Jorge Velásquez Pomar

Pedro Castillo, tantas veces populista

"Quienes dan por finiquitada la figura de Pedro Castillo y del populismo -o más bien de los populismos- que él encarna, cometen un error."

El fenómeno político denominado “populismo”, cuyos inicios algunos sitúan en la Rusia del siglo XIX, no ha dejado de extenderse por el mundo, incluso entre las democracias liberales más avanzadas, desmintiendo en los hechos, los pronósticos de intelectuales de diversa orientación, como Germani y Hofstadter, que veían al populismo como una “anormalidad transitoria”, producto de crisis socioeconómicas, las que una vez resueltas, cederían automáticamente el paso a un retorno a la normalidad democrática. En lo que respecta a nuestro país, y desde las elecciones generales de 1990, hasta las más recientes del 2021 -con la inesperada victoria de Pedro Castillo-, nuestros sucesivos presidentes han mostrado inequívocos comportamientos “populistas”, y todo permite anticipar que así seguirá siendo en el futuro. Pensamos por ello, que quienes dan por finiquitada la figura de Pedro Castillo y del populismo -o más bien de los populismos- que él encarna, cometen un error. La manera en que este “maestro, campesino y rondero” llegó a ocupar la presidencia, su experiencia gubernamental trunca y las consecuencias sobrevenidas, influirán sin duda, y de manera tangible, en la forma de hacer política en el Perú.        

Populismo: una definición complicada 

Se afirma que cuando existen muchas definiciones sobre un tópico, es que ninguna de ellas es satisfactoria. Nada más cierto para el término “populismo”, del que existen diversos intentos de conceptualización, entre los que destaca el del politólogo neerlandés Cas Mudde, para quien el populismo es una “ideología delgada” (con escasos y poco desarrollados planteamientos) y porosa (necesariamente asociada a ideologías gruesas o huésped, como el socialismo y el liberalismo), que divide a la sociedad en dos grupos homogéneos y antagónicos: el “pueblo” puro -del que los populistas son los únicos representantes legítimos- y una corrupta élite/establishment; ambos enfrascados en una lucha moral que se asienta en la noción de soberanía popular. Es a esta definición, en extremo minimalista, a la que nos ceñiremos, debido a su amplia utilización en medios académicos y periodísticos, a pesar de su falta de especificidad y normatividad, tal como lo hemos señalado en nuestra nota precedente, con ocasión de la publicación del libro del  sociólogo y politólogo Farid Kahhat, sobre la derecha radical populista latinoamericana (https://x.com/sudacaperu/status/1760374649077051655?s=48). 

El “marxista populista” 

En el libro publicado en 2022, bajo el título “Populistas ¿Cuán populistas somos los peruanos? Un estudio empírico.”, el politólogo Carlos Meléndez, describía el triunfo electoral de Pedro Castillo, como el resultado de “la narrativa populista más exitosa de la historia reciente peruana”, un inédito “marxismo-populismo”, nacido de la conjugación de la cosmovisión nacional del candidato chotano, y de los planteamientos ideológicos marxistas de su jefe de campaña, el neurocirujano y exgobernador regional de Junín, Vladimir Cerrón. Sin duda, un ejemplo de manual para la definición de Mudde -que Meléndez asume explícitamente-, en donde la ideología delgada, sustentada en la “narrativa populista” del “sindicalista básico” Pedro Castillo (Guido Bellido dixit), resulta asociada al marxismo-leninismo-mariateguismo de Perú Libre, el cual cumple el rol de ideología gruesa y suministra las propuestas programáticas. Sin embargo, Meléndez no hace referencia directa al hecho de que este “marxismo-populismo” de la primera vuelta, se transmutó muy pronto en uno de corte socialdemócrata reformista en la segunda. Este cambio, impulsado por el recién incorporado entorno “caviar” del candidato, fue importante a la hora de captar los ampliamente mayoritarios y determinantes votos antifujimoristas no ideologizados pero bastante movilizables, y aunque el nuevo programa de Castillo se distanciaba, en no pocos detalles, del “Ideario y Programa” original de Perú Libre, esto no fue suficiente para contentar ni calmar a una derecha neoliberal y conservadora, la que, en la pluma de uno de sus más connotados voceros, Jaime de Althaus, advertía: “la ideología marxista-leninista no solo distorsiona la percepción de la realidad, sino también la acción, al punto de postular al partido como vanguardia del pueblo para tomar el poder por medio de la lucha armada y el asesinato de inocentes. La “guerra popular” ha sido dejada de lado por el momento, pero la política se convierte en la guerra por otros medios.” Esto es algo que marcó, de manera nada soslayable, el devenir de Pedro Castillo como presidente, y que deberá ser tomado muy en cuenta por futuros candidatos progresistas: para las derechas neoliberales, toda propuesta que contemple una regulación del mercado, por acotada que sea, y una participación del Estado en la economía, es pura y llanamente populismo y comunismo, que deberán ser combatidos sin tregua ni contemplaciones.

El “populista silvestre”

Curiosamente, es el propio Meléndez quien afirma, que la victoria de Pedro Castillo se explica, no por la “ideología gruesa” marxista-leninista de Perú Libre -ni la socialdemócrata caviar, agregaríamos nosotros- sino por la “autenticidad” del candidato, cosa que contradice directamente a Mudde, para quien el líder no es central en su definición de populismo. Y vaya que Meléndez considera central la figura de Castillo, de quien llega a afirmar: “Nada más representativo del campo anti-establishment que un maestro de educación pública rural, de sombrero de paja, quien nos hacía recordar permanentemente su origen de una de las regiones más postergada del país. Así, la demanda populista latente y ávida de una oferta, de un portador del discurso anti-establishment, finalmente conectó.” Esta conexión del candidato, con un electorado constituido por “una masa amorfa, informal, sin consciencia de clase ni virtudes cívicas, aunque imbuida en el sentimiento de compartir una situación de desventaja injusta.”, pudo establecerse, gracias a lo que este autor denomina un “populismo silvestre convertido en sentido común”, entendido este último como las ideas, valores y visiones, con las que Castillo entiende la sociedad y la política peruana, y cuya simpleza, “desprovista de referencias intelectuales”, pudo calar rápidamente en un grueso sector del electorado desengañado de la política. Según Meléndez, el populismo silvestre castillista tendría a saber tres fuentes esenciales: la escuela pública, transmisora de una historia del Perú protagonizada, desde la Conquista, por un “pueblo” explotado, humillado y violentado por una clase explotadora decadente moralmente; un dicotómico y pasadista sindicalismo rural de raíces velasquistas, rentista en lo económico (es suficiente distribuir la propiedad para terminar con la pobreza) y poco afecto a la autoridad democrática (nadie manda a nadie); y en último término, pero no menos importante, la religión, con su visión del mundo como un campo de batalla entre el pueblo bueno, unido colectivamente por la Fe, y las élites endemoniadas corruptas. Este populismo silvestre, sería el que en última instancia permitió la victoria de Castillo, y el que pensamos, reaparecerá, bajo una forma u otra, en las próximas elecciones.

  

El “populista étnico”

Entrevistado por la revista “Jacobin América Latina”, poco antes del ballotage del 2021, Farid Kahhat, se refirió a los votantes castillistas en la Sierra sur de la siguiente manera: “Hay varias características comunes, como etnicidad o clase social en el voto rural. Y ahí tiene algo muy similar con Evo Morales. Castillo, como Morales, no tiene un discurso político que enfatice su identidad étnica como base de respaldo político, pero tampoco necesita hacerlo: parte del electorado parece hacer esa asociación en forma espontánea (…) Él no necesita reivindicar su origen indígena (que, por lo demás, suele implicar un origen popular) para que sus votantes hagan esa asociación.” Esta idea, expresada de manera simple por Kahhat, corresponde a lo que la politóloga argentina María Esperanza Casullo, ha denominado una “sinécdoque corporal”, que no es otra cosa que la manera en que el cuerpo del líder populista y su comportamiento público (performance) simbolizan su pertenencia al pueblo, a la vez que lo representa en su totalidad. Los rasgos del líder, su manera de vestir, de peinarse, de hablar, de gesticular, se convierten en una suerte de espejo en el que el pueblo puede reconocerse, generándose, en consecuencia, un fuerte lazo sentimental entre los representados y el líder representante. Esta “sinécdoque corporal” resulta tanto más exitosa, cuanto más rompa el modelo de los políticos tradicionales, y mejor contraponga lo popular a lo ostentoso y refinado. Pedro Castillo ha marcado indeleblemente un antes y un después en esta materia, pues nadie como él, había podido hasta entonces representar, de manera más fidedigna, el ser, el sentir y el pensar de los pobladores andinos, en el marco de una contienda electoral, a lo que debe agregarse su condición de maestro, rondero y líder sindical, figuras muy respetadas en el mundo rural andino y sus círculos gremiales ¿Surgirá en el futuro algún candidato que pueda reunir estas peculiares características y movilizar masivamente el voto popular a su favor?  

El “populista intrascendente” 

Todas estas facetas populistas de Pedro Castillo contribuyeron, en mayor o menor medida, a su ajustado triunfo electoral, pero no podían, por sí solas, asegurar el éxito de su presidencia, cuyo    desafortunado derrotero -que Alberto Vergara ha calificado duramente como un “populismo intrascendente”- no ha hecho sino contribuir a acelerar el proceso de deterioro de nuestra democracia y a intensificar los sentimientos de injusticia, discriminación e indignación en quienes depositaron sus esperanzas de cambio en el cajamarquino. A medida que pasa el tiempo desde aquel 7 de diciembre del 2022, en que Castillo fue vacado y encarcelado -con el resultante estallido de protesta popular -, vienen publicándose diversas interpretaciones de lo sucedido. A ello, y a lo que el expresidente puede representar en el futuro, dedicaremos nuestra próxima nota.   

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