Juan Carlos Guerrero

Hacer política

"¿Llegará el día en que los partidos intercambien opiniones sobre los problemas más apremiantes para los ciudadanos, las alternativas para enfrentarlos y, desde los espacios que ocupan, resolverlos? ¿Sería mucho pedir?"

¿Cuáles son los problemas que los poderes públicos, en particular el Ejecutivo y el Congreso, deberían enfrentar? ¿La sequía, la corrupción, el trabajo precario, la inseguridad, la salud pospandemia, la pobreza urbana y rural? ¿Sería mucho pedir que los partidos políticos en el poder debatan y definan prioridades? Es más, que elaboren propuestas y las sometan al escrutinio público. ¿Llegará el día en que los partidos intercambien opiniones sobre los problemas más apremiantes para los ciudadanos, las alternativas para enfrentarlos y, desde los espacios que ocupan, resolverlos? ¿Sería mucho pedir? ¿Existen las condiciones objetivas y subjetivas para llevarlo a la práctica? Hasta el momento, la realidad muestra que se carece de voluntad, decisión política, ideas y proyectos políticos. 

Si uno contempla la escena política actual, predomina el cachascán político, como lo ha denominado el analista y político Jorge Nieto, es decir, prima la imagen, las actuaciones grandilocuentes, los amagos de debates, el insulto a discreción y no el debate de ideas mucho menos de acuerdos sobre cómo mejorar las condiciones de vida de ciudadanos y ciudadanas.

A la renuncia de los debates políticos, se suma, en la práctica, la disolución de las diferencias entre los partidos políticos hoy en el poder. Esto se constata cotidianamente en las votaciones llevadas a cabo en el Congreso. O en el manejo de la política económica, que no se diferencia en mucho de la que hubiera puesto en práctica un ministro de Economía de alguno de los partidos que hoy son oposición en el Congreso. No deja de sorprender que aquellos partidos, que se reclaman estar “siempre con el pueblo”, asuman posturas conservadoras y voten en consecuencia. Sin debates y sin proyectos políticos partidarios diferenciados se evidencia que la política, aquella actividad que permite imaginar futuros, señala rutas, fija metas y dota de contenidos, ha perdido centralidad.

La pérdida de centralidad tiene uno de sus antecedentes en la transformación del pensamiento y práctica política de los partidos y sus representantes. Bien valdría la pena analizar en detalle, por ejemplo, el derrotero de Perú Libre y de Juntos por el Perú, que se reclaman de izquierda; y de Renovación Popular, identificada con la derecha. Ese cambio, se expresaría en la autonomización de sus representantes, es decir, en ellos primarían sus intereses particulares y, por lo tanto, actúan en correspondencia con los mismos; y en la desafección política de la ciudadanía.

Antes, los partidos políticos agregaban intereses, demandas, de sectores sociales distintos como resultado de su trabajo político, las convertían en ideas y proyectos y convocaban adhesiones. Y, por lo tanto, esos sectores se sentían así representados. Ahora, ¿cuántos partidos políticos lo hacen? Es difícil saberlo, pero como bien anotaba Juan Carlos Tafur, quien lo viene haciendo de manera sistemática es Antauro Humala. Sin trabajo político no es posible agregar intereses y, por lo tanto, se multiplican los reclamos y se diluye la acción e impacto de aquellos sectores movilizados en pro de su bienestar.

Recuperar la centralidad de lo política es un desafío que nos convoca a todos los ciudadanos. Hacerla desde la sociedad civil o desde los partidos polìticos. De lo contrario, la mesa estará servida para todos aquellos que aspiran a ocupar cargos de elección popular no para servir a la ciudadanía sino para servirse de los mismos en consonancia con sus intereses particulares.

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