Liz Melendez

¿En nombre del “amor”?

¿Fue el altercado entre Will Smith y Chris Rock una expresión de la violencia de género?  Claro que sí, pero además de representar el hecho concreto un espectáculo patriarcal entre “machos”, las reacciones del público, de la Academia y de una parte importante de la ciudadanía, evidenciaron que aún padecemos sociedades ampliamente tolerantes a las agresiones sexistas y la discriminación. 

Por un lado, el presentador realizó una “broma” que fue un comentario profundamente discriminatorio, basado en estereotipos de género y patrones de belleza exigidos a las mujeres. Este no fue un mal “chiste” fue una agresión verbal inaceptable cargada de sexismo y que conto con el aplauso y la risa de la audiencia, frente a la mirada incómoda de la agredida. 

Dejando esto claro, no puede dejar de decirse que la reacción de Will Smith fue absolutamente violenta y desmedida. La bofetada que propinó no tuvo como finalidad “la defensa de su familia” (como ha tratado de justificar) sino la protección de su virilidad, “su honor”, ese que sintió mancillado ante la ofensa que recibió  “su” mujer, a quién claramente comprende no como una sujeta de derechos sino como un objeto de su propiedad, esa que tiene que proteger y afirmar como “suya”.

La brutalidad de Smith no puede ser normalizada. El actor, quien ha ganado una importante posición en el mundo del espectáculo, se condujo con total impunidad,  apoyándose en el poder que detenta y con la confianza de quién sabe apoyado por una sociedad que, aunque observó sorprendida la escena, la justificó y premió, permitiéndole quedarse en la gala y recibir-  sin ningún tipo de cuestionamiento – un Oscar. 

El macho protector, el encargado de defender a “su mujer” a golpes y a gritos, heredero de una masculinidad tóxica, justificó lo que fue una conducta completamente deleznable en el amor. “El amor hace cometer locuras” dijo, dándole – a la vez – un golpe terrible a los esfuerzos que las defensoras de los derechos de las mujeres hacen para erradicar el llamado “amor romántico” , ese que lejos de construir, lastima y mata. 

Es importante anotar que, quienes alabaron la conducta de Smith, lo hicieron justificando todo en ese “mandato protector” romantizado y naturalizado. Aún no se han logrado las transformaciones profundas que necesitamos como humanidad. 

Qué opciones tenía el actor, me preguntaron por ahí. Muchas no violentas, como por ejemplo rechazar lo que claramente fue un “chiste” agresivo y ofensivo con un gesto serio, pudo pararse de la sala e irse, interponer una queja por discriminación frente a la Academia, pudo expresar su rechazo verbalmente ante la audiencia. Tuvo opciones, que seguramente no se le pasaron por la cabeza, pues cuando un hombre tiene internalizado un modelo de masculinidad patriarcal y tóxica, su forma de resolver los conflictos es por medio de la violencia y la agresión, no hay otra. 

Uno de los principales desafíos que tienen los hombres, actualmente, es cuestionarse esa masculinidad patriarcal que arrastran y que también los daña. Will Smith no sólo golpeo a Chris Rock,  golpeó la luchas contra la violencia, al público espectador, a su familia y  se propinó – a sí mismo-  uno de los peores golpes, el tiempo le mostrará las consecuencias.

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Cine, Oscar, Will Smith

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