Germán Díaz

El valor que no mostramos

Esta historia sucedió hace más de trescientos años, cuando el ejército birmano planeaba un ataque para invadir Tailandia. En ese momento, el país era conocido como Siam. Los monjes siameses tenían dentro de sus posesiones, la más increíble estatua de Buda, la cual era de oro macizo. Los monjes estaban decididos a proteger su santuario, que tanto significaba para ellos. Para estos monjes sus pertenencias no tenían precio, por la no trascendencia del dinero para ellos, pero sabían que los birmanos por su codicia, se detendrían a saquear y robar la estatua debido a su enorme valor monetario. Entonces decidieron que, para proteger la estatua, debían cubrirla con al menos unos 20 a 30 centímetros de arcilla y luego pintarla de color dorado. Lamentablemente, durante la invasión, los monjes fueron asesinados en su totalidad y el secreto del Buda, y su enorme valor, permaneció oculto por más de  dos siglos, sin que nadie supiera, que se escondía debajo de esa capa de arcilla y pintura.

Muchos años pasaron, y a mediados de la década de los 50, un monasterio en las orillas del río Chao Phraya, cerca del barrio chino de Bangkok, es reubicado y movido de su sitio, para dar cabida a una nueva carretera. Los monjes dispuestos, se sirven de una grúa para mover la estatua del Buda de “arcilla”, la cual para ellos era una especie de estuco dorado, a su nueva ubicación. La estatua, procedente de Ayutthaya, es levantada por la grúa para llevarla a su nuevo hogar, sin embargo, al intentar moverla, se dieron con la sorpresa que era mucho más pesada de lo que ellos pensaban y por el movimiento, comenzó a resquebrajarse, además desafortunadamente un cable cedió y la estatua cayó al suelo. Ya que no fue posible en este intento mover la estatua, los monjes la dejan y deciden esperar hasta conseguir una grúa más potente y de esa manera poder levantar la estatua sin problemas, sin embargo, para ese momento, la estatua quedó abandonada en el suelo.

Como si eso no fuera suficiente, llegaron las lluvias con una tormenta, que dejó la ciudad anegada de barro y agua, por lo que los monjes con el mayor de los cuidados, cubrieron la estatua con lonas para evitar que la humedad deteriore más la estatua. En la oscuridad de la noche, el monje principal tomó su linterna y salió para asegurarse de que el Buda estuviera cubierto adecuadamente. Cuando apunta la luz de su linterna hacia la estatua, esta hizo que brillara una de las grietas que se había formado en la arcilla, vio una luz tenue y brillante, un reflejo que emanaba debajo de ese manto de arcilla. De inmediato comenzó a cincelar cuidadosamente y a sacar fragmentos de barro, lo que hizo que el resplandor brillara aún más. Varias horas más tarde, y con toda la arcilla removida, los monjes estaban maravillados con la presencia de un Buda de oro macizo.

Y si yo te preguntara… ¿Crees que pueda existir un buda de oro dentro?, ¿Tú qué me dirías?, ¿Por qué quizás los demás no ven tu valor? Quizás como en la historia, los demás no ven lo que realmente eres, lo que realmente vales.

Quizás en algún momento decidiste cubrirte y colocar alrededor tuyo “arcilla” para que el resto no te pudiera hacer daño, que no pudieran llegar a ti, que no pudieran aprovecharse de ti. Quizás decidiste de alguna manera mostrar “una careta”, hacerte el duro. Y si, puede ser que te haya servido para que no te duela, para que no “sientas”, para que la gente no pueda dañarte.  Pero ¿cuáles han sido los precios, de qué te has perdido, de qué te estás perdiendo y de qué te podrías perder en el futuro?. Así mismo, qué es lo que tu entorno se está perdiendo de ti.

Entonces dime ¿Crees que hay un buda de oro dentro de TI? Y yo te podría contestar: ¡CLARO QUE SÍ! Te aseguro que hay grandeza en ti, dentro de todos y cada uno de nosotros, pero con mucha frecuencia, la enmascaramos y cubrimos por experiencias previas, por viejos patrones, por la presión de la sociedad, por fracasos y dolores pasados. Pero cada capa que colocamos, para defendernos, a la misma vez me aleja de los demás y no les permite ver lo que realmente valemos, lo que realmente somos.

Sin embargo, también estoy seguro que si te das el permiso de encontrar esa grieta, y comenzar a retirar esas capas de arcilla, serás capaz de ver ese destello de luz interior, y conectarse con esa parte de ti que sabe que podemos amar más, ser más, vivir más, manifestar más. Y de esa manera, si te das ese permiso, podrás poco a poco retirar el resto de esa vieja basura, podrá comenzar a desaparecer fácilmente y de esa manera, podrás brillar al máximo y el mundo podrá ver lo que realmente vales, lo que realmente eres.

Recuerda darte el permiso de brillar, porque el que tú apagues tu luz, para que otros no se sientan mal por no brillar, no le sirve ni a ellos ni a ti.

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Creciendo entre amigos, Germán Díaz

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