Los fieles que rinden culto a Fujimori admiran la firmeza con la que tomó las decisiones drásticas que requería “el país” allá a comienzos de los años 90. Ante tal consistencia sienten realmente que se encuentran frente a un héroe. Y es que en los mitos y leyendas con los que crecemos, los héroes suelen pasar por la prueba de contravenir la ley con tal de salvar una, cien, mil vidas; así que para muchos, la manera como Alberto Fujimori montó en escena la captura de Abimael Guzmán y la forma cómo liberó el informal crecimiento económico, son motivo suficiente para justificar cualquier delito que cometiera, pues supuestamente puso fin al estado de violencia y pobreza del Perú. 

El fujimorismo consiguió convencer a sus feligreses de que la corrupción, los secuestros, torturas y asesinatos que caracterizaron su gobierno eran obras del frío y calculador villano que lo mantuvo algo confundido, Vladimiro Montesinos. Y si en todo caso, Fujimori fue culpable de alguna masacre o engaño, fueron los costos de su heroicidad. De esa manera, sus fieles consideran que los delitos por los que fue sentenciado no importaban gran cosa: fueron errores del Grupo Colina llevar a cabo las masacres de Barrios Altos y La Cantuta, fue por seguridad que secuestró al periodista Gustavo Gorriti y al empresario Samuel Dyer. Si se compraron congresistas, líneas editoriales de los principales medios de comunicación y se engañó a la población con la prensa chicha, eso ya fue culpa de Vladimiro, así que los caviares fueron injustos en sentenciarlo por conductas ajenas. ¿Acaso Fujimori No había tenido la valentía de allanar su casa (sin los adecuados fiscales por el apuro) con tal de retirar las maletas con la evidencia de sus delitos? Así Fujimori dejó establecida su heroicidad antes de fugarse y abandonó en la villanía a su socio Montesinos.

Cuando el Tribunal Constitucional con el apoyo de la presidenta del Poder Ejecutivo le otorgó el indulto contraviniendo a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sus fieles coparon ansiosos las calles aledañas al penal. Lo esperaban para celebrarlo rodeados de todos los medios de prensa y lo acompañaron en parte del recorrido agradeciendo su supuestamente justa liberación. Luego, pasaron los días y se abrió un prolongado silencio hasta hace un día cuando su frágil figura de 85 años irrumpió en un centro comercial. Sus fieles fujimoristas avisaron de inmediato a los medios. Por supuesto, el canal de televisión que sostienen sus más comprometidos feligreses de inmediato acudió a entrevistarlo y se quedaron boquiabiertos cuando Fujimori salió en defensa de Vladimiro Montesinos y descartó explícitamente la capacidad política de sus hijos, que dicho sea de paso, jamás se han doblegado durante su peregrinación elecciones tras elecciones en busca del gobierno prometido. 

De un día para otro, el indultado habló en nombre de sus feligreses, aseguró que el “fujimorismo” había acordado apoyar a la presidenta hasta el fin del mandato de Castillo, el año 2026. Evadió responder entre risas cuando le preguntaron por las posibilidades electorales de Kenji y de Keiko y agregó que Vladimiro Montesinos había cumplido muy bien sus funciones en el Servicio de Inteligencia Nacional y que todo lo demás habían sido errores. 

Sus voceros quedaron boquiabiertos y detuvieron la entrevista. ¿Él héroe tan esperado defendiendo al villano que tan útil les había sido? ¿Ese es el Fujimori que liberaron sus fieles? Esos son los momentos cuando debemos aceptar que la épica y sus protagonistas son tan sólo idealizaciones. En el caso del fujimorismo estas han sido urdidas consciente e intencionadamente. De forma que se ha quedado en el olvido que una de sus condenas se debió a que le pagó 15 millones de dólares a Vladimiro Montesinos por compensación de tiempo de servicios (¡como si su sueldo mensual hubiese sido de 1 millón y medio de dólares!) y que durante el juicio afirmara que esa compensación le parecía justa y que no encontraba el delito.

Ante este escenario, ¿conseguirán los fieles fujimoristas rescatar al heroico padre de familia, de gobierno, de país que construyeron en oposición a los ardides de su villano? Cuando lo sentencien nuevamente, ¿les quedará ánimo (y un poquito de ética) para rogar otra vez por indultarlo? 

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Carla Sagástegui, en la arena, fujimori y montesinos

El ingreso de personajes como Susel Paredes, Alfonso López Chau o Jorge Nieto a las arenas presidenciales, es saludable y debe ser visto con alegría por parte de quienes creen en el capitalismo democrático como única opción potable para el futuro nacional.

Los mencionados forman parte de una centroizquierda sensata, que reconoce las bondades de una economía social de mercado y sobre ese lecho rocoso construye una opción de Estado social que se distingue de la derecha liberal en su énfasis en la salud y educación públicas, y en políticas de asistencia más amplias.

El país necesita de una izquierda democrática y liberal, en el sentido amplio del término. La izquierda tradicional peruana -incluyendo a Verónika Mendoza- se ha apartado de esos cánones y hoy profesa un radicalismo antimercado que la torna altamente nociva para el bienestar nacional.

La izquierda que da pie a esta columna, se distingue, además, de la típica izquierda llamada caviar en el Perú, cuyo sectarismo, intolerancia y espíritu excluyente de cuerpo, ha hecho que segane a pulso el repudio nacional, no solo de la derecha más rancia sino también, inclusive, de la izquierda clásica.

El mejor ejemplo es el de Francisco Sagasti -injustamente vapuleado por la derecha- que hizo un gobierno sensato, que fue capaz de convocar a un economista ortodoxo como Waldo Mendoza, y que condujo un gobierno abierto a todas las líneas políticas siempre y cuando cumplieran ciertos mínimos requisitos tecnocráticos.

Es la izquierda española, escandinava, uruguaya, chilena (hasta Boric ha tenido que ajustar sus propósitos refundacionales a golpe de realidad), la que triunfa y logra objetivos caros a su ideología, cuando entiende que el libre mercado es una fuerza que juega a su favor y no en contra.

A ello parecía conducirse Verónika Mendoza y su grupo, pero el régimen de Castillo desnudó su esencial falsía y terminó acomodándose en un régimen nefasto en términos políticos, económicos y sociales, que destruyó al país en poco más de año y medio. Hoy, Mendoza y compañía hacen gala de un radicalismo que ya no la coloca en la centroizquierda en la que en algún momento pareció instalarse.

La derecha debe mirar sin ojerizas ni prejuicios el surgimiento de una izquierda moderna, con la cual eventualmente alternarse en el manejo del poder. Ojalá la crisis actual de los partidos dé origen al surgimiento de esa tendencia ideológica.

Sudaca conversó en exclusiva con uno de los trabajadores de la Municipalidad de La Molina que fueron despedidos luego que se dieran a conocer las influencias de la esposa del alcalde.

La gestión de Diego Uceda en la Municipalidad de La Molina se vuelve a ver involucrada en un nuevo episodio de manejos irregulares. Como ha venido reportando Sudaca en una serie de informes, el alcalde que llegó al poder en enero del 2023 ha sido seriamente cuestionado en más de una oportunidad por decisiones inexplicables y polémicas, como lo fue su oposición a la apertura de un centro comercial o el pago excesivamente alto por asesorías que no cumplían los requisitos.

Sin embargo, en esta oportunidad las luces no apuntan a Uceda por contratar a aliados del partido político que integra ni por obstaculizar a los negocios de su distrito sino por el inapropiado rol que ha empezado a desempeñar su esposa, Lizzi del Rocío Sueldo Matos, en la municipalidad que está a su cargo.

¿UNA DICTADORA EN LA MOLINA?

Durante los últimos días, una serie de videos en los cuales se observaba a la esposa del alcalde de La Molina empezaron a circular en diversas redes sociales. En estas grabaciones, se podía observar y escuchar a Lizzi del Rocío Sueldo decir frases como “El tema social lo veo sólo yo” y “¿Quién está sobre mí? Para botarlo” delante de trabajadores de la municipalidad de este distrito  que escuchaban atentos sus instrucciones.

En otro de los audios se escucha que a la esposa de Diego Uceda coordinar con funcionarios de la Municipalidad de La Molina desde la lista de embajadores de debían ser invitados a eventos organizados por la municipalidad de dicho distrito hasta las diferentes bebidas alcohólicas que iban a ofrecer.

 

Tras la exposición de estos audio y videos en el programa “Ocurre Ahora” de ATV, se esperaba que la Municipalidad de La Molina tome acciones al respecto y brinde alguna explicación. Sin embargo, lo que ocurrió en las siguientes horas parece estar más cerca de una venganza que de un intento de justificación a estos manejos irregulares.

Sudaca conversó con Humberto Quesquén Pérez, quien desde febrero de este año se desempeñaba como maestro de ceremonias y asistentes de protocolo. Humberto cuenta que tiene más de veinte años de experiencia trabajando en municipios, pero que nunca vio una situación como la que le ha tocado observar en La Molina.

“Han empezado a sacar a las personas que ellos creen que pudieron grabar a la esposa del alcalde”, relata Humberto. Quesquén aclara que las represalias por la filtración de los audios empezaron días antes y agrega que entre los afectados estuvo su jefa Ana María Gotuzzo, la cual se habría ido llorando tras su despido según cuenta Humberto.

AQUÍ MANDO YO

Sin embargo, los maltratos en la Municipalidad de La Molina no serían algo inusual para quienes trabajar en este distrito. “Le grita a los gerentes. Ella decide quién entra y sale. Por ella se han ido desde el año pasado hasta ahora más de cuarenta funcionarios”, comenta Humberto sobre la actitud de Lizzi Sueldo en la municipalidad que parecía estar manejando como si fuese la alcaldesa.

“A uno de los últimos gerentes municipales lo sacaron porque ella (Lizzi Sueldo) decía que estaba pintado. Ella decide todo”, explica Humberto sobre el poder de la esposa de Diego Uceda en La Molina. Sudaca pudo revisar las últimas designaciones de este municipio y se comprobó que el en octubre designan a Jorge Luis Rey De Castro Mesa como gerente municipal y el 29 de noviembre hacen un nuevo cambio en este cargo para dejarlo en manos de Liliana Antonieta Loayza Manrique de Romero.

En las últimas horas, Humberto fue otra de víctimas de la venganza que ha emprendido la gestión de Diego Uceda contra todo aquel que considera como sospechoso de haber grabado a la esposa del alcalde tomando un poder que no tenía. En el documento se puede observar que le solicitaban acercarse a brindar declaraciones en calidad de testigo. Sin embargo, antes que pueda tomar una decisión al respecto le dijeron “te tienes que ir”.

“Ella va de lunes a viernes y hace que trabajen los sábados de ocho de la mañana a cinco de la tarde”, dice Humberto sobre la presencia constante de Lizzi Sueldo en la Municipalidad de La Molina y explica que son muchos los trabajadores que han sido testigos de sus actitudes pero callan.

Tras la difusión de audios y videos, la Municipalidad de La Molina optó por responder escudándose en que son víctimas de una campaña de desinformación y acusó a quienes dieron a conocer este material de ser personas que “evidencian su escasa catadura moral”. No obstante, el Comité de Apoyo Social que, según el comunicado de la municipalidad, preside la esposa de Diego Uceda no figura en la web del municipio y los vecinos no han tardado en usar las redes sociales para manifestar que desconocen la labor de dicho comité.

“No cobraré mi mes completo”, cuenta un Humberto muy angustiado tras un despido que más parece una venganza por una irregularidad que, además, no fue él quien la expuso y agrega “aún no llego a mi casa porque no sé cómo decirle esto a mis hijos. Estoy totalmente afectado”.

Quesquén Pérez es padre de dos hijos de ocho y diez años que pronto iniciarán el año escolar, tal como lo contó Humberto en sus declaraciones a Sudaca, y lo que parecía un trabajo que le brindaría estabilidad económica ahora hoy lo deja en total incertidumbre como consecuencia de un nuevo manejo irregular de una gestión municipal que en poco más de un año sólo ha ganado titulares por sus malas decisiones a la que parece sólo poder responder con victimización y venganza.

El reconocido sociólogo e internacionalista Farid Kahhat, viene de publicar un segundo libro dedicado al tema de la “derecha radical populista” (según la denominación propuesta por el politólogo neerlandés Cas Mudde), y que lleva por título “Contra la amenaza fantasma. La derecha radical latinoamericana y la reinvención de un enemigo común”. En esta reciente entrega, como en la precedente “El eterno retorno. La derecha radical en el mundo contemporáneo” del 2019, Kahhat hace un interesante y documentado análisis descriptivo de esta ideología, de sus orígenes y de las posibles razones de su actual auge expansivo en la escena política de los EE. UU, Europa y América Latina, al tiempo que pasa revista, tanto a sus más connotados líderes (Trump, Le Pen, Abascal, Bolsonaro, Milei), como a algunos de sus rivales ideológicos más reconocidos (López Obrador, Evo Morales, Rafael Correa). Recomendamos sin reservas la lectura conjunta de ambos libros, pues no solo se complementan desde el punto de vista de la geografía política y sus condicionantes -el declive de la socialdemocracia en Europa y la “marea rosa” de gobiernos progresistas latinoamericanos- sino que ambos parten de los mismos modelos teóricos de interpretación, lo cual facilita enormemente la comprensión del texto. Pero quizás, como bien lo ha señalado Juan Carlos Tafur en su reseña (https://sudaca.pe/noticia/opinion/juan-carlos-tafur-contra-la-amenaza-fantasma/), el mayor interés del trabajo de Kahhat, es que permite polemizar con él y ahondar en el debate, cosa que pretendemos hacer en esta nota, refiriéndonos a tres aspectos que consideramos importantes: la definición de populismo, la diferenciación entre populismos de derecha e izquierda, y la conveniencia de caracterizar a la derecha radical populista como una ideología muy próxima, si no totalmente asimilable, al fascismo.

¿A que llamamos populismo?

Definir apropiadamente el populismo, es una difícil tarea no exenta de sesgos ideológicos, al punto que el sociólogo y periodista italiano, Marco d’Eramo señala, irónicamente, que populismo es un concepto que califica más a quienes lo utilizan que a quienes se describe con él. Kahhat eligió para su análisis la definición propuesta por Mudde y Rovira en “Populismo. Una breve introducción”. Esta definición, tan socorrida como criticada por su “minimalismo”, puntualiza que el populismo consiste en dividir a la población de un país entre el «pueblo», como un todo indiferenciado -de la que los populistas son los únicos representantes legítimos-, y las «élites», que controlan el gobierno y la economía en beneficio propio. El problema con este tipo de definiciones, es que, por una parte, al ser demasiado generales y laxas, permiten etiquetar como “populista” a prácticamente cualquier movimiento, partido o líder, según el gusto del cliente -así por ejemplo, periodistas de derecha como de Althaus, Álvarez Rodrich y Tafur relacionan de forma sistemática al populismo con la izquierda, la corrupción, la ineficiencia y el clientelismo-, y por otro lado, como bien lo señala el sociólogo ecuatoriano Carlos de la Torre, al carecer deliberadamente de criterios normativos, estas definiciones no permiten discernir si un determinado populismo es un riesgo, o un correctivo para la democracia. En este último sentido, resulta coherente que Kahhat haya elegido esta definición minimalista, pues a diferencia de otros autores que han tratado sobre las derechas y el populismo (Traverso, Brown, Forti), no emite ningún juicio de valor personal sobre esta corriente política -cuasi unánimemente calificada como una amenaza para la democracia-, lo que resulta cuanto menos llamativo.

Hace algunos días, en su cuenta X, Rosa María Palacios escribía: “El populismo y la corrupción no es patrimonio ni de la izquierda, ni de la derecha.” De acuerdo, pero ¿sería posible particularizar ideológicamente lo que sería un populismo de derecha y uno de izquierda?

¿Es posible aún hablar de izquierda y derecha?

El título mismo del último libro de Kahhat, así como su argumentación a todo lo largo de él, nos invitan a pensar que la izquierda latinoamericana no sería ya sino un fantasma, un ente imaginario al que racionalmente no debería considerarse una amenaza, pero cuya creación “de toutes pièces», resulta indispensable para brindarle a la derecha radical un “sentido de propósito” y la energía necesaria en su batalla épica contra un conspiranoico “marxismo cultural” del que nadie se reclama miembro (en clave aguafiestas, le señalamos al autor que nadie tampoco se reclama como neoliberal… y sin embargo abundan). Pero Kahhat ha ido aún más lejos en su minusvaloración de la izquierda, al declarar en una entrevista, que la dicotomía izquierda/derecha “no tiene más la capacidad explicativa de hace cincuenta años. Si es que alguna vez la tuvo.” No entraremos aquí en sesudas argumentaciones para rebatir esta afirmación, muy frecuente por cierto entre quienes defienden la supremacía de lo tecnocrático sobre lo político en el buen gobierno de los pueblos, bástenos simplemente adoptar la muy aceptada, a la vez que simple, distinción izquierda/derecha propuesta por el destacado filósofo y politólogo italiano Norberto Bobbio: la izquierda y la derecha son distinguibles nítidamente en sus posicionamientos con respecto a la igualdad, así, mientras la izquierda considera las desigualdades sociales y económicas como artificiales y negativas -que deben por tanto ser activamente eliminadas por el Estado-, la derecha concibe las desigualdades no solo como naturales, sino como positivas, por lo que deben ser defendidas, o al menos ignoradas, por el Estado. Partiendo de esta perspectiva, Barry Cannon, especialista irlandés en política latinoamericana, señala que este apego a la desigualdad, tan arraigada en la derecha de América Latina, se traduce en la defensa de un orden social jerarquizado, no solo a nivel de clase socio-económica, sino también de género, etnia y sexualidad. Cannon agrega que, en el actual período histórico, el neoliberalismo es el principal vehículo ideológico y programático que asegura esta tarea. La derecha radical populista defiende -si muchas veces no de palabra, siempre con los hechos-, un neoliberalismo enfrentado con numerosos grupos sociales segregados, excluidos y subordinados, los mismos que no necesariamente se identifican con el socialismo o el marxismo, pero que invariablemente son calificados como “rojos”, “comunistas” “subversivos” y “terroristas”. En este marco conceptual, y siguiendo los importantes trabajos del argentino Ernesto Laclau y la belga Chantal Mouffe, plasmados en sus numerosas publicaciones, es posible diferenciar claramente entre los populismos de derecha e izquierda: mientras los populismos de derecha intentan construir un “pueblo” del que se excluyen numerosas categorías sociales, vistas como amenazas para la identidad y/o la prosperidad de una sociedad, los populismos de izquierda denuncian y se oponen a las élites y oligarquías que sostienen el statu quo, estableciendo una frontera entre los de “abajo” y los de “arriba”. Los populismos de derecha, por su ADN ideológico, nunca abordarán las demandas de igualdad, inclusión y justicia social, mientras que estas mismas demandas son el rasgo definitorio de los populismos de izquierda, y ello, agreguemos, con las glorias y las miserias conocidas de todos.

¿Derecha radical populista, o fascismo?  

En “La ultraderecha hoy” del 2019, el ya mencionado Cas Mudde, distingue dos grupos que conforman la ultraderecha: la “extrema derecha” -que rechaza de plano la democracia liberal-, y la ya mencionada “derecha radical populista” (a la que Kahhat denomina simplemente derecha radical por “economía de lenguaje”), que en principio acepta la democracia, pero que termina destruyéndola desde dentro con su concepción autoritaria del orden social y un absoluto rechazo a los derechos de las minorías (culturales, raciales, sexuales), asociado generalmente a algún tipo de supremacismo. Enzo Traverso, reputado historiador de las ideologías, se muestra menos condescendiente con la derecha radical, calificándola llanamente de “posfascismo”, una mezcla de autoritarismo, nacionalismo, conservadurismo, populismo, xenofobia y desprecio del pluralismo, que, si bien no busca emular al fascismo de los años 20 y 30 del siglo pasado, puede hacerse subversivo -como pudo comprobarse con los violentos motines promovidos por Trump y Bolsonaro, con la intención de permanecer ilegalmente en el poder- y evolucionar hacia un “fascismo del siglo XXI” que ya no se contente solo con eliminar “simbólicamente”  a sus adversarios (Carlos de la Torre), sino que eventualmente recurra a las viejas prácticas expeditivas, propias de la “noche de los cuchillos largos”de la Alemania nazi.

La derecha radical populista -o posfascista- en el gobierno, es una experiencia relativamente nueva en Latinoamérica, limitada por el momento a los casos de Jair Bolsonaro en Brasil y Javier Milei en Argentina (tema tratado con cierto detalle por Kahhat). El gobierno de Bolsonaro se caracterizó, entre otras cosas, por una fuerte regresión de los derechos sociales, la desfinanciación de programas de salud y educación para los más desfavorecidos, el aumento de la violencia policial, y un lenguaje de odio contra minorías marginadas. Milei -un verdadero caso paradigmático de derecha radical-, quien ganó la presidencia argentina gracias a una campaña populista hipermediatizada, que prometía acabar con la “casta” política de su país (ver mi nota a este respecto: https://sudaca.pe/noticia/opinion/jorge-velasquez-pomar-la-casta-de-milei/), viene tratando de imponer, con talante autoritario, antidemocrático y represivo, las clásicas medidas neoliberales “austericidas”, que solo favorecen a los grandes consorcios, en desmedro de las clases medias y populares. Muy acertadamente, el intelectual de izquierda e investigador de la Universidad de Buenos Aires, Néstor Kohan, describe al mandatario argentino como un “hijo del neofascismo argentino”, que ha reunido las teorías económicas neoliberales de la “Escuela austriaca”, la doctrina de contrainsurgencia de la dictadura videlista y el pensamiento del libertario Robert Nozick, para quien la justicia social es una aberración. Solo el tiempo nos dirá si la apuesta mileista triunfa, en un país con instituciones democráticas relativamente sólidas y una fuerte tradición sindicalista.

Para concluir

El inmortal Umberto Eco nos alertaba hace 30 años acerca del fascismo eterno”, señalando que nuestro deber era desenmascararlo en cada una de sus nuevas formas, cada día, en cada lugar del mundo. Creemos sinceramente que Farid Kahhat, con ambos libros, ha contribuido grandemente en este objetivo. Pero también creemos que faltó algo más, algo sobre lo que escribió Steven Forti como corolario de su libro “Extrema derecha. 2.0”: “Si tras haber estudiado un fenómeno que amenaza a nuestras democracias, no se intenta dar un paso más y reflexionar sobre cómo es posible frenarlo, combatirlo y derrotarlo, creo que como ciudadano le haría un flaco favor a la sociedad.” Todos deberíamos sentirnos interpelados.

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Fascismo, Populismo, Ultraderecha

Beto trabajó en una cevichería conocida por 4 años por esas cosas de la vida tuvo un altercado y se retiró y me dice tuvo que hacer taxi, la clásica del peruano que tiene que llevar si o si un pan a la mesa. 

Pero eso no le alcanzaba y su esposa tenía un puesto en un mercado de Chorrillos y siempre que el iba a recogerla le decían; Beto y ¿la cevichada para cuándo?

Me cuenta que abrió su “bocota” y les dijo que en diciembre les prepararía. Hasta que llegó diciembre y tuvo que cumplir su palabra.  Su padre también había sido cevichero así que sabía donde comprar los insumos, fue de compras a todos los caseros de su padre y se dio con la grata sorpresa de que todos le regalaron los insumos, me cuenta que para él fue como una señal, lo único que compró fue una bolsa de sal todos lo demás le vino de regalo. Llegó el gran día, la Gran cevichada de Beto un diciembre del 2008, los que le habían pedido que organizara la cevichada no llegaron a probar porque habían volado.  Y así empezó con una puerta echada forrada con plástico y dos baldes para formar su mesa, salieron  36 tapers a un costado del puesto de su esposa. Luego 50, el otro sábado 100 hasta qué llegó a los 200 y pensó que ya era hora de abrir un local. Le pregunto si estudió algo y dice que no, que él las cosas que sabe las aprendió en la vida, es un visionario y cumple lo que dice. 

Para su buena suerte dejaron un local en el mercado listo con mesas y sillas, cocina y fue otra señal para él. Abrió y ahí empezó la historia de la cevichería Beto hasta que tuvo que conseguir otro local. 

Pero ¿cuál es el secreto? Cuando conversamos me dijo tres cosas claves, primero; nunca cambiar de insumos, porque bajas la calidad y pierdes comensales. Segundo; Ganas un comensal y te trae 7 clientes más, pierdes un comensal y espantas 20. Y tercero; cuando la economía del país se hunde no pretendas ganar. Es mejor trabajar pan con pan que asustar a los clientes. Hay días que no se gana si el limón se dispara hay que esperar con calma. Es la manera que tiene Beto para fidelizar a los clientes. “Eso me ha ayudado a mantener a los clientes, pensar en ellos y dejar de ganar es un apoyo que de todas maneras tiene retribución”.

Liliana Gilvonio

En este último local empezó en el primer piso , y el resto estaba alquilado, hasta que poco a poco se fue  desocupando y fue ampliando en el segundo piso luego el tercero hasta llegar a ocupar los 4 pisos.

En Chorrillos tiene 80 mesas y cuenta con 3 locales. Los dos de Chorrillos los administra él y el de Lince lo administra su hijo mayor. 

El plato que más vende es el ceviche con chicharrón para mi el plato espectacular es el trío que viene con ceviche de erizo que él le llama el “busca pleito” porque tiene harto fósforo con conchas negras y ceviche de pescado es un plato de lujo con harto juguete (jugo) reparador, a ese yo le llamaría “experiencia” es un plato casi vivo, crudo, potente, histórico y espectacular. 

Beto nos ofrece en su cevichería una experiencia culinaria única que vale la pena probar.

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Unas declaraciones al paso -primicia del programa de Milagros Leiva- del expresidente Alberto Fujimori han alborotado el cotarro y generado decenas de interpretaciones alrededor del fujimorismo.

Más allá de su terrible gazapo sobre Vladimiro Montesinos, qué ha dicho Fujimori: que hay un pacto con el gobierno y que no es certera la candidatura de Keiko Fujimori el 2026. Lo primero ya se sabía, por evidente, y sobre lo segundo sí hay pan por rebanar, porque o postula Keiko o el fujimorismo va en alianza con otros partidos y cede la candidatura presidencial, lo que bien merece una discusión.

Por supuesto, la primicia vale oro. Es la primera vez que el fundador de la dinastía Fujimori se pronuncia sobre temas políticos y es natural que cause el revuelo causado, pero a la vez pone de relieve la orfandad de noticias que en el ámbito político existen.

No sabemos en qué anda la treintena de candidatos a la Presidencia para el 2026. ¿Alguien los escucha o ve? ¿Alguno marca la cancha, rompe los cánones tradicionales o establece parámetros que generen discusión? Obviamente, el impacto de unas palabras dichas por Alberto Fujimori será incomparable, pero no es menor el asombro respecto de la nula presencia política del resto de actores.

Claro, la agenda mediática está hoy centrada en las revelaciones de Jaime Villanueva y en menor medida en el caso de Martín Vizcarra, pero un candidato político que se quiera perfilar no le puede sacar el poto a la jeringa y también debe pronunciarse sobre estos temas, más aún si, como vemos, comportan reflexiones sobre qué hacer con el Ministerio Público, la Junta Nacional de Justicia y el sistema judicial en su conjunto.

A este paso, llegaremos a las próximas elecciones con la misma incertidumbre de siempre, con candidatos sorpresivos que suben y bajan en las encuestas, por azar del humor popular, sin un basamento construido a lo largo de los años que aún restan para la campaña. Hasta en eso, Alberto Fujimori les ha dado una lección de sapiencia. En esta coyuntura hay que hacer política desde ya y no esperar los meses finales para recién comenzar a hacerlo. No hay pan para mayo.

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Alberto Fujimori, elecciones 2026, Jaime Villanueva

La rivalidad Perú-Chile es casi una tradición binacional. Se atenúa en ciertos momentos, se agrava en otros, pero parece que seguirá siendo tal mientras nuestros gobernantes no tomen la decisión de hacer algo al respecto que incluya la formación del futuro ciudadano. Pero estamos en tiempos de redes sociales y esta nueva realidad tiende a cambiar sustancialmente el estado de la cuestión. Los enfrentamientos entre nacionalidades se producen más entre peruanos y venezolanos, eventualmente entre peruanos y ecuatorianos, y por razones muy diferentes a las guerras del pasado.

La rivalidad entre peruanos y venezolanos remite a la migración de la población llanera al Perú y su adaptación a la sociedad de acogida. Recordemos algo, las redes, como antes el imaginario, no discriminan, no establecen distingos, no separan al polvo de la paja. Al contrario: generalizan. De esta manera, en X se atrincheran los nacionalismos de uno y otro país y se dicen de todo. Por cierto, la denostación y el insulto encabezan las vanguardias de uno y uno bando. 

Recientemente, se ha destacado en estas guerras ciberespaciales la cuestión culinaria. Así para los venezolanos,  la comida peruana no sería tan exquisita como, es verdad y hay que admitirlo, cacareamos los peruanos, y los picarones no serían otra cosa más que una modalidad de donuts. A su turno, en encarnizados debates, los ecuatorianos le disputan al Perú la paternidad del ceviche, nuestro plato de bandera, no sé si antes o después del también cacareado Lomo saltado. Ciertamente, hay discusiones menos banales que estas, en las que foristas peruanos de las redes tildan de delincuencial a la migración venezolana mientras que esta responde denunciando que es maltratada en el Perú. 

Creo que hay una premisa de sentido común a considerar en primer lugar: la generalización no le hace bien a nadie. Ni todos los venezolanos en el Perú – o en Chile- son delincuentes ni mucho menos; ni todos los peruanos tratan mal a los venezolanos. Creo, sí, que faltan políticas para promover este novedoso vínculo binacional, que se expresa en una multitudinaria migración de venezolanos al Perú para la cual, en realidad, nadie estaba preparado, ni tenía mayores referentes previos. Y hay que hacerlo, como hay que combatir a la delincuencia venga de donde venga, así como hay que promover la integración social y cultural entre los diferentes pueblos que constituyen el Perú de hoy, incluido el pueblo venezolano. 

Luego ¿qué pasa con la rivalidad con Chile? En los últimos años esta se ha limitado al fútbol, donde los partidos entre las selecciones de ambos países constituye el Clásico del Pacífico. Sin embargo las voces que llegan del vecino son más bien positivas en lo referente a nuestra migración. Los peruanos que migraron al vecino del sur en las décadas de 1980 y 1990, luego de atravesar por un difícil periodo de adaptación, se han establecido                              bien, principalmente en la ciudad de Santiago. Al nivel del imaginario, e inclusive de las redes -las que también generan poderosos imaginarios- la buena relación entre peruanos y chilenos en la capital del país vecino tiende a mejorar la relación bilateral porque genera voces positivas en un escenario en el que siempre se difundieron únicamente narrativas de confrontación. 

¿Será suficiente la integración peruano-chilena generada por la migración peruana en Santiago para modificar la rivalidad entre nuestros dos países? Yo sigo pensando que no y que hace falta hablar sin miedo y sin prejuicios de aquella guerra, de aquel evento doloroso del pasado porque, en el inconciente, constituye la matriz de la rivalidad. Se trata de resignificar, de reconciliar, no se trata de restituir las cosas a como eran antes de 1879 ni mucho menos. Se trata de una política de gestos en la cual la migración peruana en Santiago, así como el importante intercambio comercial entre tacneños y ariqueños jugarán, que duda cabe, un rol muy importante. 

La historia está llena de carambolas. Hoy se insuflan, lo cual es una lástima, las rivalidades de chilenos y peruanos contra venezolanos y viceversa. Al mismo tiempo, esta situación tiende a disminuir la rivalidad entre el Perú y Chile y abre la posibilidad de crear escenarios de integración y reconciliación bilaterales inéditos. Los problemas hay que afrontarlos todos. Imaginarios, redes sociales, van dándole forma a la percepción que tenemos de nosotros mismos y de los otros. Estas percepciones, a su vez, se manifiestan en las relaciones internaciones, por eso resulta tan importante tenerlas en cuenta e incluirlas en la política pública.  

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El presidente de la Fenamarpe, Celso Cajachahua, mostró su preocupación y subrayó que incluso en las áreas donde estos mineros se encuentran en proceso de formalización, se enfrentan a invasiones de individuos que operan al margen de la ley, ignorando los requisitos establecidos por las autoridades. Esta situación no solo plantea desafíos económicos y sociales, sino que también agrava los conflictos en estas comunidades.

Ahora bien, ¿Qué es la Fenamarpe?

Hablamos de la Federación Nacional de Mineros Artesanales del Perú cuya representación intenta velar por la integridad y respeto de los trabajadores mineros. En palabras de su presidente, cuya federación fue establecida en el 2002, esta representa a los mineros y está comprometida con la formalización de sus actividades. 

Sus miembros están inscritos en el Registro Integral de Formalización Minera (Reinfo), pero han enfrentado una serie de desafíos, desde obstáculos normativos hasta la falta de apoyo por parte de administraciones anteriores, que no solo no promovieron la formalización, sino que criminalizaron la actividad.

A pesar de estos desafíos, Cajachahua ha enfatizado por el compromiso de su organización con la legalidad y la transparencia en su trabajo. Los mineros de la Fenamarpe operan y están en proceso de formalización, practicando una minería responsable que no solo busca el beneficio económico, sino también el cuidado del medio ambiente.

Sin embargo, la burocracia y las leyes restrictivas han dificultado este proceso. Leyes como la de Interdicción de la Pequeña Minería y Minería Artesanal, promulgada en 2014, imponen requisitos y plazos poco realistas, como los 1260 días y una inversión de 87 mil dólares para obtener toda la documentación necesaria.

Benjamin zevallos

 Capacitación de mineros. Foto: RUMBO MINERO

Para superar estos obstáculos, Cajachahua hace un llamado al compromiso del Estado y los gobiernos regionales. Es crucial que la formalización minera sea vista como una política de largo plazo, que trascienda las administraciones gubernamentales y garantice un ambiente propicio para el desarrollo sostenible de la minería artesanal y pequeña en el país.

La carta al congreso

En el 2018, el «Proyecto de Ley Nº 2090/2017-CR», destinado a ampliar el plazo para la inscripción en el Registro Integral de Formalización Minera, ha sido objeto de un estancamiento en el Congreso de la República, generando un impacto adverso en miles de pequeños productores mineros y mineros artesanales.

El proyecto, que fue aprobado favorablemente en la Comisión de Energía y Minas el 7 de marzo de 2018, ha quedado relegado desde entonces, sin ser incluido en la agenda de sesiones plenarias. A pesar de los esfuerzos realizados por la presidencia de dicha comisión para priorizar su discusión y su eventual incorporación en la agenda legislativa, la espera se ha prolongado durante más de medio año, afectando gravemente a los trabajadores mineros que buscan regularizar su actividad.

La Federación Nacional de Pequeños Productores Mineros y Mineros Artesanales del Perú (FENAMARPE) expresó su profunda preocupación por esta demora, señalando que la falta de acción por parte del Congreso está generando consecuencias negativas en la economía y la estabilidad laboral de miles de familias que dependen de la minería como su principal fuente de ingresos.

 

La convocatoria en enero 

El 15 de enero, en Nazca, se produjo una movilización con la participación de los mineros en una marcha programada para el 22 de enero en Lima. La movilización, convocada por diversos gremios de pequeños mineros y mineros artesanales, tenía como objetivo principal la derogatoria del D. L. Nº 1607 y la implementación del Plan Nacional de Minería, aprobado hace varios años, pero aún sin ejecución.

Benjamin zevallos

 Protestas que se ampliaron a la capital peruana. Foto: Canal N

Cajachahua enfatizó que la marcha se llevó a cabo de manera pacífica, reflejando la preocupación y el descontento de estos sectores con la situación actual. Esto alienta la decisión de protestar también contra el gobierno de Dina Boluarte cuya atención no ha sido constante. 

En Nazca, se contó con la presencia de representantes de más de 117 bases de mineros a nivel nacional, de las cuales 36 estuvieron presentes en la reunión. En este encuentro se acordaron las acciones a seguir, incluida la participación en la marcha y la preparación de medidas adicionales para hacer oír sus demandas.

En un país donde la minería representa un pilar fundamental para la economía y el sustento de miles de familias, la demora en la discusión y aprobación de leyes que faciliten su formalización no puede ser pasada por alto. Al cierre de este informe sigue al pie un nuevo paro minero que el Ejecutivo puede evitar. Sin embargo, quedaría en manos de un Gobierno que no tiene los pies sobre la tierra ante la desagradable realidad. 

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El gobierno ha logrado una mejoría significativa con el reciente cambio ministerial. Faltaron algunos, como el titular del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, que no da pie con bola, pero en líneas generales la perspectiva mejora. Ya hay, además, temas relativamente descartados: una asamblea constituyente y elecciones adelantadas. Se supondría que en algunos meses, el régimen podría ir subiendo puntos en las encuestas.

Necesita, sin embargo, ampliar sus horizontes políticos. Necesita puntualmente resolver dos grandes temas de enorme vigencia y sensibilidad, como son la crisis económica y la inseguridad ciudadana. ¿Puede solo? No, requiere del apoyo congresal. ¿Lo puede conseguir? Sí. Ya lo tiene en buena medida.

Si el gobierno sale del área chica, si el premier Otárola se olvida de su disputa menuda con el hermanísimo, Nicanor Boluarte, y entiende que su rol político es primordial, podría lograr tejer una alianza reformista con el Legislativo y apuntalar los dos grandes temas que se han mencionado.

Ya no hablemos de salud y educación públicas, de regionalización, de reforma del Estado. Son palabras mayores para los que ya no da ni siquiera el tiempo. Que el gobierno, en conjunción con el Parlamento, se aboque a una agenda reformista en materia económica y de seguridad ciudadana.

Con ello habrá avanzado mucho y, sobre todo, habrá logrado una performance superlativa en términos de percepción ciudadana, que hoy le es adversa, con índices de desaprobación apenas vistos en los peores tiempos de desgobierno de Alejandro Toledo.

Dados los temas mencionados, contará con el concurso de Fuerza Popular, Renovación Popular, Alianza para el Progreso, Avanza País, Somos Perú y algunos no agrupados. Ya es bastante y podría cambiar dramáticamente la perspectiva sombría que el desenlace electoral del 2026 arroja sobre las expectativas empresariales.

Un gran pacto reformista puede ser, además, la ocasión del fujimorismo, en particular, de reivindicarse de la tragedia ocasionada por su punible irresponsabilidad el 2016, y de esa manera reasomarse el 2026 con mejor aliento del que hasta ahora muestra. La figura consejera de Alberto Fujimori parece estar jugando ya en esas ligas mayores.

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