Ha dado la vuelta al mundo la indigna decisión de algún dirigente de Alianza Lima de apagar las luces del estadio para, presuntamente, empañar el campeonato en su casa de la U, logrando el efecto contrario, porque ha enaltecido el triunfo, lo ha hecho memorable (de esto se hablará por décadas).
La U dio una lección de coraje, mostró la madera de la que está hecha el equipo, que, de la mano de Fossati, ha logrado representar a cabalidad el espíritu de garra que nuestra historia demanda y por eso ha logrado llevar, en promedio, cincuenta mil personas al Monumental de modo permanente.
A pesar del triunfo, nunca se burló del rival, lo respetó, como correspondía, y es por ello que crece la dimensión de la vergüenza de la decisión aliancista de cometer una indignidad que merecería sanciones severas por parte de las autoridades del fútbol, porque anoche no solo hicieron un papelón sino que pusieron en riesgo la integridad de jugadores, comando técnico y sus propios hinchas y familias que acudieron a Matute.
El matutazo produce felicidad. Evitamos el tricampeonato de Alianza, que nos empate en títulos obtenidos, dimos la vuelta en su casa una vez más, nos quitamos la mochila de diez años sin ganar un título, llegamos al Centenario con menor presión y el 7 de agosto lo celebraremos siendo campeones del fútbol peruano vigentes.
Será necesario reforzar algunas líneas, nos toca llevar dos competiciones en paralelo (el campeonato local y la Copa Libertadores), pero el espíritu esencial de este equipo, que recoge y transmite lo que al hincha crema le gusta del fútbol, la velocidad, la técnica, el empuje, la grandeza, debe mantenerse y contratarse jugadores que compartan esa filosofía institucional.
Muchas gracias al profesor Fossati que supo recomponer un equipo maltrecho y devolverle la dignidad que le correspondía, sacando lo mejor de cada jugador. Le ha dado felicidad a millones de hinchas del equipo más grande del Perú y que debe entender que solo una meta inicial ha sido lograda y ya corresponde pensar a lo grande, con la Libertadores como objetivo, como “obsesión”, como reza el hermoso cántico de la hinchada. ¡Dale U!