[Migrante al paso] Llegué sudando después de correr como veinte minutos hasta llegar a la cima donde se encuentra la Alhambra de Granada. Es un complejo enorme que incluye palacios antiguos, jardines y la alcazaba, una fortaleza. Ahí vivía el emir y su corte durante el Emirato de Granada, también conocido como Reino Nazarí. Caminando entre los jardines y piletas bajas te quedas maravillado, se puede ver toda la ciudad desde lo alto. Ya conocía la historia sobre la última sultana de esta ciudad ya que lleva el mismo nombre que mi madre, abuela y continúa hasta no sé cuánto tiempo atrás, pero no sabía que iba a llegar a sus recintos dentro de la Alhambra. Ahí vivía el sultán Boabdil junto a su esposa Morayma. Los cronistas de la época la describen como una mujer hermosa que lastimosamente andaba usualmente cubierta hasta el rostro. Cada vez que la mencionaban me daba risa porque pensaba en mi abuela. No sé cómo llegó el nombre a mi familia, pero tal vez somos sus descendientes, quién sabe.
Este sultán quedo grabado en la historia como un cobarde por rendirse ante los reyes católicos y cederles la ciudad, pero la verdad es que no teníaotra opción. De lo contrario toda su familia y pueblo habrían sido asesinados. Según la leyenda fue desterrado y sólo volvió una vez para visitar la tumba de su madre que en teoría le reprochó haberse rendido. Caminaba acompañado del guía que nos explicaba cómo si comes las futas de granada que adornan los jardines te ponen una multa, para luego de un rato ver a una señora disfrutando tranquilamente de una de ellas sentada a un costado. Muchos creen que el nombre de la ciudad es debido a la fruta, pero en realidad proviene del nombre de la antigua medina Garnata o Gar Anat.
La ciudad es hermosa y juvenil, ya que es una ciudad universitaria. Podría vivir tranquilo en esta ciudad, que no es muy grande, pero tiene todo. Caminando por las calles angostas y empinadas del Albaicín, un barrio situado en una colina cerca de la Alhambra me arrepentía de cada cigarro que me había fumado en el viaje. Es un barrio distinto al centro de la ciudad, no hay edificios altos y todas las estructuras se asemejan. Te puedes perder un buen rato ahí, descansando entre monumentos y mansiones que tienen siglos de antigüedad. Portones, iglesias y palacios te sorprenden en cada esquina. Dentro de este barrio se encuentra la zona de Sacromonte, donde todas las casas son blancas, y leyendas de la época de la reconquista abundan. Yo me sentía un explorador de tesoros cuando caminaba por ahí. Muchos pasaron por ahí en búsqueda de tesoros escondidos debido a la leyenda de que cuando los árabes fueron exiliados, los nobles enterraron entre los olivos joyas y otros lujos. Ninguno fue encontrado.
Todo Andalucía está bañado de esta magia, desde caminos romanos subterráneos a monumentos perdidos debajo de construcciones modernas. Yo imaginaba encontrarme algún diamante o madera tallada para sustentar viajes futuros. Con cada ciudad y país nuevo que conozco, encuentro al ser humano cada vez más sorprendente. Distintas formas de vivir, lenguajes que configuran creencias y habilidades distintas. Mi única decepción es que lo excepcional solo se encuentra en algunos. Vulnerarse al peligro por orgullo, honor y valores no son necesarios para sobrevivir y solo algunos están dispuestos a hacerlo para poder dormir de manera digna. Somos una especie tan grandiosa como corrompible. Algo que encuentro en común es que los limites se rompen gracias a la curiosidad, y de ahí nace mi ímpetu por viajar. Mi único miedo es regresar a mi lugar y quedarme atrapado por mis circunstancias como el viejo Bilbo en la comarca, ansioso de ver montañas. Envejecer sin llenarme de historias para contarle a mis futuros sobrinos. No poder ser el tío loco que diótodo de sí para sentirse libre. En mi caso, esta es la única manera de vivir, con deseos de volar hasta quemarme las alas. Sólo así puedo respirar tranquilo, sólo así podré morir sonriendo cuando mis huesos y músculos colapsen.
En el tren de Córdoba a Granada vi un castillo en la cima de un monte. Apenas mi mirada se fijó en aquella colina ya sabía que iba a ser suelo para mis pies. No lo tenía planeado, pero lo esporádico es lo más lindo de las aventuras. Tomé un bus desde Granada hacia el pueblo de Almodóvar. La estación del castillo estaba cerrada por una carrera de autos,así que me dejaron en la carretera al inicio del pueblo que continuaba cuesta arriba. Nuevamente poniendo a prueba mi resistencia física, felizmente comenzó a llover así que pude subir refrescándome.
Llegué a las afueras del castillo inicialmente construido por los árabes en el siglo VIII, para luego ir siendo reconstruido. Sentía que estaba en un cuento o novela fantástica. Solo te dejan entrar a los techos y a las partes exteriores. Podía imaginarme ejércitos gritando mientras trepaban la colina para tomar el castillo. Ahí filmaron Juego de Tronos, fue el set para filmar Altojardin. Hay una escena donde la abuela astuta Ollena Tyrell, uno de mis personajes favoritos de la saga, veía desde un balcón cómo se acercaban los ejércitos enemigos. Ahí estaba yo, parado en el mismo balcón, viendo los campos de árboles de naranjos extendiéndose hasta el horizonte. Con las piernas temblando porque haga lo que haga mi miedo por las alturas parece que no va a desaparecer jamás. Me quedé como una hora dándole vueltas a la fortaleza y salí empoderado por mis propias historias imaginarias. Es así, tocar las paredes milenarias, ver paisajes desde lo alto, caminar por el mismo lugar que grandes personajes son alimento para el espíritu, al igual que lo es el arte. Así sigo y mis piernas aún no están cansadas así que planeo continuar.