Juan Carlos Tafur

Nos bajan de categoría

“Sin que tenga que ver en absoluto la oposición, el Ejecutivo se pone cabe a sí mismo, nombrando personal poco idóneo en la administración pública (desde ministros hasta funcionarios de primer y demás niveles), generando un deterioro ostensible del funcionamiento del Estado”

La agencia calificadora Fitch Rating acaba de bajar la perspectiva de calificación de Perú de estable a negativa. Y las razones no solo tienen que ver con la inestabilidad política (en gran medida causada por el propio gobierno), sino también con la eficacia de las políticas públicas.

Sin que tenga que ver en absoluto la oposición, el Ejecutivo se ha puesto cabe a sí mismo, nombrando personal poco idóneo en la administración pública (desde ministros hasta funcionarios de primer y demás niveles), generando un deterioro ostensible del funcionamiento del Estado.

Las consecuencias de ello son incalculables. Para escándalo de algunos, se sostuvo en esta columna que Castillo iba a resultar peor que la pandemia. Lo va a ser, sin duda. Es intangible la cantidad de muertos que genera la destrucción de la salud pública (por falta de atención, de vacunas, de medicamentos, de equipos), pero si se pudiera contabilizar, ya superaría largamente la escandalosa cifra de muertes por el Covid (pronto, las estadísticas lo demostrarán).

A ello se debe sumar la pobreza creciente de los sectores populares que se ven desprotegidos frente a un gobierno incapaz de responder con eficacia a la crisis económica global, que amenaza el próximo año con bordear niveles recesivos en muchas potencias mundiales. ¿Y la pobreza no aumenta la mortandad poblacional? Basta revisar trabajos estadísticos básicos, que existen en abundancia, para demostrar ello.

Es una pésima noticia para el país esta rebaja de calificación. Nos hará daño y probablemente sea el inicio de un proceso de deterioro calificador de muchas otras agencias, generando consecuencias financieras perniciosas para el país.

Ratifica que la inestabilidad política es un problema, sin duda, pero no solo no es la única causa, sino que tampoco se le puede atribuir la mayor responsabilidad en ese sentido a la oposición. Es el propio régimen el que genera la crisis. Nadie ha obligado al presidente a cambiar tantos ministros y funcionarios, nadie lo ha hecho fracasar en una simple compra de fertilizantes, nadie se ha rodeado de corruptos y provocado ser denunciado por la Fiscalía de la Nación. La oposición, más bien, ha pecado de obsecuente, antes que de recia. Más allá de los encendidos discursos beligerantes de algunos voceros de la mayoría opositora, en la práctica le hacen el juego al gobierno.

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