Carla Sagastegui

Ahora verán

El día lunes, el presidente Castillo anunció que su gobierno está preparando un proyecto de ley que imponga la castración química para violadores de menores, adolescentes y mujeres. Esta propuesta se dio tras los crueles casos reportados de abuso contra menores y la iracunda reacción que exige la pena de muerte para los violadores de menores. Como es usual, los foros sirvieron para retornar al viejo argumento de romper con el Pacto de San José y perder la jurisdicción internacional que vela por los derechos humanos en el Perú, tan conveniente para muchos gobernantes. Pero fuera de este aprovechamiento, es innegable que buena parte de nuestra población se encuentra emocionalmente convencida de que castigos ejemplares muy duros son la única vía para amedrentar a los violadores. 

Desde hace décadas se cuenta con estudios que han medido el impacto de la castración en diversos países donde se ha practicado y que han concluido que no detiene los crímenes del agresor; sin embargo, en Perú, no se pierde la esperanza. Y es muy probable que se lo hayan dicho al presidente, pero también es muy posible que él esté realmente convencido de que la amenaza a la masculinidad va a funcionar. 

Martha Nussbaum en su libro La ira y el perdón. Resentimiento, generosidad, justicia (2014) nos explica que la ira es una emoción que responde a un mal actual, pero que se mueve en busca de un bien futuro y agrega, de acuerdo con Aristóteles, que ese movimiento hacia adelante es placentero, hace que la ira sea constructiva y esté vinculada con la esperanza. Pero si nos centramos en el mal actual y vemos en él que hay un desprecio, un ultraje sin sentido como ocurre en los crímenes a los que nos referimos, el dolor que despierta en la persona, en la familia, en la sociedad, provoca un deseo casi insaciable de retribución. 

Nos inclinamos más hacia la ira, realza Nussbaum, cuanto más inseguridad sentimos frente a un problema que quisiéramos poder controlar. La castración química no va a deshacer los daños sufridos sus víctimas, ni les devolverá la vida, ni impedirá nuevas violaciones, pero no importa, pues la ira incluye el deseo de que el agresor obtenga su merecido.  La ira está esperanzada, sí, pero en que el causar dolor o humillación al agresor, sea un medio para aminorar o compensar el dolor de las víctimas.

Muy enraizadas en la mayoría, las ideas de venganza no están centradas en el dolor en sí, sino en la humillación del agresor. El presidente Castillo piensa de esa manera y considera que si se toman represalias de modo exitoso, la sociedad resultará victoriosa y el violador sufrirá la castración, pues en su imaginación se trata de un acto puramente genital. Una agresión se castigará con otra agresión. Genital por genital. Ojalá ya haya recibido información seria y real al respecto. 

La venganza no resuelve ni el mal actual ni aporta un bien futuro. Es en el bien futuro, en la creación de un bienestar como se puede trascender y enfocarse en la real solución del problema. Educación sexual integral para escolares y para familias, para la policía, para los trabajadores de salud y para el Poder Judicial podría ser una de las muchas propuestas que están listas a la espera de su ejecución. Pero si el Congreso de la República sabotea estos proyectos y el presidente Castillo continúa centrándose en que los violadores sufran humillación, no se reducirán los crímenes. El único que gana es él,  quien con cierto tinte para maquillar su imagen, busca ser visto como virtuoso y bueno en medio de las protestas de los campesinos que votaron por él y ahora demandan la nueva Constitución.

20 de abril de 2022

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