Juan Carlos Tafur

Castillo, inepto y mendaz

“Castillo es un inepto contumaz, un mediocre redomado y un sombrero protector de trapacerías y corruptelas en el Estado”

Una de las mayores muestras de la degradación moral del régimen y la complicidad de todos sus integrantes, es que, a pesar del escándalo reciente, nadie, salvo el sacrificado ministro de Transportes tan solo para evitar el bochorno de su censura, renuncia a su cargo.

 

 

Si Castillo fuera indemne a las denuncias conocidas de corrupción en Transportes, en Energía y Minas, o en otros sectores, ya habría procedido de antemano, sin esperar al escándalo, a la separación de los ministros o funcionarios a cargo. Nada de ello sucede. Allí siguen, bien aconchabados, salvo Juan Silva, todos los titulares de las carteras cuestionadas y los burócratas de primera línea.

Mientras ello ocurre, en un proceso que es solo el inicio del fin de un gobierno malhadado, los demás funcionarios, ministros o subalternos, no muestran un ápice de rubor y no se alejan de la putrefacción que se respira en el ambiente palaciego.

Va a ser difícil que se logre plasmar la vacancia. La indignación ciudadana aún no halla eco en algunos grupos parlamentarios de quienes depende conseguir los 87 votos necesarios para sacar del poder al presidente que tenemos. Nos sorprendería que se produzca, con dignidad, una votación superlativa en ese sentido.

 

 

Pero al menos, es imperativo que el Congreso, de no lograr la vacancia, le niegue frontalmente la confianza a un gabinete manchado ya no solo de mediocridad sino, además, de corrupción. Y en adelante, tendrá que mostrarse más expeditivo para interpelar y censurar ministros deleznables, como muchos a los que Castillo ha puesto en la vidriera en estos primeros meses de mandato.

Castillo es, políticamente hablando, un traidor mendaz. Lo suyo nunca ha sido la búsqueda del cambio de estructuras para beneficiar al pueblo. Esa es la fraseología barata con la que aún engaña -en la mejor de las hipótesis- a algunos sectores de la izquierda hambrientos de la menor cuota de poder y carentes de solvencia moral. Castillo es un inepto contumaz, un mediocre redomado y un sombrero protector de trapacerías y corruptelas en el Estado.

 

 

Y ese proceso de develamiento de su verdadera entraña, torna en cómplices a todos los ministros, funcionarios y congresistas que mantienen su defensa en ristre. Los hechos de corrupción y de mediocridad administrativa saltan a la vista. Quien se haga el ciego respecto de ellos, adolece de la misma insolvencia ética del presidente.

 

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Pedro Castillo

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