El gobierno parece adormilado. La inacción mostrada para resolver el problema de Puno parece haberla trasladado a otros ámbitos del quehacer gubernativo, como es el caso de las acciones contra los desastres (dicha inacción no se resuelve con fotos paseando entre el barro).
Si se pudiera extrapolar términos clínicos, lo que se requiere es un gobierno maníaco, no uno depresivo. El Perú es un país lleno de contrastes y desafíos, donde conviven una rica historia y cultura con una realidad social y económica compleja. Para enfrentar estos desafíos, es necesario un gobierno hiperactivo que no se detenga ante las adversidades y trabaje incansablemente por el bienestar de su pueblo.
En el Perú, la pobreza y la desigualdad son una realidad palpable en muchas regiones del país. El acceso a servicios básicos como la salud y la educación sigue siendo limitado para una gran parte de la población. Además, el país enfrenta graves problemas de corrupción y criminalidad, que afectan la calidad de vida de los peruanos y obstaculizan el desarrollo económico y social. ¿Qué se está haciendo al respecto? ¿Qué planes hay? No se conoce de ninguna iniciativa pública.
Ante este panorama, un gobierno maníaco es esencial para impulsar políticas públicas efectivas y transformadoras, que permitan superar estos desafíos. Un gobierno que no se detenga ante las críticas o las adversidades, que esté dispuesto a innovar y a probar nuevas estrategias para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.
Un gobierno hiperactivo también es necesario para aprovechar al máximo el potencial económico del país. El Perú es un país rico en recursos naturales y cuenta con una posición geográfica privilegiada que le permite ser un importante hub comercial en la región. Sin embargo, para aprovechar estas oportunidades, se requiere un gobierno que trabaje incansablemente en mejorar la infraestructura y promover la inversión, generando empleo y mejorando la calidad de vida de los peruanos. Por lo pronto, resolviendo de una vez por todas el complot antiminero que paraliza importantísimas inversiones en el país.
Solo así podremos superar los retos que enfrentamos como país y construir un futuro más próspero y justo para todos. Es de tal envergadura la cantidad y profundidad de los problemas que nos atenazan que la única manera de romper el nudo gordiano pasa por echar a andar un gobierno 24×7, con una agenda de reformas, con ministros comprometidos al ciento por ciento, con arrojo político, sin rendirse ante el primer contraste. Si la medianía impregna al régimen de Boluarte, ni siquiera la protección del Congreso, o el apoyo de las Fuerzas Armadas y los principales medios de comunicación, la va a salvar del pertinaz descalabro.