Martin Scheuch

La pederastia eclesial en el cine

"Muchas víctimas no hablan y se llevan su trágico secreto a la tumba. Pero si quieren saber qué han vivido, pregúntenle a ellas con todo respeto. Y créanles. Es tal vez lo que más necesitan y lo que piden con urgencia."

El año 2002 marcó un punto de quiebre respecto a la conciencia sobre el abuso sexual en la Iglesia católica. Spotlight, la unidad de investigación de The Boston Globe, inició la publicación de una serie de artículos sobre pederastia clerical en la diócesis de Boston, que llevarían finalmente a la renuncia de su arzobispo, el cardenal Bernard Law.

El tema comenzaría entonces a aparecer recurrentemente en el cine, siendo la primera mención importante una breve escena en “Mystic River” (2003), película de Clint Eastwood que puede ser considerada una obra maestra. Cuando en su infancia Dave, uno de los tres amigos de la historia, es secuestrado por dos hombres, uno de ellos se hace pasar por policía y el otro es un cura católico. Durante cuatro días abusarán del muchacho hasta que éste logra escapar, aunque las consecuencias traumáticas de la experiencia vivida lo acompañarán hasta su vida adulta.

Sin mencionar los diversos documentales y reportajes visuales que se han hecho sobre el tema, 

destacan los siguientes filmes al respecto:

– “Our Fathers” (Dan Curtis, 2005), que aborda el escándalo de pederastia en la arquidiócesis de Boston.

– “Obediencia perfecta” (Luis Urquiza, 2014), basado sobre el caso del P. Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.

– “El club” (Pablo Larraín, 2015), un devastador relato sobre curas enviados a vivir en una casa de retiro en un pueblo de la costa chilena para supuestamente hacer oración y penitencia por asuntos turbios de su pasado.

– “El bosque de Karadima” (Matías Lira, 2015), inspirado en la vida de James Hamilton, una de las victimas del P. Fernando Karadima, párroco de la parroquia El Bosque situada en una zona acomodada de Santiago de Chile.

– “Spotlight” (Tom Mccarthy, 2015), relato de los pormenores de las investigaciones hechas por el equipo Spotlight de The Boston Globe, que llevaron a la publicación de informes periodísticos sobre la pederastia clerical en la arquidiócesis de Boston.

– “Verfehlung” (Gerd Schneider, 2015), conocido en español como “El culpable”, historia ficticia de un cura católico que descubre que uno de sus colegas en el sacerdocio ha cometido abusos sexuales contra menores; el film describe la cultura clerical que fomenta el encubrimiento y la disyuntiva en la que se encuentra el protagonista entre salvar el prestigio de la Iglesia o seguir el dictado de su conciencia, que le indica que tiene que denunciar ante la justicia civil a su amigo y asumir el descrédito ante su obispo y otros amigos sacerdotes, y ser considerado un traidor.

– “Romans” (Ludwig y Paul Shammasian, 2017), con Orlando Bloom en una de sus mejores interpretaciones, encarnando a un hombre que sufrió abuso sexual en su infancia de parte de un cura y que sufre dolorosas consecuencias en su vida adulta.

– “Grâce à Dieu” (François Ozon, 2018), conocido en español como “Gracias a Dios”, historia de tres víctimas de abuso sexual en la diócesis de Lyon que, ya adultos, se organizan para poder llevar ante la justicia a su abusador de la infancia, el P. Bernard Preynat, que tuvo a su cargo un grupo de boy scouts.

Sin embargo, el tema del clérigo o religioso como un peligro para los demás no es nuevo en el cine. Si bien hasta los años 60 la figura del sacerdote católico solía aparecer de manera positiva en los filmes, a partir de los 70 la situación comienza a cambiar, sobre todo en películas de género de bajo presupuesto, entre las cuales cabría mencionar una de las mejores cintas de Lucio Fulci, “Non si sevizia un paperino” (1972), conocida en español como “Angustia de silencio”, muestra brutal del entonces popular género giallo. En un pueblo de provincia del sur de Italia son asesinados tres niños, presentados no como criaturas inocentes sino como preadolescentes curiosos que están experimentando el despertar sexual y espían a las prostitutas cuando ejercen su labor. Finalmente se descubrirá que el cura del pueblo, quien suele predicar contra el pecado y la perversión, es el asesino que —con el fin de salvar el alma de los menores— los matará para evitar que caigan en el pecado y se condenen en el infierno.

“House of Mortal Sin” (Pete Walker, 1976) nos presenta a un sacerdote trastornado que cree obsesivamente en la justicia divina y no retrocede ante métodos cuestionables para castigar las transgresiones morales de algunos de sus parroquianos, llegando incluso a cometer asesinatos.

“El sádico de Notre Dame” (1979) de Jesús Franco, un montaje nuevo con escenas adicionales de su film “Exorcisme et messes noires” (1975), nos narra la historia de un exsacerdote perturbado que huye de la institución mental donde estaba recluido y, obsesionado por el pecado y con una sexualidad reprimida, recorre las calles de París en busca de mujeres de mala vida para torturarlas y asesinarlas con el fin de purificar el mundo de la maldad y ahorrarles a sus víctimas una vida de pecado.

Por supuesto, ninguna de estas películas fue hecha para adaptar historias reales, ni siquiera para ser tomadas en serio, pero de alguna manera reflejan el cambio de conciencia sobre el papel del sacerdote que se estaba dando en muchas sociedades del mundo occidental. El cura ya no era siempre el ser elegido por Dios para santificar a los fieles, sino que podía ser fuente de maldad.

Sin embargo, ya antes de las investigaciones de Spotlight se rodaron dos telefilmes importantes basados sobre hechos reales que abordaban el tema de la pederastia eclesial, aunque todavía sin la perspectiva de considerarla como un problema endémico enraizado en el sistema eclesiástico mismo.

El primero es el film estadounidense “Judgement” (Tom Topor, 1990), que nos cuenta cómo un matrimonio de católicos devotos en un pequeño pueblo de Louisiana se enteran a través de su hijo que éste ha sido abusado sexualmente por un sacerdote de la parroquia. Junto con otros padres de familia iniciarán una campaña para que el sacerdote sea removido de su cargo y sea juzgado como agresor sexual. Durante la investigación el abogado descubre que la Iglesia católica había estado encubriendo al cura desde hace diez años. La trama se inspira en el caso del P. Gilbert Gauthe, primer cura que fue llevado ante los tribunales por delitos de pederastia, condenado en 1985 a veinte años de prisión.

El segundo es el film canadiense “The Boys of St. Vincent” (John N. Smith), inspirado en hechos reales ocurridos en el Orfanatorio Mount Cashel en St. John (Newfoundland, Canadá), donde varios niños fueron maltratados y abusados sexualmente por religiosos de la Congregación de los Hermanos Cristianos. El film se divide en dos partes.

Primera parte. Es el año 1975. En el orfanatorio que en la trama recibe el nombre de St. Vincent los niños son golpeados, castigados cruelmente y abusados sexualmente sobre todo por el Hno. Peter Lavin, su director. Cuando Kevin, un niño de diez años, escapa de noche, es detenido por la policía y cuenta los abusos que ha sufrido, es llevado de regreso al orfanato, donde será golpeado severamente por el director al resistirse a sus tocamientos y caricias. Vista la gravedad de sus heridas, el conserje lo llevará al hospital. Se abrirá una investigación, donde un inspector de la policía y una trabajadora social jugarán un papel importante y lograrán obtener testimonios de varios niños. Sin embargo, dado que el orfanatorio iba a recibir una subvención estatal y teniendo en cuenta la buena reputación que tenían los religiosos, a fin de evitar un escándalo el caso terminará archivado y las autoridades eclesiásticas en connivencia con el jefe de la policía, un católico devoto, encubrirán los abusos. El director Lavin y otros hermanos implicados serán trasladados por su congregación a otras instituciones y quedarán impunes.

La segunda parte acontece quince años después. Peter Lavin ha colgado los hábitos y vive con su esposa y dos hijos en Montreal. El caso se ha reabierto y hay víctimas dispuestas a declarar. Lavin es arrestado y llevado a St. John para enfrentar cargos de abuso sexual, aunque en todo momento se declara inocente. Kevin, la víctima principal de Lavin, sin embargo, no quiere participar del juicio pues eso reabre heridas que aún no han sanado. Steven, otra víctima de abusos, ha caído en el alcoholismo y la drogadicción y su vida laboral es inestable. Cuando declara en el juicio, la defensa revela que a sus dieciséis años de edad también abusó sexualmente de niños de siete años en el orfanatorio. Derrumbado emocionalmente, Steven terminará suicidándose con una sobredosis de drogas. Este incidente convencerá a Kevin de la necesidad de declarar contra Lavin en el juicio.

La película resulta particularmente importante, porque allí están presentes todos los elementos del abuso sexual eclesial: los abusos cometidos contra menores por guías y maestros espirituales con autoridad sobre ellos, la incredulidad inicial ante los relatos de las víctimas, el encubrimiento efectuado por las autoridades eclesiásticas e instituciones de la sociedad, la impunidad de los responsables y su traslado a otras locaciones con el fin salvaguardar la imagen institucional de la Iglesia, los traumas persistentes en las víctimas, la negativa de algunas víctimas a dar testimonio de sus experiencias, la reproducción de conductas abusadoras por parte de algunas víctimas, la revictimización al cuestionarse los testimonios de víctimas que quieren hablar, la indolencia de los abusadores y la complicidad de altos miembros de la sociedad.

El film termina con una nota ambigua, pues no sabemos si Peter Lavin será sentenciado o absuelto. Pero lo que más inquieta es un detalle sobre lo podría haber hecho después de ser destituido de su puesto de director del orfanato. Su mujer, apabullada por el testimonio de Kevin, al cual le da absluta credibilidad, le pregunta en una habitación durante un receso del juicio, si había tocado a alguno de sus propios hijos. La respuesta de Lavin es inquietante y ambigua: “Pregúntaselo a ellos”.

Muchas víctimas no hablan y se llevan su trágico secreto a la tumba. Pero si quieren saber qué han vivido, pregúntenle a ellas con todo respeto. Y créanles. Es tal vez lo que más necesitan y lo que piden con urgencia.

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abuso sexual, Iglesia, Iglesia católica, victimas sexuales

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