No le falta cierta razón a la presidenta Dina Boluarte cuando culpa al exgobernante Pedro Castillo de los desmanes de diciembre y enero que ocasionaron las casi 60 muertes extrajudiciales que ocurrieron.
El tema de los piquetes de vándalos animados por el narcotráfico y la minería ilegal hace rato debió haber sido uno de los brazos legales de la investigación fiscal de lo sucedido, pero, al parecer, en el Ministerio Público, la cosa anda a paso de tortuga sobre la materia.
Es un secreto a voces que las mafias ilegales mencionadas financiaron la campaña de Castillo y que éste estableció un pacto de impunidad con ellas (¿alguien recuerda algún operativo contra el narcotráfico o la minería ilegal durante el mandato del Atila chotano?).
Evidentemente, fueron las fuerzas castillistas subsistentes, sobre todo en el sur andino, debidamente sostenidas financieramente por las mafias ilegales, las que alimentaron la protesta violenta que derivó en las muertes ocurridas (sin zafar el cuerpo de la responsabilidad penal que le debe corresponder a los hombres de uniforme que cometieron los excesos, como parece insinuar la primera mandataria).
Pero en términos generales hace bien Dina Boluarte en cargar tintas contra Pedro Castillo. No se ha hecho cabal justicia ante la opinión pública de las responsabilidades del exmandatario en las desgracias ocurridas al Perú en los últimos años (por lo pronto, en el aumento de la pobreza monetaria que el INEI ha ilustrado). Fue un gobierno corrupto, incompetente y al final golpista, no la saga de un peruano humilde que fue vejado por los poderes fácticos que no lo dejaron gobernar.
La memoria colectiva del país no puede albergar conmiseración alguna respecto de un sujeto de mala entraña, que entró al poder a saquearlo, sin importarle un comino la buena gestión pública y que, al final, zarandeado por las acusaciones fiscales de corrupción, intentó tomar el camino del autoritarismo golpista, felizmente de modo fallido. El Perú, gracias a sus fuerzas institucionales -incluidas las Fuerzas Armadas-, se libró de seguir el camino de Venezuela o Nicaragua, que era el que pretendía desvergonzadamente Pedro Castillo.
Corresponde hacer pedagogía política y mediática sobre la desventura castillista (los canales harían bien en repetir cuantas veces sea necesario el video del golpe del 7 de diciembre) y que ello sirva para que la población que aún sigue engañada respecto de su figura, se dé cabal cuenta del despropósito y el error de seguirle concediendo alguna virtud a un gobernante malhadado.
Posdata: esta columna, como corresponde, sale de vacaciones un par de semanas, hasta el mes de junio.
–La del estribo: notable, superlativa, extraordinaria la puesta en escena de Maquinal, dirigida magistralmente por el cineasta Josué Méndez, con un elenco actoral de primer orden, encabezado por Jely Reátegui. Va en el Centro Cultural de la PUCP hasta el 10 de julio. Y recomiendo ir temprano, de paso que le dedican un tiempo a la también extraordinaria exposición Una mirada al legado de Venancio Shinki.