[LA TANA ZURDA] Se ha ido uno más de las más grandes voces del Grupo Narración, de las voces del cincuenta y el sesenta que buscaban darles voz a aquellas personas que no la tenían. Junto con Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez y Augusto Higa, Gálvez Ronceros configuró un movimiento innovador y reivindicador de la narrativa peruana, llevando el castellano a niveles de creatividad poco antes vistos.
A través de obras como Los ermitaños (1962), Monólogo desde las tinieblas (1975), Historias para reunir a los hombres (1988), Aventuras con el candor (1989), La casa apartada (2016) y Perro con poeta en la taberna (2018), Gálvez Ronceros supo dar vida a personajes del mundo popular peruano sin caer en el realismo puro y duro ni en la fantasiosa visión de quienes no conocen esa realidad.
Además, de escritor y gran catedrático sanmarquino, fue un excelente ilustrador cuyos dibujos aparecen y acompañan de una manera complementaria sus textos. Gálvez Ronceros logró retratar los nuevos grupos emergentes de una sociedad pluricultural y diversa.
Es así como yo conocí El Carmen y el Guayabo, con esos primeros referentes en los relatos del maestro don Antonio, para luego tener el gusto de encontrarlo en persona y ser testigo de la musicalidad y el optimismo que rezumaban por su voz y sus ojos cuando hablaba de las comunidades afrodescendientes, especialmente la de El Carmen, en Chincha.
A continuación comparto uno de los cuentos más populares y difundidos de la obra del magistral escritor. Este cuento lo analizamos recientemente con una promoción de estudiantes que identificaron no sólo un sociolecto, sino un ideolecto que rescato y comparto para que sea vista bajo una nueva luz:
“TRE CLASE DE SÓ”
Por el callejón del Guayabo venían de un sembrado de yucas dos negras encima de sus burras. Las burras caminaban medio agachadas del lomo porque debajo de la carga negra traían los serones reventando de yucas. Era el mediodía y el sol quemaba como candela. Como les habían cobrado un sol por cada planta de yuca, una de las negras empezó a quejarse:
—Cómo etán lo tiempo… ¡A só cada planta e yuca!
Y mirando el cielo agregó:
—Y con ete só.
Como en ese instante su burra se desvió del camino, demandó colérica:
—¡Só, borica!
Enderezó al animal y prosiguió la marcha.
La otra anduvo largo trecho pensativa. Al cabo habló en tono de sentencia:
—En eta vida hay tre clase de só: só de prata, só de cielo y só de borica.
(En Monólogo desde las tinieblas, 1975).
A través de este microrrelato podemos ver toda una cosmovisión que compartía don Antonio, la vida del afrodescendiente peruano, con personajes populares y familiares del mundo rural costeño y su sabiduría espontánea. Muchos de ellos se ven frecuentemente representando papeles protagónicos; la mayoría de ellos llenos de humor y viendo siempre la vida con una visión optimista, así sepan que el resultado final será diferente a lo esperado. La ambigüedad de la existencia mediante analogías que suceden en el diario vivir es el meollo de la narrativa de Gálvez Ronceros al identificar en la comunidad afroperuana una cosmovisión que expresa su experiencia de vida para no solo decirla, sino para ponerla en acción. Desde el lenguaje, don Antonio rescata y reivindica a una gran parte importante de nuestra cultura afroperuana.
Como mi suegro don Amador Ballumbrosio, Gálvez Ronceros también gustaba de la tutuma, la cual pude compartir con él cuando lo conocí con mi esposo Meno en El Carmen. Su manera de hablar, su complicidad de palabra, su humor y su picardía fueron algunos de los rasgos más admirables de este gran escritor. Hincha del Muni como muchos chinchanos de esa generación, gracias por lo compartido y lo bailado, maestrazo.
Su voz se hará extrañar, su don de gentes y su generosidad. Nos vamos quedando más solos.