Giarcarla Di Laura

La iluminación de Doris Bayly

 

Corría la mitad de la década de los noventa y era tradición ir en el mes de julio con mi mejor amiga Carmen del Prado, mi tío Pedro Pablo y otras personas interesadas a la fiesta que se le rinde a la Virgen del Carmen, más popularmente conocida como «Mamacha Carmen», celebración colorida, llena de fervor, en el hermoso pueblo de Paucartambo. Fue en ese contexto que conocí a Doris Bayly.

Ocurrió poco después de su terrible accidente en bicicleta en Cuzco. Ella había sufrido una caída dos días antes de visitar Paucartambo por la fiesta de la Mamacha. Desde el primer momento pude notar su calmada manera de establecer el diálogo, su profundidad de pensamiento, su ponderación de las palabras y la forma mágica con que nos involucraba en cada conversación. Sus pausadas intervenciones provenían de una manera tranquila, sabia, de enfrentar la vida.

Los fierros que le pusieron por la caída no le impidieron ir a Paucartambo. Al contrario, nos llevó con su imparable entusiasmo hasta “Tres cruces” y tuvimos conversaciones intensas. En ese momento se encontraba escribiendo los textos de su primer poemario, Retrete para huérfanos, que José Antonio Mazzotti le publicó con la editorial ASALTOALCIELO en junio de 1996 desde Filadelfia, donde a la sazón vivía el reconocido poeta y promotor cultural. Esos cien ejemplares publicados en edición artesanal hoy constituyen pequeñas joyas de la literatura peruana.

Recuerdo cuando surgió uno de los poemas del libro. Estábamos en la pizzería que quedaba debajo del «Ayllu», el legendario café cusqueño, sentadas las cuatro puntas en una mesa, y de pronto surge el siguiente poema, que escribió al vuelo:

“X”

juego colectivo escrito sobre la gran mesa de madera

de una pizzería en el cusco

ándese con rodeos

de palabra y diccionario bajo el brazo

para encontrar la ruta

al centro mismo de la nada

 

pero escuche

ESCUCHA TE LO PIDO

el rumor gorjeante

a sangre espesa

que sube atropellando la garganta

y se detiene

al borde del suicidio

 

en

MEDIO

de la calle (26).

 

Esa era Doris, intensidad bajo un ropaje de calma, «rumor gorjeante / a sangre espesa /

que sube atropellando la garganta». Sus poemas parecían simples, pero ya se notaba una voz con garra y gran sentido de la economía del lenguaje. Como ella.

Dos años más tarde publicaría en Lima con la editorial Campodónico su segundo y último libro, Chico de mi barrio, donde reafirmó su original escritura.

Esta querida poeta y sagaz periodista sabía mantener conversaciones llenas de hondura, de análisis, para ir más allá y hacer que una se cuestionara lo que daba por sentado. Creo que todos los que la conocieron experimentaron un cambio ante un ser tan especial. A mí me hizo pensar en mi realidad, pues ella también venía de una familia de clase media alta, pero buscaba y anhelaba la justicia social, la equidad de la vida y la bondad. Sus convicciones eran muy parecidas a las que yo anhelaba. Hubo una simpatía desde el principio; realmente era una guerrera, una artista, una poeta, una periodista de otro nivel, todo a la vez.

El pasado miércoles 16 de febrero un maldito camión la atropelló mientras montaba su bicicleta, hábito que practicaba cada mañana, en la carretera cerca de Máncora, donde vivía con su familia desde hacía unos años. La dejaron abandonada en el camino y falleció a las pocas horas. Qué cruel es el Perú a veces con sus hijos.

Se le va a extrañar, porque mujeres como ella, auténticas, luchadoras, justas, espirituales, hay muy pocas. Que su luz nos acompañe siempre.

 

 

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Doris Bayly, poesía

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