Música

A pesar de ello, el prestigio del Grupo Niche no decayó y sus siguientes producciones siguieron generando primeros lugares en las radios salseras con composiciones como La magia de tus besos, Etnia, La canoa ranchaa -una cumbia de sonido tradicional- (álbum Etnia, 1995), Eres, Mecánico (A prueba de fuego, 1997) o Han cogido la cosa (A golpe de folklore, 1999), muchas de ellas compuestas por Varela durante sus meses de encierro. De aquella primera generación de músicos ya no quedaba nadie, pero la visión artística de Jairo Varela mantuvo la vigencia de su combo, con nuevas promociones de cantantes como Willie García y Álvaro Granobles quienes se unieron al ya veterano Javier Vásquez, e instrumentistas como los pianistas Julio Abadía, Michael Haase, el bajista Daniel Silva, entre otros.

Cuando el infarto llegó, el 8 de agosto del 2012, Jairo Varela tenía 62 años. Hasta ese momento, el Grupo Niche había lanzado un total de 26 álbumes en estudio, varias recopilaciones y un par de álbumes póstumos con composiciones inéditas. Luego de su muerte, su hija Yanile tomó la posta como directora, a pesar de que también estuvo involucrada en las investigaciones que encarcelaron a su padre, pues fue novia de uno de los jefes de seguridad de aquella banda de delincuentes. El año 2020 vio la luz el álbum 40 (Niche Business Records), el primero sin canciones firmadas por Jairo Varela. José Aguirre, trompetista y arreglista de la orquesta desde 1995, es el responsable de las nueve canciones que conforman este disco, entre las que destacan Algo que se quede y Canciones viejas, que conservan el sonido muscular y tradicional del Grupo Niche. 

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Grupo Niche, Música

Tanto las oníricas ondulaciones electrónicas de Silvania como los rabiosos ataques satanistas de Mortem son propuestas musicales no aptas para todo tipo de oyente. En ese sentido, conservan esa aura de marginalidad propia de sus orígenes subterráneos. En ambos casos, hablamos de bandas que basan su desarrollo musical en la técnica. Por un lado, la técnica para la compleja ejecución de guitarras eléctricas que recuerdan a los cacofónicos latigazos de Hanneman y King en Slayer, o los frenéticos azotes a la batería, típicos en bandas como Death, Slayer o Morbid Angel. En lo que se refiere a Silvania/Ciëlo, el asunto técnico tiene que ver con el dominio y perfeccionamiento en la creación de atmósferas a través de sintetizadores, secuencias, alteración de guitarras, teclados y voces, efectos, etc., que Mario y Cocó realizaban en cada álbum, evocando a las escuelas alemanas de Can y Klaus Schulze o los trabajos de Brian Eno.

Las letras de Mortem son oscuras y catárticas, invocando permanentemente a las imaginerías clásicas del ocultismo con frases en latín, gruesas diatribas contra las iniquidades humanas y odas a Satanás y sus adláteres. En sus carátulas no faltan las gárgolas, los machos cabríos y escenas de cuadros como Crucifixión y juicio final, díptico del belga-holandés Jan Van Eyck (1390-1441), que sirve de carátula al último disco oficial del cuarteto, Deinós nekrómantis (2016) o del español Francisco de Goya (1746-1828), cuyo óleo titulado Hexensabbat o El aquelarre (1798) ilustra su álbum debut. Mientras tanto, Silvania hace uso de fórmulas repetitivas y breves, a manera de haikus, con palabras suaves y voces susurradas, alternando sueños astrales con poesías románticas, a veces escritas por ellos mismos y otras, citando a personajes como Blanca Varela, con carátulas cargadas de enigmáticas líneas y colores neblinosos que pueden remitir a la absoluta calma o la tensa y silenciosa depresión.

Mortem -cuya última alineación conocida fue la de los hermanos Cerrón Palomino (Fernán en voz y guitarra, Álvaro en batería) junto con José «Chino Morsa» Okamura (bajo) y Christian John (guitarra) tuvo un momento estelar en su carrera hace poco más de una década, cuando fueron invitados para ser teloneros de sus adorados Slayer, en aquel infernal concierto de junio del 2011 en el Estadio de San Marcos. Y, aunque ya llevan más de cinco años de silencio, conservan aun su estatus como banda de culto (ver aquí una amplia entrevista a los Cerrón Palomino en el portal especializado alemán Voices From The Dark Side).

Por el lado de Silvania, tras el sórdido asesinato de Cocó Revilla, ocurrido en Madrid en septiembre del 2008, Mario inició un voluntario silencio que rompía esporádicamente hasta que, en el 2018, reinició sus actividades acompañado por Antonio Ballester, Silvana Tello, Andrés Pérez Crespo y Omán Mori manipulando theremines, secuenciadores y pianos. En el blog Apostillas desde la disidencia, una aproximación muy detallada a este segundo debut de Silvania. Con su nueva alineación, Mario “Silvania” Mendoza publicó Todos los astronautas dicen que pasaron por la luna (2020-2021), en el que se muestra un Silvania reivindicando su pasado y, a la vez, iniciando un nuevo camino en sus exploraciones musicales, con guiños a algunas de sus fuentes de inspiración -Jean Michel Jarre, Spacemen3, The Durutti Column-, un cover del éxito de 1970 Y volveré, del grupo nuevaolero chileno Los Ángeles Negros y, por supuesto, una canción de homenaje al compañero caído, titulada Danzante espacial.

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Música

Me hace falta el calor

Que lanzó el Astro Rey

Todo acusa esta humilde orfandad

Ya no se oye el cantar de los pájaros mil

Que a las flores besan por vivir

Esta estrofa, que es la última del vals, nos muestra a la violeta sola en el jardín, ya no hay nadie. Fue la última en resistir el crudo invierno, por eso la humilde orfandad, por eso los picaflores ya no hacen su trabajo de polinizar las flores para permitir la reproducción de decenas de especies vegetales. La Violeta está sola, y puede notar el silencio de ese jardín vencido-ya no se oye el cantar– que no pudo soportar más el asedio del invierno, como un castillo medieval, finalmente superado en todas sus defensas.

Este bello vals de Felipe Pinglo tiene la particularidad de ser breve. Consta de la estrofa de introducción en tercera persona y la estrofa de desenlace en primera persona. Polifacético, el Bardo criollo tiene valses extensos y otros que representan poemas breves como sus Boston vals Horas de Amor, Oh Mujer y Hawái.

Respecto de la música, la melodía es sutil, suave y ligeramente cadenciosa, lo que genera un hermoso maridaje con la letra. Tiene, además, una variante genial cuando, apenas iniciada la canción pasa, súbitamente, si comenzásemos en Re, a Fa sostenido, desafiando la escala tradicional del vals criollo, pero obteniendo por resultado el placer estético que ofrece la genialidad musical, precisamente cuando se quiebra una estructura tradicional suplantándola por otra novedosa y de delicada belleza.

El pasado 18 de julio se cumplieron 123 años del nacimiento de nuestro gran compositor criollo Felipe Pinglo Alva. Si observamos el panorama de su obra, en un hombre, como José Carlos Mariátegui, autodidacta, podemos observar una búsqueda constante de nuevas formas y de nuevos destinos, tanto musicales, literarios y temáticos.

En nuestra historia, hay personajes que vienen obligadamente juntos. Por ello, si el Estado se ocupa de homenajear a Haya de la Torre, tendrá que hacerlo con el ya mencionado Mariátegui, pues representan las dos miradas del Perú, desde la izquierda, cuando se nos iba, junto con la década de 1920, la vida del Amauta. Del mismo modo, los reconocimientos que desde el Estado se le brindan a Chabuca Granda, se le deben brindar también a Felipe Pinglo, pues lo contrario significa excluir, no solo al propio artista, sino al Perú que lo ama y lo venera.

A 123 años del nacimiento de Felipe Pinglo, los jóvenes todavía identifican al compositor del vals El Plebeyo, emblemática canción que cuenta con versiones grabadas por celebres interpretes argentinos, mexicanos, entre otros. Hagamos mucho más por este excelso embajador de nuestra cultura.

Link el Vals Decepción, equivocadamente nombrado como Astro Rey, interpreta E-Zequiel

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Historia, Música

Otro músico peruano de categoría mundial es Álex Acuña, que saltó de su natal Pativilca (Barranca, Lima) a las grandes ligas del jazz-rock norteamericano, como baterista de Weather Report, una de las bandas más importantes de los setenta. Con ellos grabó dos discos fundamentales de este género, Black market (1976) y Heavy weather (1977) y tocó en el Festival de Montreaux, como apreciamos en este video. Desde entonces, Acuña ha tocado y grabado con los mejores artistas del pop, R&B, rock y jazz del mundo. Acuña nunca perdió su conexión con nuestro país, al cual regresa siempre para recitales y clases maestras. Probablemente no habría alcanzado tales logros en el Perú discriminador de entonces (y de ahora).

En los ochenta, Susana Baca pasaba los días en casa de Chabuca Granda, cantando y componiendo sofisticados landós y festejos, géneros que aprendió de sus familiares, fundadores de Perú Negro. Sin embargo, nadie notó su existencia hasta que David Byrne, inquieto músico de rock (cantante y guitarrista de Talking Heads), la descubrió y convirtió en estrella internacional a través de su sello Luaka Bop. Hoy es una artista global de gran importancia e incluso en 2011 fue invitada por el gobierno de Ollanta Humala para ser Ministra de Cultura, aprovechando su fama y buenas intenciones. Duró cuatro meses en el cargo. Baca se codea siempre con las ligas mayores de la escena del jazz, como por ejemplo aquí, junto a los sorprendentes Snarky Puppy.

Otros casos: el guitarrista Lucho Gonzáles, que hizo una exitosa carrera en Argentina, donde acompañó a Mercedes Sosa y formó El Trío, junto al pianista Lito Vitale y el quenista Jorge Cumbo -después reemplazado por Bernardo Baraj (aquí su extraordinario primer álbum de 1984); los hermanos Óscar y Ramón Stagnaro -fallecido en febrero de este año a los 67 años-, solicitados músicos de sesión que han grabado con Alejandro Sanz, Yanni, entre otros. Más recientemente, es notable el trabajo de Tony Succar, joven multi-instrumentista y productor que grabó en Miami el álbum Unity (2015), catorce canciones de Michael Jackson en ritmo de salsa, arregladas por él e interpretadas por más de 100 músicos y luminarias de la escena latina como Tito Nieves, La India, Jon Secada y Obie Bermúdez.

El éxito mundial de nuestros compatriotas es, sin duda, un orgullo para el país. Pero no debemos olvidar que son casos aislados pues sus trayectorias florecieron y se desarrollaron lejos de nuestras fronteras, libres de las limitaciones del sistema educativo nacional.

A los casos mencionados, podemos añadir otros, notables artistas que en nuestro medio solo son conocidos por tres tipos de público: sus colegas o allegados, los nostálgicos que vivieron en la época en que surgieron, y los conocedores, melómanos y coleccionistas, siempre minorías frente a los públicos masivos que admiran a los jueces de La Voz Perú. Por ejemplo, la cantante chiclayana Tania Libertad, a pesar de haber desarrollado una amplia carrera discográfica en el Perú, grabando música criolla, encontró éxito internacional únicamente cuando decidió emigrar a México, donde compartió escenario con grandes estrellas de la música latina, incrementando su repertorio con boleros, rancheras y poemas musicalizados. Un ejemplo, en este enlace.

Pero esta indiferencia interna hacia el talento nacional es de larga data: en los cincuenta, la soprano vernacular Yma Súmac -nombre real: Zoila Augusta Emperatriz Chávarri del Castillo- salió del Perú siendo una desconocida y llevó su impresionante rango vocal a los mejores auditorios de Norteamérica y Europa e incluso llegó al cine, grabó cuatro LP de antología para el prestigioso sello Philips Records y hasta obtuvo una estrella en el famoso Paseo de la Fama de Hollywood. Escuchemos Bo mambo, de su tercer álbum Mambo! (1954). Ambas comenzaron a recibir atención en nuestro país solo cuando las noticias de sus triunfos llegaron, como realidades innegables y de suculento potencial comercial, desde afuera. A partir de ello sus conciertos y producciones discográficas, antes limitados a pequeños grupos de seguidores, se anunciaron con grandes titulares en los cuales una frase hecha aparecía como repetición efectista y disforzada: “orgullo peruano”.

Lo mismo ocurrió con Aníbal López (percusionista) y Lucho Cueto (pianista), músicos y arreglistas cuyas habilidades fueron apreciadas por Celia Cruz, Héctor Lavoe, Cheo Feliciano, Willie Colón, entre otros. Ambos recorrieron Latinoamérica acompañando a estas estrellas de la salsa y acá son, por supuesto, material para los clásicos reportajes de cinco minutos que, una vez emitidos, se olvidan instantáneamente. Jamás podríamos relacionar sus exitosas trayectorias al apoyo del Estado, la empresa privada o el público nacional, siempre más dispuesto a “hacer famosos” a otros personajes de la escena local, destalentados que apelan sin descaro al escándalo mediático, la chacota o el barato exhibicionismo que tanto disfrutan las masas. Un caso reciente es el joven vocalista limeño Renzo Padilla, que desde hace varios años canta en la orquesta del extraordinario pianista Eddie Palmieri en los mejores escenarios y festivales de salsa y latin jazz sin que nadie se entere en los medios locales.

Y es que la ausencia de la música en las currículas escolares no solo afecta a la formación de artistas sino también a la capacidad apreciativa del público, que termina consumiendo únicamente lo que ofrecen los medios de comunicación convencionales y no desarrollan un conocimiento integral de las principales manifestaciones musicales del Perú. Nombres como Jorge Bravo de Rueda, Miguel Ángel Hurtado Delgado o Daniel Alomía Robles, por ejemplo, son absolutamente desconocidos masivamente, a pesar de haber compuesto Vírgenes del sol, Valicha y El cóndor pasa, tres emblemáticas canciones peruanas admiradas en el mundo entero.

Como vemos, la situación de los músicos talentosos -los conocidos y los que están en formación- en el Perú no está exenta de los problemas comunes que aquejan a su situación social, política y económica. Todos estos ejemplos –y otros, más populares, como Eva Ayllón o Gian Marco- han tenido posibilidades de crecer y consolidarse por las condiciones que les brindó el mercado internacional o los contactos que lograron hacer desde muy pequeños. Solo promoviendo la educación musical desde la niñez esta situación podría cambiar y dejar de ser una colección de casos aislados.

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Música

El cantautor, actor y político Domenico Modugno, grabó, en 1976 Il maestro di violino como parte del soundtrack de un film homónimo, protagonizado por él en el papel de un maestro de violín con un oscuro pasado. En la canción, el crooner italiano se declara enamorado de su alumna, treinta años menor que él. La canción tuvo gran impacto en nuestro país en su versión en español, El maestro de violín. Y, en nuestro país, la nuevaolera Kela Gates grabó, en 1968, Al maestro con cariño, versión en español del clásico de Lulu, To Sir with love, tema central de la película de 1957 del mismo nombre, protagonizada por el recordado actor afroamericano Sidney Poitier.

En el mundo del rock, en cambio, las temáticas suelen ser más mundanas. A la sobreexpuesta Another brick in the wall, Part II, en que el mantra “no necesitamos educación, control del pensamiento ni oscuros sarcasmos en el salón” resume la tonalidad sombría de The wall (1980) de Pink Floyd, en que se lanzan feroces críticas al sistema educativo británico; podríamos agregar The teachers are afraid of the pupils (1995), del quinto disco como solista de Morrissey, exvocalista de The Smiths, un siniestro paseo por la psiquis de alumnos en manos de profesores no preparados para tan delicada tarea, embellecido por una oscura melodía del ruso Dmitri Shostakovich, usada como sampler. En la otra esquina, el cuarteto de hard-rock norteamericano Van Halen rompió esquemas con Hot for teacher (álbum 1984), en que alumnos de Secundaria imaginan que su maestra es una bailarina de nightclub; o los sureños .38 Special, con el single Teacher, teacher, parte de la banda sonora de una película de ese mismo año, llamada también Teachers. Volviendo al rock inglés, Elton John también fantaseó con su maestra (¿o sería su maestro?) en el tema de 1973 Teacher I need you; mientras que los progresivos Jethro Tull jugaron con la idea del profesor que te enseña a divertirte en lugar de seguir los dictados de la sociedad, en Teacher, canción que apareció en la versión norteamericana de su tercer LP, Benefit, de 1970.

En nuestro país, los guitarristas Pepe Torres, Rafael Amaranto, Manuelcha Prado y Raúl García Zárate han sido maestros, en sus academias, de varias generaciones de destacados músicos criollos y folklóricos como Julián Jiménez, Ricardo Villanueva, Riber Oré, Yuri Juárez, Óscar Cavero, entre otros, testimonio vivo de esta relación entre música y maestros.

 

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Música

DE BAJA, POR LAS DUDAS

Pero si Mi bebito fiu fiu es efectivamente una parodia, ¿por qué se la bajaron de Spotify? Erick Iriarte explica que las plataformas digitales pagan por derechos de autor, monitorean permanentemente los contenidos que se publican en ellas y ‘dan de baja’ los contenidos que pueden atentar contra los derechos patrimoniales, incluso antes de que presente un reclamo concreto. Esta es una forma de ‘curarse en salud’ ante posibles demandas posteriores, en el marco de un protocolo que en Estados Unidos se conoce como ‘notice and take down’ (que se podría traducir como ‘dar aviso y dar de baja’).

En estos casos suele aplicarse la normativa estadounidense debido a que muchas de estas plataformas digitales están asentadas en ese país y se someten a su legislación.

“Ante el reclamo de un usuario, la plataforma [YouTube, por ejemplo] tiene que retirar el contenido si no quiere caer en responsabilidad, entonces tiene todos los incentivos para actuar rápido”, complementa Óscar Montezuma. “Pero, justamente como actúa rápido, el análisis no puede ser tan exhaustivo, como para determinar que un contenido es parodia, y se dan estos problemas”.

El caso es que, en el Perú, no existe una figura similar al ‘fair use’, a la que se puede apelar en el sistema de ‘copyright’ estadounidense y de otros países anglosajones. “En los sistemas de derechos de autor europeos continentales y latinoamericanos –explica Montezuma–, lo que tienes es una regla que dice ‘nadie puede tocar, a menos que pidas permiso’ y un ‘set’ de excepciones que son muy literales, taxativas, es decir, tienen que cumplirse al pie de la letra. Así funciona nuestro sistema. En los sistemas anglosajones existe esta figura [el ‘fair use’], que en buena cuenta es una suerte de defensa judicial, porque se activa cuando alguien te denuncia, cuando alguien argumenta que se está cometiendo un plagio o un uso no autorizado. En ese momento puedes activar esa defensa y decir: ‘yo no cometí una infracción, lo que yo hice fue una utilización razonable, sobre la base de cuatro criterios, que analizará el juez’. Esto le da a los jueces libertad de interpretación”.

Sudaca se contactó con el área de comunicaciones del Indecopi para solicitar una opinión especializada sobre este tema del organismo estatal encargado de velar por la protección de los derechos de autor en el Perú. Sin embargo, al cierre de este informe no obtuvimos respuesta.

Por lo pronto, da la impresión de que el insospechado hit de Tito Silva será, a fin de cuentas, un éxito compartido. A tenor de lo que dice la norma, los otros padres y madres de Mi bebito fiu fiu –incluida Zully Pinchi– tienen derecho a una compensación económica, incluso en el hipotético caso de que Silva no genere ingresos por su adaptación. Es un bebito con varios progenitores, y llegó con más que un pan bajo el brazo.

 

 

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Música, Política, sociedad

El próximo 7 de agosto sube al octavo piso Caetano Veloso, probablemente el cantautor brasileño más importante después de Antonio Carlos Jobim, pieza fundamental en el movimiento del Tropicalismo –o Tropicália, como se le llamaba también- a finales de los años sesenta, que enfrentó con poesía, cine y música a los inicios de la Junta Militar que dio un golpe de Estado en su país, en 1964. Con más de cinco décadas de ininterrumpida trayectoria artística, la música de Veloso, que cubre un extenso rango de estilos, desde el bossa nova tradicional hasta el rock experimental, pasando por baladas, fusiones y demás, ha influenciado a todos los grandes exponentes de la MPB (Música Popular Brasileira), desde Rita Lee hasta Tribalistas. Su cómplice y hermano musical, Gilberto Gil, también llegó a los 80, el pasado 26 de junio. Y Milton Nascimento, otra superestrella musical del Brasil, que ha grabado con grandes del jazz como Wayne Shorter y Herbie Hancock, lo hará el 26 de octubre. Aquí podemos verlos a los tres haciendo lo suyo, junto a Gal Costa y Sting, en 1989.

Hablando de jazz, cómo olvidarnos del guitarrista John McLaughlin, factótum de The Mahavishnu Orchestra, proyecto de jazz-rock que armó luego de trabajar para Miles Davis en históricos álbumes como In a silent way (1969), Bitches brew (1970) y A tribute to Jack Johnson (1971). En este grupo reunió a músicos de cinco nacionalidades diferentes: Jan Hammer (teclados, Checoslovaquia), Rick Laird (bajo, Irlanda), John Goodman (violín, Estados Unidos), Billy Cobham (batería, Panamá) y él, por supuesto, que venía de Inglaterra. Con esta alineación, la orquesta Mahavishnu publicó dos extraordinarios álbumes, The inner mountain flame (1971) y Birds of fire (1973). Luego su elenco cambió en dos etapas más, de 1974 a 1976 y de 1984 a 1987.

Paralelamente, entre 1976 y 1978, McLaughlin fundó Shakti, junto a tres músicos de la India, para explorar las lejanas sonoridades de cítaras y tamboras y mezclarlas con el jazz. McLaughlin, además, se unió a otros dos geniales guitarristas, el español Paco de Lucía y el ítalo-norteamericano Al Di Meola, para grabar dos inolvidables discos, Passion grace and fire (1983) y The guitar trio (1995). Aquí los vemos tocando Meditarranean sundance, en una de las galas benéficas que ofreciera el fallecido tenor italiano Luciano Pavarotti, denominadas Pavarotti & Friends, en el año 1996, en favor de los niños y familias damnificadas por la guerra en Bosnia. McLaughlin, cuya discografía personal supera los veinte títulos, cumplió 80 el 4 de enero.

Otra leyenda del jazz, el francés Jean Luc-Ponty, celebrará su octava década de vida el próximo 29 de septiembre. Pionero del violín eléctrico, Ponty ha lanzado más de cuarenta álbumes como solista, con melodías inmediatamente reconocibles como Egocentric molecules -del LP Cosmic Messenger (1978)- o New country –de Imaginary voyage de 1976-. Previamente, Ponty fue miembro de The Mothers Of Invention de Frank Zappa, entre 1973 y 1974 y estuvo en la segunda formación de The Mahavishnu Orchestra, para los discos Apocalypse (1974) y Visions of the emerald world (1975), verdaderas joyas del jazz-rock. Durante las décadas siguientes, Ponty produjo piezas en las que fusionó jazz, sonidos del África y del Medio Oriente, con música clásica y toques electrónicos.

Leo Dan (nombre real: Leopoldo Dante Pérez), compositor argentino de baladas y nueva ola, también cumplió 80 este 2022, 22 de marzo. Sus canciones –Cómo te extraño, mi amor (1964), Mary es mi amor (1970), Te he prometido (1969), Celia (1963)- son eco de un pasado en que las letras en español brillaban por su romanticismo y sencillez. También de Argentina, Mauricio Birabent, más conocido como Moris, alcanzará los ochenta años el 19 de noviembre. Moris es uno de los padres fundadores del rock en nuestro idioma, con canciones como Ayer nomás, De nada sirve o Esto va para atrás –de su primer LP, Treinta minutos de vida (1970)- que dan cuenta de un talento feroz, rebelde y contracultural, que sentó las bases de la escena bonaerense. El tema El oso, el más representativo de aquel vinilo del sello Mandioca, fue popularizado entre nosotros por Daniel F., quien lo grabó para el quinto disco oficial de su banda Leusemia, Al final de la calle (2001).

Andy Montañez, una de las mejores voces de la salsa, celebró sus 80 años el 7 de mayo cantando en Cuba, y repitió la faena el 5 de junio, en el multitudinario Festival Salsa al Parque realizado en Colombia, en la Plaza Bolívar de Bogotá. Montañez, conocido como “El Niño de Trastalleres” –en alusión al barrio de Santurce donde nació- fue vocalista de El Gran Combo de Puerto Rico entre 1962 y 1976, grabando incombustibles clásicos salseros como Un verano en Nueva York (1975), Julia (1972), Achilipú (1971), Esos ojitos negros (1968), entre otros. Después de un breve paso por la orquesta venezolana La Dimensión Latina (1977-1980), inició su carrera como solista registrando éxitos como Casi te envidio (1988), Boca mentirosa (1982), Cobarde, cobarde (1987) o Payaso (1985).

Barbra Streisand (24 de abril) y Carole King (9 de febrero), dos brillantes estrellas de la canción norteamericana, celebraron sus ochenta en plena actividad. La primera, poseedora de una voz increíble y una carrera impresionante en cine, teatro, televisión y más de cincuenta producciones discográficas, estuvo ofreciendo conciertos hasta 2018-2019 en Las Vegas, siempre a casa llena. Por su parte King, que escribió -junto a su primer esposo Gerry Goffin- canciones que fueron inmortalizadas por otros artistas como Chains (The Beatles, 1963), Will you love me tomorrow? (The Shirelles, 1960), The loco-motion (Little Eva, Grand Funk Railroad, Kylie Minogue) o (You make me feel like) A natural woman (Aretha Franklin) y, posteriormente, interpretó sus propias canciones como It’s too late, I feel the earth move o You’ve got a friend, fue incluida el año pasado en el Rock And Roll Hall Of Fame y Broadway hizo un musical con sus canciones, estrenado en el 2014 bajo el título de Beautiful: The Carole King Songs.

Otras estrellas de la música que estrenan el título de octogenarios este 2022 son: Graham Nash, vocalista británico de The Hollies y Crosby, Stills, Nash & Young (2 de febrero); John Cale, violista y bajista de The Velvet Underground (9 de marzo), Bill Conti, compositor de la banda sonora de Rocky (13 de abril); Roger McGuinn, vocalista/guitarrista de The Byrds (13 de julio); Jack DeJohnette, baterista de jazz, de la escuelita de Miles Davis (9 de agosto); Carlos Núñez Cortés, pianista de Les Luthiers (15 de octubre); Daniel Barenboim, pianista y director de orquesta argentino-israelí (15 de  noviembre); Andy Summers, guitarrista de The Police (31 de diciembre).

Y habrían cumplido 80, entre otros, Jimi Hendrix, Brian Jones, Jerry García, Aretha Franklin, Lou Reed, Manolo Otero, Juan Formell, María Martha Serra Lima, Tim Maia, Lou Reed y Marcos Mundstock.

A todos, a los que están y a los que no, feliz cumpleaños. Y muchas gracias por la música.

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Cultura, Música, Paul McCartney

«The Fletch», como se le conocía al espigado tecladista, quien falleció a los 60 años, se consideraba a sí mismo como «el menos musical» en la banda creadora de clasicazos como Shake the disease, Blasphemous rumours, Personal Jesus, Everything counts o Enjoy the silence. En la nota que sobre él se publicó en la versión online de la revista Rolling Stone, recuerdan una declaración suya incluida en el alucinante documental sobre la banda, 101, dirigido en 1989 por el célebre D. A. Pennebaker (también director de Don’t look back (1967), acerca de Bob Dylan; Ziggy Stardust and The Spiders From Mars (1979) de David Bowie, entre otros): «Dave (Gahan) es el cantante, Martin (Gore), el compositor, Alan (Wilder), es el músico completo. Y yo, bueno, yo doy vueltas por el estudio». 

Pero, más allá de esta demostración de falsa modestia con respecto a su rol en Depeche Mode, lo cierto es que la impronta de Fletcher fue decisiva tras la salida de Alan Wilder -quien, a su vez, había reemplazado al fundador Vince Clarke, posterior factótum de Yazoo y, más reconociblemente, de Erasure- pues quedó como único encargado de los teclados y sintetizadores, además de ser el mediador entre los egos colosales de sus compañeros. Con Dave Gahan moviéndose sobre el escenario como un híbrido entre Mick Jagger, Iggy Pop y Michael Hutchence (INXS); y Martin Gore encargándose cada vez más de sus portentosas guitarras Gretsch con atuendos que parecían salidos de un baile de máscaras, Andy Fletcher quedaba como el único en estado robótico, con sus lentes oscuros y trajes largos, más parecido a un integrante de Kraftwerk que a la máquina llenadora de estadios en la que su grupo se convirtió, con hartos merecimientos por cierto, desde aquel álbum brillante llamado Violator (1990).

El caso de Alan White, por su parte, nos lleva a la verdadera realeza del rock mundial. Antes de unirse a Yes, para reemplazar a Bill Bruford -que se fue a trabajar con King Crimson tras grabar los cinco primeros discos de Jon Anderson y compañía, entre 1969 y 1972- el baterista trabajó muy de cerca con dos ex Beatles, George Harrison y John Lennon. Con el primero grabó algunas sesiones del extraordinario álbum triple All things must pass y también fue miembro estable de The Plastic Ono Band, del segundo, acompañándolos en conciertos y grabaciones, entre ellas el famoso LP Imagine. White llegó a Yes en 1972-1973, poco antes de iniciar la gira promocional del álbum Close to the edge. Tuvo solo tres días para aprender el complicado material de la banda, temas de bruscos cambios de ritmos y tonalidades, nada parecidos al directo rock and roll que venía de hacer con Lennon. White, quien además era pianista, se acomodó en el puesto dejado por el polirrítmico Bruford e hizo suyas cada una de las canciones de Yes, como queda claro en aquel concierto que mencionamos previamente, Yessongs. Aquí dos muestras de esa primera gira: And you and I y Close to the edge.

Los creativos y sólidos desarrollos de batería rockera de White, diferentes al estilo jazzero y experimental de Bruford, se compenetraron con el gigantesco bajo Rickenbacker de Chris Squire, columna vertebral del sonido de Yes en todas sus épocas, formando una sección rítmica imbatible en el rock progresivo. Escuchar temas poco difundidos dentro del catálogo de Yes como On the silent wings of freedom (LP Tormato, 1978), Tempus fugit (Drama, 1980, el subestimado LP que grabaron con Trevor Horn y Geoff Downes, en voz y teclados, respectivamente, conocidos como The Buggles por su éxito Video killed the radio star, de 1979) o Hold on y Changes (ambas del disco 90125, de 1983, el mismo del que salió Owner of a lonely heart) dan una idea clara de cuan buen baterista era Alan White. El instrumental Whitefish -combinación del apellido del batero con el apelativo de Squire, «The Fish»- que el grupo lanzó en su LP en vivo 9012Live: The solos (1985) capta bien la interacción casi psíquica que existía entre ambos músicos. 

Tras el fallecimiento de Squire, hace ya siete años, White quedó como el miembro de Yes que más tiempo permaneció en la banda, ya que los demás -Jon Anderson, el guitarrista Steve Howe, los tecladistas Rick Waleman y Tony Kaye- entraban y salían todo el tiempo. Cuando el grupo se disolvió en 1981, fue Alan White junto a Chris Squire quienes rearmaron Yes, reclutando al guitarrista sudafricano Trevor Rabin, primero como un proyecto que se llamó Cinema que luego se extendió con el retorno de Kaye y Anderson, para esa nueva etapa que buscó adaptar el sonido del grupo a las tendencias radiales y de MTV.

En una época en que se promovía, a nivel de las redes sociales de antaño -grupos de amigos sentados en una esquina conversando acaloradamente sobre sus gustos musicales- la indiscutible e irreconciliable diferencia entre los metaleros y los “waves”, las canciones de Yes y Depeche Mode abrieron para mí, en esos años ochenteros sin internet ni Spotify, varias ventanas paralelas hacia sensibilidades sónicas diferentes pero, ambas, igual de fascinantes y profundas. Recordar las suites arcanas de álbumes como Tales from topographic oceans (1973) o Relayer (1974), los primeros dos de Alan White en estudio con Yes; o las densas elucubraciones electrónicas de discos como Black celebration (1986), Music for the masses (1987) o Songs of faith and devotion (1993), grabados por la alineación más exitosa de Depeche Mode, con Andy Fletcher como uno de sus cuatro pilares, es volver a vivir los inicios de mi camino como amante de la buena música, el mismo que no admite más fronteras que las del talento, la creatividad y el buen gusto.

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Cultura, Música

La Banda Elástica nació de una reunión entre Acher y el pianista Jorge Navarro, experimentado músico argentino que venía de tocar con grandes como Leandro «Gato» Barbieri, Bernardo Baraj, entre otros. Junto a ellos, Juan Carlos Amaral (bajo, voz), Ricardo Lew (guitarras), Enrique «Zurdo» Roizner (batería, percusión), Enrique Varela, Hugo Pierre (saxos, clarinetes) y Carlos Constantini (trompeta, voz), armaron un combo que pasaba del jazz más natural, como el Ragtime para tres, de Scott Joplin, a complejos arreglos de fusión como en los clásicos del folklore argentino Luna tucumana (Atahualpa Yupanqui) o Juana Azurduy (Ariel Ramírez) y hasta himnos del rock como Proud Mary, de C. C. Revival. Además de compartir la dirección musical y arreglos de La Banda Elástica con Navarro, Acher se encargó de tocar saxos y clarinetes, en especial el clarinete bajo. 

Las décadas siguientes, Ernesto Acher presentó diversos shows unipersonales -Humor con Acher, Veladas espeluznantes (1993), ¿Acher en serio? (2002), La orquesta va al colegio (2004), Humor a la carta (2016)-, además de incursionar en el mundo de la radio con el programa Los rincones de Acher, que se transmitió en distintas emisoras de Argentina y Chile, país donde residió muchos años con su familia, dedicándose paralelamente a la docencia en la Universidad Diego Portales de Santiago. En 1997 se unió a los pianistas Jorge Navarro y Rubén “Baby” López Fürst para el espectáculo Gershwin, el hombre que amamos, homenaje al célebre compositor de Rhapsody in blue (1924), una joya del jazz sinfónico. 

El show, en el que Acher dirige a una orquesta de 40 músicos, se presentó en varias ciudades de Argentina, Chile y Brasil, hasta el fallecimiento de López Fürst (2000). Poco antes de la pandemia, Acher y Navarro repusieron este concierto en los teatros más importantes de Argentina. También a fines de los noventa, Acher presentó el concierto para niños (y adultos) Los animales de la música, una creativa propuesta sinfónica en la que recopila obras con títulos de animales: El vuelo del abejorro, El zorro, Tiburón, La Pantera Rosa, El Cóndor Pasa, etc. El recital terminaba con Teresa y el Oso, otra de sus composiciones para Les Luthiers. La idea la concibió junto a su amigo Jorge de la Vega, flautista clásico, con quien estrenó La verdadera Cenicienta, otra exitosa parodia musical, en el 2017.   

Durante la primera visita de Les Luthiers a Cuba, en 1983, trabó amistad con el comediante y cantautor Alejandro García Villalón «Virulo», con quien inició una sociedad artística muchos años después, a través de los Juegos sinfoniquísimos (2014-2016), donde Acher dirigía a la orquesta e intercalaba sus divertidos monólogos con los del cubano, una dinámica que recuerda, por supuesto, a Les Luthiers pero también a otros humoristas hispanohablantes como el uruguayo Leo Maslíah o el argentino Luis Landriscina, exponentes de una comedia musical inteligente y contracultural, de finas ironías y elegante uso del idioma. Las creaciones de Ernesto Acher son un permanente homenaje a su pasado como integrante de Les Luthiers, experiencia que marcó por siempre su vida artística. «En Les Luthiers aprendí todo lo que sé y me da gusto el éxito que siguen teniendo», mencionó en una entrevista, no sin antes aclarar que no había posibilidad de reunirse con ellos, a pesar de ser un clamor constante de sus fans. 

Tras los fallecimientos de Daniel Rabinovich (72) y Marcos Mundstock (78), los años 2015 y 2020; y el retiro voluntario de Carlos Núñez Cortés (80) el 2017, al cumplirse 50 años de Les Luthiers, esa reunión es definitivamente imposible. El grupo continúa activo con solo dos de sus integrantes originales, Jorge Maronna (74) y Carlos López Puccio (76) y cuatro nuevos músicos y actores. Ernesto Acher regresó a Argentina el 2017 para continuar con sus múltiples proyectos, uno de los cuales era una serie de conciertos con música de Antonio Carlos Jobim junto a su cómplice en La Banda Elástica, Jorge Navarro, pero la pandemia los retrasó. Actualmente tiene 82 años.

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