Pie Derecho

¿Es posible ser optimistas?

“La desesperanza no es buena consejera. De peores hemos salido y sólo hace falta un buen gobierno, con las cosas claras y los equipos tecnocráticos y políticos adecuados”

Ahora que se celebra el 30 aniversario de la Constitución de 1993, hay que ponderar lo que realmente significó ello. Fue un parteaguas social, político y económico respecto de la ruta del desastre a la que el Perú se encaminaba a fines de los 80. Éramos una sociedad inviable, una nación fallida, una democracia insostenible, azotada por la violencia terrorista y la hiperinflación recesiva de nuestra economía. Millones de peruanos se iban del país huyendo de la crisis y de la violencia.

Eso, que ya hacía barajar, inclusive, a Washington y países vecinos la eventualidad de una intervención internacional en caso accediera al poder Abimael Guzmán, cambió. El Perú recompuso su economía, se pacificó el país y nos encaminamos hacia una senda de desarrollo que ha durado casi las tres décadas que se conmemoran.

La crisis de hoy es menor respecto de la que vivíamos entonces. Tal vez solo equipare su gravedad la terrible situación de inseguridad ciudadana que nos azota. La sensación de zozobra, sin embargo, ha hecho que también abandonen la patria millones de peruanos.

Pero, como ocurrió hace tres décadas, es factible afrontar esta crisis y salir adelante. El Perú es un país resiliente y que apenas se normalice la gobernanza, sabrá recuperar dinamismo y retomar la senda progresista en la que nos hallábamos.

De este gobierno, lamentablemente, no se puede esperar gran cosa, y, en esa medida, habrá que cifrar las esperanzas en que el 2026 asuma el poder una opción que sepa enfrentar los desafíos más acuciantes: inseguridad ciudadana, corrupción y crisis económica.

La única salida pasa por instaurar un capitalismo democrático, bajo el manto de un respeto irrestricto al Estado de Derecho. Se perfilan ya algunas candidaturas con ese perfil, pero adolecen de química política y, por ello, se torna imperativo abogar por la unidad de fuerzas similares que en conjunto aporten ese brío, y ojalá se encuentre un candidato que convoque los entusiasmos populares necesarios no solo para ganar la elección, sino para asegurar una coalición parlamentaria que permita la gobernanza con la normalidad perdida desde el 2016.

La desesperanza no es buena consejera. De peores hemos salido y sólo hace falta un buen gobierno, con las cosas claras y los equipos tecnocráticos y políticos adecuados. Hay masa crítica para que surjan esos liderazgos. Y hay tiempo para madurar las opciones. De acá al 2026 hay que apostar, desde la sociedad civil, para que cuaje una alternativa de ese talante.

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