Pero ella dice, en los audios: “el pueblo está con nosotros”.

Bueno, está equivocada. No revisa las encuestas, no ve televisión, ni redes. Lo más importante en las personas es ser conscientes y coherentes.

Congresista, ¿qué opina usted del plagio de Pedro Castillo y la primera dama?

A ver, hay una falla en no controlar, en no tener los filtros de parte de las autoridades universitarias, que deben ejercer el control y la supervisión para que eso no suceda.

Por extensión, entonces, es responsabilidad del presidente de esa casa de estudios: el señor César Acuña.

No, porque tú sabes que en todas las empresas… ¿quiénes las manejan? Los rectores, los directores académicos, los asesores. Los accionistas ya no llegan a tener esa responsabilidad. Los accionistas han delegado esos cargos, esas actividades.

¿Y qué opina de las denuncias de plagio contra su hermano?

Él ya aclaró. Ha tenido el tiempo y, de alguna forma, ha tratado de que se esclarezca. Y lo que tengo entendido es que el problema que tuvo en la universidad de España quedó claro y no sucedió lo que todos querían: que le quiten el título, el grado.

Pero eso no quita las conclusiones de la comisión de doctorado de la universidad [que no se había citado a diversos autores en la tesis]. ¿No es un acto igual de condenable el acto del presidente a los actos del señor César Acuña?

Son cosas distintas, porque, en el caso del presidente Castillo, las investigaciones no han concluido. En el caso de mi hermano, ya hay conclusiones donde no ha quedado claro el hecho del plagio.

Congresista, ¿cree usted en la libertad de prensa?

Absolutamente, claro que sí.

Lo pregunto porque María del Carmen Alva le ha cerrado las puertas a los colegas que vienen cubriendo el Parlamento. ¿Está de acuerdo con esa decisión?

Hay un error allí. Si bien las condiciones han cambiado, estamos en una nueva normalidad, la pandemia no ha pasado, pero no es motivo. La prensa debe tener la oportunidad de divulgar lo que se hace en el Congreso.

Entonces, si usted fuese presidente del Congreso, nos abriría las puertas en su totalidad.

Sí, es necesario porque uno tiene que pensar en el bien; no en el mal.

 

 

 

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Congreso, Héctor Acuña, Maricarmen Alva

AOPYO tiene programas de enriquecimiento personal, de carreras y de consejos estudiantiles. Cada uno de ellos tiene como propósito trabajar con los participantes y hablar sobre problemas mentales y emocionales para que los participantes puedan profundizar en ellos y contextualizarlos. A través de estos programas y de llevar el Tai Chi para la paz, AOPYO tiene como gran objetivo combatir la violencia urbana a través de la prevención o la intervención. La violencia existente debe ser erradicada por medio de programas sociales donde se enfatice una sana convivencia. 

Hoy en día, mientras se atraviesa tanta violencia y tantos atentados por la venta de armas a personas que tienen problemas de salud mental, además de revisar las leyes para que haya más control en su venta, o mejor aún la erradicación total de ellas, sería bueno incentivar más programas como el de AOPYO, que busca formar individuos a través de actividades integrales donde se quiere el bienestar tanto físico como mental y emocional de cada una de las personas involucradas.  

Así como AOPYO, hay muchas otras organizaciones juveniles locales en distintas ciudades de los Estados Unidos, pero hacia ellas rara vez van los reflectores. Parte de nuestra labor dondequiera que estemos es visibilizar los esfuerzos positivos y no repetir hasta el cansancio el horror de las masacres. Quizá con un poco más de información, muchos jóvenes que han perdido la fe puedan encontrar alternativas. 

Apostemos a ello.

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AOPYO, Jóvenes

¿Es un problema de salud mental y una excusa para comprender y eximir de responsabilidad a monstruos al mismo tiempo que financiar la vida de especialistas?, ¿es un asunto de regulación y control de instrumentos de muerte convertidos en mercancías enormemente rentables?, ¿es un inevitable efecto secundario extremo de gamificar nuestra vida colectiva?

Probablemente todos los anteriores, pero no se ve a nadie haciendo nada en serio, salvo buscar ganar puntos en la polarización que cada vez afecta a más sociedades.

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EE. UU., suicidios, Tiroteo

La calle, por su parte, tiene que poner como gran tema de agenda la lucha anticorrupción. No hay nada que indigne más a un ciudadano de a pie que descubrir que los gobernantes se roban el dinero de todos los peruanos en beneficio propio. Y si, en base a ello, se logra movilizar más gente, con protagonistas más convocantes o surgidos de la propia sociedad -como ocurrió el 5 de abril-, ello puede coadyuvar a que el Congreso por fin reaccione y salga de la modorra acomodaticia en la que se encuentra, arrellanado, con la vana pretensión de quedarse allí, bien sentado, todo el periodo completo.

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corrupción

La abogada Mónica Yaya, expresidenta del Tribunal del Organismo Supervisor de Contrataciones del Estado, ha revisado los documentos presentados por Cibernos Consulting S.A. Ella indica que la vigencia de poder presentada no subsana la ausencia de poderes del representante, precisamente por no contar con la aprobación del gerente general. “A la fecha de presentación de propuestas, la inscripción de esa escritura pública no estaba”, señala.

En registros públicos, el otorgamiento de poderes a favor de Canseco fue emitido recién el 1 de marzo del 2022, según la documentación revisada por Sudaca. La fecha para la que tendría que haber estado disponible, como ya dijimos, era el 24 de febrero del 2022.

Carlos Peña, presidente del comité de selección, niega haber actuado de manera irregular. “La resolución del Tribunal dice que la empresa pudo haber presentado, como parte de su oferta, el certificado de vigencia de poder que fue entregado para la licitación pública declarada desierta. La misma resolución establece la forma de subsanación que el comité ha cumplido”, indica el funcionario de la municipalidad de Miraflores. Y luego arremete contra el consorcio perdedor: “Entendemos que alguien [se refiere al Consorcio NEC] que ha perdido una licitación tan importante como esta pueda no estar de acuerdo con lo que establece el tribunal. Pero lo que hay que cumplir es la institucionalidad”.

A pesar de todos los cuestionamientos, el 22 de abril, el comité de selección le volvió a otorgar la buena pro al Consorcio CKCity, alegando que este ya había cumplido con la entrega del certificado de vigencia de poder. El consorcio perdedor no apeló de nuevo, pero eso, a juicio de Mónica Yaya, no exime de responsabilidades –incluso penales– a los funcionarios y a la empresa.

Para el abogado Castillo Luna, estamos ante un caso de perjuicio al Estado porque se estaría “valorando inadecuadamente la propuesta de un postor, que estaría inhabilitado por falta de documentos”.

La firma de contrato, finalmente, se llevó a cabo el 17 de mayo. El evento fue promocionado en las redes sociales de la municipalidad, con Luis Molina como protagonista principal, ya embarcado en su campaña para ser el próximo alcalde de Lima.

 

 

 

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Luis Molina, Municipalidad de Miraflores

«The Fletch», como se le conocía al espigado tecladista, quien falleció a los 60 años, se consideraba a sí mismo como «el menos musical» en la banda creadora de clasicazos como Shake the disease, Blasphemous rumours, Personal Jesus, Everything counts o Enjoy the silence. En la nota que sobre él se publicó en la versión online de la revista Rolling Stone, recuerdan una declaración suya incluida en el alucinante documental sobre la banda, 101, dirigido en 1989 por el célebre D. A. Pennebaker (también director de Don’t look back (1967), acerca de Bob Dylan; Ziggy Stardust and The Spiders From Mars (1979) de David Bowie, entre otros): «Dave (Gahan) es el cantante, Martin (Gore), el compositor, Alan (Wilder), es el músico completo. Y yo, bueno, yo doy vueltas por el estudio». 

Pero, más allá de esta demostración de falsa modestia con respecto a su rol en Depeche Mode, lo cierto es que la impronta de Fletcher fue decisiva tras la salida de Alan Wilder -quien, a su vez, había reemplazado al fundador Vince Clarke, posterior factótum de Yazoo y, más reconociblemente, de Erasure- pues quedó como único encargado de los teclados y sintetizadores, además de ser el mediador entre los egos colosales de sus compañeros. Con Dave Gahan moviéndose sobre el escenario como un híbrido entre Mick Jagger, Iggy Pop y Michael Hutchence (INXS); y Martin Gore encargándose cada vez más de sus portentosas guitarras Gretsch con atuendos que parecían salidos de un baile de máscaras, Andy Fletcher quedaba como el único en estado robótico, con sus lentes oscuros y trajes largos, más parecido a un integrante de Kraftwerk que a la máquina llenadora de estadios en la que su grupo se convirtió, con hartos merecimientos por cierto, desde aquel álbum brillante llamado Violator (1990).

El caso de Alan White, por su parte, nos lleva a la verdadera realeza del rock mundial. Antes de unirse a Yes, para reemplazar a Bill Bruford -que se fue a trabajar con King Crimson tras grabar los cinco primeros discos de Jon Anderson y compañía, entre 1969 y 1972- el baterista trabajó muy de cerca con dos ex Beatles, George Harrison y John Lennon. Con el primero grabó algunas sesiones del extraordinario álbum triple All things must pass y también fue miembro estable de The Plastic Ono Band, del segundo, acompañándolos en conciertos y grabaciones, entre ellas el famoso LP Imagine. White llegó a Yes en 1972-1973, poco antes de iniciar la gira promocional del álbum Close to the edge. Tuvo solo tres días para aprender el complicado material de la banda, temas de bruscos cambios de ritmos y tonalidades, nada parecidos al directo rock and roll que venía de hacer con Lennon. White, quien además era pianista, se acomodó en el puesto dejado por el polirrítmico Bruford e hizo suyas cada una de las canciones de Yes, como queda claro en aquel concierto que mencionamos previamente, Yessongs. Aquí dos muestras de esa primera gira: And you and I y Close to the edge.

Los creativos y sólidos desarrollos de batería rockera de White, diferentes al estilo jazzero y experimental de Bruford, se compenetraron con el gigantesco bajo Rickenbacker de Chris Squire, columna vertebral del sonido de Yes en todas sus épocas, formando una sección rítmica imbatible en el rock progresivo. Escuchar temas poco difundidos dentro del catálogo de Yes como On the silent wings of freedom (LP Tormato, 1978), Tempus fugit (Drama, 1980, el subestimado LP que grabaron con Trevor Horn y Geoff Downes, en voz y teclados, respectivamente, conocidos como The Buggles por su éxito Video killed the radio star, de 1979) o Hold on y Changes (ambas del disco 90125, de 1983, el mismo del que salió Owner of a lonely heart) dan una idea clara de cuan buen baterista era Alan White. El instrumental Whitefish -combinación del apellido del batero con el apelativo de Squire, «The Fish»- que el grupo lanzó en su LP en vivo 9012Live: The solos (1985) capta bien la interacción casi psíquica que existía entre ambos músicos. 

Tras el fallecimiento de Squire, hace ya siete años, White quedó como el miembro de Yes que más tiempo permaneció en la banda, ya que los demás -Jon Anderson, el guitarrista Steve Howe, los tecladistas Rick Waleman y Tony Kaye- entraban y salían todo el tiempo. Cuando el grupo se disolvió en 1981, fue Alan White junto a Chris Squire quienes rearmaron Yes, reclutando al guitarrista sudafricano Trevor Rabin, primero como un proyecto que se llamó Cinema que luego se extendió con el retorno de Kaye y Anderson, para esa nueva etapa que buscó adaptar el sonido del grupo a las tendencias radiales y de MTV.

En una época en que se promovía, a nivel de las redes sociales de antaño -grupos de amigos sentados en una esquina conversando acaloradamente sobre sus gustos musicales- la indiscutible e irreconciliable diferencia entre los metaleros y los “waves”, las canciones de Yes y Depeche Mode abrieron para mí, en esos años ochenteros sin internet ni Spotify, varias ventanas paralelas hacia sensibilidades sónicas diferentes pero, ambas, igual de fascinantes y profundas. Recordar las suites arcanas de álbumes como Tales from topographic oceans (1973) o Relayer (1974), los primeros dos de Alan White en estudio con Yes; o las densas elucubraciones electrónicas de discos como Black celebration (1986), Music for the masses (1987) o Songs of faith and devotion (1993), grabados por la alineación más exitosa de Depeche Mode, con Andy Fletcher como uno de sus cuatro pilares, es volver a vivir los inicios de mi camino como amante de la buena música, el mismo que no admite más fronteras que las del talento, la creatividad y el buen gusto.

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Cultura, Música
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