Juan Carlos Tafur

Las calles sin el opio del Mundial

“La calle se podría volver un actor protagónico que sume en el esfuerzo político mayor que corresponde hoy a todo ciudadano demócrata de a bien, como es lograr sacar a Castillo de Palacio de Gobierno”

El hartazgo ciudadano por la crisis social y económica por la que pasa ya no va a encontrar en las expectativas sobredimensionadas que había depositado en la selección de fútbol y su posible clasificación al Mundial (lo que hubiera postergado hasta noviembre el ensoñamiento), un alivio psicosocial que le permita distraerlo o desfogarlo.

La dura realidad se le ha aparecido de frente, sin ilusiones ni espejismos. Y claramente, el que va a pagar las consecuencias de ello va a ser el inepto y mendaz gobierno que encabeza el incapaz moral de Pedro Castillo, sobre el que, como corresponde, se van a depositar las frustraciones, irritaciones y malestares de la crisis que ha creado su manera de gobernar, que no mejora con los meses sino que se reafirma en su medianía e indolencia.

Porque no se ve propósito de enmienda alguna. Castillo cree que gobernar es lotizar el Estado en parcelas que entrega a los grupos políticos que lo sostienen (solo hay que agradecer que el MEF, el BCR y hasta ahora la Sunat, no hayan sido pervertidos por su estilo gubernativo), los mismos que abiertamente se dedican a la rapiña y a expulsar sin disimulo alguno a los mejores cuadros burocráticos que en las instituciones que les han parcelado tienen a mal manejar. La estampida de la tecnocracia estatal calificada es de espanto.

El colapso del Estado en sus instancias principales y especialmente en sectores donde se mueve gran inversión (como el Minem, Transportes o Agricultura), es lo que ocasiona el desplome de la confianza y la inversión privada y el consecuente efecto en la disminución de empleos y en el aumento de la pobreza que este régimen cargará a cuestas todo el tiempo que dure en Palacio.

Todo ello debería expresarse por fin en las calles, superando las ralas convocatorias que hasta ahora han logrado las marchas de protesta en Lima. Si cambian la agenda (en lugar del absurdo “No al comunismo” o “No a la Constituyente”, invocar “No al alza del costo de vida” o “No a la corrupción”) y, además, permiten que sean los propios ciudadanos de a pie los que se organicen y movilicen mediante los grupos activistas que ya existen y desechan a los políticos tradicionales desprestigiados que suelen trepar a los estrados, la calle se podría volver un actor protagónico que sume en el esfuerzo político mayor que corresponde hoy a todo ciudadano demócrata de a bien, como es lograr sacar a Castillo de Palacio de Gobierno.

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Pedro Castillo

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