La única buena noticia política de los últimos tiempos es la fragmentación de las izquierdas en múltiples opciones electorales. Ya se asoman las candidaturas de Verónika Mendoza, Indira Huilca, Guido Bellido, Guillermo Bermejo, Duberlí Rodríguez, Antauro Humala, Alfonso López Chau, Jonhy Lescano y alguno otro que surja en el horizonte del folklore regional.
El profundo descrédito de la izquierda, por su sumisión a la gestión mediocre y corrupta, además de golpista, de Pedro Castillo, la había conducido a los sótanos de las posibilidades electorales futuras, pero la salida del exmandatario, el triunfo de la narrativa de que fue defenestrado por un golpe parlamentario, y el inmenso nivel de desaprobación del Ejecutivo de Boluarte y el Congreso, ambos identificados como parte de un pacto de gobierno derechista, la han permitido a la izquierda resucitar de entre los muertos.
La torpeza de la alianza de facto entre Ejecutivo y Congreso, va a parir un ánimo antiestablishment muy poderoso para el 2026 y en ese terreno las mayores posibilidades de cosecha las tiene la izquierda (no hay en la derecha, lamentablemente, un grupo que arremeta contra el statu quo y pueda levantar bonos de esta situación de hartazgo ciudadano).
La buena noticia, sin embargo, es que la izquierda tiene casi una decena de candidatos en liza, que van a dividir su voto y tornarán difícil que vuelva a repetirse siquiera la figura de un outsider como Pedro Castillo, aunque la proliferación de candidaturas de centro derecha y derecha que se avecina es de antología y podría permitirle igual a la izquierda colarse entre los palos de la fragmentación derechista.
Una de las intenciones de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política era que se fortalecieron los partidos y que ello tendría como base su reducción. La realidad ha terminado por sacarle vuelta a la voluntad reformista y asistiremos, atónitos, a una avalancha de candidaturas en las elecciones venideras, lo que de por sí ya augura un próximo quinquenio de inestabilidad política.
