Como muestra un botón. Hace unos días leí en el semanario de COMEX Perú que en la última década la Región de Madre de Dios ha tenido un gran desarrollo macroeconómico, pero con carencias y brechas en los servicios para los ciudadanos. Según la ENAHO, en 2021 la pobreza monetaria fue del 7.7% colocándola en la segunda región menos pobre del Perú. Los ciudadanos tienen mayores ingresos, pero los indicadores socioeconómicos son muy bajos. Madre de Dios tiene la mayor tasa de homicidios, tiene altos índices de tuberculosis y se ubica en el tercio inferior de regiones con niveles satisfactorios de compresión lectora y matemáticas. Asimismo, es la región donde el 90% de la minería es informal o ilegal, lo que trae consigo delitos diversos como lavado, trata de personas y ambientales. En conclusión, hay suficientes recursos económicos, pero no hay servicios básicos para la población.
Somos ciudadanos a medias. He ahí nuestro nivel de tolerancia al abuso, porque preferimos el efectivo que lo abstracto que son los derechos. Así vemos como los grupos vulnerables, bajo este sistema de trabajo informal son los más perjudicados. Es el caso de las mujeres, cuya tasa de informalidad es de 80% mientras que la de los hombres asciende al 70%.
La informalidad, ilegalidad y corrupción son tres componentes del Perú actual. En medio de ello, aparecen manifestaciones contra un Estado débil. No considero que el actual gobierno sea una dictadura; es, más bien, el resultado de años de no reconocer a los ciudadanos como sujetos de derecho ni considerarlos el centro y, lo más importante, en su actuar. Hoy es el momento de reconocer nuestras debilidades y fortalezas para crear un futuro como país. Las proyecciones de la informalidad laboral van en alza para los años que vienen, esperemos poder responder como Estado en parar esa tendencia. Ese es el reto para este gobierno y el siguiente.
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