Nilda Callañaupa

La tradición textil que resiste a la pandemia

Nilda Callañaupa es una gran promotora del arte cusqueño. Fundó el Centro de Textiles Tradicionales del Cusco. Ha recibido reconocimientos por su aporte a la educación, el arte y la cultura y como emprendedora rescata nuestras tradiciones hilando fino por el Perú.

Cada familia guarda en su memoria varios lazos de unión hacia sus antepasados, pero en el Cusco, esos lazos se vuelven tangibles a través del arte textil, con técnicas que los mayores le enseñan a la siguiente generación. Durante un tiempo, esta práctica estuvo en riesgo de perderse, pero Nilda Callañaupa, tejedora nacida en Chinchero, se propuso rescatar estas técnicas ancestrales y al mismo tiempo, mejorar la calidad de vida de los tejedores a través de un comercio justo.

Junto a un grupo de tejedoras de Chinchero, en la década de 1970, empezó a hilvanarse lo que más adelante sería el Centro de Textiles Tradicionales del Cusco (CTTC), una organización sin fines de lucro que trabaja con diez comunidades de tejedores de la región Cusco. Tanto en la sede de la ciudad de imperial como en Chinchero, se pueden encontrar en venta piezas de fina confección provenientes de las diez comunidades y que llevan en la etiqueta el nombre y fecha de nacimiento del tejedor.

“Es el reconocimiento al artista. Por eso ponemos su nombre y su fecha de nacimiento”, indica Callañaupa, que además de fundadora y directora del CTTC, es licenciada en Administración Turística y ha recibido distinciones por parte del Ministerio de Cultura y el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. En 2018, el gobierno peruano le entregó la Orden al Mérito de la Mujer, por su trabajo en la promoción y aporte en la educación, el arte y la cultura.

El golpe de la pandemia

Por ahora, los tejidos permanecen en los locales que tuvieron que dejar de atender al público por la pandemia y los tejedores se están dedicando al campo u otras faenas que les permitan conseguir los ingresos que el turismo ya no puede proporcionar.

Sin embargo, varios han continuado trabajando sus textiles desde casa y con participación de los niños, que tampoco tuvieron clases presenciales, han logrado confeccionar algunas piezas que esperan poder compartir con los otros tejedores en cuanto puedan volver a reunirse.

Para Callañaupa, este periodo ha sido muy duro porque los viajeros conocedores de la calidad de estos productos son sus principales clientes y eso hace que el presupuesto con el que cuentan se reduzca. “Trabajamos lo que podemos. Si hay pedidos, sí lo hacemos. Necesitamos realizar ventas. Si no las hay, el inventario se estanca y todos los problemas suceden”, comenta.

A pesar de las dificultades, el local de Chinchero -donde hoy solo se siente el sonido de las inquietas alpacas- empezará a funcionar la próxima semana. Con los cuidados respectivos y al aire libre, los tejedores confían en poder retomar algunas actividades. Con ellos acudirán jóvenes y niños que están empezando a relacionarse con estas técnicas ancestrales.

“Los jóvenes y los niños, no significa que no vayan a ser profesionales, pero ahora tienen más orgullo y están retomando las clases de tejer porque es patrimonio de nuestros antepasados. Lo que enorgullece es que el tejido ha sido transmitido de generación en generación. Ojalá que volvamos poco a poco a eso”, refiere.

El enfoque educativo

A simple vista, una manta con motivos andinos vendida en un mercado de artesanías podría pasar por una pieza tradicional del Cusco, pero bien podría tratarse de una imitación hecha con fibras sintéticas que se vende a un bajo precio.

Por ello, en el CTTC se preocupan también de dar a conocer entre sus visitantes la calidad que diferencia a estos productos de los tejidos elaborados por las comunidades con las que trabajan, y que así se valore más el tiempo, la mano de obra, el acabado del tejido, entre otras características.

“Todo es manual y requiere de mucho tiempo. Por ende, el costo va subiendo porque hay una labor humana. El tinte es natural, requiere de tiempo y para su adquisición, muchos de los clientes no están localmente. Si se trae de lugares lejanos, el costo es alto. En colores muy intensos, se hace el teñido (de las fibras) dos o tres veces”, explica.

Estos pasos son detallados a todos los turistas que se animan a visitar el taller de Chinchero, donde además se puede aprender de distintas técnicas y vivir la experiencia de hilar y tejer con estas fibras naturales.

Callañaupa considera que todas estas acciones hacen del CTTC un proyecto integral que se aleja de cualquier medida de corto plazo. “Esta es una oportunidad que se le da al lugareño de tener acceso al desarrollo económico a través de su trabajo y además de eso, el reconocimiento y dominio del arte textil, que ahora se presenta con orgullo”, sostiene.

Dato:

Para conocer más sobre el trabajo de Nilda Callañaupa y la CTTC pueden ingresar a su web y tienda online: www.textilescusco.org

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Centro de Textiles Tradicionales del Cusco, CTTC, Nilda Callañaupa

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