Se va a necesitar el 2026 a un candidato de derecha o de centroderecha disruptivo, disidente del statu quo, si va a querer competir con éxito con el campeón de los antisistemas, que es Antauro Humala, quien, apenas salga de prisión, arremeterá contra Castillo y buscará volver a cosechar para sí todo el voto antiestablishment que anida en un país tan informal como el Perú.
Y eso pasa por despercudirse de tanta modosidad a la hora de presentar las respectivas propuestas de gobierno. ¿Es preciso privatizar Petroperú y Sedapal? Que se diga abiertamente. ¿Es preciso cambiar el sistema de AFPs? Que se proponga sin tutías. ¿Es necesario derrotar a las mafias sindicales que dominan el Ministerio de Salud y EsSalud? Que se ponga en blanco y negro. ¿Es preciso imponer el Estado de Derecho para sacar adelante la inmensa cartera de proyectos mineros, paralizados o impedidos siquiera de empezar por reclamos injustificados de algunas comunidades? Que se diga con todas sus letras.
Un candidato políticamente correcto, aguachento y sin ánimo de generar fricciones y asperezas, va a ser devorado por la polarización social que se va a generar luego del desastre social y económico que va a dejar en herencia la presidencia de Pedro Castillo.
Las encuestas revelan que el país está inclinado hacia el centro y hacia la derecha, pero si los candidatos que surjan tratando de representar ese sector, no son capaces de hablar con claridad y de romper huevos para hacer tortillas no generarán ningún entusiasmo ni adhesión.
El colapso del Estado, la degradación de la educación y salud públicas, el crecimiento desbordado de la delincuencia, ya están deteriorando la calidad de vida de los peruanos. Si a ello le sumamos la crisis económica, se entenderá que lo más probable es que el 2026 la ciudadanía acuda a votar aún más irritada que el 2021, en medio de la pandemia.
Con ese estado de ánimo buscará opciones fuertes, radicales, que hablen claro y sin tapujos. El centro y la derecha deben prepararse para una estrategia de campaña bajo ese formato si no quieren volver a ser derrotados por un radical de izquierdas, que, de ocurrir, conduciría al país, probablemente, a una hondura irreversible por un buen tiempo.