Se equivoca de cabo a rabo un sector de la derecha política, empresarial y mediática cuando cree estar enfrentando a un gobierno chavista, comunista o radicalmente socialista. Por tanto, equivoca su estrategia de lucha y por ello, mientras pide la vacancia como medida extrema frente al peligro que ve, se le pasan entre las piernas las interpelaciones y censuras ministeriales, que justificadamente ya debería haber ejecutado.
Es verdad que el gobierno de Castillo tiene esos gérmenes autoritarios en su interior (el leninismo de Cerrón -hoy expectorado- y el maoísmo de los sectores radicales del magisterio, presentes aún), y preventivamente hay que estar alertas, pero uno debe actuar, más si es oposición, conforme a las circunstancias.
No está el G2 cubano detrás de las acciones de Castillo. No están Maduro ni el Foro de Sao Paulo. Si lo estuvieran, habría cierta inteligencia estratégica en el Ejecutivo y lo que se aprecia, más bien, es enorme mediocridad e improvisación.
El gabinete Bellido parecía, sí, un intento de seguir ese rumbo y en esa perspectiva sí cabía anteponer el instrumento de la vacancia y colocarlo en ristre, además de extremar la beligerancia, pero hoy, con el gabinete Vásquez, lo que corresponde es afinar la puntería opositora. Es otra realidad política e ideológica la que se tiene al frente.
El escenario de que Castillo esté jugando a una primavera rosada y que luego sobrevendrá un verano rojo, y que los moderados (Francke y compañía) saldrán pronto del gabinete, que se reconcilie con Vladimir Cerrón, que fuerce la Asamblea Constituyente (¿cómo lo haría, ahora que tiene los dientes limados con la ley de la cuestión de confianza?), es altamente improbable.
Podría ocurrir, por supuesto, y en ese caso habrá que proceder conforme a ello, pero entre tanto, la radicalidad opositora de la derecha es estéril y no produce ningún resultado. Inclusive, la aleja de sus bases sociales que ven, sorprendidos, la discordancia entre lo que se denuncia y la realidad efectiva que se aprecia (por eso, los mítines “por la democracia” son tan ralos).
La derecha tiene dos tareas al frente: el de oposición a un gobierno de izquierda, por más moderado que éste sea, y la preparación para las justas electorales venideras (primero, regionales y municipales, y luego presidenciales). No va a tener éxito en ninguna de ellas si se deja guiar por teorías de la conspiración y paranoias inconducentes.