Hubo un tiempo en que escuchar radio o ver videoclips en televisión era garantía de sano entretenimiento, aprendizajes múltiples y buena música, interpretada con creatividad y talento. Pensaba en esto a propósito del cuarenta aniversario de Business as usual, álbum debut de Men At Work, lanzado en 1981, a través del sello discográfico Columbia Records.
El quinteto formado en 1978 en Melbourne se convirtió en uno de los animadores de los nacientes ochentas, con un estilo fresco y divertido que no por eso dejaba de ser interesante y agudo, en medio de una escena que iba recomponiendo sus propuestas y valores estéticos, tras la asonada punk británica y el rock norteamericano para estadios. En solo dos años, esta banda lanzó producciones que hasta hoy forman parte de la programación emocional de nuestros recuerdos, y que ayudaron a definir el espíritu de aquella década, como Billy Idol, Cyndi Lauper y Culture Club.
Colin Hay (voz, guitarra), Ron Strykert (guitarra), Greg Ham (vientos, teclados), John Reese (bajo) y Jerry Speiser (batería) llegaron portando el estandarte australiano, como lo hicieron los Bee Gees en los sesenta o Little River Band en los setenta. El pop-rock producido en la tierra de los canguros no tiene un sonido propio pero condensa, en sus multiformes manifestaciones, su capacidad de adaptación y aprendizaje. Así, artistas tan diversos como Nick Cave & The Bad Seeds, Air Supply, Kylie Minogue, Crowded House, The Go-Betweens, Dead Can Dance o Tame Impala han mantenido a Australia en el radar mundial de los fanáticos de la buena música como un país pródigo en la formación de talentos capaces de competir, de igual a igual, con sus pares de EE.UU. y el Reino Unido.
Si INXS fue el grupo cosmopolita y fashion, Midnight Oil la conciencia social política y Ac/Dc la aplanadora rockera por excelencia, Men At Work representó la sensibilidad comercial y relajada de la new wave australiana, una alternativa divertida y ajustada a las coordenadas estilísticas de una década en que la imagen lo era todo. Con su sonido prístino y sus alocados e histriónicos videos, los hombres trabajando se pusieron a la vanguardia pero de manera ingeniosa, con un alto nivel de aceptación por parte de los nuevos públicos consumidores de MTV. Para cuando lanzaron su segundo LP, ya habían alcanzado el estatus de clásicos que los acompaña hasta ahora.
Podríamos definir el sonido y look de Men At Work como una mezcla del reggae-punk de The Police y la sofisticación de Roxy Music o Spandau Ballet. La voz aguda de Hay, a ratos similar a la de Sting; las guitarras reverberantes de Strykert y Hay; la sólida base rítmica de Speiser y Reese; y el amplio rango de acción de Ham; hicieron que sus canciones tuvieran, a contramano de las mencionadas influencias, una personalidad propia, reconocible de inmediato. Esa capacidad para hacerse notar, en una década tan rica en opciones y géneros, los colocó por encima de sus contemporáneos durante una breve y muy exitosa carrera discográfica, que los convirtió en orgullo de su país.
Down under es, desde luego, su canción más emblemática y recordada. Considerado un himno australiano moderno, por la forma tan sencilla que usa para definir elementos de su cultura, clima e idiosincrasia, el tema fue el single principal de Business as usual e incluso fue tocada en la clausura de los Juegos Olímpicos de Sydney, en el año 2000, por Hay y una alineación totalmente diferente de Men At Work, cuya formación original se había disuelto a mediados de los gloriosos ochenta. La línea de flauta que caracteriza a esta canción generó controversia por una acusación de plagio presentada en el año 2007, en la que se aseguró que el grupo había usado, sin autorización, la melodía de un antiguo tema infantil muy popular en Australia, titulado Kookaburra sits in the old gum tree (Kookaburra es el nombre de una pequeña ave de los bosques de Australia y Nueva Guinea). Al final de engorrosos cuestionamientos, el grupo tuvo que desembolsar una fuerte suma de dinero en regalías a los albaceas de la profesora de escuela Marion Sinclair, que había escrito originalmente la melodía en los años treinta.
Pero hay otras canciones notables en aquel LP de la carátula amarilla: Underground, Helpless automaton, Be good Johnny, I can see it in your eyes. Y, especialmente, Who can it be now?, un satírico ejercicio de crítica al sistema de cobranzas coactivas con el que la banda se dio a conocer. Todas estas canciones le aseguraron la posteridad a Men At Work y permitieron que el público aguardara con suma expectativa su segunda placa, la cual llegó en 1983, bajo el título de Cargo. Aun con Down under triunfando en las listas de éxitos de todo el mundo –fue #1 simultáneamente en EE.UU., Inglaterra, varios países europeos y latinoamericanos ese año- la banda colocó tres temas más en las radios: Dr. Heckyll & Mr. Jive (una graciosa alteración de la clásica novela gótica del siglo 19 del escocés R. L. Stevenson, El extraño caso del Dr. Jekyll & Mr. Hyde), It’s a mistake y No restrictions, con divertidos videos de alta rotación en los principales programas de la época, que privilegian una actitud burlesca, cómica, a mitad de camino entre Devo, The B-52’s y Talking Heads. Sin embargo, en Overkill mostraron una faceta melancólica, ligeramente oscura, diferente al festival de personajes desfachatados, videos infantiles y funny faces de sus singles previos. El tema se convertiría en uno de sus más grandes éxitos.
Lamentablemente, para su tercer y último disco oficial, Two hearts de 1985, los Men At Work ya había iniciado su prematuro descenso, con la salida de Speiser y Reese. Aunque hubo posteriores reuniones, esporádicas giras -como la que generó el disco en vivo Brazil, en 1996- y apariciones públicas –como la de las Olimpiadas de Sydney- el grupo desapareció formalmente de escena antes de iniciarse la década de los noventa.
En el siglo 21, el cantante y guitarrista Colin Hay dio un nuevo impulso a su carrera como integrante de la All-Starr Band, el proyecto liderado por el Beatle Ringo Starr, en el que reúne a destacados ex integrantes de grupos famosos de los setenta y ochenta. Paralelamente, lanzó varios álbumes como solista y permaneció de gira con diversas encarnaciones de Men At Work (incluso tocó en Lima, en el año 2006, en el María Angola). La muerte, en el año 2012, de Greg Ham, a los 58 años, acabó con las posibilidades de reunión de la banda original, siempre abiertas hasta entonces, a pesar del amargo alejamiento entre Hay y los demás, especialmente del co-fundador Ron Strykert, a quien incluso denunció por amenazarlo de muerte hace diez años.
Durante el 2019, Colin Hay armó una nueva versión de Men At Work, acompañado de una banda de músicos de sesión de Los Angeles, la mayoría de ascendencia latinoamericana, entre los que destaca la multi-instrumentista Scheila González (saxos, flautas, teclados, percusiones, guitarras), conocida para los fans de Frank Zappa por su trabajo junto a Dweezil, hijo del legendario guitarrista. La cantante peruana de fusión y ritmos latinos Cecilia Noël, radicada en EE.UU. y casada con Hay desde el 2002, también formó parte de ese relanzamiento que incluyó algunas presentaciones antes de la llegada del COVID-19.
En 1983, Men At Work fue el primer grupo australiano en obtener el Premio Grammy a Mejor Artista Nuevo, categoría en la que compitió con otros pesados de la new wave –The Human League, Stray Cats, Asia- que son hoy considerados clásicos, cuarenta años después. Me pregunto, escuchando sus canciones y recordando aquellos tiempos en que niños y adolescentes éramos expuestos a sonidos más agradables y mejor concebidos que los soporíferos bostezos de Billie Eilish o los escarceos porno-style de Megan Thee Stallion, las dos últimas ganadoras de tan desprestigiado trofeo… ¿Qué provocó este encanallamiento de la industria musical? ¿Alguien se acordará de ellas o sus competidoras el 2061?