[PIE DERECHO] Hay que seguir con atención el desenvolvimiento de Javier Milei en Argentina. Ya el solo hecho de que haya triunfado electoralmente una opción libertaria en un país lastrado por el peronismo, es una noticia que hay que saludar. El populismo económico ha destruido la economía argentina y una buena gestión macroeconómica, como promete Milei, debería enderezar el rumbo.
Hace bien, por cierto, Álvaro Vargas Llosa en entrevista que hoy le hace Milagros Leiva en el Comercio, distinguiendo a Milei de Donald Trump, un antiglobalista, proteccionista y hasta estatista (infló el presupuesto público de una manera descomunal); Trump no tiene nada que ver con una propuesta que va en sentido contrario.
El liberalismo se juega mucho en la región con la manera como le vaya a Milei. Por eso la reacción destemplada y antidiplomática de gobernantes como Lula o Petro, quienes anteponen sus ojerizas ideológicas a las políticas de Estado que les corresponde llevar por la responsabilidad presidencial que les cabe.
Milei obviamente va a tener que moderar sus propuestas, ya lo está haciendo. Necesita hacerlo para poder gobernar con relativa estabilidad y entender que los tiempos deben ser administrados con astucia y perspicacia. Con que estabilice el delirio populista económico de Argentina ya habrá logrado bastante.
Las gestiones funestas de los regímenes de izquierda en la región ayudan, pero claramente no bastan para convencer al electorado peruano del grave error de votar por opciones de ese talante (si no, no hubiera ganado Castillo el 2021); se requiere la muestra palpable, fáctica, de que una opción diferente es eficaz y positiva. Milei puede jugar ese papel y convertirse en foco de irradiación continental.
Se necesita a gritos en el Perú una opción liberal integral. Lo mucho que se había avanzado en materia económica en los 90 se ha ido desmontado de a pocos y hoy tenemos un remedo regulatorio populista en casi todos los sectores productivos del país. Y en términos políticos institucionales casi no se ha avanzado nada y, por el contrario, lo que vemos hoy es un grave deterioro de los mismos, con la connivencia fatal del Ejecutivo y el Congreso.
–La del estribo: no es una joya cinematográfica, pero es una película imprescindible Napoleón de Ridley Scott. No sé si habrá sido la intención del director, pero desacraliza a un personaje inflado por la historiografía oficial. Entre las megaproducciones de este año, me parece superior Oppenheimer, de Christopher Nolan y no tanto Los asesinos de la luna, de Martin Scorsese, a la que, en mi modesta opinión crítica, le sobraron al menos treinta minutos.