Por ello es que resulta doblemente lamentable que dos políticos del mismo origen étnico cholo, que desde el primer día que llegaron al poder se hayan dedicado a robar, que no esperaron siquiera que la persuasión horadante de la corrupción los tocara con las resistencias bajas, hoy utilicen el argumento racial para librar las consecuencias de sus actos.
Son pocos, felizmente, los que se compran ese falaz argumento, aunque no deja de sorprender que académicos de lustre se hayan sumado a la falacia racial como pretexto para la impunidad. Y, claro, la izquierda local, que no pierde tiempo en horadar su propia legitimidad prestándose al juego político de la más punible complicidad con un régimen nefasto como el de Castillo.