Urge mejorar la aprobación del Congreso

“Es bueno que se retorne a la bicameralidad (debería haber una cuota de senadores regionales), que se permita la reelección, que hace que los buenos congresistas sean premiados, y que haya elecciones primarias que vayan conectando a la ciudadanía con sus representantes con anticipación, pero no es suficiente”

Los niveles tan bajos de aprobación del Congreso de la República son consecuencia de un mal desempeño de la gestión vigente, que se pasó un año derrochando obsecuencia que no merecía un gobierno impresentable como el de Pedro Castillo, y que luego, no ha sabido marcar una agenda legislativa mínima que muestre a un poder del Estado en ejercicio del poder que la Constitución le confiere.

Pero no es solo eso lo que explica al Congreso más desaprobado de la historia republicana desde que se hacen mediciones de opinión. Hay también un problema estructural que debe ser entendido: la escasa representación que el Congreso tiene, lo cual hace que una vez instalado se convierta en un poder alejado de los votantes que lo eligieron y generando la apariencia de una burbuja parlanchina inútil e innecesaria.

En esa perspectiva, es bueno que se retorne a la bicameralidad (debería haber una cuota de senadores regionales), que se permita la reelección, que hace que los buenos congresistas sean premiados, y que haya elecciones primarias que vayan conectando a la ciudadanía con sus representantes con anticipación, pero no es suficiente y ojalá dé tiempo para que este Congreso emprenda algunas otras reformas que ayuden a mejorar el nivel referido de representación.

Por ejemplo, estableciendo la renovación parcial del Congreso, o creando distritos electorales múltiples que acerquen al elector con su congresista de una manera que hoy se difumina con la votación general y abierta. Si se logra remediar en parte la subrepresentación y se genera un statu quo que haga que la ciudadanía no entregue un cheque en blanco por cinco años a un poder del Estado, cuya naturaleza institucional es incomprendida acá y en todos los países democráticos del mundo, se avanzaría mucho.

Si estos cambios los logra la actual gestión de Williams y la que lo suceda el 28 de julio, habrá logrado mejorar su propia mala percepción, sin lugar a dudas, pero lo importante es que habrá sentado las bases para que en el futuro, los Parlamentos se conviertan en elementos interactivos con la ciudadanía, mucho más eficaces (es interesante, por ejemplo, pensar en la idea de la conformación de circunscripciones amarradas a clústeres productivos, que el politólogo Carlos Meléndez ha propuesto).

La tarea de modernizar el Congreso y acercarlo a la gente es esencial y no pasa, claro está, por la tontería planteada en los últimos días por algunos parlamentarios de que se les permita manejar presupuesto o se les aumente el mismo. Es un trabajo de institucionalidad política que hay que construir soslayando paliativos absurdos que a nada bueno conducen.

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