“El delincuente tiene que ser declarado como objetivo militar. Además, declarar la tenencia ilegal de armas como terrorismo delictivo. Tercero, los delitos como sicariato, secuestro, extorsión, declararlos como traición a la patria”.
“Leyes más duras, más drásticas (…) Yo sí estoy de acuerdo en que se aplique la pena capital aquí en el país, y si tenemos que salirnos del Pacto de San José, nos salimos pues”.
“La delincuencia criminal ha convertido en un baño de sangre el Perú y esta situación necesita medidas duras, mano dura. Por lo tanto, creo que tenemos que eliminar a aquellos sujetos, lacras que asesinan a peruanos inocentes (…) Que se aplique la pena capital a todos aquellos delincuentes en flagrancia”.
Son algunas de las frases lanzadas en la entrevista que le efectuara este fin de semana Perú21 a Carlos Álvarez, el potencial outsider de la derecha para los comicios del 2026 (de antemano, ya hemos señalado que tiene un potencial electoral muy superior al de sus competidores del mismo espectro ideológico).
Por ello mismo preocupa que Álvarez haga suyo el populismo punitivo, que a nada bueno conduce y no es el mecanismo adecuado para luchar contra el grave problema de inseguridad que el país vive.
Lo que se requiere, y es la llave mágica que muchos países han hallado para disminuir la tasa delincuencial (no es El Salvador, en ese sentido, el mejor ejemplo), es asegurar que el delito sea sancionado efectivamente. Ya existen penas duras en el Perú, pero los delincuentes saben que ni siquiera van a ser capturados o que, si lo son, lo más probable es que sean liberados o sancionados levemente.
Lo que se requiere es una profunda reorganización de la Policía Nacional, del Ministerio Público y del Poder Judicial, preñados de corrupción o intimidados por los criminales, y que, al disminuir la tasa de efectividad en la real sanción de los delincuentes, alientan su proliferación (hemos descendido 20 lugares en el ranking global de la corrupción que realiza Transparencia Internacional).
No hace falta ser autoritario para combatir a las mafias. Se necesita firmeza, eso sí, para combatir a aquellas que se han infiltrado en nuestras instituciones llamadas a combatir el delito. Y para ello no hace falta romper los cánones democráticos, ni construir un Estado policíaco, ni vulnerar el respeto estricto a los derechos humanos.
Siendo, como es, un líder popular, inteligente y bien articulado, Carlos Álvarez está a tiempo de estudiar mejor el tema y proponer soluciones que no constituyan un peligro democrático. Tenemos experiencia como país de que cuanto más indiscriminada fue la lucha antiterrorista, Sendero Luminoso creció y prosperó. Cuando se aplicó la inteligencia y la civilización, fue derrotado. Lo mismo debiera aplicarse a la lucha contra la lacra delincuencial que nos está sometiendo. No necesitamos un Bukele. La DBA no debe tener vela en el entierro de las bandas criminales que asolan el país.