“Nuestra idea es generar una cultura de consumo del cacao y del chocolate. Dar a conocer el trabajo de los productores de nuestra región, Ucayali”, dice Gianina Flores Cavero Egusquiza, emprendedora de 29 años, nacida en la provincia de Atalaya, con una década de experiencia trabajando en chocolatería y que hace poco abrió Ukaw, una boutique chocolatería ubicada en Miraflores.

Venden, por citar solo algunos de sus productos: barras de chocolate y bombonería fina con sabores de cocona, camu camu, mango, maracuyá, aguaje, cocona o café tostado. Todos los sabores de la selva que se puedan imaginar.

Abrimos Ukaw un primero de octubre porque es el Día del Cacao y Chocolate peruano. Además, elegimos esa fecha porque era luna llena, y tú sabes que, en luna llena, se hace la cosecha”, cuenta sobre su local ubicado en la calle Alcanfores 432.

Por su trabajo como promotora del cacao y por ser considerada emprendedora de éxito, el Gobierno Regional de Ucayali le brindó -hace una semana- un premio por su trabajo como mujer empresaria, difusora de su cultura y de los productos del oriente peruano. Su homenaje fue también un reconocimiento a la labor de la mujer trabajadora.

“Yo creo que el alma del chocolate es el de una mujer fuerte, que toma decisiones, pese a los miedos que pueda tener. Y lo hace por amor a sus hijos, a su familia y porque quiere un cambio en la sociedad. Porque quiere sacar adelante a sus seres queridos y lo hacen”, señala.

mujeres y cacao

Cultivos alternativos

Lo que menciona Gianina es contundente. Hace diez años ella conoció el mundo de los productores que cambiaron sus sembríos de hoja de coca por cultivos alternativos, como el cacao. Entendió que en ese cambio las mujeres, en su región, habían jugado un rol importante: habían convencido a sus familias para sembrar yucas, papayas o cacao como medio de vida y “así estar más tranquilos”. Que, si bien era un trabajo duro, podían sacarlo adelante a través de alianzas con organismos internacionales o vendiendo sus productos a chocolateros y empresarios como Gianina Flores.

“Cuando comencé a trabajar con los productores de cacao me contaron sus historias y entendí la labor de las mujeres en este rubro. Fue cuando me enamoré aún más del cacao y del chocolate. Por eso Ukaw es un homenaje a la mujer, pero en especial a la mujer ucayalina, quien es el eje fundamental para tomar decisiones en una familia para sacarlos adelante”, cuenta Gianina.

Y agrega: “Ese acercamiento con los productores y agricultores hizo que entendiera que una barra de chocolate no solo es eso, sino que representa un cambio en la Amazonía peruana. A mí me cambió la vida conocer sus historias. Un chocolate viene con una carga energética de cariño, de amor, de pasión hacia todas las personas que trabajan el cacao, que no es fácil. Todo eso me hizo pensar en impulsar el cacao de mi región”, afirma esta joven administradora de empresas, cuyos chocolates han ganados premios internacionales: en octubre obtuvo una medalla de bronce en el concurso Internacional Chocolate Awards 2020-21 de Nueva York; y en junio ganó el Gourmet Plata en el primer Concurso Internacional de Chocolates organizado por la Agencia para la Valorización de Productos Agrícolas (AVPA) de París.

barra de chocolate

Alimento nutritivo

Gianina quiere romper mitos. Uno de ellos, chocolate es malo para la salud: “El cacao es un súper alimento y debemos consumirlo todos los días. Debería estar incluida en la dieta diaria. El chocolate de cacao no engorda, nos nutre. Tiene antioxidantes, te da energía, puede ser consumido por personas con diabetes, colesterol, por ejemplo”, dice.

¿Cuál fue su principal reto a superar para crear su emprendimiento?

“El principal reto ha sido ser jóvenes para poder concretar nuestras ideas pues no tienes un respaldo financiero. El no acceder con facilidad a los créditos es muy difícil. Hay que recurrir a ahorros, tener socios. Invertir y reinvertir. Otro reto fue el tema de género. Yo he visto el machismo cuando trabajaba con las productoras de cacao, pero hoy -debido al protagonismo que hemos tomado en la región- eso está quedando atrás”.

Añade: “Es fundamental el cariño que tú le tengas a tu trabajo. Debe apasionarte. Hay un momento en el proceso donde habrá bajas, que no te comprarán porque no te conocen y quieres tirar la toalla. Es muy fácil tirar la toalla cuando se trabaja con un enfoque económico, pero cuando lo haces con un propósito, avanzarás y lograrás tu objetivo”.

Ukaw -que significa Ucayali Cacao y que cuenta con una fábrica en Yarinacocha- ahora tiene como proyecto llegar al mercado norteamericano. Todo indica que el próximo año arribarán a Manhattan (Estados Unidos) y, luego, aspiran a llegar a París. “Seguiremos tocando puertas.  A nosotros nos mueve el cariño, el amor por el trabajo. Yo ofrezco chocolates y al hacerlo ofrezco mi cultura, mi identidad, la historia de miles de mujeres ucayalinas”, sentencia.

Tags:

cacao peruano, chocolate peruano, Gianina Flores, Ucayali, Ukaw

Como medida para enfrentar el gran aumento de pacientes por neumonía COVID-19 y la falta de espacios físicos en donde poder hospitalizar a los pacientes, durante la pandemia se construyeron los CAAT (Centros de Atención y Aislamiento Temporal), modulares destinados a la atención de pacientes con casos leves a moderados. 

Estas infraestructuras son bastantes amplias y, para ser sincera, si lo comparamos con la mayoría de ambientes de los hospitales nacionales, son ambientes bastante cómodos tanto para los pacientes como para el personal de salud: permiten mantener un espacio adecuado entre los pacientes, tienen buena iluminación, están climatizados, tienen camas cómodas, cortinas que permiten la privacidad del paciente, un sistema que permite llamar de forma sencilla al personal de salud, servicios higiénicos adecuados e incluso agua templada en las duchas. 

Aparte de ser espacios amigables para llevar una hospitalización (algo importante, ya que es una forma de cuidar la salud mental del paciente, que en muchos casos ya está afectada por el hecho en sí de estar enfermo), se encuentran completamente equipados; y el presupuesto destinado a ellos cubre gran parte de los servicios que se brindan (espacio físico, alimentación de los pacientes y personal que labora y limpieza y gestión de residuos hospitalarios). 

Este presupuesto llega desde el PRONIS (Programa Nacional de Inversiones en Salud), que se encuentra adjunto al MINSA, y ha permitido aligerar la logística y el gasto por parte de las Unidades Ejecutoras ante el gran incremento de pacientes hospitalizados. 

Por otro lado, como sabemos, el comportamiento de la pandemia es variable y así como en un momento tuvimos 46 de las 50 camas ocupadas por pacientes con neumonía COVID-19, hubo un tiempo en el que no tuvimos ni un caso hospitalizado.  Esta disminución en la incidencia de casos coincidió con el aumento de la llegada de pacientes al área de emergencia de Medicina. 

El panorama de las salas de emergencia es completamente diferente al de los CAATs. Todos sabemos que las emergencias de los hospitales nacionales siempre han estado colapsadas: pacientes esperando por camillas, a veces sentados en sillas de ruedas en mal estado pese a sentir mucho dolor, y siempre hacinados, tanto que incluso hay pacientes hospitalizados en los pasillos. 

Es muy frustrante observar este escenario sabiendo que hay un ambiente donde podrían ser recibidos y encontrarse más cómodos mientras llevan el proceso de enfermedad, es por esto que en muchos hospitales se ha optado por usar estos modulares para hospitalizar a pacientes no COVID, aprovechando el espacio mientras no se registran casos.  

Se quiso hacer lo mismo en mi hospital, sin embargo, el arquitecto encargado de la obra nos advirtió que al hacer ello podríamos tener problemas legales, algo que ya ha sucedido en otros departamentos. Esto se debe a que el presupuesto destinado por parte del PRONIS, por norma, debe ser utilizado exclusivamente para la atención de pacientes con neumonía COVID-19, por lo que usar los recursos para otro tipo de pacientes, podría ser visto por la contraloría como malversación de fondos. 

Por nuestro lado hemos intentado solicitar que al menos se nos brinde el espacio físico y que sea el hospital el que asuma el gasto que deriva del uso de los servicios. Esta propuesta aún está en conversación, pero por el momento sabemos que no se ha podido lograr nada favorable en ese sentido en otros hospitales. 

El contrato para el uso del CAAT se renueva cada cierto tiempo, por lo que creo que estos podrían ser actualizados para dar la flexibilidad de que el ambiente pueda ser utilizado por las salas de emergencia como mejor se crea conveniente, dando prioridad a la hospitalización de pacientes con neumonía COVID-19, claro está, pero teniendo en cuenta también el flujo de estos (porque si solo tengo un paciente con neumonía COVID-19 y 10 pacientes de Medicina, es más eficiente usar el ambiente para estos 10 y usar un cuarto aislado para el paciente con neumonía COVID-19). 

Además, estas infraestructuras están proyectadas para tener un tiempo de vida de 20 años. Se supone que cuando se llegue a un punto en que el número de pacientes con neumonía COVID-19 se mantenga bajo de forma sostenida, estas deberían ser retiradas, pero creo que eso sería ir en contra de su potencial, que es que ya están ahí. 

Espero que el tema burocrático deje de ser tan rígido para que puedan ser aprovechadas lo mejor posible en el futuro, viendo las necesidades que surjan en cada hospital y sobre todo, que su uso se adapte al comportamiento de esta infección, que ha cambiado bastante y a favor gracias a la llegada de las vacunas.  

 

Tags:

CAAT, Covid-19, modulares, Pacientes no covid, salas de emergencia

Shawn, Kat y Neil son jóvenes y talentosos. Al verlos tocar el piano con tan sorprendente facilidad, uno se los puede imaginar como solistas, músicos de sesión o integrantes de cualquier banda famosa. Sin embargo, son tres muchachos desconocidos que pasan sus noches divirtiendo al público en uno de los locales de la cadena de restaurantes Howl At The Moon (“Aullidos a la luna” en español), fundada hace 30 años, en 1990, en Cincinatti (Ohio) y que hoy tiene presencia en otras veinte ciudades grandes de los Estados Unidos, además de ofrecer su servicio de entretenimiento musical en fiestas particulares, instituciones, hoteles y hasta cruceros de la compañía Norwegian Cruise Line, que tiene entre sus destinos varias islas del Caribe y del Atlántico norte.

Shawn, Kat y Neil son, además, extremadamente versátiles. No solo tocan el piano a un nivel inexistente en estas tierras -hablando de artistas populares masivamente conocidos–. Pueden pasar de la obertura de la 5ta. Sinfonía de Ludwig van Beethoven (1804) a una versión casi imposible de Crazy train de Ozzy Osbourne, sin que se les escape una sola nota del riff o incluso de aquel alucinante solo que grabara el recordado Randy Rhoads, allá por 1980. Los tres cantan muy bien, son ingeniosos comediantes e intercambian instrumentos de manera constante, en una dinámica que, si te gusta el pop-rock clásico o el jazz (cubren una amplia gama de éxitos y estilos, desde los sesenta hasta los 2000s), te mantiene con ojos y oídos abiertos todo el tiempo. Kat, la única mujer del trío, es deslenguada y frontal, pero no al estilo chabacano al que nos han acostumbrado nuestras destalentadas “clauns” sino con estilo propio, adulta pero no vulgar. Neil, por su parte, con sus lentes de marco grueso y apariencia nerd, cambia todo el tiempo las letras de canciones populares mientras que Shawn, el más extravertido, pasa del piano al bajo, del bajo a la batería y de la batería al violín, sin disfuerzo alguno. Un espectáculo de primera a cargo de tres personas con apariencia absolutamente común y corriente, sin esas poses de divos y divas (nótese mi lenguaje inclusivo) que suelen adquirir, en nuestra insuficiente escena, personajes incapaces de hacer una sola cosa bien, ni siquiera aquella por la que son más conocidos o promocionados.

La premisa del show que ofrece Howl At The Moon es, en términos generales, sencilla: tres músicos, desde un escenario casi al nivel del público, toca canciones a pedido. Desde las mesas vuelan los papeles con las solicitudes y los pianistas/cantantes acometen la tarea con frescura y eficiencia. En medio, bromas de todo tipo, comentarios y rutinas para hacer que la gente participe y se divierta. Así, combinando elementos de karaoke, nightclub, stand-up comedy y restaurante con banda en vivo, Howl At The Moon asegura un momento de original entretenimiento con interpretaciones que, en algunos casos, alcanzan niveles de concierto profesional. Y aquí es donde la propuesta se hace sofisticada y de difícil réplica en medios como el nuestro, tan habituado a la improvisación, la argolla y la charlatanería cuando se trata de espectáculos artísticos. Todo el talento exhibido en Howl At The Moon no existe por arte de magia. Es producto de la preparación, la disciplina de verdaderos artistas, la seriedad para estudiar y ensayar antes de soltar una broma o hasta una grosería. Acá, basta con que se junten tres amigos chacoteros, sin ningún talento, con harta publicidad y contactos –sus amigos cronistas los presentan como actores, comunicadores, productores, comediantes, cineastas, cantantes, a veces todo eso junto y más- y arman un show de teatro, un programa de televisión, hasta películas de largo metraje y le dan cualquier cosa a su público, una masa que, lamentablemente, ha perdido toda capacidad de apreciación, regala palmas y, sin interponer un mínimo de dificultad, abdicando al importante rol del público como filtro para evitar estafas y shows de baja o nula calidad, acepta todo lo que sea puesto de moda por periódicos y redes sociales.

Hay un detalle adicional para el éxito de una opción como la de Howl At The Moon. Es un producto perfecto para la cultura pop norteamericana, que conecta con la idiosincrasia de un público cuyo rango de edad está entre 25 y 65 años, desde profesionales jóvenes hasta retirados que han escuchado estas canciones toda su vida y que reconocen, en las estrellas de rock o jazz de antaño, a sus vecinos, sus paisanos. Shawn, por ejemplo, toca -nota por nota- complicadas canciones de Billy Joel como Scenes from an Italian restaurant (The stranger, 1977) o Prelude/The angry young man (Turnstiles, 1976) o lanza, al violín eléctrico, temas country de Blake Shelton o Willie Nelson. O Neil, que hace versiones de Sweet Caroline (Neil Diamond, 1969), Don’t stop me now (Queen, 1978) o Even flow (Pearl Jam, 1991), con precisión y seguridad.

Esta clase de locales goza de gran popularidad en los Estados Unidos. Desde que el rock and roll y sus vertientes fueron perdiendo la categoría de movimiento cultural de masas, rebeldía ante el establishment y vehículo de expresión para los sueños, frustraciones y posturas de la juventud frente a lo que pasaba a su alrededor, se convirtieron en un amplio conglomerado de canciones y trayectorias artísticas del pasado, un capítulo de historia universal, fuente de recuerdos, crónicas y visiones nostálgicas de un mundo que ya no existe. En ese sentido, la subcultura moderna del karaoke y el varieté incorporó a su oferta comercial el pop-rock de otras décadas como elemento empacado y, hasta cierto punto, carente de cargas sociopolíticas importantes. Por ejemplo, una canción como Born to run, clásico de 1975 de Bruce Springsteen, que habla de superar las adversidades y durezas de una vida dedicada al trabajo, soñando con ser libres y cambiar el mundo al final de cada jornada, ahora solo es pretexto para un vacío desahogo catártico al momento del coro, para gritarlo después de revisar tus redes sociales desde un teléfono celular.

Y es que hubo un tiempo –casi cinco décadas, entre la segunda mitad de los cincuenta y finales de los noventa- en que el rock movió opiniones y conciencias, fue música de fondo para movimientos sociales, generó tendencias de moda y hasta económicas. Más allá de los cambios que experimentó el género con el paso del tiempo, un programa especial de Elvis Presley moviendo las caderas en Las Vegas contenía, en esencia, la misma potencia simbólica que un concierto grunge de Pearl Jam con Neil Young, en un estadio, frente a miles de personas. Las caravanas de buses, camiones y autos particulares que seguían a los Grateful Dead, dinamizaban el comercio –restaurantes, hoteles, gasolineras- y hacían colapsar el tráfico en las carreteras interestatales. En los últimos veinte años, a pesar de la existencia tenaz de festivales de amplio formato en espacios abiertos –que tuvieron un fuerte retroceso debido a la pandemia, por supuesto- como Lollapalooza, Bonnaroo o Glastonbury, los conciertos masivos dejaron de tener ese encanto orgánico y comunitario para volverse eventos corporativos, publicitarios y de estratificación, en los que importa más cómo ir vestido que la experiencia misma de unirse a una muchedumbre para entonar aquellos himnos guitarreros capaces de inflamar corazones y hacerlos saltar a cada estrofa.

Los elencos de Howl At The Moon, como también lo hacen las llamadas “bandas-tributo” o “bandas-cover”, que realizan giras interpretando canciones del pasado (las primeras de un artista específico y las segundas, de diversos artistas y épocas) apelan, precisamente, a la nostalgia de su público como principal disparador de emociones pero adaptada al esquema moderno de entretenimiento estandarizado que ofrece varias cosas al mismo tiempo: local cómodo y seguro, infraestructura –luces, mobiliario, parafernalia, merchandising-, una carta atractiva -tragos, piqueos- y, sobre todo, la sensación de estatus asociada al hecho mismo de sentarse allí y presenciar el show. Sin embargo, por encima de todo esto, lo que importa en este caso específico es la calidad y anchura del repertorio.

Como hemos mencionado, es el público quien determina lo que Shawn, Kat y Neil van a tocar. Y, como también dijimos, existe una reserva de casi seis décadas de canciones pop, country, jazz y rock disponible, según los gustos y preferencias del auditorio en cada ocasión. Y los muchachos parecen sabérselas todas. Por ejemplo, si alguien quiere escuchar Enter sandman de Metallica (1991), recibirá una versión alucinante, con solo y rezo nocturno incluido –para lo cual Shawn, encargado de los temas más pesados, solicitará la participación de alguna mesa-. Pero, de repente, alguien puede pedir una canción totalmente diferente como I’m so excited, éxito de 1982 de The Pointer Sisters, momento en que la risueña Kat lucirá su voz y fraseos pianísticos. Las posibilidades son ilimitadas: Elton John, Billy Joel, Ben Folds Five, Paul Simon, Aerosmith, Tom Petty, Madonna, Bob Seger, Lynyrd Skynyrd, Rolling Stones, Guns ‘N Roses. Un cancionero inagotable para este trío que incluso se da tiempo de jugar con divertidas melodías como Ocean man, de la banda noventera Ween, popular como banda sonora de la versión cinematográfica del dibujo animado Bob Esponja; Lime in the coconut (Harry Nilsson, 1971) o Hooked on a feeling (B.J. Thomas, 1968), más conocida como “The Ooga Chaka Song”, por la versión que hiciera la banda sueca Blue Swede en 1974. Las nuevas generaciones conocen ambos temas por su uso en los soundtracks de Reservoir dogs, ópera prima de Quentin Tarantino (1992) y de la primera entrega de Guardianes de la Galaxia, taquillero film de superhéroes del 2014.  

 

Tags:

comedia, Howl At The Moon, piano

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 260: Mirtha Vásquez le jala las orejas al Ministro de Transportes. ¿Se quedará en el premierato? ¿Lo querrá así Castillo? Y las perspectivas económicas según el BCR.

En Youtube:

En SoundCloud:

En Spotify:

Síguenos en Sudaca.pe

Lima – Perú

Tags:

ministro de Transportes, Mirtha Vasquez, pcm, Pedro Castillo, Premier

NO TE PIERDAS LA VIDEOCOLUMNA SEMANAL DE DAVID RIVERA DEL AGUILA

En Youtube:

En Spotify:

En Soundcloud:

Síguenos en Sudaca.pe

Facebook.com/sudacaperu.pe

Twitter.com/SudacaPeru

Linkedin.com/company/sudaca-perú

Instagram.com/sudacaperu/

Lima – Perú

Si deseas recibir nuestro contenido en profundidad por Telegram 📲 click en el siguiente enlace: http://ow.ly/U05w30rZ1y8

#Sudaca​​​​ #LoÚltimo​​​​​​​​ #Perú​​​​ #DavidRivera​​ #Disonancia​​​

Tags:

Mirtha Vasquez, Pedro Castillo

Para el constitucionalista Luciano López, estamos ante un escenario complejo respecto a la vacancia porque se han manejado dos interpretaciones de lo que implica la incapacidad moral. Una de ellas se da cuando los mandatarios caen en una situación grave de indignidad para continuar en el cargo.

Además Juan Carlos Tafur indicó que según el panorama actual es muy probable que Pedro Castillo no culmine sus cinco años de gobierno.

Súmate a nuestra comunidad en WhatsApp dando click aquí: https://bit.ly/3jqyv29

Escucha «Si el río suena» de lunes a viernes a las 9 de la mañana con Patricia del Río. Este es nuestro episodio número 48.

En Youtube:

En Spotify:

En SoundCloud:

Recuerda seguirnos en vivo por Youtube, Facebook live y Twitter

Si deseas recibir nuestro contenido en profundidad por Telegram 📲 click en el siguiente enlace: http://ow.ly/U05w30rZ1y8

Tags:

Luciano López

EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.

En Youtube:

En Soundcloud:

En Spotify:

Síguenos en Sudaca.pe

Si deseas recibir nuestro contenido en profundidad por Telegram 📲 click en el siguiente enlace: http://ow.ly/U05w30rZ1y8

Tags:

Congreso de la República, Crisis política, política peruana
Página 21 de 35 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35
x