Es casi un deporte nacional o incluso, parte de nuestra cultura popular, el etiquetar a las personas según sus características físicas y/o intelectuales, a veces con simpatía, otras no tanto. Todos hemos tenido un amigo en el colegio al que le decíamos “el flaco” por ser alto y delgado, o nombrábamos “la chancona“ a aquella que envidiábamos porque tenía una libreta de notas de puro azules y de 16 para arriba. “El negro“, “el colorao“, “el cholo“, “el orejón“, “el loco“, y así podemos seguir recordando innumerables etiquetas de nuestros amigos de infancia y universidad, tanto así, que a veces ni recordamos sus verdaderos nombres. Mientras que sea con cariño y afecto en la confianza de la amistad, cómo no darle un abrazo a mi amigo “el negro“ de su pata “el loco “.
Esta costumbre de etiquetar o poner apodos, se ha trasladado a la política, pero no con la intención de crear empatía sino para encuadrar al rival político en una casilla con características específicas lo que hace muy difícil establecer un diálogo constructivo.
Robert Bolton (Bolton, 1986) en su libro “People Skills“, desarrolla conceptos orientados a obtener una comunicación eficaz y cuáles son los impedimentos que llevan a los seres humanos a tener conflictos, muchas veces sin resolverse. Uno de los problemas de la comunicación es la inclinación a estereotipar al otro, lo que es percibido como una señal de irrespeto. Cuando esto sucede, podremos hablarnos, pero no entendernos, ni mucho menos intercambiar ideas para un desenlace constructivo.
Escuchar y ser asertivo rompe con los estereotipos o comportamientos compulsivos, lo que permite que las personas empiecen a dejar sus posiciones y busquen elementos comunes de los cuales pueden elaborar bases para un entendimiento.
Cuando llamamos a alguien “Caviar“, “DBA“, “Fujicerronista“ o con cualquier otro estereotipo que se nos ocurra, estamos construyendo una pared de intransigencia que nos va a impedir ver cuáles son los intereses que tenemos en común, porque siempre hay intereses en común. Todos (o la mayoría) queremos para el Perú una salud pública de tal calidad que prioricemos ir a un hospital que a una clínica, una educación escolar pública de estándares internacionales, para que incluso niños de clases acomodadas vayan a esos colegios, como sucede en Europa y en los países desarrollados. Así habrá muchos temas en los que nos podremos poner de acuerdo si paramos con los estereotipos, dejamos nuestras posiciones que más parecen fortalezas y buscamos intereses en común que nos lleven primero a consensos, y luego a crear políticas públicas en beneficio de nuestros ciudadanos.
La crisis moral, política, económica y social que estamos pasando, se debe en parte a que no hemos aprendido a conversar y que creemos que posicionándonos como el más fuerte, en nuestra inexpugnable fortaleza ideológica, logramos algo, cuando en realidad creamos más caos y separación entre los peruanos, ante el desconcierto de nuestros conciudadanos.
Si no eres “fujimorista” eres “caviar” y si no eres “progresista”, entonces eres “aprofujimorista” o “fujicerronista”, no hay nada al medio salvo el honor que cuando por un lado te llaman “caviar” y por el otro “fujimorista” quiere decir que se está yendo por el buen camino. No se puede formar una nación sin encontrar consensos y éstos pasan por dejar los estereotipos y pensar más en los intereses y valores que nos unen ante una posición política específica.