Juan Carlos Tafur

La derecha sin calle

“La sola invocación de que se marcha para que caiga el “régimen comunista” es hilarante. Este gobierno es un desastre por mediocre, no por comunista”

¿Por qué las marchas que convoca Erasmo Wong de la mano con los políticos tradicionales no arrastran multitudes y carecen, por ende, de capacidad de influencia en la marcha del gobierno? La respuesta es sencilla: la ciudadanía no reclama una revuelta conservadora, por más indignada que esté con el desastre de gobierno que ha resultado siendo el de Pedro Castillo.

La población está identificando las movilizaciones que convoca este sector de la derecha como un déjà vu del formato político de lo que fue el efímero régimen de Manuel Merino, Antero Flóres Araoz y compañía, contra el que salió a marchar masivamente, y no por ejercer una defensa de Martín Vizcarra, quien ya para entonces cargaba una alta cuota de desprestigio, sino porque percibía que se quería ir a contramarcha de las principales reformas hechas en las últimas décadas.

Las ralas convocatorias apreciadas recurrentemente debería ser una clara señal para quienes, también desde la derecha, pero desde una perspectiva liberal, igualmente cuestionan al régimen actual, pero poseen un arsenal ideológico más convocante, democrático y de avanzada, que promete un cambio y no una defensa del statu quo perdido.

La sola invocación de que se marcha para que caiga el “régimen comunista” es hilarante. Este gobierno es un desastre por mediocre, no por comunista. ¿Puede calificarse de socialista o algo parecido a un régimen que tiene a un ministro de Economía ortodoxo, como Oscar Graham?

No es casualidad que los fariseos del presunto fraude, los golpistas desembozados y los reaccionarios ultraconservadores, sean los mismos que odian a la Sunedu, a la reforma educativa, a las políticas de equidad de género, a la defensa de los derechos humanos, al sostenimiento de las reformas democráticas, y sean precisamente ellos los que quieren capitanear la oposición contra Pedro Castillo y compañía. Hay una línea de continuidad que los aleja de la posibilidad de una convocatoria amplia.

A esa derecha, la calle jamás la va a acompañar. No hay activismo posible allí. Tiene que despertarse, por ello, una movilización liberal -pensamiento que ya cala hondo en la tecnocracia, en la opinión mediática, en colectivos universitarios-, para que recién madure una resistencia popular a la pavorosa mediocridad e inmoralidad implícitas en el gobierno actual, y que bien merece ya un rotundo rechazo ciudadano en avenidas y plazas. Solo una causa liberal puede activar esa movilización, no las rancias pancartas del conservadurismo.

 

 

 

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Congreso, Gobierno, Pedro Castillo

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