No hay grandes debates en el Congreso, ni polémicas doctrinarias, a pesar de que existen diferencias ideológicas marcadas entre los distintos partidos del establishment. Lo que importa es el trasiego menudo de intereses de poder, no la perspectiva de transformar el país, en un sentido u otro.
Y en cuanto al Ejecutivo, a diferencia de otros gobiernos, que albergaban alas discrepantes, pugnas por ejercer el dominio, movidas estratégicas para alcanzar mayores cuotas de participación en el mundo de las decisiones, todo se reduce a los embistes o codazos que se dan el premier Alberto Otárola y el hermanísimo de la presidenta.
No es un resultado de los nuevos tiempos antideológicos que supuestamente se enseñorean en el planeta. Basta cruzar la frontera y ver lo que pasa en Chile, Argentina, Brasil, Ecuador, Colombia, etc., y uno podrá ver allí intensos debates, despliegue de argumentos, desfile de razonamientos polémicos y confrontacionales. Es la política que se vive con intensidad y de esa manera recoge las disidencias ciudadanas propias de cualquier sociedad democrática.
Entre los mochasueldos, los Niños, los nombramientos cuestionables y aquellos de allegados o familiares, no salimos. Más riqueza temática hay en las páginas de espectáculos o policiales.
La pauperización de la política peruana es la que explica el surgimiento de outsiders cargados de impericia. Cualquiera puede llegar a ser Presidente, cualquier peatón aspirar a ser congresista, un don nadie a alcalde o autoridad regional. No importan los programas de gobierno, las ideas ejecutoras, los planes de acción. Es la política como espectáculo pueril y vacío de contenido lo que se va apoderando del país y amenaza con llevarse de encuentro consigo cualquier forma civilizada de sostener nuestra democracia.
–La del estribo: extraordinaria la puesta en escena de Cómo aprendí a manejar, con sobresalientes actuaciones de Melania Urbina (¡brillante!), Óscar López Arias, Alicia Mercado, Óscar Meza y Verony Centeno, y con la correcta dirección de Juan Carlos Fisher. La obra es de Paula Vogel y fue ganadora del premio Pulitzer en 1998. Va en el ICPNA hasta el 10 de setiembre. Entradas en Joinnus.