni concierto, y fronteras absolutamente relajadas respecto de los criterios mínimos de una organización, sea de la naturaleza que sea.
Un partido no es una empresa, pero tampoco es un club social. Es una institución esencial para el buen funcionamiento de la democracia y en esa medida debe cumplir algunos requisitos mínimos: consistencia ideológica, lealtades partidarias, cuadros tecnocráticos preparados para gobernar, etc.
Lo que no puede suceder es que se repita un fenómeno político deleznable, como el que apreciamos hoy en el Congreso, con partidos infames como Acción Popular, llenos de perforaciones como Alianza para el Progreso o inconsistentes como Perú Libre (que ha perdido más de la mitad de sus congresistas), con parlamentarios que se van de un lado para otro como feria de transeúntes sin ninguna cortapisa ideológica o moral.
Con un Parlamento así, es imposible que un gobierno estructure un plan mínimo de reformas, que requiere voluntad al unísono y compromiso inquebrantable. A lo más conseguirá, como parece haber conseguido el régimen de Boluarte, que lo dejen gobernar en paz, pero punto, nada más que eso. Sin partidos políticos en su ley, no hay gobernabilidad democrática transformadora ni capaz de construir Estado más allá de la mera formalidad democrática.
Otro ejemplo a no seguir es el del partido Morado, que se la pasó años armando cuadros, organizando eventos, afinando su inscripción (cuando era infernal hacerlo), pero amarrado todo a la figura y conveniencia de su líder, Julio Guzmán, quien, caído en desgracia, arrastró al partido a su destino actual, que es el de ser un fantasma inexistente en el panorama político nacional.
Los nuevos partidos que están surgiendo en el espectro de la centroderecha liberal deberían tomar estas reflexiones, como guía a tener en cuenta respecto de qué camino no seguir y qué ruta sí emprender, sobre todo bajo la presunción de que no son aves de un solo vuelo que solo aspiran a las elecciones del 2026, para luego desaparecer tal como aparecieron.
[LA COLUMNA DECA(N)DENTE] “El Príncipe”, la obra más conocida de Nicolás Maquiavelo, fue publicada en 1532. El libro ofrece consejos y observaciones sobre cómo un líder debe gobernar y mantener su poder en un contexto político convulso. Maquiavelo explora temas como la naturaleza humana, el realismo político, la manipulación y las tácticas de consolidación y mantenimiento del poder. Su texto se ha interpretado de diversas formas a lo largo de la historia y ha sido objeto de debate y discusión en el ámbito académico y político. Algunos lo ven como un manual cínico y pragmático para los políticos que buscan mantener el poder a cualquier costo, mientras que otros lo consideran una exploración profunda de las complejidades del liderazgo y la política.
Algunas de las recomendaciones y puntos de vista expresados por Maquiavelo pueden considerarse políticamente incorrectos o controvertidos hoy. Pero para la presidenta Boluarte y alguno que otro diligente asesor pareciera que no lo son. Maquiavelo sostiene que el uso de la crueldad y el engaño puede ser una respuesta necesaria a situaciones en las que el poder está en juego y la estabilidad del Estado está amenazada. ¿Qué mayor crueldad que la ejecución extrajudicial de 49 personas durante las manifestaciones antigubernamentales? ¿Qué mayor engaño afirmar que murieron producto de una “avalancha de cinco mil personas” o que “la mayoría de ellos [fallecidos] es por impacto de un arma artesanal denominado dum dum” como sostuvo Boluarte?
Asimismo, aconseja a los líderes políticos que controlen la opinión pública y manipulen la percepción de la realidad para consolidar su poder. Sugiere que creen una narrativa que los beneficie y busque el apoyo de los ciudadanos. En nuestro caso, esa narrativa no fue otra que el “terruqueo”, es decir, acusar de “terrorista” a todo aquel que protestaba contra el gobierno de Boluarte. Narrativa que fue condenada por Stuardo Ralón, vicepresidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, “hacemos un llamado a que se detengan este tipo de expresiones porque más que pacificar, alimentan conflictos y son una conducta totalmente condenable”.
De igual modo, Maquiavelo argumenta que un líder político debe priorizar el poder y la estabilidad sobre consideraciones morales. Es decir, debe estar dispuesto a tomar medidas pragmáticas, incluso si son moralmente cuestionables, con el fin de mantener el control y asegurar la supervivencia de su gobierno. Razón por la cual, el gobierno de Boluarte no dudó en violar los derechos humanos de decenas de manifestantes. En suma, quien nos gobierna hoy es una dilecta aprendiz de Maquiavelo.
Si un libertario ultraconservador como Javier Milei ha logrado marcar la agenda y ganar elecciones en Argentina, un país con ADN peronista, es posible que en el Perú surja un candidato liberal que se atreva a decir las cosas claras, así suenen en principio impopulares y lograr su cometido de hacerlas arraigar. Algunos ejemplos:
1.- Privatizar Petroperú y vender la refinería de Talara (algo se podrá recuperar del despilfarro criminal cometido en su construcción). Es un horror que en un país sin mayores recursos fiscales se le otorgue a Petroperú lotes para exploración y eventual explotación.
2.- Privatizar Sedapal y las casi cincuenta empresas de saneamiento municipales, que lo único que han logrado es el reinado de corruptelas y ausencia de inversión. Resultado de ello: millones de peruanos pobres no tienen agua potable y pagan fortunas para conseguirla.
3.- Reducir la maraña burocrática ambiental que se ha construido alrededor de los proyectos mineros, haciéndolos o inviables o con una morosidad de ejecución de casi una década. El Perú es un país minero y necesita poner en activo los recursos inmensos de los que goza (Quilish, Conga y Tía María incluidos).
4.- Nuestro país es uno de los de mayor rigidez laboral en el mundo, alentando la informalidad rampante que sufrimos. Hay que flexibilizar esas normas, facilitando la contratación y el despido. Al final, va a ser en beneficio de los propios trabajadores. El populismo jurídico solo trae consecuencias negativas para los presuntos beneficiados.
5.- Derogar la obligatoriedad de aportes pensionarios a las AFP u ONP, y que ese aporte de las empresas vaya directamente a un aumento remunerativo de los trabajadores. Si se quiere establecer un régimen pensionario privado, que no sea gravando los sueldos. Es un despropósito mercantilista que hay que cortar de un solo tajo.
6.- Entregar directamente el canon minero a las comunidades. Se equivocó Keiko Fujimori cuando propuso hacerlo a los ciudadanos individuales. La cosmovisión andina exige recepción y procesamiento comunal. Se vería un beneficio tangible y se evitaría la corrupción terrible de los gobiernos regionales y locales.
Son solo algunos ejemplos de propuestas que, en un país dominado crecientemente por una narrativa anticapitalista, serían disruptivos. Es hora de romper la caja y hablar claro y sin tapujos. La ciudadanía premiará la sinceridad y desfogará los impulsos radicales que hoy solo derivan en favor de alternativas izquierdistas.
[LA TANA ZURDA] Novalima es una banda peruana que fusiona ritmos africanos con música electrónica y diversos géneros musicales. Muchas de sus canciones nacen de versos tradicionales o composiciones de antaño, pero con un nuevo matiz. Podemos escuchar canciones tradicionales bajo un nuevo lente y cambiadas en una forma sorprendente.
Novalima nace en el 2001 al unirse cuatro amigos, Ramón Pérez Prieto, Rafael Morales, Carlos Li Carrillo y Grimaldo del Solar, quienes compartían la misma pasión por la música peruana. A través de esa unión y de unir a los músicos Juan Medrano “Cotito”, Marcos Mosquera y sobre todo a Milagros Guerrero, crean una fusión súper interesante con ritmos fundamentalmente africanos que los hacen destacar por encima de otras agrupaciones. Es así como Novalima ha sido nominada a los Latin Grammys y es prestigiosamente reconocida mundialmente. Esta vez en EEUU, ofrecerán conciertos en diversas ciudades. Particularmente, “La Danza” nos transporta a la relación que puede existir en el movimiento que emerge en la naturaleza y que trasciende en nuestros cuerpos. El movimiento en general es visto a través del rito, como puede ser la danza para liberar, olvidar y sanar. Este viernes 11 de agosto NOVALIMA se presentó en Denver, Colorado, en el Levitt Pavilion para compartir su talento con la comunidad hispanoamericana y el público en general.
Como telonero se presentó Siembra, o también conocido como Siembra Tropical un dúo local de DJs Selecta C y Yucasoul, cuya propuesta se centra en ejecutar y fusionar ritmos incandescentes que nos transportan a la música electrónica combinada con diversos géneros para atraer y animar a la gente. Sin duda una divertida tarde a la que se invita a la comunidad hispana para que así haya más conciertos gratis en esta bella capital.
[EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS] El referí Carlos Montalván expulsó a César Espino al minuto 44 del segundo tiempo del partido que Alianza Lima y Sporting Cristal protagonizaron la noche del miércoles 4 de diciembre de 1987. Aquella vez, Cristal se impuso por 3 goles a 2 en el Estadio Nacional de Lima. Esa noche, aunque yo era barrista de tribuna sur, me encontraba situado en la barra de Occidente, fundada recientemente por Eugenio Simonetti, exbarrista también en sur, de dónde lo conocía, había trabado una bonita amistad, y que ahora se proponía organizar el aliento para los grones también en la tribuna preferente.
Cuatro días después, al anochecer del domingo 8 de diciembre, se produjo la peor tragedia aérea del Perú deportivo, que se llevó a la nueva generación de jugadores del Alianza Lima, entre los cuales se destacaban José “Caíco” Gonzales Ganoza, Luis “el potrillo” Escobar y tantos otros. El avión que los trasladaba de vuelta a Lima se estrelló en el mar de Ventanilla, todo el equipo perdió la vida en el accidente. Pero a César “el gato” Espino lo salvaron entre el árbitro y el destino: no embarcó a Pucallpa porque lo expulsaron un minuto antes de que concluyera el partido anterior. Por eso no tomó el vuelo, por la tarjeta roja, estaba suspendido y no podía jugar.
Eugenio Simonetti, cuyos últimos recuerdos que conservo de él es cómo nos arengaba la noche del miércoles 4 en el Estadio Nacional, increpándonos «¿Quieren que gane Alianza? entonces canten carajo», no corrió con la misma suerte del “gato” Espino. A este barrista abnegado, trabajador laborioso de la empresa telefónica, cuando aún le pertenecía al Estado, no lo expulsaron en el minuto 44, ni en ninguno otro momento del partido, el hinchó hasta el final. Su devoción aliancista, a prueba de balas, lo llevó a viajar con el equipo a Pucallpa para alentar en el siguiente partido, junto con un puñado de barritas quienes murieron con él y los jugadores del equipo de sus amores la noche del 8 de diciembre de 1987.
Yo recibí la noticia el lunes 9 al llegar a casa tempranito, luego de una velada donde los Sacio, mis grandes amigos del colegio. Al entrar al corredor de nuestro departamento mamá me preguntó ¿te enteraste? Yo recién reaccioné: ¡es cierto lo de Alianza! até cabos pues desde el bus de la estatal Enatruperú que me trajo hasta mi casa que quedaba frente a la residencial San Felipe, vi los kioskos en las esquinas de la ruta y un solo diario -sensacionalista y hoy ya fuera de circulación- presentaba el siguiente titular: «Desaparece avión con Alianza'». No me la creí. Al contrario, me puse a cavilar un momento la terrible locura que eso sería y luego se me olvidó, creo que fue una trampa de mi inconsciente, o una manera muy sutil de caer en negación, no lo sé.
Cómo a las 10 de la mañana salí para Matute, no se me ocurrió que otra cosa hacer, debía estar allí, con todos los demás, los amigos de Sur, el Pato, Alex Berrocal, el “manotas”, la familia aliancista. Juanito, un canillita amigo ya desaparecido, me dio el pésame en el cruce de Javier Prado y Pershing, me conocía desde niño, lo aliancista que era, la chapa que me puso no era otra sino Alianza, y todos los lunes me vendía el Don Sofo, de Luis Felipe Angell. Me bajé en Iquitos con Isabel la Católica, en La Victoria, y agarré la segunda de ambas avenidas hacia el estadio Alejandro Villanueva. Caminé por la vereda de la izquierda, subiendo hacia Abtao, la vereda de la tribuna sur del Matute, y como a dos cuadras de distancia, venía en dirección hacia mí, en la misma vereda, un joven afroeruano que, ya a lo lejos, denotaba la mayor tristeza que he visto en mi vida. Es que nunca vi una pena así, tan reflejada desde el alma.
Era César “el gato” Espino, que bajaba desde Matute por La Católica, tras ir a entrenar solo para constatar ya no tenía compañeros de equipo para hacerlo. El rostro de Espino contenía todas las tristezas, y, una sola a la vez, la de un pueblo entero. Pasé justo a su lado, pero no atiné a decirle nada, qué podría decirle un extraño como yo, qué podía decirle un simple hincha como yo para atenuar el dolor en su estado más puro y absoluto. La expresión de César Espino la recuerdo como ayer, no sé si alcanzó a prepararme para lo que se me venía inmediatamente después, ingresar a mi querida Tribuna Sur pero no para alentar a los cracks como todos los domingos, sino para enfrentar el llanto compartido, nuestras penas a cuestas. Pero la mirada de Espino, hace 36 años me mostró algo que a mis 19 yo nunca había visto: me mostró el rostro de la tragedia.
Descansa en paz César Espino. Finalmente, 36 años después, ya entrenas de nuevo con tus compañeros de equipo en el cielo blanquiazul de La Victoria, y Eugenio Simonetti, con su euforia eterna e imperecedera, te recibe con los mismos gritos de aliento que apenas ayer, el 4 de diciembre de 1987, en el Estadio Nacional, un miércoles por la noche, la última vez que lo vi en mi vida, hace tantos años.
Desde que los humanos tenemos memoria, cada segundo, cada minuto, cada día, cada vez que una mujer sale sola a la calle, siempre hay un miserable que nos lanza una mirada asquerosa, una palabra que no pronunciaría en la oreja de su madre o se nos acerca para sobarnos, para tocarnos, para olernos como si fuéramos su bocado favorito; en fin, para realizar el ritual milenario de intentar tomarnos, de poseernos como si nosotras no tuviéramos albedrío, voluntad, gusto.
Estudiado fundamentalmente por hombres, el acoso sexual a las mujeres indefensas no es más que la parte más oprobiosa de la capacidad ilimitada que tienen los que ostentan el poder para hacer los que les dé la gana sobre las que no tenemos ningún poder. Y en términos prácticos es el origen del maltrato de los hombres abusivos sobre las mujeres y los niños que dependen de él. Es pura cobardía, porque un hombre sólo ejerce ese abuso cuando sabe que el abusado no puede defenderse de él.
Y no nos equivoquemos por los matices que parecen diferenciar al niño que golpea con un calcetín relleno de talco seco o piedrecillas a la empleada del hogar, al animal que coge un palo o un fierro y golpea hasta cansarse a su mujer. Ambos son unos abusadores, y sobre el niño que golpea con el ‘matacholas’ a su niñera se construye inevitablemente un salvaje que desfogará en el futuro todos sus complejos sobre la hembra sometida.
Pero el tema no es solamente una historia que tenemos que repasar cada vez que hay uno de esos homicidios que ahora se denominan feminicidios, pero que son nada más que unos homicidios cometidos con más alevosía y con más ventaja que los que comete un hombre contra otro hombre.
Enterémonos qué pasó el viernes último en un supermercado de Surco:
La señora Andrea Chamorro Ríos, de 36 años de edad, denunció en la comisaría de Sagitario, Surco, al suboficial superior en situación de retiro de la Policía Nacional Juan Martínez Farfán, de 60 años, por haberle realizado tocamientos indebidos dentro del supermercado Plaza Vea de La Bolichera, Surco. Según relató Andrea Chamorro a Sudaca, el acosador se le acercó y le tocó los glúteos cuando ella se encontraba en la sección de venta de zapatillas del centro comercial.
“El viernes por la tarde, yo estaba haciendo mis compras en la sección de damas de la venta de zapatillas de Plaza Vea y una señora de mediana edad se encontraba delante mío. En ese momento, la hija de la señora le dice: ‘mamita, ponte detrás de la señorita para que hagan sus compras’; yo seguí viendo las zapatillas e intuí que madre e hija estaban detrás, cuando, de pronto, siento que alguien se abalanza sobre mi costado izquierdo, pone su cara delante de la mía y pega su pecho al mío, buscando tener un contacto estrecho conmigo. Entonces, la señora que estaba a mi lado me pregunta si ese hombre era un familiar o un conocido porque se había acercado tanto a mi. Negar eso con firmeza y voltear a increpar al acosador fue simultáneo, por lo que la respuesta del agresor, quien dijo que estaba ‘ciego’ porque lo acababan de operar de la vista, nos sorprendió a ambas, las cuales nos dimos cuenta que era una excusa falsa para esconder su conducta impropia. Inmediatamente, la señora le dice que cómo puede estar de compras si está ‘ciego’, y él respondió que tenía que hacer sus compras porque era un hombre solo. Más tarde, ante las autoridades que lo interrogaron, el suboficial retirado Juan Martínez dijo tener retinopatía diabética”.
La agraviada preciso que el hecho ocurrió en el Plaza Vea La Bolichera en el distrito de Surco, el día viernes 11 de agosto.
En la denuncia policial, Andrea Chamorro precisó que la señora que le advirtió el acercamiento y el tocamiento indebido dijo al trabajador del supermercado que las imágenes de la agresión tenían que haber sido registradas por la cámara que se encontraba exactamente sobre sus cabezas.
“Afortunadamente, la señora estuvo detrás mío y observó cómo el tipo se me acercó y con toda la intención se me fue encima y tocó ambos glúteos. Para cuando salimos de la tienda el hombre se me acerco a pedirme mis datos personales porque me iba a poner una denuncia, él me amenazo que iba a llamar a su abogado. Cuando le hago el reclamo grabando con mi celular a Martínez Farfán, él se quita los lentes y nunca más se los volvió a poner alegando que no veía bien y luego cuando tuvo que dar su testimonio al agente policial no les dijo que estaba recién operado porque seguramente no tenía como demostrarlo”, puntualizó Chamorro.
“Lo que más me indigna es que yo he presentado la denuncia por tocamientos indebidos no por agresión y en la comisaría me dicen que el resultado del médico legista dio negativo, obviamente pues, si el tipo no me ha pegado, pero ellos querían ver si tenía moretones, yo me pregunto es normal que un cualquiera venga a tocarme. Para colmo a Farfán no le han hecho examen toxicológico, cuando el fiscal llegó les preguntó a los policías si ya habían realizado el examen toxicológico y le respondieron que no porque no hay patrullas para llevarlo a realizar el procedimiento, ayer sábado recién se lo han hecho por eso el fiscal les dijo se supone que cuando pasan más horas es peor porque ya no queda pruebas si tenía algo o no en la sangre”, manifiesta la agraviada.
Asimismo, la mujer comentó que en Plaza Vea le dijeron que no querían que haga escándalos, que vaya y ponga la denuncia porque el Gerente del supermercado había visto el video junto a un brigadista y lamentablemente la intención es clara en el video.
“Yo no dejaba que el hombre salga de la tienda y mientras seguridad pedía apoyo de la Policía el Gerente estuvo viendo el video de las cámaras de seguridad con el brigadista que me llama y me dice que la intención es clara y que no me lo podían mostrar por un tema de protocolo. Ya han solicitado las imágenes, pero está a la espera de un documento que tiene que emitir el gerente de la tienda. Es indignante que no se apuren con esto, no imaginan el asco que llegué a sentir que ese hombre me toque. Ahora me dice el suboficial Castro, que el abogado de Juan Manuel Martinez Farfán ha solicitado que hagan una ampliación de mi declaración porque según él hay una contradicción en mi declaración”.
No es el primero ni parece que será el último
Años atrás, no muchos, pero separados de esta realidad por una pandemia demoledora y dos o tres cambios presidenciales abruptos, hubo un congresista fujimorista que tocó todo lo que no se debe tocar del cuerpo de una aeromoza en un vuelo que debería haber partido de Juliaca a Lima con él a bordo. El parlamentario Moisés Mamani Choquehuanca, quien murió durante la pandemia sin haber aceptado nunca su culpa, dijo al ser desembarcado del avión por su conducta aparentemente delictiva, que debido a su diabetes sufrió un desvanecimiento cuando pasaba a su lado la hostess brasileña, y tuvo que cogerla por la cintura para evitar caerse. Evidentemente, esa disculpa fue tan falsa como la del mañoso suboficial de Policía en situación de retiro, Juan Martínez Farfán, y tan falsa como las de todos los Mamani de este mundo tan machista en el que nos ha tocado vivir.
[MIGRANTE DE PASO] Alumno Tafur lo llaman de la dirección. Con pasos temblorosos me alejaba de la mirada prejuiciosa de mi profesora. ¿Qué hice ahora?, me preguntaba. Sin sospecha alguna bajaba las escaleras y a cada escalón las llamas rebeldes iban abrasando mi alma. Después de todo era un niño que luchaba con dragones en pensamientos. Sentía que podía enfrentarme al mundo entero y salir victorioso. Me llevaron a un salón desconocido para mí. Mis padres, el psicólogo del colegio y el director me esperaban. ¿Qué significa esto?, me preguntaron mientras me mostraban un ejercicio que hicimos en clase.
La semana anterior todos los estudiantes tuvieron una autoevaluación. Tenias que poner del 0 al 10 cuánto te habías esforzado en cada materia. Con toda sinceridad coloqué cero en todo. Parece que la honestidad no era algo que respetar en ese momento. Acaso esperaban que mienta. Nunca lo sabré. Ante la pregunta respondí, con gracia, que significa justamente lo que había puesto.
No me interesaba el colegio, salvo algunas materias como historia, filosofía y comunicación integral. Las demás me parecían inútiles y me costaba ponerles empeño a materias a las que no les encontraba sentido. Eso sumado a cinco avisos de bajo rendimiento me llevaron al castigo más fructífero que haya tenido. Sí, avisos de bajo rendimiento a un niño que no tenia ni un pelo en el cuerpo. Hasta el día de hoy me parece una aproximación poco inteligente, que de didáctica no tiene nada para un joven disidente. Notar la desesperación de los profesores los volvía poco creíbles.
Quitaron el televisor de mi cuarto, sólo tenía mi cama y miles de libros. Mis padres, siendo mucho mas inteligentes que cualquier docente, me conocían y les interesaba más mi bienestar que notas sin significado alguno. Ahí comenzó mi aventura como lector. Se lo debo a ellos y a nadie más.
Ya había leído El señor de los anillos que empapó mi mirada de la realidad con ficción y un plano mágico que se entrelazaba con cualquier decisión que tomara. Ahora tengo un tatuaje en su honor. La primera semana me desvelé con los diarios de Marco Polo, que enaltecieron mi naturaleza viajera. Conocí a uno de mis héroes principales: Sherlock Holmes. Me enseñó que en los detalles hay más indicios de verdad que en lo periférico. También, que puedo crear mi propio palacio mental para refugiarme cuando quiera y donde sea. Los últimos días de mi encierro me enamoré de las novelas de Oscar Wilde. El retrato de Dorian Gray y El fantasma de Canterville me dieron perspectiva de un amor aún desconocido. Luego de ese castigo, ya había encontrado algo de motivación, algo nuevo para mí, por lo menos había identificado que no vale la pena luchar por cosas que no llenan mi espíritu y dediqué el resto de mi vida a lo que sí lo hacía.
Los siguientes años escolares estaba preparado, no académicamente, sino nutrido de diversas lecturas que encendieron aún más mi rebeldía y mi énfasis en cuestionar todo lo que me ponían en frente. No iba a permitir atropellos de profesores abusivos. Profesores insatisfechos con sus propias vidas que aprovechaban su “autoridad” en clases para desquitarse con quien los retara intelectualmente. Vale la pena recalcar que las victimas de su despecho eran niños. Solo demostraban su cobardía. Aprendí que hay maestros que no merecen ese titulo y otros que toman ese rol con la responsabilidad que amerita. Aprovecho en agradecerle a Raúl Rueda, Sandra Gómez de la Barra, Ulla Holmquist y Marcela Castro por enseñarme más allá de sus materias. Verdaderos profesores. Por ellos, no iba a dejar que quemen mi corazón ante la humillación.
Me sumergí en los cuentos de Abraham Valdelomar y tomé a El Caballero Carmelo como ejemplo. Iba luchar ferozmente ante cualquier insulto. Las novelas de Albert Camus que me inspiraron a crear mi propio sentido ante lo absurdo de la vida. Escogí un camino basado en ideales utópicos y actuar con coherencia. Expulsé la disonancia cognitiva que abrumaba mis noches. El primer paso para cambiar una realidad que no te gusta es vivir acorde con las metas que te autoimpones. Soñaba con un libro que pueda cambiar el mundo.
Me tildaron de ingenuo por confiar ciegamente en las personas. Sabía perfectamente que estaba vulnerable a traiciones y decepciones. Había decidido abrirme a los demás hasta que ocurra lo contrario. Mi ser estaba marcado por muchos cuentos y leyendas japonesas como el relato de los 47 Ronin. Tenia la amabilidad y el honor que me enseñaron, pero siempre con una espada imaginaria dispuesta a ser desenvainada ante ataques hacia mí o hacia personas que aún no encontraban herramientas para defenderse.
Me suspendieron dos veces por irme a los golpes defendiendo a amigos indefensos de estudiantes mayores que intentaban compensar su falta de neuronas atacando a gente más débil y menor. Pobres diablos. Ante estas suspensiones, mi madre, campeona mundial de karate, respondía llamando al colegio: en casa no vamos a castigar a nuestros hijos por pelear contra bullys.
-Francisco te toca el ejercicio b de burro.
-Disculpe profesor, pensé que era la c de calvo- reía por la pelada del profesor.
– ¡A la dirección!
-Francisco, sabes que los que se sientan atrás y se dedican a jugar nunca llegan a ser nada en la vida.
-No me diga que usted era de esos alumnos- respondí
– ¡A la dirección!
En cuarto de secundaria, tenía más años, pero seguía siendo un niño, no tuve necesidad de afeitarme en toda mi vida escolar, mi desarrollo fue bastante lento. En clase de geografía, con una profesora que se creía modelo y parecía no tener noción de su edad, me puse a jugar con plumones y dibujé espirales en mis manos.
-Todos menos Francisco levanten las manos- dijo la profesora. Todos como marionetas levantaron sus impecables manos.
-Ahora tú Francisco-, levanté mis manos pintadas con orgullo.
-Ya no estás en edad de pintarte las manos, madura de una vez, no te das cuenta de lo que haces-, me reclamó creyéndose astuta.
-Disculpe profesora, pero a usted nadie le dice nada por ser profesora y vestirse como alumna.
– ¡A la dirección! – Fui sonriendo, me la dejó en bandeja. A este paso el director y directora, de las personas mas inteligentes que he conocido, ya eran como amigos.
Terminó el colegio y salí triunfante. Con el cariño de quienes respetaba y el odio de quienes aborrecía. No podía pedir más. Después de un año sabático y viajes de autoexploración arranqué la vida universitaria. Una etapa tormentosa y desafiante. Ingresé a la Universidad de Lima para estudiar administración de empresas sin saber qué quería. En ese momento me sumergí por primera vez en la saga de Harry Potter. En las tardes, después de clases, llegaba a mi casa y dormía bastante. Un día mi padre me pregunta, entre sueños, qué clases había tenido: Defensa contra las artes oscuras, le respondí somnoliento. Cuando me percaté de lo que había dicho me di cuenta de que los libros se habían apoderado por completo de mi vida diaria, hasta cuando dormía.
Me cambié de carrera a psicología, después me trasladé a la Universidad Católica. Ahí estuve primero en psicología. Luego en arqueología y, finalmente, en filosofía. Abandoné la universidad para trabajar redactando notas de prensa. Antes de la pandemia decidí retomar los estudios y entré a la Universidad de Buenos Aires para emprender otra aventura. Terminé siendo un estudiante de filosofía que no creía en la belleza, lo bueno y la verdad. Dentro de la oferta académica no encontraba un pilar que me sostuviera. Pero siempre con la cabeza en alto, porque tengo la seguridad de que nunca dejé de intentar y nunca dejaré de hacerlo con el camino que es mi vida. En ese torbellino de carreras e intentos mi única constante fue la lectura y escritura.
Durante esas búsquedas de ida y venida encontré un paraíso pacifico en las novelas de Hermann Hesse. Esta semana se conmemora el aniversario de su muerte, que fue el 9 de agosto de 1962. Uno de los máximos esplendores del existencialismo y premio Nobel de literatura. Ya había explorado un poco este género. Cuando todos en el colegio se confirmaban, yo leía el Anticristo de Friedrich Nietzsche.
El día que Demian llegó a mis manos cambió mi mundo por completo. Aún recuerdo ir al cuarto de mis padres convencido de que tenia el estigma de Caín. El dios Abraxas, que une la dualidad entre el bien y el mal, me obsesionó. Luego, Siddhartha me convenció que no necesito amarrarme a otras materias predeterminadas para mi desarrollo personal. Solo necesitaba mi propio ser y voluntad. Me fascinó el momento en el que el protagonista conversa con Buda y decide no seguirlo, ya que él mismo tenía que forjar su propio sendero. Los años siguientes, hasta la actualidad, dediqué mi tiempo a romper ataduras y cascarones de pensamiento. Una infinidad de ellos, siempre hay más que romper y aprender.
Yo aconsejo a todos los niños y jóvenes como yo, que se agobian por no encajar en lo que el mundo académico ofrece, que nunca se rindan. No le hagan caso a nadie y sigan su instinto. No es necesario vivir sabiamente ni obsesionarse con el camino correcto. No hay por qué sufrir cuando las oportunidades abundan. Lo único fundamental es creer en uno mismo. Cuando encuentren lo que quieran aférrense a eso y no dejen que nadie se meta con lo suyo. Lo demás son sombras de nada.
Si toca en suerte un buen gobierno centroderechista, republicano liberal, el 2026, con suficiente respaldo parlamentario, es posible pensar en una mejora rápida y cualitativa del país que hoy vemos deteriorarse a pasos agigantados.
Hay algunos candidatos que asoman dentro de ese espectro: Carlos Anderson, Jorge Nieto, Rafael Belaunde, Carlos Espá, Pedro Guevara, quizás alguno más (¿De Soto?). Son aún pequeños, algunos de ellos inexpertos, pero que tienen una ventaja, no están contaminados por el establishment político y tienen plazo suficiente para inscribir sus partidos, organizarlos y recorrer el país haciendo campaña y haciéndose conocidos.
Puede sonar iluso a estas alturas pensar que alguno de ellos pueda competir con los partidos del orden establecido, o que derrote al candidato radical de izquierda que casi con seguridad va a pasar a la segunda vuelta, pero prácticamente no nos queda más que esa ilusión, si no queremos ver al país caer en manos de los autoritarismos de derecha o izquierda que hoy dominan la política peruana.
Solo un republicanismo liberal audaz y disruptivo nos podrá sacar del hoyo, con ideas frescas, modernas, actualizadas. Un ejemplo a mano: Hong Kong hace diez años era una de las ciudades Estado más corruptas del planeta. Hoy es una isla de transparencia y honestidad pública.
Sí se puede cambiar el país. Un gobierno con ideas claras y con mayoría parlamentaria, para no verse encorsetado por los intereses subalternos de la morralla congresal, puede dejar sentadas las bases de la transformación del país en un lustro y propiciar su continuidad con un gobierno similar que lo suceda.
¿Qué consejos poder darles? Que si se animan por pactos, los hagan exclusivamente entre ellos. Que no transen con ningún partido tradicional, que no cometan el error de Vargas Llosa cuando constituyó el Fredemo y allí empezó a perder la elección del 90.
El republicanismo liberal debe ser radical y apostar por la transformación del país. No solo reavivar la inversión capitalista sino construir un Estado que brinde salud, educación, seguridad, buen transporte público, justicia, vida ciudadana de primer nivel, igualdad real que se condiga con la igualdad liberal que se pregona.
–La del estribo: se viene una cartelera teatral muy nutrida. Me permito recomendar tres obras a ojos cerrados. Una, Un monstruo viene a verme, dirigida por la genial Nishmé Sumar. Empieza el 24 de setiembre en el Teatro Británico; Esperanza, de Marisol Palacios y Aldo Miyashiro (dirigida por Palacios) que arranca el 17 de setiembre en el CCPUCP; y El hombre que corrompió a una ciudad, de Mark Twain, adaptada y dirigida por Mateo Chiarella, que va en el nuevo Teatro Nos de la PUCP y que inicia el 15 de octubre (todas las obras en venta en Joinnus).