El ver en las redes miles de sentidos comentarios de despedida a Yola Polastri y el nostálgico recuerdo compartido por sus canciones, ha despertado en mí (y en muchos más) preguntas acerca de la carencia actual de una Yola y sobre todo del fin de proyectos televisivos como el que trajo consigo. Haber empezado durante la televisión velasquista, como ella misma manifestó, trajo consigo el apostar por construir un nuevo modelo de niña, de niño peruano. Para conseguirlo, el programa de Yola, con canciones propias y covers, tomaba lo cotidiano, lo hacía música, lo hacía baile, juguete, colores, chistes bobos, coreografía.
Si bien, la producción estaba centralizada en la ciudad de Lima, sus programas que abarcaron casi dos décadas, se veían en todos los lugares del Perú al que llegara la señal abierta de canal 4. Se puede afirmar, entonces, que una generación de peruanas y peruanos con acceso a la televisión, nacida entre 1968 y 1980, compartió un mismo universo de bailes y canciones. Una posibilidad de referencias, de contenido compartido a pesar de ser diferente: en estos días, sus canciones las tararea tanto un rico como una pobre, una juninense como un limeño, un zurdo como una ferviente evangélica de esa (de mí) generación.
Se podría afirmar por lo tanto, que por razones tecnológicas y políticas, un gran segmento de peruanos diversos entre sí compartió referencias infantiles en sus hogares. Luego, los programas para niños se estandarizaron, varios países empezaron a realizar producciones similares de entretenimiento infantil que pronto se pudieron comparar en la televisión por cable. Ese cambio tecnológico fue muy intenso para los programas de ese corte, pues llegaron con dos, tres y cada vez más canales de televisión dedicados solamente a programación para un público infantil. Dibujos animados, programas de aprendizaje, entretenimiento a escoger. Por ser infantes, sus criadores los apegaron más a ciertos canales según su estilo: algunos llenos de súper héroes, otros más muy lúdicos y estimulantes, otros más cómicos y seriales. Esta generación ya tuvo gustos muy distintos, aunque reconocidos por el otro, porque los vio para poderlos descartar.
Actualmente, cuando la difusión de la televisión se realiza por streaming, complementándose con los miles de canales de YouTube que intervienen y reproducen fragmentos de los programas, y desde hace poco con los infinitos videos de TikTok, pregunto si podemos seguir pensando en una suerte de identidad generacional creada por contenido compartido, o si más bien nos encontramos ante una identidad que lo que comparte es tan solo el aplicativo y que ante la incertidumbre de no reconocer el contenido del otro (la responsabilidad es la de los algoritmos), no queda más que aferrarse a los gustos que uno tiene como un gusto absoluto, incuestionable, impositivo.
Es cierto que algo ayuda el streaming. Limitado por la cantidad de producción posible de programas, su público infantil comparte los personajes de sus series y películas, que adornan fiestas infantiles. Aún Disney es muy protagónico y la producción japonesa su principal competencia. El Estado peruano tiene un canal para niños, limitado de competir con las grandes industrias. Así, la identidad o pertenencia ya no la provoca la televisión local compartida. La televisión/pantalla actual agrupa a seguidores de personajes del mundo entero, que tienen en las redes un espacio para conocerse y cerrarse sobre su gusto común. Hay una idea de comunidad distinta entonces, no producida porque “con eso viene el país”, sino voluntaria, cambiante, de duración que depende de cuanto dure el gusto.
Mientras tanto, el público infantil que no tiene acceso a cable o internet, carente de una Yola, sólo accede a una producción nacional a la que ha de adecuarse, una que combina el fútbol peruano y su farándula con los pocos programas como Esto es Guerra y Al Fondo hay sitio. Las películas animadas de Disney aún llegan en DVD. Estamos pues ante una generación y un acceso a contenidos escindidos por la tecnología. Otra brecha, poco discutida, que impide en el país estar unidos ante los desafíos que nuestra clase política nos presenta.