Derecha

La polarización ideológica de la última elección pulverizó al centro, como opción política, aun cuando los resultados parlamentarios de Acción Popular y Alianza para el Progreso no son desdeñables, pero, la verdad sea dicha, ninguno de ellos es significativamente relevante en términos de cabal representación del ánimo popular centrista.

El último esfuerzo de construir una opción de centro, explícitamente identificado como tal, fue el Partido Morado de Julio Guzmán, pero cometió el grave error de soslayar el achicharramiento personal del candidato y fundador, y en lugar de presentar a otro postulante, insistió con él llevando al colapso a la agrupación que hace tan solo cinco años había sido protagonista principal de la elección.

Otro de los candidatos que reivindica semejante alternativa es Jorge Nieto, pero no fue capaz, siquiera, de inscribir su Partido del Buen Gobierno. Hoy mantiene un perfil promisorio, pero le queda mucho trecho por recorrer para erigirse en una opción nacional.

¿Qué implica ser de centro en el Perú? Básicamente, creer en la vigencia de una economía de mercado, pero con una dosis significativa de rol estatal en asuntos como la salud y la educación públicas, además de cierta regulación de sectores económicos que han confundido el libre albedrío con prácticas mercantilistas anticompetitivas.

En ese sentido, un mensaje de ese perfil tiene mucho terreno propicio por delante. La última encuesta del IEP resulta, al respecto, reveladora. Preguntada la población por su propia autoidentificación ideológica, un 41% dice ser de centro, un 35% de derecha y un 24% de izquierda.

Claro está que detrás de esa respuesta no hay necesariamente convicciones ideológicas claras (podría darse el caso de que alguien que dice ser de derecha al mismo tiempo sea partidario del control de precios, por mencionar un ejemplo) y, por ende, las respuestas no son un indicador previsorio de lo que podría ocurrir en un proceso electoral venidero.

Pero, de todas maneras revelan un estado de ánimo, mesurado en su mayoría, alejado de los extremismos vocingleros tanto de la izquierda como de la derecha. Es cuestión tan solo de que se construya una alternativa orgánica en ese sentido, que suponga una superación cualitativa del aguachento zafarrancho que hoy representan partidos como AP y APP, carentes de sustancia ideológica y propuestas programáticas claras.

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Derecha, Encuesta IEP, ideologías, Izquierda

En su reciente best seller El Ocaso de la Democracia, La Seducción del Autoritarismo (2021), la afamada periodista y economista polaca Anne Applebaum, columnista para The Washington Post y galardonada con el premio Pulitzer gracias a su obra Gulag, en el genero de no ficción (2004), advierte de un fenómeno mundial que pocos hubiesen podido vaticinar en la década milenio, en los primeros años del siglo XXI, cuando todo era democracia, liberalismo político y felicidad. 

Ya el gran semiólogo francés Tzvetan Todorov nos lo había advertido tempranamente en Los Enemigos íntimos de la Democracia (2012), obra visionaria que advierte que, en los mesianismos políticos, en las tentaciones integristas, en los puntos ciegos del neoliberalismo, en el populismo y en la xenofobia se escondían los antagonistas al modelo inventado por los griegos, basado en la igualdad entre los ciudadanos y cuya finalidad última es el bien común.  

Nueve años después, Applebaum nos demuestra que las advertencias de Todorov se han cumplido todas, y nos cuenta que sus antiguos amigos y amigas que en 2000 formaban, junto con ella, parte de grupos de derecha o centro derecha liberales, en la década pasada han migrado masivamente a posiciones conservadoras, nacionalistas, esencialistas, identitarias, anti-derechos y se han ubicado peligrosamente en los límites de la democracia. Applebaum, que nos dibuja un paisaje de la realidad europea contemporánea, se anima a saltar, de cuando en cuando, a nuestro continente y encuentra en Donald Trump un representante característico de esta derecha conservadora y anti sistémica, que en el Viejo Continente ya controla Hungría y Polonia, pero que viene por más, y el fenómeno es global.

¿Por qué la crisis de la democracia? Es la gran pregunta, el mundo de la postmodernidad, según lo definieron Lyotard, y todos los demás, es un mundo sin paradigmas, sin metarrelatos, con millones de discursos fragmentados y sin asideros aparentes a los que pudiesen aferrarse ciudadanos absolutamente absortos y despistados. En escenarios así, se adviene el miedo, y las respuestas simples, binarias, mejor cuanto más radicales, suelen encontrar gran acogida. Sucedió en el mundo post Primera Guerra Mundial y post Crisis del 29, cada una engendró un fascismo totalitario, el resultado: la guerra más desastrosa de la humanidad.

La sombra de la dictadura

Sigamos en el Perú, al atardecer del 6 de abril de 1992, Alberto Fujimori, sobre una Custer, en el frontis de Palacio, jugueteaba con las masas. Estas lo aclamaban por cerrar el Congreso. Ufano, les preguntó ¿Quieren parlamento o no quieren parlamento? Las masas, eufóricas y sin táper, respondieron al unísono: sin parlamento. Era un pueblo al que Montesinos y sus psicosociales habían logrado aterrorizar, y que ahora canjeaba a gritos su libertad por el supuesto orden que una dictadura podía garantizarle. 

No nos equivoquemos, estamos en tiempos de extremismos, el debate político es extremista, en Europa, en Estados Unidos y en el Perú. Vacar o no a un presidente poco apto, pero sin causales para ser vacado no tendría que ser la discusión del día, sino las mejores leyes y decisiones en bien de la comunidad. Lo primero es lo que caracteriza una sociedad que ha desplazado su debate político a las fronteras de su democracia, al borde del precipicio autoritario; lo segundo es la democracia misma, y es la mejor garantía del progreso. 

El centro, no es pues, un conjunto vacío, el centro no consiste en no ser de izquierda o derecha. El centro supone defender la democracia del autoritarismo, defender el diálogo del caballazo autoritario, defender el bien común de la corrupción, defender los proyectos de desarrollo sobre las agendas que imponen en nuestra política, el narcotráfico y otros proyectos vedados. 

Hoy nuestro centro es muy pequeño. En el congreso contamos con los representantes de Somos Perú y Partido Morado, mientras que fuera de él Perú Republicano, proyecto nuevo que agrupa cuadros de la talla de César Guadalupe, Jorge Yrrivaren, Carlomagno Salcedo, Nancy Goyburo, Wilder Mamani Llica, Juan Fonseca, entre otros, pugna por abrirse un espacio en la política nacional y con una fuerte vocación provinciana. 

Muy recientemente el gobierno estuvo copado por la izquierda radical, mientras que la derecha conservadora y anti sistémica pretende introducirnos en un nuevo quinquenio de crisis política, a punta de reiterados proyectos de vacancia. El centro, entre ambas posiciones, representa la apuesta por el desarrollo, por el gobierno del pueblo, la aspiración por el bien común y la búsqueda de consensos para construir país. Es hora de tomarlo más en cuenta. 

 

 

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Centro, Derecha, Izquierda, política peruana

EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.

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antiestablishment, Derecha, IEP, Perú Libre

La última encuesta del IEP es reveladora respecto de la fuerza política de la derecha, que prácticamente supera en todas las variables de medición a la izquierda. El Perú es un país inclinado a la derecha: lo de las últimas elecciones fue un hipo disruptivo producto de la pandemia que difícilmente se va a repetir en nuestra historia electoral.

De acuerdo a la medición referida, el 35% del país se define de derecha frente a un 24% de izquierda. En el Perú rural, supuesto bastión izquierdista, el 38% se autodefine de derecha mientras que solo el 29% dice ser de izquierda.

En la región centro -reino de Perú Libre- la derecha obtiene un 35% de identificación mientras que la izquierda representa al 28%. Solo en el sur gana la izquierda, con 28%, pero la derecha tiene un nada despreciable 26% de identificación.

En todos los sectores socioeconómicos, la gente se considera más de derecha que de izquierda. En el AB, 32% de derecha versus 18% de izquierda; en el C, 36% de derecha versus 23% de izquierda y en el DE, la derecha 36% y la izquierda 28%.

Lo más interesante, sin embargo, radica en la respuesta que acontece cuando se distingue por edades. En el rango de 40 a más, 36% dice ser de derecha mientras que 23% de izquierda; en el rango de 25 a 39 años, el 32% es de derecha y el 26% de izquierda; lo sorprendente ocurre cuando nos vamos al rango más joven, de 18 a 24 años: allí, el 40% dice ser de derecha mientras que solo el 24% dice serlo de izquierda.

Es hora de que la derecha se despercuda y se deje de tibiezas ideológicas. El país espera un liderazgo que claramente se defina de derecha, democrático, promercado, defensor del orden público, de la reforma de un Estado elefantiásico, y que en ese trance no esquive ningún tema polémico sino que lo responda con absoluta transparencia y propiedad.

Empiezan a surgir nuevos liderazgos. Hay que tenerlos en cuenta. Se requiere cambiar el elenco estable de la derecha. Su fracaso en las últimas elecciones ha obedecido, en gran medida, a ello. Se impone una derecha que salga de los corsés fujimoristas y convoque al país a una apuesta reformista y transformadora, con una narrativa moderna y antiestablishment. La tribuna está su favor.

La del estribo: no deje de participar en el taller El amor en la literatura, que dictará el escritor Alonso Cueto, a través de cinco novelas del siglo XIX y XX: Jane Eyre (Charlotte Bronté), Eugenia Grandet (Balzac), Rojo y Negro (Stendhal) El amante de Lady Chatterley (Lawrence) y La tía Julia y el escribidor (Vargas Llosa). Inscríbase en www.edicionescueto.com/productos y arranca este miércoles 17 de noviembre hasta el 9 de diciembre, de 7 a 9 pm.

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antiestablishment, Derecha, IEP, Perú Libre

¿Es posible pensar que en lo que queda de este gobierno y hasta que se realicen las elecciones del 2026, se pueda edificar una opción electoral auténticamente liberal, que marque su propia cancha y se distinga de la derecha ultraconservadora, mercantilista o autoritaria que pulula en estos lares?

Sí, es perfectamente factible. Hay personajes que se identifican con esa postura liberal, sean de izquierda, de centro o de derecha, que bien podrían empezar a reunirse y evaluar o un nuevo partido o pactos entre los que ya existen para erigir una opción potable, atractiva y viable para las próximas elecciones presidenciales.

Los derechos fundamentales de la persona son, según el padre fundador del liberalismo, como corriente de pensamiento, John Locke, el derecho a la vida, la propiedad y la libertad, y entendía este último no como un mero derecho económico sino, sobre todo, político.

Por eso es que el liberalismo debe marcar distancia de tanto libertario conservador y/o autoritario que deambula por estos lares, que son antiderechos civiles, antienfoque de género, antidemocráticos (seguidores, por supuesto, de los esperpentos de Agustín Laje o Javier Milei en Argentina).

Y admitir que caben corrientes de izquierda o de centro en sus filas, dependiendo del énfasis que se le coloque a las políticas públicas, especialmente las vinculadas a la salud y educación.

El lecho rocoso lo constituyen la economía de mercado y la democracia. Llegado al gobierno, un partido liberal debe desplegar un shock de inversiones privadas (como lo hizo, cabe citarlo y reconocerlo, el segundo gobierno de Alan García), pero desenvolviendo, a la vez, reformas promercado, que el segundo alanismo no hizo ni por asomo (García no debe haber entendido ni siquiera en qué consistían).

En simultáneo, debe iniciar una profunda reforma política que construya una democracia descentralizada, cercana a las poblaciones pequeñas (distrito electoral múltiple) y de mayor representatividad (dos cámaras y más congresistas), entre otros puntos.

La opción liberal auténtica es una carta no jugada en el país. Lo que hemos tenido los últimos treinta años es un mediocre y corrupto mercantilismo proempresa, que no obstante tener resultados que mostrar, los mismos lloran, si se les antepone el contrafáctico de qué hubiera sucedido si desde los 90 se hacían las profundas reformas promercado que el país requería. Hoy el Perú, si, además, se hubiera seguido con esas reformas durante la transición democrática, sería otro, cualitativamente superior.

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2026, Derecha, Izquierda, opción liberal

Es un disparate supremo el perpetrado por Vladimir Cerrón y su cúpula partidaria, de acusar al actual gobierno de derechista o de caviar. Si algo caracteriza claramente al régimen de Castillo es su izquierdismo manifiesto.

¿Qué política pública de derecha ha aplicado en estos primeros meses de gobierno? ¿Qué derechista agazapado se ha infiltrado en las filas del régimen? ¿Qué indicio de sojuzgamiento a los grupos de poder -si como derecha mercantilista se le quisiese clasificar- puede apreciarse en las decisiones del Ejecutivo?

El de Castillo es un gobierno de izquierda. Y como tal, un gobierno lleno de mediocridades y errores, propios de los regímenes que siguen esa línea ideológica. Por lo pronto, una clara aversión a lo que significa la inversión privada, sin cuyo aliento no tendremos forma de obtener tasas de crecimiento del PBI superiores al mediocre 2% que la mayoría de expertos pronostica para el vigente lustro.

Habrá pocas nueces izquierdistas, es verdad, porque felizmente funcionan en el país los poderes de contención institucionales. El Congreso, el Poder Judicial, el Ministerio Público y el Tribunal Constitucional, de diversas formas le han hecho saber al Ejecutivo que no es un poder dictatorial y tiene que ceñirse a ciertos cartabones.

La medianía en el ejercicio del poder va a caracterizar a este gobierno precisamente por ser de izquierda. Lo reiteraremos hasta el agotamiento: lo que el Perú necesitaba más que nunca en las actuales circunstancias era un shock de inversiones capitalistas que permitieran remontar la recesión pandémica, en el corto plazo, y en el mediano, la inercia proinversión (excepción hecha del segundo alanismo) de la transición post Fujimori.

Y Castillo y sus diletantismos izquierdistas no generarán la confianza necesaria para alentar ese proceso. La única manera de, siquiera, rozar mínimamente un grado de inversión privada interna potable, pasa por descartar la Asamblea Constituyente corporativista que aún piensa ejecutar. Más temprano que tarde esperemos que se dé cuenta del desmadre que implicará ese proyecto y lo deseche, pero el tiempo que demore en hacerlo será tiempo valioso perdido para el país.

El Perú necesitaría veinte años seguidos de gobiernos promercado para acceder a ser un país medianamente desarrollado y con grados de disminución de la pobreza y de las desigualdades tales, que se desarraiguen ideas pasadistas como las que alberga un sector significativo de la ciudadanía. Castillo, claramente, no forma parte de ese proceso. Su izquierdismo rampante lo condena a la mediocridad.

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Derecha, Izquierda, Presidente Castillo, Vladimir Cerrón
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