17 de abril

17 de abril

"Como dicen los historiadores: son de esas personas que aparecen cada cien años para pensar y hacer un país diferente. Así lo recuerdo al presidente Alan García."

[EN EL PUNTO DE MIRA] Hace cuatro años, el expresidente Alan García nos dejó físicamente, fue un miércoles santo, aún lo recuerdo. Fue dentro de un contexto de judicialización de la política o, para ser más exactos, fue dentro de un contexto de persecución que se hizo en contra de su persona sin una prueba contundente, pero así sucedió. Fueron los tiempos en los que la política apelaba a las bajas pasiones y no a la conducción para hacer del país algo grande.

Tuve la posibilidad de conocer al expresidente. Enorme era (y sigue siendo) su figura porque en una conversación con él transitabas por la historia universal y del Perú. Uno sentía, a través de sus palabras, el dulce aroma de la historia, su gente y sus pueblos. Conoció a Miterrand, a los conductores norteamericanos y chinos, entre otros. No era político solamente, era un humanista, un heleno. Sentía que a la vida había que darle responsabilidad personal y política, pensar más allá de los aplausos momentáneos, que posteriormente -por los rumores malintencionados y repetidos- se vuelven escarnio e insultos. Repetía siempre una hermosa frase de Inmanuel Kant, en la que expresaba lo siguiente: “dormí y soñé que la vida era belleza, pero desperté y vi que era deber”.

Eso lo demostró al llegar a la máxima investidura el año 2006 en la que realizó, con el partido aprista, un extraordinario gobierno: reduciendo -según los organismos internacionales- la pobreza en un 20%, en la que se redujo también la anemia, el analfabetismo y la desigualdad social. Y en la que abrió el Perú al mundo a través de tratados de libre comercio, fundamentales para el desarrollo de los países. Supo también que, luego de hacer responsablemente acciones de Estado, se venía -producto de las bajas pasiones que forman parte también de nuestra cultura política- los escarnios de sus enemigos. Son las ambas caras de la luna a la que uno se aproxima luego de salir del poder.

Algo que siempre nos decía en reunión con él, y que se me ha quedado en la mente, es que había que pensar que nuestras acciones pasen a la historia porque ese es propósito para los que venimos al mundo. La historia como el objetivo más grande que tengamos como seres humanos. Trascender nuestro entorno inmediato. Contribuir con un grano de arena a través de obras e ideas y que eso se plasme en que, más adelante, los que escriban sobre el Perú reconozcan la labor que uno ha hecho. Eso es lo más hermoso que una persona puede recibir como mensaje. No dinero, no oro sino el dulce aroma de la historia.

Como dicen los historiadores: son de esas personas que aparecen cada cien años para pensar y hacer un país diferente. Así lo recuerdo al presidente Alan García.

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