GIANCARLA DI LAURA

Ay, las mujeres… y el 8M

"En cualquier caso, sean de clase media, alta y, sobre todo, trabajadora, las mujeres siguen sufriendo todo tipo de discriminación, desde empleos de menor rango que los varones hasta sueldos inferiores por el mismo trabajo, sin mencionar que la violencia doméstica suele tener como víctimas a una abrumadora mayoría de mujeres."

Este viernes 8 de marzo conmemoramos una vez más el Día Internacional de la Mujer, llamado hasta 1975 «Día Internacional de la Mujer Trabajadora». La ONU cambió esta denominación que había cundido en muchos países desde 1910 por iniciativa de las obreras finlandesas en protesta por las pésimas condiciones de vida a las que las reducía el capitalismo industrial. Luego el nombre pasó a Alemania y a los Estados Unidos y poco a poco se hizo más fuerte, pero la ONU, por razones de inclusividad, definió el día en función del género más que de la clase social a partir de mediados de los años 70. En cualquier caso, sean de clase media, alta y, sobre todo, trabajadora, las mujeres siguen sufriendo todo tipo de discriminación, desde empleos de menor rango que los varones hasta sueldos inferiores por el mismo trabajo, sin mencionar que la violencia doméstica suele tener como víctimas a una abrumadora mayoría de mujeres.

Estos hechos ya bastante conocidos llevan en el escenario peruano a todo tipo de manifestación, desde marchas y proclamas hasta espectáculos culturales. Abundan, por ejemplo, los recitales de poesía ofrecidos exclusivamente por mujeres, con lo cual se prolongan los ghettos de género a los que algunos grupos feministas dicen combatir. Se argumenta que los hombres ya tienen demasiados espacios de visibilidad, pero esto no resulta tan cierto cuando de manera consciente se les excluye de determinados ámbitos y fechas.

Como escribí hace dos años en esta misma columna: «En el Día Internacional de la Mujer hago un llamado a la conciencia de mis sororas para que extiendan su preocupación a todas las mujeres y a las personas en general que no tienen el privilegio de acceder a los medios de difusión ni mucho menos a la reflexión académica. Asimismo, para que amplíen sus criterios y dejen de encerrarse en los ghettos de género, haciendo exclusivamente recitales, antologías y mesas redondas de solo mujeres. Se necesita más acción y activismo conjuntos, presencia en todos los ámbitos». Me refería, obviamente, a la exclusión que se practica contra las mujeres más discriminadas del Perú, es decir, las mujeres indígenas y afrodescendientes.

Volviendo a la burbuja literaria, hasta se ha dado el caso de que un recital en el cual participan seis hombres y cuatro mujeres (después de que algunas de ellas se retiraron de la lista quién sabe por qué razones) ha sido impugnado apelando a la baja estofa moral de los varones (calificados desde depravados sexuales hasta masturbadores), según una poetita desequilibrada, sin prueba alguna y por puro afán difamatorio.

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