Hans behr

Rutas Productivas: Misterio de Capital (II)

“Es importante considerar la idea de un encadenamiento industrial que como entidad socioeconómica permite a una comunidad social que está compuesta por organizaciones sociales, y con agentes económicos localizados en estrecha cercanía física dentro de una determinada región geográfica, generar un bien común en la forma de productos, tecnologías, valores y conocimiento organizacional”.

En el artículo anterior reflexionábamos sobre la importancia de poder identificar cadenas de valor a nivel de regiones, teniendo como base todos los procesos de adaptabilidad social y cultural que ha tenido nuestro poblador en el Perú. Una cadena de producción genera empleo, fortalece las competitividades, aplaca las crisis, amortigua los conflictos. Pensarlo como estrategia no es descabellado y considerarla a nivel nacional menos. Es una posibilidad palpable, necesaria y posible, solo se necesita comenzar a concretar los procesos que nos lleven a dicha atención.

CEPAL ya en el año 2001 manejaba el concepto de cadenas productivas, considerándolas como una concentración de sectores a nivel geográfico con empresas dedicadas a las mismas actividades o actividades que están relacionadas, ya sea de atrás como para adelante, es decir desde la producción hasta la comercialización o viceversa (entendida como un circuito) y que cuenten con importantes economías externas, colectivizando el desarrollo. Este enfoque de cadena productiva, desarrollado en Europa en los años setenta, “ha permitido mejorar la competitividad de los productos y servicios de las empresas al promover la definición de políticas sectoriales consensuadas entre los diferentes actores de la cadena” (Carbajal y Tovar, 2009).

En esa línea, es importante considerar la idea de un encadenamiento industrial que como entidad socioeconómica permite a una comunidad social que está compuesta por organizaciones sociales, y con agentes económicos localizados en estrecha cercanía física dentro de una determinada región geográfica, generar un bien común en la forma de productos, tecnologías, valores y conocimiento organizacional que contribuye a la generación de productos y servicios altamente competitivos en el mercado global. De aquí se desprende la característica central que diferencia a los encadenamientos industriales competitivos de las simples e inevitables aglomeraciones geográficas de agentes económicos.  Es decir, una cadena de funciones que coordinen sistemáticamente.

En el Perú, cual pais diverso se presentan muchos ejemplos de posibles encadenamientos, especialmente alrededor de actividades de tipo artesanal y/o preindustrial, considerando las actividades textiles, agrícolas, ganaderas, acuícolas, etc., que son desarrolladas en estrecho trabajo comunal andino y amazónico. Estos encadenamientos tienen fuerte componente cultural que han sido desarrollados a lo largo del tiempo, y que pueden ser muy aprovechables, sin embargo, aun percibimos déficits de inversión, innovación y capacidad para gerenciar, que imposibilitan afianzar su competitividad. No podemos negar que existen agentes económicos que trabajan en estrecho vínculo geográfico, con capital fuerte y tecnología acorde a los tiempos, pero que siguen operando como islas, sin ejercer niveles profundos de cooperación entre las empresas y mucho menos con las comunidades involucradas en el primer escalón de la producción. He ahí nuestra debilidad, no identificar con seriedad esta realidad, teniendo todo para empilar un cambio económico y productivo, solo falta decisión. Existe entiendo una comisión congresal que ve estos temas, sería bueno mirar el tema. 

Con todo lo expuesto, esta estrategia pais planteada, hace posible imaginar lo interesante que sería considerar, las cadenas productivas como instrumentos de política pública que permitan fomentar y posibilitar el desarrollo económico en un determinado territorio geográfico. Permitir la integración de los actores involucrados en la producción y comercialización de un bien o servicio. De esta forma, se busca una mayor coordinación entre los productores, proveedores de insumos, empresas de servicios, comercializadores y consumidores finales.

En ese orden de ideas, el interés de formular la estrategia nacional para el desarrollo de las rutas productivas con base en las cadenas productivas nace que la gran mayoría de unidades económicas como las mypes, las asociaciones, las cooperativas y todas formas de instituciones socioeconómicas, para el cumplimiento de sus metas productivas necesitan de la contribución de actores públicos y privados, en las cuales se establecen complejas modalidades de colaboración, el Estado como tal y la inversión privada permitirá el desarrollo y crecimiento social y económico de una región respectivamente. El misterio del capital no es un misterio. Lo tenemos claro.

Es papel del Estado, comenzar el desarrollo de unas rutas productivas que definitivamente considere a todos los que quieran involucrarse como los emprendedores, las mujeres y hombres, (no existe exclusividad de género, es un error de siempre), los tecnológicos, los globales, es decir, las rutas de producción marcan el camino y acompaña nuevas intervenciones. Solo es cuestión de pensarlo. Con ferias y mercados asistidos no se soluciona nada, apostemos por más. Es el reto.

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