David Roca

La izquierda básica y su oposición: ¿cómo salir de ambos

 

El debate sobre las izquierdas está lleno de malentendidos o de explicaciones sesgadas, supongo que naturales en sus adversarios. Sin embargo, cualquier dato de la realidad debe ser bien entendido para evitar desvaríos y politiquería.

Los primeros que debieran entender esto son las propias izquierdas, que desde hace décadas de décadas enterraron el mítico bolchevismo unas, y – al revés – ese es el único discurso posible de las otras.

La relación entre la socialdemocracia y el cerronismo, a cuyos integrantes el dirigente de Perú Libre llama caviares, de la misma manera que lo hace la ultraderecha, es totalmente contranatura. Comencemos por allí.

 

La socialdemocracia (los “caviares”)

Los cuadros de Nuevo Perú son en su gran mayoría profesionales y técnicos, muchos de ellos con carrera académica, publicaciones, etc. Han renunciado al marxismo hace tiempo, para asumir – como toda la socialdemocracia en el mundo – principios liberales que, al contrario de los que se denominan liberales, ellos asumen a pie juntillas: de la prioridad por las grandes preocupaciones colectivistas, han pasado a priorizar las luchas por reivindicaciones más bien individualistas, como son las que levanta el movimiento feminista, el movimiento LGTB, incluso las batallas por los derechos humanos que abarcan todo lo demás y es una de sus grandes banderas.

No es que hayan dejado de lado las reivindicaciones colectivistas, sino que deducen que su solución exige procesos graduales, que no pueden darse de golpe. Llegar al Estado, implica sentar las bases para que se den esos procesos reivindicativos sin prisa, pero sin pausa – como suelen decir – y tienen consciencia de que es necesario hacerlo habiendo ganado la confianza de la población. Es decir, en democracia.

A nivel del aparato del Estado, pueden plantear modificaciones para fortalecer su accionar. No son estatistas, pero sospechan – a mi entender con razón – ante la posibilidad de entregar el país a codiciosos poderes privados que, sin control, seguirán haciendo lo que les da la gana y, por ejemplo, nunca invertirán donde requiere la población: digamos, fuera de Lima.

En los últimos tiempos, la socialdemocracia ha adquirido una cierta afinidad con las reivindicaciones ecologistas – véase el caso de Gabriel Boric, en Chile, que hará de la lucha ambientalista una de sus prioridades.

 

La izquierda básica

Las otras izquierdas, como el cerronismo, son absolutamente diferentes. Cuando era gobernador de Junín, Cerrón trajo desde Arequipa a su región al ya fallecido José Lora Cam, hombre dogmáticamente maoísta, que inspiró unos manuales para el sistema educativo de Junín, los que fueron motivo de controversia y finalmente cancelados. A ese nivel Cerrón y su entorno pueden entender algo. Lora Cam era un profesor de filosofía, marxista puro y duro, pero un teórico. Sobre esto, algo comentamos anteriormente en Sudaca: https://sudaca.pe/noticia/opinion/las-paradojas-del-candidato-castillo/

Cuando Perú Libre presentó un ideario como plan de gobierno, no era tan solo porque no aspiraban a ganar, sino porque en su movimiento no son capaces de producir un programa y mucho menos un plan de gobierno. Y la pura ideología, cuando no pisa tierra, cuando no le queda más remedio que chocar con la realidad y sus demandas desarmado, cede. Cede a todo, en nombre de un reclamado pragmatismo que no es otra cosa que la incapacidad de cuestionar realmente, con políticas concretas, a su tan odiado sistema capitalista.

La distancia entre las izquierdas básicas provistas de ideologías elementales con los sofisticados socialdemócratas es abismal. Cerrón hubiera llamado caviar a Allende, y seguro sospecha que, hoy en Chile, Gabriel Boric y sus colaboradores también lo son.

Pero ni siquiera su admirado Evo Morales es como ellos. Morales, un tipo listo, era consciente de sus propias limitaciones. Por eso tuvo durante todos sus mandatos a un personaje, al que Cerrón llamaría caviar, como vicepresidente: Álvaro García Linera. García Linera es un distinguido académico e intelectual que promovió una política económica estrictamente ortodoxa en Bolivia, aunque con un sesgo distribucionista que ningún gobierno de derechas había dado jamás en su país: inversión en educación, en salud, en vivienda, en generación de empleo vía, sobre todo, apoyo a pymes. Nacionalizaciones igualmente, pero esas son medidas opinables, ni de izquierdas ni de derechas. Y también profundización del extractivismo, hasta la persecución de ecologistas y grupos indígenas, sobre todo amazónicos. El actual presidente boliviano, Arce, no hace otra cosa.

Al terminar el ciclo Evo Morales, a García Linera le preguntaron sobre el socialismo, que cuándo llegaría. Y este respondió que eso debía venir de la gente, de las movilizaciones ciudadanas, no del gobierno. A mi entender, respondió que nunca.

El verdadero conflicto en Bolivia – vale la pena traer esto a colación, porque nos concierne – es entre los que llaman q’aras, es decir personas de apariencia “blanca” e identificada con el sector que tradicionalmente ha gobernado Bolivia, y los t’aras, o indígenas y mestizos. que asumieron el mando con Morales. Lo que se expresa en las organizaciones políticas.

En suma, el marxismo cerronista y de otros grupos como Perú Libre es declarativo, dogmático, a veces capaz de priorizar alguna inversión social, pero sin orden. Y fundamentalmente centrado en la idealización del partido portador de alguna verdad, y que es el que define todo. Como en el caso de Perú Libre, el dueño del partido es Cerrón, la verdad solo viene de Cerrón.

Pero también, dato importante, se sienten portadores de un resentimiento provinciano, serrano específicamente.

La imagen de Cerrón llevando algo parecido a una maskaipacha, dirigiéndose a su militancia en un evento luego de la segunda vuelta, y repitiendo la frase “el partido” docenas de veces, es la síntesis mejor de todo lo que plantean el personaje y su organización. Pero las parrafadas en quechua de Bellido, y su afán de desconcertar con eso, nos hablan de la agenda de resentimiento, no tan oculta y comprensible, que también portan. Aunque, como vemos, deformada por la alienación de hacer lo mismo que los que han gobernado hasta ahora.

 

El fracasado apoyo a Castillo

Cuando la socialdemocracia se la jugó por Castillo, fue primero por antifujimorismo, y luego para sostener a un gobierno a todas luces frágil. Puede criticarse la decisión tomada, pero creo que se puede entender las motivaciones que no eran únicamente por asumir espacios de poder. Sin dudas, esto último juega su rol, pero la posibilidad de implementar políticas que se considera necesarias, de atender urgencias que del otro lado no hubieran visto nunca, es también una motivación importante.

Las limitaciones técnicas de Castillo eran obvias desde antes de la elección en segunda vuelta, y pudo parecer una buena idea apuntalar el proyecto con los cuadros que la socialdemocracia sí tiene. Y a eso fueron.

Asumir la carga de un proyecto ajeno, implicó entender desde el inicio que eran invitados, y que no todo iba a ser como esperaban. La cosa fue peor de lo que pensaron, aguantaron dos meses – luego con el refuerzo de Mirtha Vásquez llegaron a seis meses – hasta que no hubo más remedio que entender que no se podía más. Que Castillo no era “de izquierdas”, sino nada. Y que Cerrón es un saboteador persistente que tiene un único objetivo claro que es hacer que “el partido” predomine, es decir: infiltrar el aparato del Estado.

La izquierda socialdemócrata ha perdido mucho con la experiencia de colaboración, no dejarán de encararles el haber aceptado tragar tanto sapo conservador y socialmente reaccionario dentro del gobierno, a cambio de algunos logros – importantes: es su aporte el que dio estabilidad a la gestión hasta ahora. Pero solo podrán salir del enredo si entienden que su principal virtud, que es disponer de buenos cuadros técnicos, no es suficiente si no va acompañado de un eficiente y sacrificado trabajo de bases, pueblo por pueblo.

 

Cerrón suelto en plaza

No es la primera vez que en el Perú un grupo político infiltra el Estado de gente sin las capacidades necesarias para ser un funcionario. ¿Quién no recuerda al Apra llenando todo el aparato estatal de militantes y seguidores durante el primer y el segundo gobierno de García? ¿Esos nombramientos de docentes que hizo la señora Cabanillas, totalmente despreocupada de la calidad de la enseñanza?

Nadie nos cuenta historias. Yo recuerdo – sentado mientras esperaba para entrevistar a no recuerdo quién – haber visto filas de personas delante de la oficina de congresista de Alva Castro, cada una con su currículum, amablemente tratados como compañeros.

En menor medida, a eso mismo recurrieron Acción Popular, el humalismo, etc. A falta de ideales o utopías, el clientelismo es la única manera de saciar a la militancia que no apoya por otra cosa.

Y los problemas de corrupción en Junín con Cerrón, o los que se le atribuyen ahora a Castillo, tampoco son novedad: ¿o no tenemos una fila de presidentes de la república y de ex altos funcionarios encausados unos y otros presos?

La corrupción es una costumbre. Pregunté a joven amigo que mágicamente tenía brevete, sobre cómo lo hizo, Y la respuesta fue pagando. Cuando lo increpé, me respondió como siempre se responde: “Es que todos lo hacen.”

En este país nuestro, en pandemia, en el momento de atención por covid, había tarifas para ubicarse mejor en la cola de espera para la atención. Y los vigilantes en la morgue y en los hospitales cobraban a los familiares para traerles una foto del cuerpo de su ser querido fallecido, ya en una bolsa negra, a fin de que pudieran confirmar su deceso.

Y médicos vendedores de sebo de culebra, como el ministro de salud Condori, los hay con ojos verdes y en clínicas y consultorios muy caros de los barrios más exclusivos (y excluyentes).

¿Existe alguna gran fortuna que no haya transitado por senderos sinuosos en nuestro país? ¿Qué no haya recurrido al más vil mercantilismo, para forjarse? Pasemos revista, eso es todo lo que hay.

Ocurre que ahora, desde las provincias y con protagonistas que solo hacían lo mismo en los gobiernos regionales, han llegado otros, distintos, a la capital para hacer lo mismo que los criollos y blancos y sus aliados en el gobierno central. Otorgarse licitaciones sacando ventaja, llenar de amigos el aparato del Estado, no importa su calificación, y disponerse a ser ricos como lo hicieron los de siempre. De eso se trata.

Es un tema de color de la piel y de nivel socioeconómico, son ladrones de apariencia distinta, pero tan ladrones unos como otros.

La indignación de los opositores a Castillo es porque son esos otros, a los que no se les da la mano, aunque sea presidente de la república, los que han venido a usufructuar como ellos antes y siempre, del patrimonio de todos. La pelea es por quién se queda con el jamón.

¿Ideología? Apenas un barniz en cada lado. En realidad, como en el caso boliviano (aunque allá se resolvió mejor la diferencia, pues Morales tenía recursos humanos técnicos para hacerlo) en el Perú es también un conflicto inter étnico y de reivindicación descentralista, pero aquí no es para aportar mejor a todos los peruanos, sino para beneficiarse lucrando.

Pero ocurre que estos provincianos que han venido con Cerrón tienen menos capacidades hasta para robar, son los hijos del sistema educativo colapsado por Abimael Guzmán, Alan García y Alberto Fujimori. Y las in fraganti son frecuentes.

 

La hora de las provincias

Hay mucho potencial intelectual y técnico que ha surgido de universidades no capitalinas con mucho esfuerzo, pero no se recurre a ellos. Y cuando pudo ocurrir con Castillo, se apodera de esa oportunidad el ejército lumpenizado de las mayorías que no leen ni se informan, y se han comprado al cien por ciento el ideal de enriquecimiento individualista y egoísta. que les han inculcado para romper su tradicional tesitura comunitaria.

Ahora bien, si como dice Pedro Francke, el presidente Castillo tiene capacidades de comprensión limitadas, no podemos generalizar aquello a todos los profesores rurales, y menos como si fuera intrínseco. Cuando escucho maestro rural, de inmediato me viene a la mente la memoria del gran maestro José Antonio Encinas, o del maestro rural José María Arguedas. Y más cercanamente, el profesor Juan Cadillo, hombre de indudables méritos, primer ministro de educación del régimen de Castillo, que ejerció como docente en Huaraz, ciudad muy cercana al área rural.

Y me vienen a la memoria, los casos que he podido testimoniar de cientos de maestros rurales de zonas tan lejanas de la capital nacional o de la misma capital de su región, mal formados académicamente, pero haciendo enormes sacrificios y recurriendo a toda su inventiva por atender a los niños a su cargo. Hay una deuda con ellos.

 

¡Qué se vayan todos!

Sin dudas, la amenaza que representan tanto la derecha totalmente radicalizada como el cerronismo, nos cierran la posibilidad de continuidad, o de recambio por aquellos opositores a la mano.

La población quiere que se vayan todos, soy partícipe de la idea. Pero bajo las reglas electorales vigentes, el riesgo es que el resultado electoral sea parecido a lo que tenemos que padecer ahora.

Solo queda la presión de la calle, con una agenda clara: renuncia general, convocatoria a elecciones generales, pero con cambios sustanciales en el proceso como que se reactiven las primarias partidarias tal como las propuso – siguiendo el modelo argentino – la comisión Tuesta; romper el candado que impide la candidatura de invitados pues eso nos deja expuestos a las militancias que hoy tienen los grupos políticos y donde hay poco para escoger; y abrir la posibilidad de candidatos independientes como se patentó en el sistema mexicano. Basta un proyecto de ley y su aprobación para garantizar algo de aire fresco en los próximos comicios que deben convocarse, sí o sí.

Ojalá que pronto, ante la tozudez de ambas partes en conflicto, la democracia viva que reside en ese pueblo tan maltratado por unos y otros, imponga su criterio en su espacio natural, y diga ¡Basta ya! con la energía que hace falta.

 

 

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Pedro Castillo

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