Leer para crear

Hay libros que lo invitan a uno a desterrar de una vez y para siempre lugares comunes, tan comunes que pueden resultar ofensivos. Uno de esos mantras dicta que los críticos son unos creadores frustrados (eunucos, los llamaba un escritor argentino que fruncía el ceño con frecuencia), idea en la que mayormente prevalecen el error y el prejuicio sobre la naturaleza verdadera de una actividad que debería contarse sin temor entre las formas de ejercicio creativo que existen en nuestra tradición cultural.

Partamos, entonces, de que la lectura crítica es una lectura creativa, que busca desentrañar sentidos y construir significados relevantes a partir del examen de una obra, con un propósito comunicativo que, en teoría, debería pesar más que el simple gusto personal del crítico o la arbitrariedad como deporte, dos cosas que corresponden, más bien, a una práctica crítica arcaizante.

Por estos días he revisado un sugerente libro que desde su título y su disposición gráfica delatan su intención crítica más allá de cualquier convencionalidad. Se trata de Estos ensayos no tienen principio ni fin. Textos para perder la orilla. Sobre la obra de Jorge Eduardo Eielson, “dibujado” por Pamela Medina y “coloreado” por Augusto Carrasco. Entrecomillo los verbos que figuran en la portada como parte de un laberinto circular (en cuyo centro descansa un nudo eielsoniano) porque sin duda refieren también a formas de escribir y de leer, analogías poderosamente creativas y lúdicas para acercarse a una obra que, como la de Jorge Eduardo Eielson exige lectores capaces de superar las fronteras de su ego lector e ingresar a la sala de juegos que propone el escritor, a través de una obra múltiple y diversas, compuesta de escritura, sí, pero también de lienzos, nudos y otras visiones.

El acercamiento a Eielson a partir de este libro supone varias cosas, pero sobre todo dos: la lectura crítica imbuida de un espíritu lúdico (el discurso se organiza en mensajes que no excluyen la agudeza, el humor y varias veces el juego) y la segunda, que empieza a resolver la pregunta de cómo acercarse a una obra que mas de una vez opta por rebasar los límites de lo verbal, cuando no intenta fusionar la palabra con otras formas de discurso. Esto, por supuesto, abona la complejidad de la tarea del crítico, para que tampoco miremos lo lúdico por encima del hombro.

Dice Pamela Medina en el texto inicial de este volumen: “Entender la obra de Eielson me permitió reconsiderar mi escritura y la forma en que he estado estudiándola. Esa simbiosis a la que me he sentido expuesta no se refiere a una lectura temática y biografista, sino a un profundo cuestionamiento de la forma de decir el ensayo y el lenguaje con el cual se expresa” (p.17).

Una declaración de parte que explica muchos rasgos de este volumen. Hay que considerar, en su lectura, la relación intensa entre el discurso crítico y la disposición gráfica del libro, pues en ese magnífico entrevero el lector puede crear diversas asociaciones que a la larga solo enriquecerán la lectura de Jorge Eduardo Eielson, poeta que por cierto merece ser leído y releído. Saludo las innovaciones de este libro y desearía que fueran un derrotero para lo que viene. Un nuevo panorama para la crítica empieza a verse en el horizonte. Disfrutemos, entonces, del paisaje y evitemos, en lo posible, que pase inadvertido.

 Pamela Medina. Estos ensayos no tienen principio ni fin. Textos para perder la orilla. Sobre la obra de Jorge Eduardo Eielson. Lima: Ediciones MYL, 2022.

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